Juan 1:29-31 RVC
29 El siguiente día Juan vio que Jesús venía
hacia él, y dijo: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30 Él es de quien yo dije: “Después de mí
viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.”
31 Yo no lo conocía; pero vine bautizando con
agua para esto: para que él fuera manifestado a Israel.»
La esperanza de un Mesías había estado viva
en Israel desde hacía tiempo. “El Mesías viene”, era la expectativa del pueblo
y el temor de los dueños del poder. De hecho, lo “último” que Dios había dicho
antes de “callarse” durante 400 años fue:
Malaquías 4:5-6 RVC
5 »Tomen en cuenta que, antes de que llegue
el día grande y terrible del Señor, yo les enviaré al profeta Elías.
6 Y él hará que el corazón de los padres se
vuelva hacia los hijos, y que el corazón de los hijos se vuelva hacia los
padres, para que yo no venga a destruir la tierra por completo.»
El “día del Señor” era el día de la
manifestación del Señor; era propiamente dicho Su Venida. Inmediatamente antes
de él, vendría Elías; y ellos estaban esperando esa señal, como la última antes
de la venida del Mesías.
Elías llegó y no lo reconocieron, como
tampoco a Su Señor; no era lo que ellos esperaban y no pudieron aceptar nada
distinto a lo que ellos estaban convencidos que vendría… quizás no muy
diferente a los cristianos de hoy en día; no terminamos de entender que lo que
Dios va a hacer es lo que Él determinó y no necesariamente lo que nosotros
quisiéramos o no enseñaron que ocurriría.
Extraña fue la forma de “terminar” de hablar
de Dios: fue una advertencia de juicio que tenía mucho más que ver con la
dimensión política que con la espiritual, al igual que Elías en su ministerio…
precisamente lo que está a punto de ocurrir sobre la tierra.
Tradicionalmente hemos interpretado este
pasaje en relación con Juan el Bautista y es correcto, pero en realidad no se
agota allí, porque la última frase no tenía tanto que ver con esos tiempos,
aunque ocurrió destrucción sobre Israel, sino más bien con estos; y de ahí que
tenemos un paralelismo entre los tiempos inmediatamente anteriores a la primer
venida de Cristo y estos.
Juan el Bautista sabía que el Mesías venía:
Mateo 3:1-3 RVC
1 En aquellos días Juan el Bautista se
presentó predicando en el desierto de Judea,
2 y decía: «Arrepiéntanse, porque el reino de
los cielos se ha acercado.
3 Éste es aquel de quien el profeta Isaías
dijo: »“Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor; enderecen
sus sendas.”»
Pero no sabía exactamente cuándo, ni tampoco
quién exactamente era. Sí sabía que vendría en el lapso de su ministerio, que
fue muy breve por cierto.
El mismo ministerio de Elías Dios lo ha
soltado hoy sobre la Tierra. No pudieron reconocer a Elías a través de Juan el
Bautista, como tampoco los religiosos de hoy pueden reconocer al mismo Espíritu
de Elías; pero eso no detiene la obra ni los planes del Señor. Así como Juan
pudo decir en su tiempo que la venida del Mesías era inminente, aunque no
supiera exactamente ni el día ni las circunstancias en que ocurriría, el mismo
Espíritu que inspira a los mensajeros hoy puede perfectamente decir lo mismo.
Durante mucho tiempo la venida de Cristo fue
algo lejano en el futuro, esperado pero lejano. De la misma forma, durante
mucho tiempo en Israel la venida del Mesías fue algo esperado pero lejano. Sin
embargo, cuando apareció Juan con el Espíritu de Elías, la venida era ya
inminente. De la misma forma, al tiempo que el Espíritu de Elías comenzó a
manifestarse con claridad en nuestros tiempos, la venida se nos hace también
inminente. Y las palabras de Malaquías (nombre que sugestivamente significa “Mi
mensajero”) solo tuvieron un cumplimiento parcial en los tiempos de Jesús: como
la nación de Israel no aceptó al Mesías enviado, vino la destrucción y la
pérdida del territorio durante casi 1900 años. Pero eso solo fue una pequeña
muestra de lo que está por acontecer.
Dos mil años después, no ya una nación sino
todas las naciones del mundo han completado su rechazo, el Mesías está por
venir nuevamente, y una destrucción mundial sin precedentes está por acontecer.
Mientras tanto, antes de que llegue el día,
es necesario que nosotros también anunciemos: “Arrepiéntanse, porque el reino
de los cielos se ha acercado”.
Danilo Sorti
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