domingo, 19 de febrero de 2023

837. En el tiempo señalado – IV: plantar y cosechar

 

Eclesiastés 3:1-2 RVC

1 Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad:

2 El momento en que se nace, y el momento en que se muere; el momento en que se planta, y el momento en que se cosecha;

 

Si el nacimiento y la muerte de alguien o de algo es el marco más general que luego contiene y limita a todos los otros “tiempos propicios” para el resto de las actividades, “plantar y cosechar” es la segunda actividad de más largo plazo y que menos depende de nosotros.

 

No podemos determinar el momento de nuestro nacimiento y generalmente tampoco el de nuestra muerte; sin embargo, podemos y debemos intervenir directamente en “plantar” y, por supuesto, en “cosechar”. Pero, como dijo Pablo:

 

1 Corintios 3:6-7 RVC

6 Yo sembré, y Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios.

7 Así que ni el que siembra ni el que riega son algo, sino Dios, que da el crecimiento.

 

Todo el proceso de crecimiento hasta la madurez escapa de nuestras manos. Esto es completamente cierto en el ámbito agronómico y de la naturaleza, del cual se toman muchísimos ejemplos en la Biblia. Puede no ser tan cierto cuando utilizamos las expresiones de modo metafórico para indicar procesos de largo plazo que tendremos que desarrollar nosotros, pero lo cierto es que, cualquier cosa que implique “el futuro” ya no nos corresponde plenamente sino que está en manos de Dios:

 

Santiago 4:13-15 RVC

13 Ahora escuchen con cuidado, ustedes los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, y estaremos allá un año, y haremos negocios, y ganaremos dinero.»

14 ¡Si ni siquiera saben cómo será el día de mañana! ¿Y qué es la vida de ustedes? Es como la neblina, que en un momento aparece, y luego se evapora.

15 Lo que deben decir es: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello.»

 

El día de mañana ya no nos pertenece, por lo tanto, aplica la “ley de la siembra y la cosecha”.

 

Este principio es tan importante que lo vamos a encontrar en cualquier libro de autoayuda o desarrollo personal. No hace falta ser cristiano para reconocerlo y se encuentra sumamente extendido. Quizás porque “huele” a Nueva Era muchos creyentes no le prestan la debida atención, pensando que es, en todo caso, una táctica barata para vender libros. O quizás porque se habla tanto de él en ciertos ámbitos es que se ha vuelto banal para muchos.

 

Lo cierto es que nada de lo anterior lo invalida; por más popular que sea y por más secularizado que esté su uso, el que primero estableció ese principio es Dios y Su Palabra está llena de ejemplos.

 

Otro problema más serio, sin embargo, es que en esos mismos ámbitos se enseña de manera “mecánica”, como una especie de ley que funciona por sí sola, y eso tampoco es cierto. También ocurre que se la presenta como una ley que no está relacionada con otras leyes, de tal manera que no importa lo que esté pasando en otros ámbitos, inevitablemente va a funcionar. La siembra y la cosecha funcionan porque Dios la hace funcionar, y por lo tanto va a estar sujeta a todos los otros principios divinos y modulada por Su voluntad perfecta.

 

1 Corintios 15:19 RVC

19 Si nuestra esperanza en Cristo fuera únicamente para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los hombres;

 

El principio de la siembra y la cosecha funciona, pero no es una ley mecánica en esta vida. Probablemente no cosechemos todo lo que hayamos sembrado, algunos no cosecharán casi nada; la cosecha perfecta nos espera en los Cielos, no en esta tierra.

