Eclesiastés 3:1-2 RVC
1 Todo tiene su tiempo. Hay un momento
bajo el cielo para toda actividad:
2 El momento en que se nace, y el
momento en que se muere; el momento en que se planta, y el momento en que se
cosecha;
Si el nacimiento y la muerte de alguien o de algo es el
marco más general que luego contiene y limita a todos los otros “tiempos
propicios” para el resto de las actividades, “plantar y cosechar” es la segunda
actividad de más largo plazo y que menos depende de nosotros.
No podemos determinar el momento de nuestro nacimiento y
generalmente tampoco el de nuestra muerte; sin embargo, podemos y debemos
intervenir directamente en “plantar” y, por supuesto, en “cosechar”. Pero, como
dijo Pablo:
1 Corintios 3:6-7 RVC
6 Yo sembré, y Apolos regó, pero el
crecimiento lo ha dado Dios.
7 Así que ni el que siembra ni el que
riega son algo, sino Dios, que da el crecimiento.
Todo el proceso de crecimiento hasta la madurez escapa de
nuestras manos. Esto es completamente cierto en el ámbito agronómico y de la
naturaleza, del cual se toman muchísimos ejemplos en la Biblia. Puede no ser
tan cierto cuando utilizamos las expresiones de modo metafórico para indicar
procesos de largo plazo que tendremos que desarrollar nosotros, pero lo cierto
es que, cualquier cosa que implique “el futuro” ya no nos corresponde
plenamente sino que está en manos de Dios:
Santiago 4:13-15 RVC
13 Ahora escuchen con cuidado, ustedes
los que dicen: «Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, y estaremos allá un
año, y haremos negocios, y ganaremos dinero.»
14 ¡Si ni siquiera saben cómo será el
día de mañana! ¿Y qué es la vida de ustedes? Es como la neblina, que en un
momento aparece, y luego se evapora.
15 Lo que deben decir es: «Si el Señor
quiere, viviremos y haremos esto o aquello.»
El día de mañana ya no nos pertenece, por lo tanto, aplica
la “ley de la siembra y la cosecha”.
Este principio es tan importante que lo vamos a encontrar en
cualquier libro de autoayuda o desarrollo personal. No hace falta ser cristiano
para reconocerlo y se encuentra sumamente extendido. Quizás porque “huele” a
Nueva Era muchos creyentes no le prestan la debida atención, pensando que es,
en todo caso, una táctica barata para vender libros. O quizás porque se habla
tanto de él en ciertos ámbitos es que se ha vuelto banal para muchos.
Lo cierto es que nada de lo anterior lo invalida; por más
popular que sea y por más secularizado que esté su uso, el que primero
estableció ese principio es Dios y Su Palabra está llena de ejemplos.
Otro problema más serio, sin embargo, es que en esos mismos
ámbitos se enseña de manera “mecánica”, como una especie de ley que funciona
por sí sola, y eso tampoco es cierto. También ocurre que se la presenta como
una ley que no está relacionada con otras leyes, de tal manera que no importa
lo que esté pasando en otros ámbitos, inevitablemente va a funcionar. La
siembra y la cosecha funcionan porque Dios la hace funcionar, y por lo tanto va
a estar sujeta a todos los otros principios divinos y modulada por Su voluntad
perfecta.
1 Corintios 15:19 RVC
19 Si nuestra esperanza en Cristo fuera
únicamente para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los hombres;
El principio de la siembra y la cosecha funciona, pero no es
una ley mecánica en esta vida. Probablemente no cosechemos todo lo que hayamos
sembrado, algunos no cosecharán casi nada; la cosecha perfecta nos espera en
los Cielos, no en esta tierra.
Habiendo dicho esto, y entendiendo claramente que debemos
prestar atención a estos principios y leyes pero de ningún modo debemos pensar
que funcionan APARTE de la voluntad de Dios, deberemos reconocer que muchísimo
de lo que nos pasa cae dentro de la regla de la siembra y la cosecha, ya sea
por nuestra propia siembra y cosecha como por la que hayan realizado nuestros
antepasados. Y aquí debemos combatir contra el “pensamiento mágico” muy
difundido entre tantos creyentes que les hace creer en un “Dios Papá Noel” que
los librará de esta regla… y eso tiene parte de verdad, pero no toda…
Una buena siembra produce una buena cosecha, y viceversa.
