miércoles, 8 de noviembre de 2017

308. El avivamiento y el amor

Apocalipsis 2:1-5 RVC
1 »Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: Así dice el que lleva siete estrellas en su mano derecha y anda en medio de los siete candeleros de oro:
2 »Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu paciencia. Sé que no soportas a los malvados, que has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y que has descubierto que son unos mentirosos.
3 Por causa de mi nombre has resistido, sufrido y trabajado arduamente, sin rendirte.
4 Pero tengo contra ti que has abandonado tu primer amor.
5 Así que ponte a pensar en qué has fallado, y arrepiéntete, y vuelve a actuar como al principio. De lo contrario, vendré a ti y, si no te arrepientes, quitaré tu candelero de su lugar.

Si algo caracteriza a la Iglesia que vemos en las páginas del Nuevo Testamento es lo que hoy llamaríamos “Avivamiento”. El celo evangelístico, la manifestación del poder de Dios en señales y milagros, la protección sobrenatural de los mensajeros y aún el martirio en los que fue así permitido, el crecimiento espiritual, la fe y la santidad. Claro que no era perfecta, por supuesto que muchos se estaban infiltrando, incluso congregaciones enteras se estaban desviando, pero en medio de todo eso el fuego del Espíritu permanecía encendido… aunque no por siempre.

Ya para el tiempo profético que vemos en la carta a Éfeso, que coincide con el tiempo en el que estaba viviendo Juan, el avivamiento inicial estaba menguando. Pero en esencia, ¿qué es eso llamado “avivamiento”?

Para los cristianos más nuevos el concepto puede resultar o extraño o vacío de contenido. Los cristianos más viejos tenemos recuerdos ya sea de avivamientos vividos en el pasado o de avivamientos anteriores que conocimos en las historias. Hoy se ha corrompido la palabra (como tantas otras) hasta equiparar “avivamiento” a una reunión con un predicador gritón, mucha música hipnótica, y un buen show cristiano.

Pero en el registro histórico muchas veces el concepto de avivamiento tampoco ha sido correcto: generalmente se lo ha asociado a una conversión masiva de personas, lo cual es cierto pero en el fondo es solo una consecuencia. A veces se lo ha relacionado con el cambio espiritual de la sociedad: cambian leyes y costumbres. Eso tampoco es falso, pero, de nuevo, es sólo una manifestación “externa” del avivamiento y no su esencia. Con más precisión, se ha dicho también que el avivamiento es un volver en arrepentimiento y santidad de la Iglesia. Ahí estamos más cerca, pero no todavía en el centro.

Si “avivamiento” fue lo que vivió la Iglesia del primer siglo, la pérdida de él fue lo que estaba pasando en la iglesia / época profética de Éfeso. Y a esa pérdida el Señor la define como “que has abandonado tu primer amor”. El avivamiento sería, entonces, vivir en el pleno amor hacia Cristo, o mejor dicho, en la perfecta respuesta de amor de la Iglesia hacia el perfecto amor de Cristo. Y todas las otras manifestaciones que hemos visto en los avivamientos pasados y muchas veces usamos para definir un avivamiento son solamente las manifestaciones externas de ese amor.

En un avivamiento las potencias satánicas son conmovidas, los espíritus regentes son limitados en su poder y el Evangelio puede ser predicado y correr con libertad.

Hermanos, yo no quiero presentar ninguna fórmula simplificada ni mucho menos negar la necesidad de la oración, la predicación, la búsqueda de santidad, el esfuerzo sacrificial ni nada de lo que han dicho aquellos que investigaron sobre los avivamientos en la historia. Es más, resulta urgente que retomemos todo eso y lo pongamos en práctica, aunque debemos saber que el contexto mundial actual es muy diferente al que ha existido en siglos precedentes, por lo que no podemos esperar la misma respuesta, al menos no hasta que Dios desate los juicios del fin de esta era, antes del arrebatamiento.

Pero lo que quiero decir es que nada de eso sirve sin amor; no traeremos ningún mover de Dios significativo sobre ninguna región si primero no se nos es revelado en toda su dimensión el amor de Cristo, no somos llenos de él y no respondemos en consonancia. Precisamente lo que estaba pasando en Éfeso nos muestra que, haciendo muchas cosas buenas, cumpliendo al pie de la letra la “receta infalible para un avivamiento”, pero sin amor, no se podía alcanzar. Quizás haya sido esa la principal falla en tantos intentos de avivamientos que ha habido en los últimos años.

La iglesia de Éfeso se esforzaba, era paciente y perseverante, era correcta doctrinalmente, tenía discernimiento, no toleraba nada incorrecto, sufría y resistía lo que fuera, trabajaba con todas sus fuerzas… ¿cómo no iba a tener un avivamiento? Con muchísimo menos que eso, hay algunos hoy que se atreven a hablar de avivamiento. Pero no, no fue suficiente, faltaba el ingrediente principal: el amor.

Si Dios nos ha llamado al avivamiento, primero debemos ser totalmente llenos de Su amor, y eso no lo fabricamos nosotros, sólo podemos recibirlo, sólo podemos pedirlo y esperar; y luego, responder en consecuencia. Recién ahí es que podemos contagiar con ese amor a los hermanos, y entonces, cuando fluye ese “primer amor”, ese amor ardiente, es que estamos a las puertas de un avivamiento. Ahí la consejería se vacía, los traumas irresueltos durante años desaparecen en un día, todo esfuerzo parece poco, las potencias celestiales son conmovidas y al segundo cielo no le queda más remedio que abrirse para dejar pasar legiones de ángeles; los milagros son el pan diario, los que están preparados para creer se convierten y la sociedad es conmovida… y los que decididamente no van a creer se enfurecen y la persecución se desata, pero el Señor protege a los Suyos.

Dios nos llama a anhelar ese avivamiento, y lo viene haciendo desde hace tiempo, pero el amor es la puerta de entrada, no hay otra. ¡Señor, haznos entender la verdadera dimensión del amor que nos tienes!



Danilo Sorti



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