miércoles, 8 de noviembre de 2017

310. Caín y Abel: qué estaba en juego y la ilusión de “obligar” a Dios

Génesis 4:1-12 RVC
1 Adán conoció a Eva, su mujer, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: «Por la voluntad del Señor he adquirido un varón.»
2 Después dio a luz a Abel, hermano de Caín. Abel era pastor de ovejas, y Caín cultivaba la tierra.
3 Andando el tiempo, sucedió que Caín llevó al Señor una ofrenda del fruto de la tierra.
4 Y Abel también llevó algunos de los primogénitos de sus ovejas, de los mejores entre ellas. Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda,
5 pero no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda. Y Caín se enojó mucho, y decayó su semblante.
6 Entonces el Señor le dijo a Caín: «¿Por qué estás enojado? ¿Por qué ha decaído tu semblante?
7 Si haces lo bueno, ¿acaso no serás enaltecido? Pero, si no lo haces, el pecado está listo para dominarte. Sin embargo, su deseo lo llevará a ti, y tú lo dominarás.»
8 Dijo entonces Caín a su hermano Abel: «Vayamos al campo.» Y sucedió que, mientras estaban ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y lo mató.
9 Y el Señor le dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel?» Y él respondió: «No lo sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?»
10 Y el Señor le dijo: «¿Qué es lo que has hecho? Desde la tierra, la voz de la sangre de tu hermano me pide que le haga justicia.
11 Ahora, pues, ¡maldito serás por parte de la tierra, que abrió su boca para recibir de tus manos la sangre de tu hermano!
12 Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza. Y andarás por la tierra errante y extranjero.»


Aquí tenemos la mayor parte de la historia de Caín, y generalmente hemos usado su ejemplo para enseñar en contra de la envidia. En una serie anterior de artículos estuvimos analizando los frutos del Espíritu y sus opuesto, y vimos que la envidia es el opuesto a la mansedumbre, porque mientras la mansedumbre nos lleva a aceptar lo que nos es dado o negado de parte de Dios (que es muy distinto a aceptar lo que el Adversario ha dispuesto para nosotros) manteniendo la paz y sin estar “en guerra constante” para conseguir lo que no debemos o podemos justamente conseguir (al menos no hasta que Dios lo disponga), la envidia significa un estado de “guerra interior” contra aquel que pensamos que nos ha “suplantado” en nuestro “legítimo” derecho.

Ahora bien, volvamos al caso de Caín. Si lo leemos aislado del contexto de Génesis nos quedamos solo con una pobre enseñanza de lo que pasó, pero si lo vemos a la luz de los principios que regían el mundo mostrado en el Génesis, podremos entender algunas cosas más. Una cuestión básica, que de hecho se mantuvo prácticamente todo a lo largo del Antiguo Testamento, era que el hijo primogénito sería el heredero del padre y el jefe del clan, tribu, pueblo o lo que fuera. Ahora bien, el mandato dado a Adán no era simplemente “tener hijos” y llenar la tierra, era antes que nada un mandato de gobierno, para que Dios pudiera traer el Reino de los Cielos a través de él y sus descendientes hacia toda la Tierra. De ahí deducimos fácilmente que, según el pensamiento antiguo, el hijo primogénito heredaría esa autoridad, y así probablemente lo esperaba Caín.

Pero había algo más. El hombre había pecado, por lo que ese reino prometido estaba en continua amenaza, pero había una promesa de un descendiente que traería la victoria. Nosotros leemos esa profecía en términos de Cristo y la remisión de pecados, lo cual es cierto y es Su principal obra, pero en ese entonces, durante la antigüedad, y en el futuro inmediato también, tenía un fuerte significado de Reino y dominio político. Un hijo de Adán sería, o bien el Salvador político que lucharía contra las huestes satánicas que en ese entonces estaban materialmente presentes y activas en la Tierra, o bien sería el padre de tal Salvador, lo cual era un gran honor. Caín también esperaba eso.

¡Había promesas muy grandes sobre Caín! Había mucho en juego: en relación con el propósito de Dios para la Tierra y la humanidad, en relación con los seres espirituales satánicos… y en relación con el poder y prestigio personal. Y el cumplimiento de todo eso dependía, claro de Dios, un Dios que en ese entonces estaba mucho más “cerca”, con el que podían hablar fácilmente, a quien era muy fácil acercarse. Era por demás de claro que uno no podía tener una mala relación con Dios.