 

Habiendo dicho esto, y entendiendo claramente que debemos prestar atención a estos principios y leyes pero de ningún modo debemos pensar que funcionan APARTE de la voluntad de Dios, deberemos reconocer que muchísimo de lo que nos pasa cae dentro de la regla de la siembra y la cosecha, ya sea por nuestra propia siembra y cosecha como por la que hayan realizado nuestros antepasados. Y aquí debemos combatir contra el “pensamiento mágico” muy difundido entre tantos creyentes que les hace creer en un “Dios Papá Noel” que los librará de esta regla… y eso tiene parte de verdad, pero no toda…

 

Una buena siembra produce una buena cosecha, y viceversa. Una abundante siembra produce una abundante cosecha, y viceversa. Una siembra en buena tierra produce una cosecha apropiada, mientras que si la tierra es mala eso no pasa.

 

En la siembra y la cosecha hay trabajo humano, sin dudas, pero la mayor parte del “esfuerzo” le corresponde a la semilla y a Dios, quien hace llover y protege la planta mientras se desarrolla.

 

Del ámbito agronómico sabemos que no se puede plantar cualquier semilla en cualquier época ni en cualquier suelo ni de cualquier forma. De hecho, hay indicaciones muy precisas para cada especie y variedad; también es posible encontrar calendarios que dan recomendaciones en función de la luna y demás astros, ajustando las labores a los diseños celestes y las temporadas establecidas por el Creador.

 

Si esto es así con las semillas naturales, ¿será distinto con las semillas del esfuerzo humano? Sin dudas que no. Habrá un momento propicio para “plantar” esas semillas, es decir, para comenzar procesos largos (un proyecto, un estudio, una familia, etc.); también habrá momentos para acciones puntuales que darán fruto en el mañana (un encuentro de negocios, una charla, una propuesta…).

 

Todo lo que ocurrirá entremedio de esos dos extremos (sembrar y cosechar) está explicado, en cierto sentido, en el resto del texto. Y también en cierto sentido todas las otras acciones tienen que ver con sembrar y cosechar.

 

Ahora bien, es preciso entender que también hay un tiempo para cosechar:

 

Proverbios 10:5 RVC

5 Cosechar en el verano es pensar con sensatez; Dormirse en la cosecha es no tener vergüenza.

 

Aquí hay varias cuestiones muy concretas. A veces ha pasado tanto tiempo desde que sembramos que nos olvidamos de que en algún momento viene el tiempo de la cosecha. A veces hemos tenido tantas dificultades que ya no queremos saber más nada con el asunto y descuidamos el tiempo de los frutos.

 

Algunos se distraen ocupándose continuamente en sembrar y no “saben” que tienen que cosechar también. Esto puede ser por un complejo de víctima.

 

A veces estamos, sencillamente, distraídos, sin atender a los procesos que iniciamos y que habrían de dar su fruto en algún momento. A veces no sabemos cuándo es el momento de la cosecha. O quizás estemos ya tan agotados que no tenemos fuerzas para hacerlo.

 

En el ámbito empresarial y del desarrollo personal se habla muchas veces de que uno tiene que imaginarse en el lugar donde quiere estar, es decir, teniendo éxito y prosperidad, con su empresa funcionando como él quiere, vacacionando en los destinos paradisíacos con los que sueña… En cierto sentido, están enfocando el momento de la “cosecha”.

 

Por supuesto que desde la perspectiva bíblica se trata de algo muy distinto, pero el sentido general es válido: no podemos perder de vista que llegará el tiempo para recoger los frutos y deberemos estar preparados para él.

 

1 Corintios 13:13 RVC

13 Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el más importante de todos es el amor.

 

La siembra se realiza con fe, y la esperanza nos mantiene en el proceso hasta la cosecha, mientras que el amor es el fundamento de todo lo que hacemos. La esperanza se fundamenta en Dios Padre y tiene que ver con las cosas que “escapan” a nuestras manos; mientras que la fe se fundamenta en una palabra directriz del Espíritu, la esperanza se fundamente en quién Dios es, por lo tanto, no necesita ninguna “palabra profética”.

 

¿Qué más? Muchísimo, pero basta por ahora. Como todo, sembrar y cosechar son tiempos que deben ser guiados por el Hacedor de los tiempos, para tanto lo uno como lo otro sean apropiados.

 

 

Danilo Sorti

 

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