Eclesiastés 3:6 RVC
6 el momento de buscar, y el momento de
perder; el momento de guardar, y el momento de desechar;
Creo que este pasaje está muy relacionado con el anterior,
solo que lleva el tema a un plano más general. “Buscar y perder”, “guardar y
desechar”; dan la misma idea que el versículo 5 pero en relación a cualquier
cosa que sea posible de “buscar o perder”, de “guardar o desechar”.
Es un poco extraño pensar que hay un “tiempo de buscar”,
normalmente somos enseñados a estar continuamente alerta a las oportunidades;
basados en la dinámica emprendedora, uno debería estar siempre buscando lo que
necesita para sus proyectos porque no sabe dónde ni cuándo aparecerán esos
recursos. Sin embargo, Eclesiastés parece ir en un sentido contrario…
En el fondo, subyace la cuestión de si “somos nosotros” los
que encontramos las oportunidades, o es en realidad Dios quien nos las envía en
el momento preciso. Si todo depende de nosotros, es claro que no podemos dejar
de estar alertas a cada instante. Si Dios sigue al control, tampoco debemos
“hacer la plancha” pero no necesitamos estar en tensión continua. Esto es lo
que quiso decir el Señor:
Lucas 12:29 RV95
29 Vosotros, pues, no os preocupéis por
lo que habéis de comer ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa
inquietud,
Justamente la palabra que se traduce por “preocuparse”
también tiene el sentido de “buscar”, “procurar”. Quizás de todos los pares de
opuestos que menciona la sección, la que más difícilmente podamos ubicar en “un
tiempo” y no “fuera de él”, sea esto: buscar y perder.
Entonces, no se trata de que no haya que buscar o esforzarse
por encontrar, sino de entender cuáles son los tiempos propicios, cuándo se
puede buscar porque hay algo para encontrar y cuándo no hay nada para encontrar
o bien los obstáculos son tan grandes que no vale la pena el esfuerzo.
Recordemos: cuando hacemos algo, no hacemos lo otro… Si nuestra mente y
atención están concentradas en buscar “eso” (porque no buscamos cualquier cosa,
buscamos “eso”, en todo caso, “eso, esto y aquello”, pero no mucho más) no
puede estar concentrada en hacer otra cosa, que seguramente podría
desarrollarse mucho más fácil y exitosamente en ese momento.
Eclesiastés no nos dice cuáles son esos tiempos, en rigor,
nos exhorta a entender que hay tiempos. Creo que su perspectiva “debajo del
sol” no le permite comprender claramente cuándo debe ocurrir cada cosa, pero si
vamos al principio de todo nos encontramos con lo siguiente:
Génesis 1:14,15 DHH
14-15 Entonces Dios dijo: “Que haya
luces en la bóveda celeste, que alumbren la tierra y separen el día de la
noche, y que sirvan también para señalar los días, los años y las fechas
especiales.
Y así fue.
Hay momentos que Dios dejó marcados en los cielos. Los
ángeles caídos han hecho su morada en muchos de estos cuerpos celestes y en
cierto sentido han corrompido esto a través de una especie de adivinación
mediante las estrellas y los planetas, pero ese no es el diseño original del
Creador. De hecho, el nacimiento del Mesías fue señalado por nueve conjunciones
astronómicas que ocurrieron en el tiempo preciso y en el lugar preciso, con una
posibilidad de una en quinientos millones de años de repetirse. Sé que el tema
es complicado y no voy a explayarme en él, necesita ser redimido, sin dudas.
Por otro lado, para los hijos de Dios hay un recurso mucho
más claro y accesible:
Juan 16:13 RVC
13 Pero cuando venga el Espíritu de
verdad, él los guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta,
sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que habrán de
venir.
Pero también se nos advierte de algo:
Mateo 7:7-11 RVC
7 »Pidan, y se les dará, busquen, y
encontrarán, llamen, y se les abrirá.
8 Porque todo aquel que pide, recibe, y
el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre.
9 ¿Quién de ustedes, si su hijo le pide
pan, le da una piedra?
10 ¿O si le pide un pescado, le da una
serpiente?
11 Pues si ustedes, que son malos,
saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos
dará buenas cosas a los que le pidan!
Notemos que nueve veces se nos insta a pedir con la
seguridad de recibir. ¿Por qué no pedir la sabiduría para entender los tiempos
propicios para cada acción?
Y algo que necesitamos pedir, pero normalmente no somos
conscientes, es la sabiduría para entender el tiempo para buscar y el tiempo
para abstenernos de buscar… así como el tiempo para perder.
Perder es algo más complicado aún. La palabra en hebreo
tiene varias acepciones, desde lo más suave, similar al uso de “perder” en
castellano, hasta la destrucción o perdición eterna. Sin embargo, el sentido
preferido aquí tiene que ver con “perder” en contraposición con “buscar”.
Por lo pronto, “perder” tiene una connotación tan negativa
en nuestros idiomas, e incluso en la Biblia misma, que no podemos pensar en
algo bueno que implique “perder”, por más de que el contexto de esta sección
así parece exigirlo (es decir, si “hay un tiempo” para cada cosa, es porque
cada una de esas cosas son necesarias). ¿Puede haber algo bueno en “perder”?
Salmos 119:71 DHH
71 Me hizo bien haber sido humillado,
pues así aprendí tus leyes.
Y sí, puede haberlo. Cuando sufrimos pérdidas necesitamos
volvernos a Dios en humildad, y aunque el propósito no sea agradable ni bueno,
el resultado sí lo es.
Por otro lado, hay una realidad muy práctica:
Lucas 10:1-4 RVC
1 Después de esto, el Señor eligió a
otros setenta y dos, y de dos en dos los envió delante de él a todas las
ciudades y lugares adonde él tenía que ir.
2 Les dijo: «Ciertamente, es mucha la
mies, pero son pocos los segadores. Por tanto, pidan al Señor de la mies que
envíe segadores a cosechar la mies.
3 Y ustedes, pónganse en camino. Pero
tengan en cuenta que yo los envío como a corderos en medio de lobos.
4 No lleven bolsa, ni alforja, ni
calzado; ni se detengan en el camino a saludar a nadie.
Notemos el versículo 4: “no lleven” y “no saluden” (¡y eso
podía implicar PERDER amigos!)
Y veamos también:
Hebreos 12:1 RVC
1 Por lo tanto, también nosotros, que
tenemos tan grande nube de testigos a nuestro alrededor, liberémonos de todo
peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante.
Y también:
Mateo 11:29-30 RVC
29 Lleven mi yugo sobre ustedes, y
aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su
alma;
30 porque mi yugo es fácil, y mi carga
es liviana.»
Perder no es malo cuando se trata de despojarnos de cargas
innecesarias. Dado que tenemos la tendencia a acumular más de lo debido, y a
cargarnos con más responsabilidades o preocupaciones de las que debemos (o más
bien, CON las que no debemos), perder de vez en cuando lo que nunca debimos
tener, o lo que sirvió solo en el pasado, no viene nada mal. Al contrario, es
una bendición.
Como perder es un proceso doloroso, instintivamente no
queremos que ocurra. Biológicamente estamos preparados para acumular y no
perder, ya que en el ambiente natural el alimento y los recursos no
sobreabundan, y los seres vivos deben aprovecharlos cuando se encuentran. Eso
está muy bien para los organismos en la naturaleza, pero no necesariamente para
nosotros hoy día.
Seguimos charlando sobre el tema en el próximo artículo.
Danilo Sorti
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