La ofrenda hacia Dios era la forma que, luego de la caída, había sido instaurada como medio de acercamiento, para comunicarse con el Creador; prefigurando el sacrificio futuro del Mesías, aunque quizás ellos no tuvieran totalmente claro este aspecto. Por lo tanto, una ofrenda rechazada, y quizás una ofrenda especial por alguna razón (aunque el texto bíblico no lo dice),  sería algo grave; ser rechazado por Dios implicaba perder los privilegios y las promesas. Cuando tratamos a Caín simplemente como un envidioso no estamos haciendo adecuada justicia a los tiempos, creo que había mucho más en juego que un simple “aprobado” o “desaprobado” de parte de Dios, como si fuera un examen escolar que, al fin y al cabo, podemos rehacer más adelante.

No puedo decir si el rechazo de esa ofrenda significaba que ya Caín había sido desechado, pero la Biblia dice que Dios no se agradó de Caín, por lo que de alguna manera él supo que había un problema más grande que una simple, o no tan simple, ofrenda.

Hay mucho escrito sobre dicha ofrenda y cómo Dios respondió, no me interesa profundizar en eso aquí. Más adelante en Génesis y en Éxodo vemos la importancia del cordero en las ofrendas, y el Nuevo Pacto nos termina de aclarar el asunto, es probable que ellos lo supieran, o al menos tuvieran una importante vislumbre de ese valor.

Bueno, el hecho es que Dios no lo aceptó y ahora estaba en un problema. Pero al fin y al cabo no era un problema demasiado nuevo porque algo similar había pasado con su padre y Dios había provisto una solución, y de hecho el mandato y la promesa de dominio no había sido quitada. Esa civilización que se desarrolló ahí luego se expandió hacia otras partes, fundamentalmente Europa, constituyéndose en la “cuna” de la civilización moderna, no porque de allí exactamente hayan salido todas las líneas humanas que poblaron el mundo, sino porque de allí salió el sistema de gobierno y cultura que en este momento domina en todo el mundo (sí, tanto el capitalismo como el socialismo o comunismo salió de allí); otra cuestión es cuán bueno ha sido ese “dominio”, pero es innegable que salió de allí y sigue siendo el centro (Estados Unidos es en realidad un hijo de Europa).

Caín sabía del sufrimiento de Adán luego de la caída, pero también de la provisión de Dios, cuando él tuvo que enfrentarse a su propia “caída” no decidió arrepentirse y volverse al Creador sino que intentó “chantajearlo”, es decir, “cortarle” otra opción para que Dios “no tuviera más remedio” que seguir eligiéndolo a él como el líder de la humanidad, ¿cómo? Simple: matando a Abel; así sólo quedaría él, el primogénito, y Dios estaría obligado a elegirlo… ¡todo fríamente calculado!

Hasta aquí sería una historia más si no fuera por aquel “terrible” pasaje del Nuevo Testamento:

1 Corintios 10:6 DHH
6 Todo esto sucedió como un ejemplo para nosotros, para que no deseemos lo malo, como ellos lo desearon.

Y digo “terrible” porque si les pasó a ellos, en la antigüedad, también nos puede pasar a nosotros (sino no podría servirnos de ejemplo, claro), y entonces, ¿cuántas veces intentamos “chantajear” a Dios? ¿Y de cuántas formas distintas, “cerrándole” los caminos para que “no le quede más remedio” que hacer lo que nosotros queremos? A eso se refiere el Señor cuando dijo: “No pongas a prueba al Señor tu Dios.”

¿Qué hacemos cuando hemos fallado? ¿Nos arrepentimos y buscamos el camino de Dios para la restauración, o tratamos de encontrar una “salida digna” que no implique humillarnos? Eso hacemos con Dios, ya sea en lo más grande, como en el caso de Caín, o en lo más pequeño; de hecho es relativamente fácil darse cuenta “en lo pequeño” de este tipo de actitud, y más vale que lo hagamos antes de que nos enfrentemos “en lo grande” y las consecuencias sean mucho peores.

Hay personas que harán todo lo posible para no reconocer sus errores, y lo mismo delante de Dios; generalmente podrán reconocer algunos, los que sean “menos dañinos”, pero no otros.

Cuando esta actitud llega al colmo, se transforma en una feroz envidia que puede llegar hasta el asesinato, material como en el caso de Caín, o más sutil: ministerios que son truncados por gente en autoridad, puertas que son cerradas, chismes difamatorios, maldiciones y brujería, etc.

Dios no justificó a Caín aunque sabía que había mucho en juego, Dios no nos va a justificar a nosotros. Cuando nosotros y nuestra ofrenda no sea aceptada, porque no desciende el fuego del Espíritu, ¿qué haremos?

1 Pedro 5:6 DHH
6 Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los enaltezca a su debido tiempo.


Danilo Sorti




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