viernes, 30 de noviembre de 2018

640. ¡Que se alegren los pueblos!


Salmos 67:2-4 RVC
2 ¡Que sea reconocido en la tierra tu camino, y en todas las naciones tu salvación!
3 ¡Que te alaben los pueblos, Dios mío! ¡Que todos los pueblos te alaben!
4 ¡Que las naciones se llenen de gozo, porque tú juzgas a los pueblos con equidad y eres el Pastor de todas las naciones!

Dios reina por encima de toda la Creación y nunca ha dejado de hacerlo. Él tiene todo el control y nunca dejará de tenerlo, Él es perfecto amor, y al final cumplirá todos Sus buenos propósitos sobre la Tierra.

Pero ¿cómo proclamar “¡que las naciones se llenen de gozo!” cuando la injusticia y la maldad aumentan cada día de manera vertiginosa, cuando la sangre de inocentes riega los campos, cuando la Creación es destruida minuto a minuto, cuando la ley de Dios es ridiculizada y despreciada?

Cito unas frases de un comentario sobre Apocalipsis, que a la sazón puede parecer muy académico y “libresco” (y bastante poco espiritual para mi gusto, por cierto), pero con unas cuantas verdades muy importantes:

“El prólogo de Apocalipsis, al igual que el epílogo, con el que forma inclusión (en ambos resuenan los mismos temas), da a toda la obra una atmósfera de serenidad, de confianza, en consonancia con el tono claramente litúrgico que caracteriza a toda la obra, llena de himnos litúrgicos que cantan el señorío de Dios y del Cordero.” (Josep-Oriol Tuñí, Xavier Alegre, Introducción al estudio de la Biblia, Escritos joánicos y cartas católicas, 7° ed. Editorial Verbo Divino, pág. 225).

Bueno, ¿y qué tiene que ver la “liturgia” con el fin de los tiempos y el llamado a gozarse de las naciones? Por cierto, “liturgia” es una palabra que nos produce prurito a los evangélicos, porque nos recuerda algo más bien “aburrido”, pero el problema no está en que eso sino en que nosotros no vemos la vida del Espíritu allí. Es cierto que las formas y las “liturgias” aparecen muchas veces para reemplazar la vida y el dinamismo del Espíritu. Es cierto también que los evangélicos hemos creado muchas “liturgias” propias, muchas frases hechas y lugares comunes. Sin embargo, no todo es así, aún en los actos repetitivos, “ya sabidos”, que siguen un guión previamente establecido, el Espíritu Santo puede manifestarse. Si vemos la Creación, que expresa la naturaleza del Creador, nos encontramos con muchos actos cíclicos o repetidos, si se quiere, una especie de “liturgia natural”; aunque también hay un constante cambio y dinamismo.

De todas formas no pretendo discutir sobre el valor de lo litúrgico, sino concentrarme en uno de sus aspectos: cuando hablamos de liturgia estamos pensando en algo ya estipulado de antemano, y que va a seguir un guión establecido, de principio a fin. La adoración israelita, los ritos que ellos debían cumplir, y muchas cosas de su vida diaria que se relacionaban con su fe tenían también mucho de repetitivo, de litúrgico; así que esas primeras comunidades de cristianos no debían haber estado ajenas al hecho.

Entonces, tenemos un libro profético en el cual se relatan sucintamente un desastre tras otro, donde a uno le cuesta creer que alguien quede con vida al final, ¡pero la estructura general del libro es similar a una “liturgia”! Pues eso mismo es un mensaje de esperanza: ninguno de esos juicios pasa porque sí, nada se escapa del control del Señor y ya todo está “guionado”.

Por eso es que las naciones puede alegrarse, porque Dios es un juez justo, nada pasará que no sea perfectamente justo y todo llevará al final a la conversión y restauración de la humanidad y de la Tierra toda, porque Él es también Creador.

Mientras tanto, en una realidad difícil, incluso sin ver todavía al Mesías prometido, el salmista animaba a las naciones a alegrarse. Y no es el único Salmo en donde aparece este imperativo.

Por ello, mantengamos nuestra fe y nuestra alegría, aun cuando todo se vuelva más difícil, si estamos tomados firmemente de Su Mano, Él será nuestro Pastor, y en medio del desierto de las naciones nos pastoreará y nos guiará finalmente a una Tierra Prometida que no será como la que les dio Josué, sino perfecta y eterna.


Danilo Sorti




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