A lo largo de la historia de la humanidad más
han sido los pobres que los ricos, muchos más. Quizás el siglo XX trajo un poco
de cambio en ese sentido, permitiendo que más personas pudieran acceder al
menos a los bienes básicos para su supervivencia y un poco más. Sin embargo, es
importante definir quiénes son los pobres en Santiago y cuál es su rol, para no
caer, de nuevo, en los lugares comunes del cristianismo evangélico.
¿Qué es la pobreza? En el artículo anterior
de esta serie hablamos sobre qué es la riqueza, por oposición lo contrario es
la pobreza: la escasez de bienes materiales (hablando de la pobreza terrenal),
pero es más que eso, se trata de una forma de ver la vida, de una mentalidad,
de la falta de relaciones sociales adecuadas y de ayuda. La pobreza es
fuertemente generacional y muy difícil salir de ella. Y, por supuesto, tiene
también una componente espiritual importante: implica maldiciones presentes y
generacionales.
Repito lo que dije en el artículo anterior:
no debemos ver a la pobreza con la óptica del cristianismo “de izquierda”, sino
con los ojos de la Biblia, y aquí es claro que las enseñanzas del Antiguo Testamento
están muy presentes. Allí no se exalta a la pobreza como una virtud, Santiago
corrige en parte eso, no para alabarla como han hecho distintas corrientes
teológicas, sino para mostrar la verdadera riqueza. No hay mérito en ser pobre
y muchos de ellos se irán al infierno también. Muchos teólogos hablan de la
“opción preferencial de Dios por los pobres”, es decir, piensan en un Dios que
hace algún tipo de acepción de personas. Pero sí es cierto que el Señor tiene
especial cuidado de los necesitados y manda a los hombres que lo pongan en
práctica.
Por oposición a lo que dijimos sobre la
riqueza es lo que podemos decir sobre la pobreza. Veamos algunos pasajes:
Santiago 1:9 RVC
9 El hermano pobre debe sentirse orgulloso
cuando sea exaltado;
El pobre recibe humillación, es decir, falta
de reconocimiento, de valoración, aún cuando tenga capacidades y habilidades
importantes.
Eclesiastés 9:14-15 RVC
14 Un rey muy poderoso lanzó su ataque contra
una ciudad muy pequeña, defendida por muy pocos hombres. Le puso sitio y
levantó contra ella grandes baluartes.
15 Allí dentro se encontraba un hombre pobre,
pero sabio, que con su sabiduría podría haber salvado a la ciudad, ¡pero nadie
se acordó de ese hombre pobre!
La sabiduría del pobre no es tenida en
cuenta.
Santiago 2:2-4 RVC
2 Puede darse el caso de que al lugar donde
ustedes se reúnen llegue alguien vestido con ropa elegante y con anillos de
oro, y llegue también un pobre vestido con ropa andrajosa.
3 Si ustedes reciben gustosos al que viste la
ropa elegante, y le dicen: «Venga usted, siéntese aquí, que es un buen lugar»,
pero al pobre le dicen: «Tú, quédate allá de pie, o siéntate en el suelo»,
4 ¿acaso no están discriminando entre ustedes
y haciendo juicios malintencionados?
El pobre no tiene para gastar en bienes
suntuarios, y a veces ni para cubrir las necesidades básicas. Fundamentalmente,
no es reconocido y no se le brindan oportunidades, debido a pre juicios: “no
puede, no sabe, es ladrón, está chiflado…”
Santiago 2:6 RVC
6 ¡Pero ustedes han despreciado a los pobres!
¿Acaso no son los ricos quienes los explotan a ustedes, y quienes los llevan
ante los tribunales?
Los pobres son despreciados, es decir, tienen
muy poco capital social (como lo definimos en el artículo anterior).
Santiago 2:16 RVC
16 y alguno de ustedes les dice: «Vayan
tranquilos; abríguense y coman hasta quedar satisfechos», pero no les da lo
necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve eso?
Los pobres suelen recibir lindas palabras,
buenos consejos, pero nada más…
Santiago 5:4-6 RVC
4 Pero claman contra ustedes los sueldos que,
con engaños, no han pagado a los que trabajaron levantando sus cosechas. ¡Y el
clamor de esos trabajadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos!
5 Aquí en la tierra, ustedes han vivido
rodeados de placeres, y lo único que han logrado es engordar para el día de la
matanza.
