Juan 16:12-15 RVC
12 »Aún tengo muchas cosas que decirles, pero
ahora no las pueden sobrellevar.
13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad,
él los guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino
que hablará todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que habrán de venir.
14 Él me glorificará, porque tomará de lo mío
y se lo hará saber.
15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso
dije que tomará de lo mío, y se lo dará a conocer a ustedes.
La obra del Espíritu consistía, entre otras
cosas, en guiar a los creyentes hacia toda verdad, pero de una forma adecuada,
paulatina. Esto último lo podemos deducir de la expresión “pero ahora no las
pueden sobrellevar”, con la idea de soportar algo, llevar una carga, es decir,
algo “pesado” que no podían entender todavía.
De Pentecostés en adelante vemos al Espíritu
obrando con libertad en el libro de Hechos: se manifiesta como nunca antes lo
había hecho a través de lenguas de fuego y distintos idiomas, inspira amor y
valor en la joven iglesia, abre puertas de cárceles, hace milagros con total
libertad, castiga a los mentirosos, guía a Su mensajero hacia el desierto y
luego lo transporta hacia otras ciudades, da sabiduría para resolver problemas,
fortalece a Esteban en su martirio, enceguece y devuelve la visión a Saulo, se
derrama sobre los gentiles cuando Él quiere, levanta en Antioquía a los
misioneros que elige, se manifiesta con poder a través de ellos, abre o cierra
puertas para guiarlos en sus viajes, se revela en sueños, conmueve una cárcel,
resucita a Pablo, convoca a la iglesia para resolver un problema con los
gentiles, hace milagros asombrosos en Éfeso, conmueve a toda la región, avisa a
Pablo de lo que viviría, lo protege en todas las vicisitudes de su viaje a
Roma… y muchísimas cosas más.
Con razón el libro de Hechos de los Apóstoles
ha sido llamado también Hechos del Espíritu Santo, y creo que sería el nombre
más correcto. El Espíritu tuvo total libertad de acción entre esa gente y así
la obra del Señor rápidamente se extendió por el mundo antiguo.
Sin embargo, esto no era nuevo, porque el
Espíritu ya venía manifestándose desde la antigüedad, pero no de una manera tan
masiva y profunda. Pero más cercano en el tiempo fue la manifestación poderosa
del Espíritu en Jesucristo: todo lo que hizo, como hombre, lo hizo a través del
Espíritu, sino no sería correcto lo que Pablo luego dijo de Él:
Filipenses 2:6-7 RVC
6 quien, siendo en forma de Dios, no estimó
el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo y tomó forma
de siervo, y se hizo semejante a los hombres;
Si vivió como hombre, sus obras fueron hechas
por medio del Espíritu, no hay otra opción. Jesucristo fue el que “inauguró” la
libertad sin precedentes del Espíritu para moverse en los hombres, libertad que
luego pasó al Cuerpo de Cristo, la iglesia.
Sin embargo el libro de Hechos es un problema
“teológico” para los cristianos, primero porque tiene, precisamente, más hechos
que palabras, y estos resultan complicados para meter en categorías y
estructuras; y segundo, ¡es muy desordenado y poco predecible! Bueno, algunos
prefieren eso y así construyen su “teología del desorden”…
Sea como sea, Hechos resulta para muchos “el
jamón del sándwich”, ¡pero prefieren el pan y le sacan el jamón! Tanto los
Evangelios como las epístolas, principalmente estas últimas, nos brindan un
ambiente teológico más “armadito” y estructurado, algo más ordenado y
predecible; sin embargo es una imagen falsa porque, en el caso de las
epístolas, están ocurriendo sobre el trasfondo de la libertad del Espíritu de
Hechos.
Hoy la parte más sana de la Iglesia desea un
mover del Espíritu como en los tiempos primeros, pero, ¿está dispuesta
realmente a darle la libertad que tenía en esos primeros tiempos? No me estoy
dirigiendo a la iglesia apóstata de estos tiempos, sino a los santos fieles:
¿realmente estamos dispuestos a “dejar al Espíritu en libertad”? La respuesta
que suelo ver en la mayoría de las iglesias y cristianos (y en mi propia vida
también) es que: ¡¡NO!!
Tenemos muchas y sutiles formas de constreñir
al Espíritu; en esencia, todas nuestras reglas que no son bíblicas, es decir,
que no son verdaderamente bíblicas aunque puedan estar fundamentadas en una
interpretación parcial de las Escrituras, son “cadenas” que le estamos poniendo
al Espíritu. ¡Hermanos, qué herejía!
Lo cierto es que a lo largo de casi dos mil
años el Santo Espíritu nos soportó con paciencia y se adecuó a los límites que
nosotros mismos le impusimos, por amor. Y Él puede seguir haciéndolo, por el
mismo amor… y de hecho lo hace. Pero, ¿es eso lo que realmente queremos? Es
decir, en el fin de los tiempos, cuando ya no tiene ni el más mínimo sentido
pretender construirnos “un nombre” o ser famosos, o armar un ministerio que
perdure por siglos (porque quedan pocos años al momento de escribir este artículo),
¿sobre qué cosas queremos seguir reteniendo el control?
¿Acaso no nos bastan dos mil años de historia
para darnos cuenta de que SIEMPRE hicimos las cosas mal cuando “agarramos las
riendas” de la Iglesia nosotros?
El problema es que “dejar al Espíritu en
libertad” implica renunciar a muchas cosas que hemos amado y que nos han dado
seguridad, implica volvernos como niños y aprender de nuevo aquello que
pensábamos que sabíamos, implica ser rechazados por las súper estructuras
eclesiásticas, implica tener que escuchar y aceptar la palabra profética de
algunos hermanitos que no saben escribir bien ni pronunciar adecuadamente las
palabras, pero que recibieron un mensaje del Señor. En fin, ¡es un cruel y
sangriento asesinato a nuestro orgullo!
Hermanos, la urgencia de la hora en que
vivimos requiere que no nos conformemos a las formas y métodos que el Espíritu
toleró en tiempos pasados, y que sirvieron cuando teníamos menos luz de la que
ahora hay. Si queremos que toda la obra de Dios sea completada, debemos
hacerlo. Hermanos, yo no estoy diciendo que alguien vaya a perder su salvación
porque no pueda dejar en plena libertad al Espíritu porque en esta Tierra solo
Uno pudo hacerlo, pero el ejemplo de Ese Uno puede inspirarnos para que nosotros
también lo logremos.
¿Qué significa para mí “dejar libre” al
Espíritu? ¿Cuáles son mis áreas en la cual lo estoy limitando? Mejor dicho, de
las MUCHAS áreas en las cuales hoy lo estoy limitando, ¿con cuáles quiere Él
empezar a trabajar?
Danilo Sorti
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