martes, 13 de noviembre de 2018

631. Santiago: la pobreza y la riqueza – VII, las riquezas espirituales por medio de las pruebas


Santiago 1:2-8 RVC
2 Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando estén pasando por diversas pruebas.
3 Bien saben que, cuando su fe es puesta a prueba, produce paciencia.
4 Pero procuren que la paciencia complete su obra, para que sean perfectos y cabales, sin que les falta nada.
5 Si alguno de ustedes requiere de sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios se la da a todos en abundancia y sin hacer ningún reproche.
6 Pero tiene que pedir con fe y sin dudar nada, porque el que duda es como las olas del mar, que el viento agita y lleva de un lado a otro.
7 Quien sea así, no piense que recibirá del Señor cosa alguna,
8 pues quienes titubean son inconstantes en todo lo que hacen.

La fe es puesta a prueba a lo largo del caminar cristiano. Más pronto o más tarde, las pruebas vendrán, y a veces, de todos lados y en el mismo momento. ¿Y qué diremos, entonces?

Juan 12:27-28 RVC
27 »Ahora mi alma está turbada. ¿Y acaso diré: “Padre, sálvame de esta hora”? ¡Si para esto he venido!
28 Padre, ¡glorifica tu nombre!» En ese momento vino una voz del cielo: «Lo he glorificado, y volveré a glorificarlo.»

Por la gracia de Cristo, no tenemos nosotros que pasar Su prueba, y si ese fuera el caso, lo haríamos tomados de Su mano. Pero el Señor sabía bien que era necesario pasar por esa terrible prueba así que no pidió ser librado, aunque fue absolutamente sincero: ¡Él no quería atravesar eso! No vemos nada de masoquismo ahí, nada de ingenuidad ni ignorancia de lo que vendría, de ninguna manera vemos el “elogio del sufrimiento” que es tan común en algunos grupos cristianos. ¡No había mérito simplemente en sufrir! Pero sufrir en el propósito de Dios y para cumplir Sus planes nos trajo la salvación y la redención de toda la Creación. Jesús no pidió ser librado de la prueba que era necesario que atravesara, pidió la fortaleza del Padre y la recibió instantáneamente: la voz del Cielo lo reafirmó en el propósito de lo que estaba cumpliendo, aquello que era el centro de Su voluntad, lo que más anhelaba, glorificar al Padre, reconciliar a la Creación con Su Padre. A partir de allí, lo vemos atravesar la parodia de juicio, las burlas, el dolor, la crucifixión y la muerte con una serenidad increíble. Ése es el ejemplo para nosotros, en nuestras propias (y muchísimo más pequeñas) pruebas.

La sabiduría permite saber qué está pasando en el mundo espiritual y cuáles son los propósitos de estas pruebas, si no todos, al menos aquellos que podemos y necesitamos saber en el momento. Santiago nos promete que sin falta la recibiremos, Jesús nos lo ejemplifica. Y también la misma sabiduría nos da la solución de la prueba: en el caso de Jesús, la solución fue la muerte, porque la victoria sería definitiva sobre esa misma muerte. En el caso de Hebreos, algunos la recibieron de manera espectacular en esta Tierra, mientras que otros no, pero todos ellos constituyeron el fundamento de nuestra fe, de la Palabra y sus testimonios son luces que alumbrarán por siempre.

Pero esta fe debe ser sin dudas. ¿Qué es la duda? La palabra griega tiene unos matices distintos a nuestra palabra castellana: διακρίνω, diakríno, “separar completamente, i.e. (literalmente o reflexivamente) retirarse de, o (por implicación) oponerse; figurativamente discriminar (por implicación decidir), o (reflexivamente) vacilar, titubear: contender, diferencia, discernir, disputar, distinción, distinguir, dudar, examinar, hacer (diferencia), juzgar.” A veces tiene una connotación positiva, implica juzgar, separar, discernir (por ejemplo, cuando se parte el pan), pero también se usa propiamente en el sentido de dudar propiamente dicho. Podríamos decir que aquí estamos dudando cuando juzgamos lo que debe aceptarse por fe… ¡vaya novedad!

¡Qué gran problema para la mente! Está desesperada por meterse en el asunto, pero lo arruina todo. Sin embargo, hay una buena noticia para nuestra mente humana que no se resigna a quedarse en un costado: tiene un buen trabajo para hacer, pero no es el de juzgar la sabiduría recibida de Dios, ni de analizar si es que Dios nos va a responder o no, o sí merecemos que lo haga (que de hecho, no lo merecemos si no fuera por la gracia de Cristo). PERO la mente puede aceptar la necesidad de la fe y recordar los ejemplos de fe, y aprender a discernir la voz del Padre, que es la voz en la que debemos creer, antes que ponerse a analizar los hechos en sí, cosa que no puede nunca hacer bien porque se trata de realidades espirituales.

La fe y la duda se nos presentan muchas veces como cosas “que ocurren”, es decir, sobre las cuales no tenemos absolutamente ningún control. “No tengo fe”, dice alguien resignado, y con eso ya se da por vencido. Pero si la Biblia nos habla mucho sobre la fe y la duda, es porque tenemos unas cuantas cosas que entresacar allí, y no simplemente quedarnos con decir “tengo” o “no tengo”.

Por lo pronto, aquí no se enfoca específicamente en cómo aumentar esa fe, sin embargo lo dice indirectamente: pidiendo sabiduría a Dios. De esa forma, entenderemos las realidades espirituales, llegaremos a “ver” el mundo espiritual, y con ello, la fe aparece “por sí sola”. Por otro lado, nos da la señal con la cual podemos darnos cuenta de que no estamos teniendo fe: inconstancia, duda, ser movidos por las circunstancias. Eso no puede menos que llevarnos al pasaje de Efesios:

Efesios 4:11-16 RVC
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
13 hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos niños fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina, por los engaños de aquellos que emplean con astucia artimañas engañosas,
15 sino para que profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo, que es la cabeza,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Hay demasiado para hablar aquí, pero simplemente lo resumiré mencionando la madurez (¡otra vez el tiempo y la paciencia!), la unidad del Cuerpo y la edificación mutua, el conocimiento del Hijo de Dios, crecer a Su estatura. Sencillamente, ninguna fórmula mágica, sino lo que ya sabemos, nada “nuevo”, pero probablemente algo descuidado.

Si nos encontramos en medio de las dudas, necesitamos más sabiduría de Dios, más crecimiento espiritual, más búsqueda, más oración, más Palabra, más ministración del verdadero Cuerpo de Cristo. La buena noticia es que nuestra poca fe puede crecer, nadie tiene que conformarse con ella.


Danilo Sorti





Ayúdanos a llevar el mensaje.
Oprime aquí para enviarnos tu ofrenda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario