Eclesiastés 3:3 RVC
3 el momento en que se hiere, y el
momento en que se sana; el momento en que se construye, y el momento en que se
destruye;
Eclesiastés 3:3 DHH
3 Un momento para matar, y un momento
para curar. Un momento para destruir, y un momento para construir.
En una cultura rural resultaba claro que habría un momento
para cuidar y curar a los animales que se criaban y otro momento en el que
había que sacrificarlos. También en la misma sociedad, acostumbrada a las
guerras, vendría el momento del conflicto y la muerte y el tiempo de la paz y
el cuidado. En este último sentido la humanidad no ha cambiado,
lamentablemente, más bien, se ha perfeccionado para que los momentos de
matanzas sean cada vez más rápidos, “eficientes” y abarquen a la mayor cantidad
de personas; mientras que la acción de “curar” se encuentra, hoy, completamente
cooptada por las mafias farmacéuticas y médicas…
Pero veamos la perspectiva espiritual de estas dos acciones.
Lo primero que encontramos es cierto paralelismo con el
primer par: nacer y morir, solo que esta vez las acciones las ejecuta la
persona sobre “un tercero” o sobre algo externo. Hay un momento para hacer
morir algo, o, como también se puede traducir, para “herir”; y luego hay un
momento para sanar.
Colosenses 3:5-6 RVC
5 Por lo tanto, hagan morir en ustedes
todo lo que sea terrenal: inmoralidad sexual, impureza, pasiones desordenadas,
malos deseos y avaricia. Eso es idolatría.
6 Por cosas como éstas les sobreviene
la ira de Dios a los desobedientes.
Todos somos portadores de una naturaleza caída que debe
morir cada día, pero que no lo va a hacer de buena gana, más bien, debemos
hacerla morir conscientemente, ¿y cómo se logra eso?
Hebreos 4:12-13 RVC
12 La palabra de Dios es viva y eficaz,
y más cortante que las espadas de dos filos, pues penetra hasta partir el alma
y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y
las intenciones del corazón.
13 Nada de lo que Dios creó puede
esconderse de él, sino que todas las cosas quedan al desnudo y descubiertas a
los ojos de aquel a quien tenemos que rendir cuentas.
La Palabra de Dios, tanto la escrita como el Espíritu, que
la hace viva, es la que tiene el poder de HERIRNOS para exponer lo que
verdaderamente hay en nuestro interior, de tal forma que seamos sanados.
Tenemos dos opciones: o dejamos que sea Dios quien haga la
herida y “mate” lo que deba morir, o lo hacenos nosotros y nos ahorramos tiempo
y sufrimiento. Justamente, el texto de Eclesiastés nos sugiere lo segundo.
Oseas 6:1 RVC
1 ¡Vengan, volvamos nuestros ojos al
Señor! Ciertamente él nos arrebató, pero nos sanará; nos hirió, pero vendará
nuestras heridas;
Si algo caracterizó el ministerio de Jesús fue el poder de
sanidad que manifestó, que luego transmitiera a Sus discípulos. Tenemos que
entender que esa sanidad no es solo física (que por cierto lo es) sino que en
un sentido espiritual está indicando la sanidad profunda del alma. Así como usamos
la Palabra para “atravesarnos” a nosotros mismos a fin de herir y matar la mala
naturaleza, usamos luego el poder de sanidad para aplicarla sobre la herida,
para que Dios construya allí una nueva naturaleza.
Si pudimos hacerlo en nosotros (o más bien, en la medida que
estamos haciéndolo en nosotros) entonces podemos hacerlo en los otros.
Hay situaciones, actitudes, pensamientos, sentimientos,
acciones que debemos decididamente “matar” con la espada del Espíritu. No
podemos tolerarlas. Todo el Antiguo Testamento está lleno de guerras que Dios
mismo inició contra Sus enemigos, y no pensemos que el Nuevo Testamento
“cambió” en ese sentido: ahora las guerras no son físicas, sino espirituales,
pero no por eso menos intensas o trascendentales, más bien, lo contrario.
A medida que los tiempos se oscurecen más, Dios nos está
llamando a una guerra mucho más intensa contra las tinieblas. Si hemos pasado
las dos etapas anteriores, podremos encarar esta tercera.
Y de esa guerra quedan “heridos”, que son aquellos que han
abierto los ojos y se han dado cuenta del camino de condenación que llevaban y
de cuán miserables son. Y los heridos que hoy tenemos están REALMENTE heridos,
por lo que el poder de sanidad que debemos desplegar hoy es superior al que ha
sido manifestado en todos los siglos pasados.
2 Corintios 3:5 RVC
5 Y no es que nos creamos competentes por nosotros
mismos, como si esta competencia nuestra surgiera de nuestra propia capacidad.
Nuestra competencia proviene de Dios,
La verdadera competencia espiritual siempre vino de Dios,
solo que en tiempos pasados podíamos “disimular” con una buena capacitación
humana. A medida que los tiempos se oscurecen más, esto no es posible.
La guerra sin cuartel es contra las huestes de maldad, que
tienen cada vez más engañadas a las personas. Cuando alguien es liberado,
saldrá de su prisión lleno de heridas, tantas que podemos creer que realmente
no ha habido cambios en su corazón. Allí es donde nos toca sanar.
No voy a abundar en detalles porque hay bibliotecas enteras
describiendo el proceso de sanidad del alma, aunque no seamos expertos en el
tema (ya que hay ministerios específicos al respecto), tenemos que tener
siempre el “botiquín de primeros auxilios”, tanto para los otros como para
nosotros.
Herir, matar, curar y sanar son procesos que, como todos,
debemos hacer conforme la guía del Espíritu.
Danilo Sorti
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