Salmos 67:2-4 RVC
2 ¡Que sea reconocido en la tierra tu camino,
y en todas las naciones tu salvación!
3 ¡Que te alaben los pueblos, Dios mío! ¡Que
todos los pueblos te alaben!
4 ¡Que las naciones se llenen de gozo, porque
tú juzgas a los pueblos con equidad y eres el Pastor de todas las naciones!
Dios reina por encima de toda la Creación y
nunca ha dejado de hacerlo. Él tiene todo el control y nunca dejará de tenerlo,
Él es perfecto amor, y al final cumplirá todos Sus buenos propósitos sobre la
Tierra.
Pero ¿cómo proclamar “¡que las naciones se
llenen de gozo!” cuando la injusticia y la maldad aumentan cada día de manera
vertiginosa, cuando la sangre de inocentes riega los campos, cuando la Creación
es destruida minuto a minuto, cuando la ley de Dios es ridiculizada y despreciada?
Cito unas frases de un comentario sobre
Apocalipsis, que a la sazón puede parecer muy académico y “libresco” (y
bastante poco espiritual para mi gusto, por cierto), pero con unas cuantas
verdades muy importantes:
“El prólogo de Apocalipsis, al igual que el
epílogo, con el que forma inclusión (en ambos resuenan los mismos temas), da a
toda la obra una atmósfera de serenidad, de confianza, en consonancia con el
tono claramente litúrgico que caracteriza a toda la obra, llena de himnos
litúrgicos que cantan el señorío de Dios y del Cordero.” (Josep-Oriol Tuñí,
Xavier Alegre, Introducción al estudio de la Biblia, Escritos joánicos y cartas
católicas, 7° ed. Editorial Verbo Divino, pág. 225).
Bueno, ¿y qué tiene que ver la “liturgia” con
el fin de los tiempos y el llamado a gozarse de las naciones? Por cierto,
“liturgia” es una palabra que nos produce prurito a los evangélicos, porque nos
recuerda algo más bien “aburrido”, pero el problema no está en que eso sino en
que nosotros no vemos la vida del Espíritu allí. Es cierto que las formas y las
“liturgias” aparecen muchas veces para reemplazar la vida y el dinamismo del
Espíritu. Es cierto también que los evangélicos hemos creado muchas “liturgias”
propias, muchas frases hechas y lugares comunes. Sin embargo, no todo es así,
aún en los actos repetitivos, “ya sabidos”, que siguen un guión previamente
establecido, el Espíritu Santo puede manifestarse. Si vemos la Creación, que
expresa la naturaleza del Creador, nos encontramos con muchos actos cíclicos o
repetidos, si se quiere, una especie de “liturgia natural”; aunque también hay
un constante cambio y dinamismo.
De todas formas no pretendo discutir sobre el
valor de lo litúrgico, sino concentrarme en uno de sus aspectos: cuando
hablamos de liturgia estamos pensando en algo ya estipulado de antemano, y que
va a seguir un guión establecido, de principio a fin. La adoración israelita,
los ritos que ellos debían cumplir, y muchas cosas de su vida diaria que se
relacionaban con su fe tenían también mucho de repetitivo, de litúrgico; así
que esas primeras comunidades de cristianos no debían haber estado ajenas al
hecho.
Entonces, tenemos un libro profético en el
cual se relatan sucintamente un desastre tras otro, donde a uno le cuesta creer
que alguien quede con vida al final, ¡pero la estructura general del libro es
similar a una “liturgia”! Pues eso mismo es un mensaje de esperanza: ninguno de
esos juicios pasa porque sí, nada se escapa del control del Señor y ya todo
está “guionado”.
Por eso es que las naciones puede alegrarse,
porque Dios es un juez justo, nada pasará que no sea perfectamente justo y todo
llevará al final a la conversión y restauración de la humanidad y de la Tierra
toda, porque Él es también Creador.
Mientras tanto, en una realidad difícil, incluso
sin ver todavía al Mesías prometido, el salmista animaba a las naciones a
alegrarse. Y no es el único Salmo en donde aparece este imperativo.
Por ello, mantengamos nuestra fe y nuestra
alegría, aun cuando todo se vuelva más difícil, si estamos tomados firmemente
de Su Mano, Él será nuestro Pastor, y en medio del desierto de las naciones nos
pastoreará y nos guiará finalmente a una Tierra Prometida que no será como la
que les dio Josué, sino perfecta y eterna.
Danilo Sorti
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