Santiago 1:16-18 RVC
16 Queridos hermanos míos, no se equivoquen.
17 Toda buena dádiva y todo don perfecto
descienden de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra
de variación.
18 Él, por su propia voluntad, nos hizo nacer
por medio de la palabra de verdad, para que seamos los primeros frutos de su
creación.
Aquí tenemos una verdad básica de las
Escrituras, es una de esas afirmaciones tan repletas de sentido que no se
agotan ni se agotarán nunca, porque se expanden a medida que se expande nuestra
comprensión y conocimiento de las cosas: mientras más conozcamos del mundo, de
las posibilidades e imposibilidades, aún de la maldad y la profundidad del
pecado, más se amplía nuestra visión de la grandeza de Dios porque sobre todo
eso Él tiene poder y ahí puede hacer descender “toda buena dádiva y todo don
perfecto”.
Pero esta frase está inserta en un contexto:
Santiago 1:13-17 RVC
13 Cuando alguien sea tentado, no diga que ha
sido tentado por Dios, porque Dios no tienta a nadie, ni tampoco el mal puede
tentar a Dios.
14 Al contrario, cada uno es tentado cuando
se deja llevar y seducir por sus propios malos deseos.
15 El fruto de estos malos deseos, una vez
concebidos, es el pecado; y el fruto del pecado, una vez cometido, es la
muerte.
16 Queridos hermanos míos, no se equivoquen.
17 Toda buena dádiva y todo don perfecto
descienden de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra
de variación.
La tentación no desciende de Dios, nada malo
viene de Él sino todo lo bueno. Con esto podemos profundizar un poco más en lo
que dijimos en el artículo anterior: si nada malo viene de Él, no solamente
podemos hablar de las tentaciones hacia cosas que son claramente pecados,
también podemos extender el concepto hacia las cosas que no parecen pecado o
que incluso son hechas en el nombre del Señor. Es decir, si una enseñanza o un
ministerio están produciendo algo malo, no descienden del Padre.
Pero si todo lo bueno viene de Él, entonces
cuando somos bendecidos o prosperados por medio de herramientas “seculares”,
¡también viene de Dios! Claro, cuidado, no significa que Dios apruebe el obrar
de nuestro empleador inconverso, o de los clientes que nos compran, o incluso
de la industria o empresa en la que trabajamos. Significa que es Dios quien
está bendiciéndonos a través de ellos, por más que no estén en Su expresa
voluntad.
En una serie de artículos anteriores hablé
sobre el espíritu del imperio, “Babilonia”, esa estructura opresora que ha
gobernado desde Babel hasta ahora y que será finalmente destruida durante el
tiempo de los juicios, pero que sin embargo, ha sido y sigue siendo usada por
Dios para Sus propósitos e incluso para traer bendición sobre determinados
lugares. Allí tenemos un muy buen ejemplo de como Dios usa aún lo malo para Sus
planes.
Cuando los primeros lectores oían “desciende”
bien podían estar pensando en las estrellas y un cielo que no les resultaba muy
diferente al Cielo de Dios. Para nosotros ya hay una clara distinción: usamos
los mismos términos pero sabemos que el Cielo de Dios es un ámbito espiritual
antes que material. En ese cielo que ellos miraban había estrellas y planetas.
Las primeras podían variar en su brillo, los segundos se movían por el cielo
con trayectorias erráticas (de ahí el nombre de “planetas”). Dado que no había
mucho para mirar a la noche, el cielo estrellado constituía un referente
fundamental para todos los antiguos.
Pero Dios no es como esos cuerpos celestes,
quizás todavía considerados como ángeles o semidioses o vaya a saber qué pero
con algunos atributos divinos. No era variable ni errático como ellos, al
contrario, Él es su Creador, el “Padre de las luces”. Y de esta forma, Santiago
está diciendo que Dios está por encima de todo lo más alto que ellos podían
llegar a ver o a entender, y nos dice lo mismo a nosotros; por encima de todo,
de lo más alto de lo alto.
De Él viene todo lo bueno y por lo tanto
tenemos que buscarlo en Él. De allí viene la sabiduría que necesitamos en la
vida, de allí viene también la bendición y la provisión material, y en eso
podemos estar seguros porque no cambia. Por lo tanto, podemos acercarnos
confiadamente a pedir. Este es otro principio de la prosperidad según Dios: pedir
al único que tiene el poder y la bondad para darnos.
Lucas 11:9-10 RVC
9 Así que pidan, y se les dará. Busquen, y
encontrarán. Llamen, y se les abrirá.
10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el
que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
Recordemos que estos versículos de Lucas
están dichos en el contexto de la provisión económica.
Sin embargo, es posible “equivocarse”, buscar
en otra fuente, de otra manera. Esto puede ser muy sutil para los creyentes,
puede estar mezclado, verse engañoso; uno puede estar confiando en que va a ser
prosperado porque está dando o viceversa, que como no puede dar suficiente no
va a recibir. Puede confiar en una iglesia, en un método, en su propio trabajo
o estudios, en definitiva, en muchas cosas que en el fondo no son Dios. Por eso
Santiago nos dice: “Queridos hermanos míos, no se equivoquen.”, porque es
posible equivocarse.
Santiago 1:18 RVC
18 Él, por su propia voluntad, nos hizo nacer
por medio de la palabra de verdad, para que seamos los primeros frutos de su
creación.
Pero claro, estas bendiciones están
accesibles a los que han nacido de nuevo. Y este pasaje también nos pone en
contexto del proceso en donde estamos: ellos eran los primeros frutos, nosotros
estamos completando la cosecha. Sin embargo, cuando lo volvamos a leer en el
momento en que:
Miqueas 4:4 RVC
4 Cada uno se sentará bajo su vid y a la
sombra de su higuera, y no habrá nadie que pueda amedrentarlos. Esto lo ha
declarado la boca del Señor de los ejércitos.
Entonces entenderemos que todos nosotros a su
vez hemos sido los primeros frutos de una cosecha que ahora no podemos ver ni
dimensionar, ni se nos permite comprender todavía.
A partir de este pasaje vienen una serie de
exhortaciones, pero eso lo charlaremos en el próximo artículo.
Danilo Sorti
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