6 A la gente honrada la han condenado a
morir, sin que ellos pudieran defenderse.
Los pobres son fácilmente engañados,
estafados y condenados injustamente.
Bueno, el tema de la pobreza y la riqueza,
los pobres y los ricos, discurre a lo largo de toda la Biblia, así que no vamos
a explicarlo adecuadamente con unos pocos pasajes. Santiago enfatiza algunos
aspectos de la pobreza, que es su objetivo.
Ahora bien, es claro que la carta define
“estos son los ricos opresores” y “estos son los pobres oprimidos”. Entonces,
¿quiénes son esos pobres? Los receptores de la carta sabían bien quiénes eran
unos y otros, pero para nosotros puede haber ciertos problemas.
Cuando aceptamos la definición de ricos y
pobres según los parámetros políticos que se han mezclado en nuestras
sociedades tendremos un problema serio porque lo estaremos haciendo en base a
sus ideas políticas, o a alguna otra característica social, con lo cual
terminamos repitiendo los esquemas seculares. Debemos admitir que esta
clasificación puede ser dinámica, cambiante en parte, y que en realidad los
verdaderos “ricos opresores” no son los que vamos a ver en nuestras iglesias.
El problema principal, creo, es cuando “yo”
me considero el “pobre oprimido” porque ese es un lugar bastante cómodo para
estar. Allí no soy muy responsable de ayudar a otros, puedo usar mi dinero en
lo que necesito sin tener que contar los centavos para dar de lo que tengo.
Puedo justificar mi amargura y mis críticas y no tengo que esforzarme en
cambiar mi mentalidad, en hacer guerra espiritual para cortar las maldiciones
de pobreza generacionales, en aprender a administrar, en ahorrar, en
relacionarme, es seguir estudiando… Siempre tendré alguien a quién echarle la
culpa y sentirme menos responsable de mi situación, y, por mi condición
económica, creeré que tengo un pase VIP en el Reino. La actitud contraria es,
cuando menos, incómoda.
Asumir que puedo hacer algo por cambiar mi
situación, que hay una lucha espiritual por librar, que no tengo que aparentar
lo que no soy pero tampoco afincarme en mi estado de “pobreza”, mantener la
expectativa de algo mejor y sobreponerme a las dificultades con la autoridad
del Señor, no es sencillo, ni tiene
garantía de éxito terrenal en esta vida.
Seamos sinceros: la mayoría de los santos han
sido y siguen siendo pobres, a veces perseguidos, injustamente calumniados,
despreciados y puestos en un costado de la sociedad, a pesar de que Dios les ha
dado sabiduría y habilidades para bendecir enormemente a la sociedad, y esto
pasa también dentro de las iglesias. Vivir en esa realidad sin ser conformado
por ella, sin aceptarla aunque sin negarla tampoco, no es fácil. Requiere una
tensión interna, y la tentación de “bajar los brazos” y aceptar que “soy pobre
y moriré siendo pobre” es fuerte, como también puede serlo la tentación de
alcanzar un mejor nivel de vida por métodos humanos y para fines egoístas.
Bueno, es un tema complejo. Si leemos bien la
carta veremos que Santiago no niega que entre ellos haya pobres, pero la
impresión general es que los pobres y los ricos de los que hablan están más
bien “afuera” de la iglesia, o al menos en buena parte; quizás “cerca” de ella,
pero no “adentro”. Aunque no lo diría en un sentido absoluto, creo que los
destinatarios podrían ubicarse en un nivel medio, o al menos, no en la extrema
pobreza.
Creo que un énfasis central de Santiago es
hacia los que llegan a la iglesia, o cómo la iglesia se relaciona con estos dos
grupos de personas, pero no supone automáticamente que “los pobres” sean todos
los de la iglesia.
Volvemos a decir lo mismo que en el artículo
anterior: ¿quiénes son los pobres de los que habla Santiago? En un sentido
general, en el mundo de hoy la mayoría de las personas, pero en un sentido más
restringido, un grupo en particular. Y como vimos, pobres no son únicamente los
que no tienen dinero, también aquellos que carecen de contactos, habilidades
adecuadas, estudios, incluso salud o juventud. Puede ser cómodo ubicarse dentro
de ese grupo, pero eso no es necesariamente cierto. Identificar a los pobres de
Santiago es el primer paso para hacer justicia con ellos.
Danilo Sorti
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