Cuando hablamos de traumas necesariamente hablamos de
pérdidas, tanto en un sentido material como sentimental o simbólico, real o
imaginada pero pérdida al fin. Por lo tanto, un “tiempo para perder” también
resulta muy difícil de aceptar desde lo profundo de nuestro inconsciente.
Es por eso que necesitamos aplicar sanidad allí, y entender
que hay tiempos en los que es necesario perder, o al menos muy difícil “no
perder”, tiene el potencial de “hacernos perder” una gran carga de culpa
innecesaria, y en todo caso, dejarnos solamente con la parte de responsabilidad
que sí nos corresponde. Podemos trabajar con eso y solucionarlo para un futuro,
pero no podemos trabajar con una carga enorme e indebida, más bien, debemos
“perderla” en el camino.
No todas las pérdidas del pasado fueron necesarias o justas,
pero unas cuantas sí, por lo que al traer luz podemos separar unas de otras,
salir del inmovilismo y retomar nuestro crecimiento en la fe.
¿Cuándo se trata de un “robo” y cuándo de una pérdida? No es
lo mismo, obviamente necesitamos discernimiento espiritual aquí. Aún los
“robos” (por ejemplo, cuando se nos roba una bendición, una promesa o una
oportunidad), o quizás los “secuestros”, pueden ser permitidos con un
propósito, y una vez cumplido, podemos “recuperar” lo quitado. Cuando se trata
de una pérdida que el Señor mismo ha permitido en Sus propósitos, más vale
dejémoslo quieto…
La segunda pareja del versículo 6 habla de “guardar y
desechar”. El concepto es similar pero no igual. Hay algo que tenemos (sea que
lo hayamos buscado o se nos haya dado sin buscarlo), podemos “guardarlo” o
podemos “desecharlo”.
Está clara la aplicación en relación con los objetos
materiales. Al momento de escribir este artículo estamos entrando en las vacaciones,
así que es la época en la que normalmente hacemos una revisión de papeles,
papelotes y papelitos, que en casa tienen la habilidad de multiplicarse y tener
cría ¡a pesar del estricto control de natalidad que ejercemos sobre ellos! Y
creo que todas las familias tienen dinámicas similares, cada uno con sus
propios “acumulables”. De hecho, hemos visto programas en algunos canales que
tratan con los acumuladores compulsivos.
Pero puede no estar tan clara la aplicación de este mismo
concepto a cuestiones más inmateriales. ¿Todos los conocimientos deben
“acumularse”? Bueno, en cierto sentido es imposible deshacerse de ellos, el
cerebro tiene la capacidad para recordarlos, pero en otro sentido podemos
tenerlos presentes y activos, o bien podemos desecharlos al estantes de
conocimientos viejos, inútiles o falsos.
De hecho, ser transformados en nuestra mente, ser
santificados, transformados, requiere NECESARIA Y OBLIGATORIAMENTE que
desechemos muchos pensamientos, actitudes e incluso conocimientos, que pasan a
ser el recuerdo de la “vieja vida” y la brújula que apunta hacia donde no vamos
a volver.
Lo mismo pasa con muchos conocimientos científicos, o
incluso comunes. Algo de lo que nos dejó la plandemia pasada es el
descubrimiento de cuánta mentira alberga la ciencia que se difunde masivamente,
y también hacia su interior. Para los científicos y profesionales que vienen
despertando a todas esas construcciones masivas, descartar cúmulos de
conocimientos acumulados durante largos años de estudio es un proceso
necesario. Para las personas que no vienen de esos ámbitos, pero tienen una
serie de conocimientos científicos básicos, transmitidos en la escuela o por
los medios masivos de manipulación, es lo mismo.
Perder es algo que no está necesariamente bajo nuestro
control. En todo caso, podemos aferrarnos y luchar para no perder, lo cual será
loable cuando no hay que perder. Desechar es algo voluntario. Guardar también
lo es.
El hecho de guardar tiene mucho de natural en nosotros, pero
no necesariamente. Guardar implica un esfuerzo, se requiere hacer un espacio
(literal o figurado) y luego mantener lo guardado. Llega un momento en el que
ya no estamos tan entusiasmados por “guardar todo”, más bien lo contrario. Sin
embargo, aún en esos tiempos puede ser necesario seguir guardando.
Y el otro tema es ¿guardar para qué? A veces podrá estar
claro y a veces no, será simplemente un acto de obediencia a una directiva
divina; tendremos que acumular ciertos recursos, conocimientos o contactos que
no parecen tener una utilidad o propósito en el corto plazo pero sin dudas lo
tendrán más adelante.
El versículo 6 nos previene también contra las actitudes
extremas en relación al dinero y los recursos. Dependiendo de qué pasajes
bíblicos se mire, uno puede “justificar” la tendencia tanto a despojarse más de
lo debido como a guardar más de lo debido. Como siempre, un tema tan complejo
como el manejo del dinero, la riqueza y los recursos, no puede resumirse a un
par de versículos. Aquí tenemos otro equilibrio que requiere ahondar en cada
tiempo preciso.
Danilo Sorti
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