martes, 9 de enero de 2018

385. Dios trata con Leviatán: luego del orgullo, la caída

Salmos 74:13-14 RVC
13 Con tu poder; partiste el mar en dos y en las aguas rompiste las cabezas de los monstruos.
14 Aplastaste las cabezas del leviatán, y lo diste por comida a los habitantes del desierto.

Leviatán tiene un significado bastante extenso en el pensamiento de los antiguos y las Escrituras, pero vimos que una de sus dimensiones más claras, quizás la principal, es el orgullo: en Job se describe como “el rey de los soberbios”.

Dios se presente como el vencedor sobre Leviatán, pero si lo vemos en su faceta de orgullo, como el principado espiritual del orgullo y / o el mismo orgullo del hombre, nos encontramos con lo mismo que dijo el salmista escrito de una forma mucho menos poética y mucho más práctica en varios pasajes:

Salmos 107:12 RVC
12 Dios quebrantó su orgullo con trabajos pesados; caían, y no había quien los levantara.

Proverbios 18:12 DHH
12 Tras el orgullo viene el fracaso;
tras la humildad, la prosperidad.

Proverbios 11:2 DHH
2 El orgullo acarrea deshonra;
la sabiduría está con los humildes.

Proverbios 16:18 DHH
18 Tras el orgullo viene el fracaso;
tras la altanería, la caída.

Proverbios 29:23 DHH
23 Al que es orgulloso se le humilla,
pero al que es humilde se le honra.

Isaías 2:17 DHH
17 Los orgullosos y altaneros
serán humillados por completo.
Solamente el Señor mostrará su grandeza en aquel día,

Podemos seguir el tema del orgullo a lo largo de toda la Biblia y ver claramente como Dios aborrece eso, pero en estos pasajes nos queda en claro que el Señor castiga a la soberbia / orgullo dándole precisamente lo contrario a lo que espera: fracaso, deshonra, pérdida, pobreza. Un ejemplo gráfico en el Nuevo Testamento lo encontramos en Hechos:

Hechos 12:21-23 RVC
21 El día convenido, Herodes llegó vestido con sus ropas reales y se sentó en el trono para dirigirles un discurso formal.
22 El pueblo estaba muy emocionado y lo aclamaba a grandes gritos: «¡Queremos voz de Dios, y no voz de un hombre!»
23 En ese momento, un ángel del Señor lo hirió porque no le dio la gloria a Dios, y Herodes murió agusanado.

Cuando a esto le sumamos el conocido y siempre problemático pasaje de Hebreos:

Hebreos 12:5-6 RVC
5 y ya han olvidado la exhortación que como a hijos se les dirige: «Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda;
6 porque el Señor disciplina al que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.»

No nos queda más remedio que reconocer que NUESTRO ORGULLO inevitablemente será tratado por el Señor. Sin llegar al punto de morir comidos por gusanos o algo parecido, todos hemos sido participantes de la “disciplina contra el orgullo”. Todos tenemos orgullo y Dios trata con eso, esto es una verdad INELUDIBLE Y COMÚN a todos los cristianos, ¡no hay mucho para solucionar allí!

EL ASUNTO con el que sí podemos trabajar, ¡y más vale que lo hagamos!, es el de aprender de la disciplina, esto es, reconocer cuando hemos sido humillados en algo y aprender la lección. La realidad es que la mayoría de las veces actuamos como los borrachos:

Proverbios 23:33-35 RVC
33 Hará que tus ojos vean cosas extrañas, y que tu corazón diga cosas perversas.
34 Creerás estar dormido en medio del mar, o acostado en la punta del palo mayor,
35 y dirás: «Estoy herido, pero no me duele; estoy molido, pero no lo siento. ¿Cuándo voy a despertar, para ir por más?»

Si permitimos que nuestro corazón sea lo suficientemente sensible como para reconocer las “pequeñas humillaciones” que recibimos a diario, y aprendemos de ellas, probablemente nos evitaríamos algunas de las más grandes y dolorosas. Es más, hasta podemos aprender de la humillación de otros:

Proverbios 21:11 DHH
11 Del castigo al insolente, el imprudente aprende;
el sabio aprende con la sola explicación.

En todo caso la “herramienta mental” que nos abre la puerta a muchos aprendizajes es asumir el concepto de que: “la soberbia / orgullo es castigada con la humillación”, y si luego la aplicamos a nuestra vida y la de los otros (mejor hacer lo segundo antes que tengamos que hacer lo primero…) podremos adquirir mucha prudencia o sabiduría para la vida diaria.

La verdad es que cuando somos humillados reaccionamos con mayor orgullo, tratando de “redoblar” la apuesta, o bien buscamos un “camino alternativo” pero sin reconocer nuestro propio orgullo. Yo no estoy diciendo que uno vaya por el mundo autoflagelándose y diciendo “¡soy un miserable orgulloso!”, porque, al fin y al cabo, eso suele ser lo suficientemente evidente… Pero sí que hagamos el ejercicio interno, delante de Dios, de reconocer nuestro orgullo, más bien, de pedir revelación al Espíritu para que sean identificadas las raíces de orgullo.

Cuando vemos la humillación en otro podemos reaccionar proyectando nuestro propio orgullo sobre ellos, indignándonos, y procurando una respuesta “como si” fuéramos nosotros mismos. Podemos atacar a los que los humillan o criticarlos. Ahora bien, yo no estoy diciendo de ninguna manera que no hagamos algo por las injusticias, ni que justifiquemos todo acto de humillación o discriminación, ¡para nada! Lo que estoy diciendo es que, con la guía del Espíritu Santo, podemos reconocer actos de humillación sobre otros que son permitidos por Dios para tratar con el orgullo, ya sea de una persona o de un grupo, y de ellos podemos aprender. De nuevo, no estoy justificando al agresor, y Dios tampoco lo hace, solo lo permite por un tiempo.

Está bien que llevemos las injusticias a Dios, está bien que oremos para que Su justicia sea establecida en la Tierra, pero mientras tanto, sabiendo que hasta que Su Reino sea materialmente establecido en el Mundo viviremos bajo un sistema injusto, aprovechemos las enseñanzas que vienen con la humillación, y más vale humillémonos a nosotros mismos en el verdadero sentido de la palabra y no con la “falsa humildad” que es soberbia disfrazada, porque entonces:

Santiago 4:10 DHH
10 Humíllense delante del Señor, y él los enaltecerá.

1 Pedro 5:6 DHH
6 Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los enaltezca a su debido tiempo.

Uno de los actos más sencillos, y difíciles, de humillación es aprender. Estamos preparados para hacerlo cuando somos jóvenes, pero luego llega un tiempo en que nos cerramos y sólo aceptamos enseñanza de determinadas personas o instituciones, en determinados ámbitos, siendo que Dios tiene una multitud de aprendizajes para nosotros en todos los lugares que se nos ocurran (o no). Cuando rechazamos esos aprendizajes es cuando nos colocamos a las puertas del quebrantamiento.

Así son las paradojas del Reino: el que se enaltece es humillado, el que se humilla es enaltecido.

Una última nota. Esto no siempre pasa tan claramente en la Tierra, no es una relación matemática y a veces vemos personas que se ensoberbecen y así terminan sus días. ¡Pobres de ellos! Porque lo que no recibieron de quebranto en esta vida lo recibirán por la eternidad. Y también vemos personas que se humillan y jamás son reconocidas en esta vida. ¡Dichosos de ellos! Porque habrá una eternidad de recompensas.

Mientras tanto, el Señor nos permite unas cuantas lecciones gráficas para que entendamos, ¡aprovechémoslas!



Danilo Sorti




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