martes, 13 de noviembre de 2018

635. Para que tengamos misericordia


Jonás 4:10-11 RVC
10 Y el Señor le dijo: «Tú sientes lástima por la enredadera, por la cual no trabajaste, y a la cual no hiciste crecer; durante una noche creció, y a la noche siguiente dejó de existir.
11 ¿Y yo no habría de tener piedad de Nínive, esa gran ciudad con más de ciento veinte mil habitantes que no saben distinguir cuál es su mano derecha y cuál su mano izquierda, y donde hay muchos animales?»

Una de las enseñanzas prácticas de este pasaje es cómo hace Dios para que desarrollemos la misericordia. Y se trata propiamente de una enseñanza del Padre.

Las cualidades más tiernas de Dios nos pasan generalmente desapercibidas a muchos de nosotros, por varias razones. La vida no es fácil, aquellos que tienen roles de liderazgo o responsabilidades la tienen menos fácil todavía. Dado que los juicios de Dios ya han comenzado sobre la Tierra, uno tiene que “endurecerse” en cierto sentido para no ser abatido por lo que viene. ¿Cómo equilibrar eso con el delicado amor y entrañable ternura de Dios? Bueno, si sirve de consuelo, ¡solamente Dios puede hacerlo de manera perfecta! Pero nosotros podemos crecer en ello.

Jonás venía de “crudeza” en “crudeza”. Primero, era funcionario en el reino de Israel, ahí ya tenemos un ambiente difícil. Sabía perfectamente la crueldad de los asirios, por lo que quiso escapar ¡para evitar que actuara la misericordia de Dios! Termina siendo arrojado al mar y engullido por un pez, que luego lo vomita. Así, cruza la urbanización de Nínive anunciando solamente juicio. Y se sienta luego a esperar ansioso la destrucción de la ciudad, como para tratar de convencer a Dios de que no debía cambiar de opinión. ¿Cómo lograr que un corazón tan endurecido por las adversidades y el dolor se vuelva tierno? Pues bien, Dios utilizó su arma secreta: una plantita.

La creación manifiesta a Dios Padre, tanto que los hombres todos son juzgados por haber rechazado al Dios que se les reveló a través de las cosas hechas. Es importante saberlo: no es que sean condenados por rechazar a un Cristo del que muchos no escucharon, lo son por haber rechazado al Padre, que los hubiera guiado de alguna forma al Mesías. Pero en lo que nos interesa aquí, es la creación la que manifiesta a Dios, algo que queda muy en claro con Job: Dios le expone Su naturaleza a través de las cosas creadas. Por lo tanto, no es nada extraño que Dios siga hablando por medio de ellas, tanto en tiempo de juicio que viene de mano de la Creación como en tiempo de misericordia, también hablando por medio de ella.

Y con una planta silvestre le dio una lección de misericordia: si tenía lástima de una enredadera (y Dios no lo critica por ello, ¡con lo cual nos exhorta a cuidar aún lo más mínimo de Su creación!), ¿cómo no habría de tener Él misericordia de una ciudad de Nínive, con tantos niños pequeños y animales?

Bueno, parece entonces que el súper endurecido Jonás tenía un punto “débil”. Y no es distinto con nosotros; Satanás es muy hábil para endurecernos hacia nuestros semejantes; el ejemplo máximo es el aborto, el bebé es deshumanizado y llega a ser visto como una terrible molestia. Pero también pasa lo mismo con el adversario político, el extranjero, el pobre o el poderoso, el enemigo, el que está lejos, el que está cerca, etcétera, etcétera. Sin embargo, hay una brecha hacia la cual muy probablemente la persona no se haya endurecido (al fin y al cabo, todavía sigue siendo humano, o al menos, conservando algo de humanidad). Puede ser un animal doméstico, una planta, un insecto, en definitiva, algo pequeño, de muy poco “valor”, pero lo suficiente como para que el Espíritu pueda avivar el fuego de la misericordia, encender esa llamita minúscula que aún sigue prendida. El problema es cuando ya ni siquiera eso hay.

Entonces, no debemos dejar pasar esas enseñanzas tan sutiles que el Señor nos da a través de Su Creación, de las cosas pequeñas, porque con eso puede estar encendiendo una llama muchísimo más importante de lo que esas herramientas nos harían suponer.

En definitiva, Dios nunca se queda sin testimonio hacia los que pueden escuchar. Si persistimos en desoír esos mensajes sutiles, nos llega a pasar lo que describió Pablo:

1 Timoteo 4:2 RVC
2 y que por la hipocresía de los mentirosos que tienen cauterizada la conciencia,

Que el Señor nos guarde.


Danilo Sorti




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