Eclesiastés 3:7 RVC
7 el momento de romper, y el momento de
coser; el momento de callar, y el momento de hablar;
La palabra que se traduce por “romper” es “rasgar”, lo cual
nos lleva al sentido de “rasgarse las vestiduras”, acción pública que expresaba
una profunda indignación por algún dicho o hecho. Creo que el verdadero sentido
debe interpretarse en relación con “callar y hablar”; es decir, lo que tiene
que ver con las expresiones públicas.
La expresión “rasgarse las vestiduras” ha adquirido una
connotación bastante negativa con el paso del tiempo, indicando hipocresía de
quien lo hace. No fue así en sus orígenes. Tengamos en cuenta que la ropa ha
sido siempre un objeto muy costoso y es solo en tiempos modernos que se ha
vuelto (relativamente) accesible.
Uno se rasgaba las vestiduras para indicar un profundo
dolor, tanto que lo había “partido por dentro”. El dolor iba unido a la
indignación, y al “rasgarse” uno mostraba ante toda la sociedad lo que estaba
pasando en su interior, ¿para recibir consuelo, aliviar la pena, dar un mensaje
respecto de lo que “no debía ser”, anunciar una injusticia? Todo eso junto.
Como mensaje era muy fuerte y la comunidad no podía permanecer
indiferente ante el hecho. Había que consolar al sufriente, que no podía llevar
la carga solo y aislado del resto, y había que reparar la injusticia, si era
posible. Nadie podía “dejar de escuchar” este mensaje “sin palabras”, y nadie
podía permanecer indiferente.
Por supuesto, uno no se rasgaba las vestiduras por cualquier
situación, ni tampoco era algo de un día. La misma ropa se usaba mucho tiempo,
así que las personas seguirían con su ropa rasgada por unos cuantos días, de
tal forma que toda la comunidad se enterara de lo sucedido.
Habrá un tiempo en el que nuestra comunidad cercana tendrá
que saber el dolor que estamos pasando y necesitaremos recibir su consuelo y su
ayuda, si es posible, para reparar la injusticia. Es el momento en el que debo
requerir a la comunidad que me preste atención “a mí”, y la comunidad deberá
hacerlo.
Y también habrá un tiempo en el que sea necesario coser la
ropa rasgada, porque ya no es necesario o conveniente seguir publicando ese
dolor.
Tenemos en nuestro país el triste ejemplo de diversas
organizaciones autoproclamadas de “Derechos Humanos” que han tomado
determinadas causas (a veces justas, a veces parcialmente justas y a veces
totalmente falsas) y han “rasgado sus vestiduras” gritando “su” dolor a los
cuatro vientos. Pero nunca han cosido esas rasgaduras y se transformaron en
vientres de odio que han llegado a parir generaciones infectadas por sus
mentiras y su odio, por supuesto, totalmente funcionales a la línea política a
la que adscriben. De hecho, en la esencia del pensamiento marxista y neomarxista
se encuentra este principio.
Lo mismo que vale a nivel comunitario vale a nivel personal:
habrá un tiempo en el que deberemos permitirnos “ser rasgados” y expresar todo
nuestro dolor y angustia, y buscar la ayuda necesaria. Habrá un tiempo en el
que deberemos cerrar la herida.
Hebreos 12:15 RVC
15 Tengan cuidado. No vayan a perderse
la gracia de Dios; no dejen brotar ninguna raíz de amargura, pues podría
estorbarles y hacer que muchos se contaminen con ella.
Toda raíz de amargura tiene el potencial de contaminar a
muchos.
Santiago 3:11 RVC
11 ¿Acaso de una misma fuente puede
brotar agua dulce y agua amarga?
Y si no se cierra completamente, va a seguir apareciendo en
todo lo que digamos y hagamos.
Es inevitable el dolor y la amargura, precisamente por eso
mientras más rápido y mejor los procesemos y los tratemos, más rápido y mejor
podremos “coser la rasgadura”.
En íntima relación con eso pero más general tenemos los
tiempos de “hablar y callar”.
Habría muchísimo para decir aquí, y creo que el concepto es
bastante conocido por todos. Pero veamos algunos casos “extremos”:
Juan 16:12-13 RVC
12 »Aún tengo muchas cosas que
decirles, pero ahora no las pueden sobrellevar.
13 Pero cuando venga el Espíritu de
verdad, él los guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta,
sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que habrán de
venir.
Aún la verdad dicha en oídos receptivos tiene una medida.
Había muchísimas cosas muy serias e importantes que ellos debían saber, pero no
era el momento. Jesús no fue deshonesto con ellos, al contrario, les garantizó
que seguirían escuchando Su voz a través del Espíritu, pero “calló” lo que en
ese momento no podían recibir.
Hechos 16:6-10 RVC
6 Como el Espíritu Santo no les
permitió proclamar la palabra en Asia, ellos se limitaron a atravesar Frigia y
la provincia de Galacia.
7 Cuando llegaron a Misia, intentaron
ir a Bitinia, pero el Espíritu tampoco se lo permitió.
8 Entonces dejaron de lado a Misia y llegaron
a Troas.
9 Allí, una noche Pablo tuvo una
visión, en la que veía ante él a un varón macedonio, que suplicante le decía:
«Pasa a Macedonia, y ayúdanos.»
10 Después de que Pablo tuvo la visión,
enseguida nos dispusimos a partir hacia Macedonia, pues estábamos seguros de
que Dios nos estaba llamando a anunciarles el evangelio.
Algunos años después hubo en la provincia de Asia (actual
Turquía) un avivamiento que llegó a trastornar incluso el negocio de los
orfebres que hacían réplicas del templo de Diana, pero justo en el tiempo del
capítulo 16 no era la oportunidad de hablar, porque había otras ciudades que
estaban dispuestas a escuchar.
Hechos 16:25-33 RVC
25 A la medianoche, Pablo y Silas
oraban y cantaban himnos a Dios, mientras los presos los escuchaban.
26 De pronto hubo un terremoto, tan
violento que los cimientos de la cárcel se estremecieron. Al instante se
abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.
27 El carcelero despertó, y cuando vio
abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y quiso matarse, pues pensaba
que los presos habían huido.
28 Pero con fuerte voz Pablo le dijo:
«¡No te hagas ningún daño, que todos estamos aquí!»
29 Entonces el carcelero pidió una luz
y, temblando de miedo, corrió hacia dentro y se echó a los pies de Pablo y de
Silas;
30 luego los sacó y les preguntó:
«Señores, ¿qué debo hacer para salvarme?»
31 Ellos le dijeron: «Cree en el Señor
Jesucristo, y se salvarán tú y tu familia.»
32 Y les hablaron de la palabra del
Señor a él y a toda su familia.
33 A esas horas de la noche el
carcelero los tomó y les lavó las heridas, y luego él y toda su familia fueron
bautizados;
El mismo que unas horas antes los había metido en lo más
profundo y hediondo de la cárcel ¡ahora estaba totalmente abierto para escuchar
el Evangelio! Ahora sí era el momento en que Pablo hablara.
Hay situaciones externas que los habilitan o no para hablar,
hay posiciones del corazón de las personas, y hay cuestiones internas que nos
capacitan o no. De la misma manera, Dios tiene tiempos en los cuales puede
hablarnos determinadas cosas y tiempos en los que no… solo que ahí somos
nosotros los que tenemos buena parte del control de esos momentos…
Danilo Sorti
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