Una abundante siembra produce una abundante cosecha, y viceversa. Una siembra
en buena tierra produce una cosecha apropiada, mientras que si la tierra es
mala eso no pasa.
En la siembra y la cosecha hay trabajo humano, sin dudas,
pero la mayor parte del “esfuerzo” le corresponde a la semilla y a Dios, quien
hace llover y protege la planta mientras se desarrolla.
Del ámbito agronómico sabemos que no se puede plantar
cualquier semilla en cualquier época ni en cualquier suelo ni de cualquier
forma. De hecho, hay indicaciones muy precisas para cada especie y variedad;
también es posible encontrar calendarios que dan recomendaciones en función de
la luna y demás astros, ajustando las labores a los diseños celestes y las
temporadas establecidas por el Creador.
Si esto es así con las semillas naturales, ¿será distinto
con las semillas del esfuerzo humano? Sin dudas que no. Habrá un momento
propicio para “plantar” esas semillas, es decir, para comenzar procesos largos
(un proyecto, un estudio, una familia, etc.); también habrá momentos para
acciones puntuales que darán fruto en el mañana (un encuentro de negocios, una
charla, una propuesta…).
Todo lo que ocurrirá entremedio de esos dos extremos
(sembrar y cosechar) está explicado, en cierto sentido, en el resto del texto.
Y también en cierto sentido todas las otras acciones tienen que ver con sembrar
y cosechar.
Ahora bien, es preciso entender que también hay un tiempo
para cosechar:
Proverbios 10:5 RVC
5 Cosechar en el verano es pensar con
sensatez; Dormirse en la cosecha es no tener vergüenza.
Aquí hay varias cuestiones muy concretas. A veces ha pasado
tanto tiempo desde que sembramos que nos olvidamos de que en algún momento
viene el tiempo de la cosecha. A veces hemos tenido tantas dificultades que ya
no queremos saber más nada con el asunto y descuidamos el tiempo de los frutos.
Algunos se distraen ocupándose continuamente en sembrar y no
“saben” que tienen que cosechar también. Esto puede ser por un complejo de
víctima.
A veces estamos, sencillamente, distraídos, sin atender a
los procesos que iniciamos y que habrían de dar su fruto en algún momento. A
veces no sabemos cuándo es el momento de la cosecha. O quizás estemos ya tan
agotados que no tenemos fuerzas para hacerlo.
En el ámbito empresarial y del desarrollo personal se habla
muchas veces de que uno tiene que imaginarse en el lugar donde quiere estar, es
decir, teniendo éxito y prosperidad, con su empresa funcionando como él quiere,
vacacionando en los destinos paradisíacos con los que sueña… En cierto sentido,
están enfocando el momento de la “cosecha”.
Por supuesto que desde la perspectiva bíblica se trata de
algo muy distinto, pero el sentido general es válido: no podemos perder de
vista que llegará el tiempo para recoger los frutos y deberemos estar preparados
para él.
1 Corintios 13:13 RVC
13 Y ahora permanecen la fe, la
esperanza y el amor. Pero el más importante de todos es el amor.
La siembra se realiza con fe, y la esperanza nos mantiene en
el proceso hasta la cosecha, mientras que el amor es el fundamento de todo lo
que hacemos. La esperanza se fundamenta en Dios Padre y tiene que ver con las
cosas que “escapan” a nuestras manos; mientras que la fe se fundamenta en una
palabra directriz del Espíritu, la esperanza se fundamente en quién Dios es,
por lo tanto, no necesita ninguna “palabra profética”.
¿Qué más? Muchísimo, pero basta por ahora. Como todo,
sembrar y cosechar son tiempos que deben ser guiados por el Hacedor de los
tiempos, para tanto lo uno como lo otro sean apropiados.
Danilo Sorti
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