Jonás 4:10-11 RVC
10 Y el Señor le dijo: «Tú sientes lástima
por la enredadera, por la cual no trabajaste, y a la cual no hiciste crecer;
durante una noche creció, y a la noche siguiente dejó de existir.
11 ¿Y yo no habría de tener piedad de Nínive,
esa gran ciudad con más de ciento veinte mil habitantes que no saben distinguir
cuál es su mano derecha y cuál su mano izquierda, y donde hay muchos animales?»
Una de las enseñanzas prácticas de este
pasaje es cómo hace Dios para que desarrollemos la misericordia. Y se trata
propiamente de una enseñanza del Padre.
Las cualidades más tiernas de Dios nos pasan
generalmente desapercibidas a muchos de nosotros, por varias razones. La vida
no es fácil, aquellos que tienen roles de liderazgo o responsabilidades la
tienen menos fácil todavía. Dado que los juicios de Dios ya han comenzado sobre
la Tierra, uno tiene que “endurecerse” en cierto sentido para no ser abatido
por lo que viene. ¿Cómo equilibrar eso con el delicado amor y entrañable
ternura de Dios? Bueno, si sirve de consuelo, ¡solamente Dios puede hacerlo de
manera perfecta! Pero nosotros podemos crecer en ello.
Jonás venía de “crudeza” en “crudeza”.
Primero, era funcionario en el reino de Israel, ahí ya tenemos un ambiente
difícil. Sabía perfectamente la crueldad de los asirios, por lo que quiso
escapar ¡para evitar que actuara la misericordia de Dios! Termina siendo
arrojado al mar y engullido por un pez, que luego lo vomita. Así, cruza la
urbanización de Nínive anunciando solamente juicio. Y se sienta luego a esperar
ansioso la destrucción de la ciudad, como para tratar de convencer a Dios de
que no debía cambiar de opinión. ¿Cómo lograr que un corazón tan endurecido por
las adversidades y el dolor se vuelva tierno? Pues bien, Dios utilizó su arma
secreta: una plantita.
La creación manifiesta a Dios Padre, tanto
que los hombres todos son juzgados por haber rechazado al Dios que se les
reveló a través de las cosas hechas. Es importante saberlo: no es que sean
condenados por rechazar a un Cristo del que muchos no escucharon, lo son por
haber rechazado al Padre, que los hubiera guiado de alguna forma al Mesías.
Pero en lo que nos interesa aquí, es la creación la que manifiesta a Dios, algo
que queda muy en claro con Job: Dios le expone Su naturaleza a través de las
cosas creadas. Por lo tanto, no es nada extraño que Dios siga hablando por
medio de ellas, tanto en tiempo de juicio que viene de mano de la Creación como
en tiempo de misericordia, también hablando por medio de ella.
Y con una planta silvestre le dio una lección
de misericordia: si tenía lástima de una enredadera (y Dios no lo critica por
ello, ¡con lo cual nos exhorta a cuidar aún lo más mínimo de Su creación!),
¿cómo no habría de tener Él misericordia de una ciudad de Nínive, con tantos
niños pequeños y animales?
Bueno, parece entonces que el súper
endurecido Jonás tenía un punto “débil”. Y no es distinto con nosotros; Satanás
es muy hábil para endurecernos hacia nuestros semejantes; el ejemplo máximo es
el aborto, el bebé es deshumanizado y llega a ser visto como una terrible
molestia. Pero también pasa lo mismo con el adversario político, el extranjero,
el pobre o el poderoso, el enemigo, el que está lejos, el que está cerca,
etcétera, etcétera. Sin embargo, hay una brecha hacia la cual muy probablemente
la persona no se haya endurecido (al fin y al cabo, todavía sigue siendo
humano, o al menos, conservando algo de humanidad). Puede ser un animal
doméstico, una planta, un insecto, en definitiva, algo pequeño, de muy poco
“valor”, pero lo suficiente como para que el Espíritu pueda avivar el fuego de
la misericordia, encender esa llamita minúscula que aún sigue prendida. El
problema es cuando ya ni siquiera eso hay.
Entonces, no debemos dejar pasar esas
enseñanzas tan sutiles que el Señor nos da a través de Su Creación, de las
cosas pequeñas, porque con eso puede estar encendiendo una llama muchísimo más
importante de lo que esas herramientas nos harían suponer.
En definitiva, Dios nunca se queda sin
testimonio hacia los que pueden escuchar. Si persistimos en desoír esos
mensajes sutiles, nos llega a pasar lo que describió Pablo:
1 Timoteo 4:2 RVC
2 y que por la hipocresía de los mentirosos
que tienen cauterizada la conciencia,
Que el Señor nos guarde.
Danilo Sorti
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