Salmos 37:29 RVC
29 Los justos heredarán la tierra y para
siempre vivirán en ella.
Leyendo la historia de la Revelación nos
resulta claro que siempre hubo una relación personal entre el creyente y Dios,
más allá de que eligiera un pueblo para sí y que lo bendijera, la salvación
siguió siendo personal. Eso quedó más claro en el Nuevo Testamento. A partir de
la Reforma, más bien de las corrientes posteriores a la época de Lutero, el
Evangelio se volvió más individual y separado de la nación. Eso constituyó el
fundamento que Satanás tomó para exagerarlo y construir una sociedad
individualista, ya que nada de lo que él ha construido fue idea propia sino que
todo lo ha tomado y pervertido de lo que Dios trajo a esta Tierra a través de
Su pueblo.
El Reino Milenial, Reino Venidero o Mesiánico
era la esperanza de Israel y aparece claramente mencionado en el Antiguo
Testamento, muy especialmente en Isaías, que resulta el libro más
“cristocéntrico” del Antiguo Pacto. Era la clara esperanza de los primeros
cristianos. La esperanza en el Milenio estaba firmemente arraigada en la
iglesia primitiva durante los tres primeros siglos, luego se fue perdiendo a
medida que más y más herejías se introducían, aunque siempre subsistió en alguna
medida.
Hoy sabemos que estos justos no son los que
fueron llevados en el arrebatamiento sino los que creyeron después, y fueron
protegidos. Pero no serán solo “justos individuales” sino naciones:
Miqueas 4:1-4 RVC
1 En los últimos días el monte de la casa del
Señor será confirmado como cabeza de los montes y exaltado por encima de las
colinas, y a él acudirán los pueblos.
2 Muchas naciones vendrán, y dirán: «¡Vengan,
subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob! Él nos guiará por sus
caminos, y nosotros iremos por sus sendas.» Porque la enseñanza saldrá de Sión;
de Jerusalén saldrá la palabra del Señor.
3 Y el Señor juzgará entre muchos pueblos, y
corregirá a naciones poderosas y lejanas; y éstas convertirán sus espadas en
azadones y sus lanzas en hoces. Ninguna nación volverá a levantar la espada
contra otra nación, ni se entrenarán más para hacer la guerra.
4 Cada uno se sentará bajo su vid y a la
sombra de su higuera, y no habrá nadie que pueda amedrentarlos. Esto lo ha
declarado la boca del Señor de los ejércitos.
Esto es lo que retoma Apocalipsis:
Apocalipsis 21:24 RV1995
24 Las naciones que hayan sido salvas andarán
a la luz de ella y los reyes de la tierra traerán su gloria y su honor a ella.
Y podemos sentir el eco de ello en las palabras
de Jesús:
Mateo 25:31-34 RVC
31 »Cuando el Hijo del Hombre venga en su
gloria, y todos los santos ángeles con él, se sentará en su trono de gloria,
32 y todas las naciones serán reunidas ante
él. Entonces él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las
ovejas de los cabritos.
33 Pondrá las ovejas a su derecha, y los
cabritos a su izquierda,
34 y entonces el Rey dirá a los de su
derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y hereden el reino preparado para
ustedes desde la fundación del mundo.
Sí, Dios mira a los individuos. Pero el
excesivo énfasis individualista tan propio de la teología del norte nos ha
impedido ver otras realidades: Dios ama a las naciones y se relaciona con ellas
como “personas jurídicas”. Al progresismo – neomarxismo no le conviene el
énfasis nacionalista, por eso hemos tenido mucho trabajo cultural para
erradicarlo de los pueblos, y con ello, de la óptica cristiana. Sin embargo,
ese énfasis es antibíblico, y el verdadero nacionalismo no tiene nada que ver
con algo así como el fascismo (que es otra forma de socialismo) o el racismo,
sino el amor a la patria según Dios.
Entonces, podemos releer Mateo 25 no
solamente en clave individual, que la tiene por cierto, sino también en clave
nacional, además de que otros tantos pasajes nos avalan para eso. Habrá
naciones salvas luego de los juicios y naciones condenadas. Hoy mismo, a pesar
de que todas las naciones pecan y están fuera de los principios de Dios, no
mira por igual a unas y otras. Diferenciemos: en cada nación tiene a Sus santos
y a ellos los protege, pero no todas las naciones, como persona jurídica,
podrán pasar Su juicio. Pero, ¿qué juicio?
Notemos que Mateo no habla de la fe en Cristo
de manera directa, sino de las obras. “Obras de justicia”, por supuesto, no pueden
ser hechas sin fe, ¿cómo ayudar al necesitado sin el amor que Cristo inspira y
sin la fe necesaria en Su provisión? Ubiquémonos en el contexto: estas obras de
amor son hechas en los últimos tiempos, los tiempos de los juicios, los tiempos
de necesidad y escasez, ¡los tiempos donde gobierna (al menos parcialmente) el
Anticristo! Pero también ahora.
Durante mucho tiempo a los cristianos se nos
dificultó pensar en términos “nacionales”, siempre fuimos una minoría
despreciada. Eso está cambiando hoy en nuestros países. No sé cómo será el
futuro inmediato, no sé cuánto podremos influir en nuestras naciones, pero sí
sé qué poder se nos ha dado y no estoy dispuesto a guardarlo bajo un cajón. Yo
quiero llegar a ver la máxima manifestación de ese poder obrando en la Iglesia
en este tiempo, no me preocupa demasiado hasta “dónde” lleguemos sino que sea
lo máximo, y seguro que será mucho.
Pero eso máximo, en el nivel nacional, es
decir, en el concierto de las naciones, tiene que ver con la principal
preocupación del Padre: la justicia social, y la misericordia hacia el pobre,
pero no solo de nuestra nación, sino de las otras naciones del mundo.
Bueno, el corolario de lo que quiero decir es
bien simple: necesitamos esforzarnos para que nuestras naciones sean generosas
con los pobres y necesitados de todo el mundo, es decir, cambiar drásticamente
la visión individualista que como evangélicos hemos tenido casi siempre. De eso
dependerá en buena medida cuál sea el juicio de Dios sobre nuestros
territorios.
Aunque todas las naciones serán juzgadas y
todas pasarán por la dura vara del Señor, no todas correrán la misma suerte.
¿Qué de bueno encontrará Dios en mi país? Eso no es responsabilidad de los que
hoy están en el poder político, al menos no la principal, porque el verdadero
poder no corresponde a las sociedades secretas ni a la élite, sino al Pueblo de
Dios. ¿Estoy trabajando para que Dios pueda hallar más justicia en mi nación?
¿Para que haya más justos y un pueblo más misericordioso? Parece difícil pensar
en eso en este tiempo de tanto desenfreno y egoísmo, pero es lo que se nos
exige. De nuevo, no se trata de cuán grande sea la brecha sino de cuán podamos
avanzar para cerrarla.
Las naciones son parte del diseño de Dios, no
un error de la historia, y es necesario que volvamos a enfocarnos en ellas tal
como el Señor las pensó.
Danilo Sorti
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