El comediógrafo latino Plauto (254-184 a. C.)
en su obra Asinaria, dice: “Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit
non novit”, Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce
quién es el otro (https://es.wikipedia.org/wiki/Homo_homini_lupus).
No
necesita mayor explicación, pero en la epidemia presente adquiere una nueva
dimensión: ya no se trata de las acciones o incluso, intensiones, sino de “algo
que está adentro”, que “no se ve” y que incluso puede no manifestarse en quien
lo lleva, pero puede generar una enfermedad mortal en el otro. Precisamente, el
“mal” ahora está escondido dentro de cada uno (o potencialmente lo estará), no
necesariamente se manifestará en la persona, o lo hará de forma leve, grave y
en algunos casos, mortal. No creo que haya una
imagen más clara y dramática de lo que es el pecado, no ya para nosotros, sino
para los otros.
Pues bien, ¡ahora el cuidado social es una
obligación! porque “yo” puedo ser portador de un mal mortal para mi prójimo, y
viceversa. ¡El mal está en mí! Aunque lo más probable es que yo no lo sepa…
¿Hay un “microbio espiritual” en mí,
escondido quizás, que pueda afectar a mi prójimo? Creo que ese es uno de los
grandes mensajes que el Señor nos está dando ahora. Claro que sí lo hay, y el
Señor lo dejó en claro desde el principio, pero no estoy hablando genéricamente
de lo que llamamos “pecado”, aunque está incluido, por supuesto.
Hay una dimensión del pecado, que está
escondido, esperando el momento, y que inevitablemente afectará a mi prójimo:
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Génesis 4:6-7 RVC
6 Entonces el Señor le dijo a Caín: «¿Por qué
estás enojado? ¿Por qué ha decaído tu semblante?
7 Si haces lo bueno, ¿acaso no serás
enaltecido? Pero, si no lo haces, el pecado está listo para dominarte. Sin
embargo, su deseo lo llevará a ti, y tú lo dominarás.»
Allí quedó claro como esta voz demoníaca
oculta puede manifestarse en la muerte de mi prójimo, además de la muerte
personal, como había ocurrido con los padres de Caín. Todo pecado “manifiesto”
implica muerte para “el otro” (además de la propia), es decir, “disminución de
vida”, de calidad de vida, de sustento para la vida, de principios para la
vida.
Pero finalmente, este tipo de pecado es algo
“externo” que podemos ver, si queremos, o que otros pueden ver y hacérnoslo
notar (si queremos escuchar…). Hay otra dimensión más sutil de pecado, que
provoca lo mismo, pero que no es tan fácil de ver.
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Mateo 5:27-28 RVC
27 »Ustedes han oído que fue dicho: “No
cometerás adulterio”.
28 Pero yo les digo que cualquiera que mira
con deseos a una mujer, ya adulteró con ella en su corazón.
Jesucristo nos dejó en claro que el pecado
está en el corazón, es una verdad conocida. Pero esos pecados ocultos no
afectan solamente a Dios, afectan a mi prójimo. Todo lo que obstaculice mi
relación espiritual impide que yo llegue a ser todo lo que Dios quiere que sea,
por lo tanto, habrá “más pecado” y “menos imagen de Dios” en mí, y eso,
inevitablemente, se manifestará en mis relaciones sociales, que serán de “menor
bendición” de lo que deberían.
En un sentido un poco más específico, la Biblia
nos muestra algunas cosas “escondidas” que impactan en el prójimo:
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Mateo 16:5-12 RVC
5 Los discípulos llegaron al otro lado, pero
se olvidaron de llevar pan.
6 En eso, Jesús les dijo: «Abran los ojos y
cuídense de la levadura de los fariseos y de los saduceos.»
7 Ellos comentaban entre sí: «Dice esto
porque no trajimos pan.»
8 Pero Jesús se dio cuenta y les dijo:
«Hombres de poca fe. ¿Por qué discuten entre ustedes que no tienen pan?
9 ¿Todavía no entienden, ni se acuerdan de
los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogieron?
10 ¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y
cuántas canastas recogieron?
11 ¿Cómo es que no entienden? Si les dije que
se cuidaran de la levadura de los fariseos y de los saduceos, no fue por el
pan.»
12 Entonces ellos entendieron que no les
había dicho que se cuidaran de la levadura del pan, sino de las enseñanzas de
los fariseos y de los saduceos.
“Abran los ojos”, es decir, no se trata de
algo que resulte demasiado evidente, o más bien, es algo que está oculto por un
velo de engaño (normalmente jezabélico) por lo que, aunque visible, los ojos
espirituales resultan cegados. Jesús aprovechó una situación particular para
grabar esta enseñanza en ellos, tenían necesidad de pan y Jesús les advierte de
que no debían conformarse con “cualquier clase de pan”, es decir, pan
espiritual. La enseñanza, tanto de fariseos como de saduceos, que,
aparentemente, se ubicaban en polos opuestos (algo así como la “izquierda” y la
“derecha”), en realidad contenían la misma levadura escondida, incluso a ellos
mismos.
Pero exactamente la misma advertencia vale
para mí: ¿hay levadura impropia escondida en mis enseñanzas? Difícil que no la
haya en absoluto. Debemos sacarla. ¿Cómo entra esa “levadura”? Jesús lo aclara:
nuestra “desesperación” por buscar “pan” (enseñanza, conocimiento) que no
provenga del Cielo. Allí hay “otro espíritu” dispuesto a enseñarnos cosas que
al principio resultan muy bíblicas y racionales. Sin darme cuenta, con toda la
buena intención y aún manifestando los dones del Espíritu, me transformo en un
transmisor involuntario de una enseñanza mortal.
Pero no solo esto, sino también las acciones,
el ejemplo. En realidad, Jesús enfatizó más las acciones que las palabras de
estas personas. Lo que hoy llamaríamos “el lenguaje no verbal” y todo lo que se
ha escrito sobre eso es lo que Jesús enseñaba allí.
Mi “lenguaje no verbal”, gestos, palabras
sutiles, silencios, fundamentalmente acciones, ¿está transmitiendo un virus
mortal?
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Lucas 12:1-3 RVC
1 Mientras tanto, la gente se había reunido
por millares. Era tal la multitud que se atropellaban unos contra otros. Jesús
comenzó entonces a hablar, y en primer término les dijo a sus discípulos:
«Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
2 Porque no hay nada encubierto que no haya
de ser manifestado, ni nada oculto que no haya de saberse.
3 Por tanto, todo lo que ustedes digan en la
oscuridad, se oirá a plena luz, y lo que ustedes musiten en la alcoba, se dará
a conocer desde las azoteas.
En otra oportunidad Jesús da la misma
enseñanza a la multitud, pero esta vez agrega una nueva información: ese
“virus” oculto inevitablemente se va a manifestar. Podemos decir que esta
manifestación será porque la “enfermedad” se hará visible en el portador o en
los que hayan estado en contacto con él. ¿Qué están manifestando los míos, la
gente que me rodea?
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1 Corintios 15:33 RVC
33 No se dejen engañar: las malas compañías
corrompen las buenas costumbres;
Pablo lo explica sucintamente: estar en
contacto con personas “infectadas” inevitablemente terminará por contagiarnos. Aún
cuando en nuestra presencia se comporten de forma distinta. Por supuesto, no se
refiere aquí a los contactos eventuales, sería imposible no tenerlos, o incluso
a las relaciones más o menos formales o distantes de trabajo o conocidos, sino
a una asociación más estrecha. Es la misma idea que expondría luego de otra
forma:
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2 Corintios 6:14-18 RVC
14 No se unan con los incrédulos en un yugo
desigual. Pues ¿qué tiene en común la justicia con la injusticia? ¿O qué
relación puede haber entre la luz y las tinieblas?
15 ¿Y qué concordia tiene Cristo con Belial?
¿O qué tiene en común el creyente con el incrédulo?
16 ¿Y qué acuerdo puede haber entre el templo
de Dios y los ídolos? ¡Ustedes son el templo del Dios viviente! Ya Dios lo ha
dicho: «Habitaré y andaré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo.»
17 Por lo tanto, el Señor dice: «Salgan de en
medio de ellos, y apártense; y no toquen lo inmundo; y yo los recibiré.
18 Y seré un Padre para ustedes, y ustedes
serán mis hijos y mis hijas.» Lo ha dicho el Señor Todopoderoso.
Aquí Pablo cita a Isaías 52:11, que se
refiere a las muchas enseñanzas sobre la pureza y la purificación que
encontramos en la Ley Mosaica. Resulta incluso “cansador”, cuando leemos el
Pentateuco, encontrar tantas y tantas indicaciones sobre la pureza ritual y
advertencias sobre no conservar nada de los pueblos que debían ser destruidos.
Evidentemente, y digo, ¡mucho más que “evidentemente”!, el Señor quería dejar
grabado a fuego en la mente de Su Pueblo este concepto de “no contaminarse”,
con cosas que quizás ellos no podían entender del todo en ese momento, pero que
hoy nos dicen mucho.
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Mateo 7:12 RVC
12 Así que, todo lo que quieran que la gente
haga con ustedes, eso mismo hagan ustedes con ellos, porque en esto se resumen
la ley y los profetas.
Este pasaje nos revela otro “virus oculto”. Y
es tan sutil… No puedo tener un “comportamiento neutro” con mi prójimo, es
decir, no puedo ser “indiferente”, o no prestarle atención. Aclaro que esto no
significa que debamos ser “buenistas” o convertirnos en una especie de felpudo
de todo el mundo, Jesús nunca lo hizo. Significa que debemos tratarlos con amor
y verdad, con misericordia y justicia, con cuidado pero sin aceptar abusos. Es
decir, un amor maduro.
Pero…
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Levítico 19:17-18 RVC
17 »No abrigues en tu corazón odio contra tu
hermano. »Razona con tu prójimo, para que no te hagas cómplice de su pecado.
18 »No te vengues, ni guardes rencor contra
los hijos de tu pueblo. »Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.
¿Cómo puedo amar a mi prójimo con madurez si
no lo hago conmigo mismo? ¿Qué cosa “más oculta” hay en el alma de la persona
que la propia falta de amor hacia uno mismo? No me refiero al “instinto de
supervivencia”, sino a todas las dimensiones del amor según la Biblia.
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Hebreos 10:24 RVC
24 Tengámonos en cuenta unos a otros, a fin
de estimularnos al amor y a las buenas obras.
No necesitamos “hacer lo malo”
manifiestamente, pero aún si no nos animamos conscientemente unos a otros,
estamos transmitiendo un “virus mortal”.
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Romanos 14:19-20 RVC
19 Así que, sigamos lo que contribuye a la
paz y a la mutua edificación.
20 No destruyas la obra de Dios por causa de
la comida. Todas las cosas son limpias; lo malo es hacer tropezar a otros por
lo que comemos.
¡Qué difícil es cumplir esto en una época en
la cual todos reclamamos “nuestros derechos”! De nuevo, Pablo no está diciendo
que debamos convertirnos en “felpudos vivientes”, sino que tengamos cuidado en
cuestiones que son menores. De hecho, a la luz de la revelación del Nuevo
Pacto, el tema de los alimentos y los días no es lo más importante, pero para
algunos sí puede serlo.
¿Qué es lo “pequeño” en mí que afecta al
otro? ¿Cuáles son aquellas cosas que no son pecado en sí mismas, pero que
pueden hacer tropezar al otro?
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Tito 3:8-9 RVC
8 Ésta es palabra fiel, y en esto quiero que
insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en las
buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.
9 Pero evita las cuestiones necias, las
genealogías, las contenciones y las discusiones acerca de la ley, porque son
vanas y no son de provecho.
Aquellos que nos gusta hablar o escribir
tenemos que tener especial cuidado con esto, ¡qué fácil es enredarse en
cuestiones insensatas, sin provecho! De nuevo, algunas de ellas no son
necesariamente malas, incluso pueden tener su utilidad en determinados
contextos, pero pueden ser dañinas en otro. Un “virus que parece bíblico”, que
usa la Biblia, pero que enferma.
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Deuteronomio 4:9 RVC
9 »Por lo tanto, ten cuidado. Ten mucho
cuidado de no olvidar nada de todo lo que tus ojos han visto. Que no se aparten
de tu corazón en ningún momento de tu vida. Al contrario, enséñales esto a tus
hijos, y a los hijos de tus hijos.
“No enseñar” lo bueno es, a la larga, el
virus más mortífero que hay. El período más oscuro de la historia de Israel
comenzó cuando sufrió esa “epidemia”:
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Jueces 2:10 RVC
10 Y murió también toda esa generación, y se
reunió con sus antepasados. Después de ellos vino otra generación que no
conocía al Señor, ni sabía lo que el Señor había hecho por Israel.
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Salmos 19:12 RV1995
12 ¿Quién puede discernir sus propios
errores?
Líbrame de los que me son ocultos.
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Jeremías 17:9 RV1995
9 »Engañoso es el corazón
más que todas las cosas, y perverso;
¿quién lo conocerá?
Este virus que ahora ocupa los titulares
mundiales se encuentra, al igual que todo otro virus o bacteria, vale decir,
bien dentro nuestro, en lo oculto, y no puede encontrarse (a menos que haya
síntomas) si no se realiza un análisis específico. Todo lo que mencionamos
arriba también está oculto en nuestro interior, no es fácilmente visible, no
solemos tenerlo en cuenta ni le prestamos suficiente atención. Pero todo eso
tiene una potencialidad letal enorme. Creo que Dios nos está llamando la
atención de manera contundente: ya es hora que no dejemos pasar más esas
“pequeñas zorras” porque si hasta ahora el Espíritu Santo las toleró, es el
momento de empezar a quitarlas… sólo Él puede mostrárnoslas.
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Números 32:14 RVC
14 »Y ahora resulta que ustedes, prole de
pecadores, siguen el mal ejemplo de sus padres y añaden más a la ira del Señor
contra Israel.
Todo esto se relaciona fuertemente con el
concepto de iniquidades, esas “raíces de maldad” que heredamos de nuestros
antepasados, que en rigor no son por culpa nuestra, aunque muchas veces podamos
pecar en relación con ellas, las cuales pueden permanecer ocultas toda nuestra
vida si es que no las entendemos. Moisés entendía bien este concepto y, aunque
en el episodio del texto estaba siendo injusto con su juicio, alude a ese
principio.
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2 Corintios 5:17 RVC
17 De modo que si alguno está en Cristo, ya
es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es nuevo!
Sabemos que todo pecado y toda iniquidad ha
sido clavada en la cruz, pero no podemos asumir la visión simplista y muy
cómoda de pensar que al habernos arrepentido y creído en Cristo como Señor y
Salvador, automáticamente todo es solucionado. Sobradísima evidencia tenemos de
que no es así: tenemos a disposición todo el poder que necesitamos, pero se nos
exige ponerlo en acción conscientemente en cada área particular de nuestro ser.
Esta pandemia se transforma en una
poderosísima metáfora sobre esta realidad, cuando debemos mantenernos aislados
unos de otros para evitar posibles contagios es inevitable comprender que “algo
dentro mío” o “algo dentro de mi prójimo” puede ser mortal. Ahora es un virus,
pero hay otro virus mucho peor, el pecado, y dentro de él, aquel que es oculto,
que se transmite involuntariamente. Es el tiempo de permitir que, en la soledad
y el aislamiento, el Señor lo trate.
Danilo Sorti
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