miércoles, 8 de noviembre de 2017

305. Jeremías 1: el poder para comunicar el mensaje profético

Jeremías 1:17-19 RVC
17 Pero tú, prepárate; disponte ya a decirles todo lo que yo te mande. No temas delante de ellos, pues de lo contrario, delante de ellos te quebrantaré.
18 Date cuenta de que hoy te he puesto contra toda esta tierra como una ciudad fortificada; te he puesto como columna de hierro contra los reyes de Judá; como un muro de bronce, contra sus príncipes y sacerdotes y contra el pueblo de la tierra.
19 Ellos pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo, el Señor, te aseguro que estoy contigo y te pondré a salvo.»

Más de una vez Jeremías pensó que Dios simplemente le había “endulzado el oído” cuando lo llamó y le dio estas palabras. Rechazado y vilipendiado, con gente complotada en contra, escondido sin poder salir, aprisionado en el cepo, arrojado a una cisterna lodosa, encarcelado en el patio de la guardia, con gente muriendo de hambre y de enfermedades por todos lados, en medio de una ciudad que estaba siendo conquistada por sanguinarios guerreros, llevado a Egipto contra la voluntad del Señor… ¿EN SERIO el Señor estaba con Él?

Sorprende el mandato divino: “no temas delante de ellos (sino) te quebrantaré”. ¡Uno solo contra una multitud literalmente endemoniada! En varias partes del libro, más exactamente en la primera mitad, Jeremías tuvo que luchar contra este agudo (y muy bien justificado) sentimiento de: “¡Ay de mí! ¡Pobrecito de mí!”

Nuestro siglo se caracteriza, entre tantos otros pecados, por la autoconmiseración, de tal forma que prácticamente nadie está libre de ella. Bueno, seamos sinceros, es parte de la naturaleza humana caída, porque es una parte fundamental de la esencia satánica. Aunque resulte sorprendente, así es; en nuestra autocompasión uno puede escuchar el eco de aquel reclamo “¡Ay de mí! ¿Por qué Dios no me ha puesto como Rey de la Creación?” Pero este es un tema más largo de charlar.

El sistema económico mundial actual sólo puede funcionar de la mano del consumismo (que no es lo mismo que comprar lo necesario para vivir dignamente), y para eso debe crear y recrear las necesidades, y una forma de hacerlo es lograr implantar en la mente de las personas este pensamiento: “¡Pobre de mí! Me faltan tantas cosas para ser feliz…. NECESITO comprar esto.” Algo parecido aprovecha el evangelio de la prosperidad, implantando la misma idea pero con un barniz bíblico. En el fondo, este pensamiento que es muy humano es la misma raíz de la caída de Satanás.

Lo cierto es que esta fortaleza mental de autocompasión está por demás de extendida no solo en el mundo sino entre los cristianos, en la predicación e incluso en la teología. Pero eso no tiene nada que ver con la forma en que Dios piensa de nosotros. Una de las principales razones del fracaso en la vida cristiana y de los traumas que duran años y décadas es precisamente este pensamiento. “¿Por qué a mí?” va unido a la idea de que “¡Yo merezco vivir bien y sin problemas!”. Pero el hecho teológico, es que NO LO MEREZCO, es más, no merezco nada bueno de lo que me pasa en este mundo: no merezco estar vivo, no merezco tener una casa o amigos, disfrutar de alimentos o tener ropa, poder descansar en una cama o tener un trabajo agradable. No merezco estar sano, ni poder hacer uso adecuado de mis facultades. No merezco tener libertad para creer ni poder testificar de Cristo sin ser perseguido. No merezco nada de eso, y si tengo algo o todo, en menor o mayor medida, es sólo por Su gracia y en un propósito. Pero tampoco merezco ESA DIMENSIÓN de Su gracia, y Él puede dárselas a algunos y no a otros, porque así le place en Su perfecta voluntad en función de un plan mayor.

Sólo cuando entiendo esto es que puede llegar la sanidad interior a todas mis heridas más profundas, y sólo cuando entiendo esto es que puedo ser comisionado como Jeremías… y el hecho es que en este tiempo Dios NECESITA comisionar a muchos Jeremías para que completen Su obra.

Pero lo maravilloso de este llamado es que, habiendo descendido a lo más profundo de la humillación que consiste en reconocer que no merezco nada y que por lo tanto Dios tiene todo el derecho a pedirme que atraviese sufrimientos o incluso muera, recibimos una promesa de protección asombrosa: “Date cuenta de que hoy te he puesto contra toda esta tierra como una ciudad fortificada; te he puesto como columna de hierro contra los reyes de Judá; como un muro de bronce, contra sus príncipes y sacerdotes y contra el pueblo de la tierra. Ellos pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo, el Señor, te aseguro que estoy contigo y te pondré a salvo.”

Al principio hice una síntesis de las principales dificultades que tuvo que pasar Jeremías; pero Dios lo libró de todas ellas; no pudieron destruirlo, más de una vez estaban ya sus enemigos por cantar victoria; pero uno a uno se fueron cumpliendo los anuncios de Jeremías, y uno a uno sus enemigos terminaron avergonzados. Jeremías tuvo que pasar por todos esos sufrimientos para dejarnos un ejemplo y un testimonio a los que vendríamos después, de tal forma que Pablo pudo decir:

Romanos 8:35-39 RVC
35 ¿Qué podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada?
36 Como está escrito: «Por causa de ti siempre nos llevan a la muerte, Somos contados como ovejas de matadero.»
37 Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor.

Jeremías no se “llamó a sí mismo”, Dios lo llamó, lo comisionó y lo protegió. Es una necedad pretender asumir promesas que Dios no nos ha dado. Pero si somos llamados, sabremos que tendremos la protección divina EN MEDIO de los juicios previos por los que nos toca vivir.

Y algo más, un solo hombre comisionado por Dios fue suficiente como para que una ciudad populosa y en extremo rebelde fuera sacudida; ¿qué no podrán hacer un puñado de hombres y mujeres fieles hoy en la Tierra? ¡Y cuánto mejor si en vez de ser sólo un puñado son más! ¿Estarás dispuesto a recibir el llamado?



Danilo Sorti




Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario