Mateo
25:1-13 RVC
1 »En
aquel tiempo, el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomaron
sus lámparas, y salieron a recibir al novio.
2
Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.
3 Las
insensatas, tomaron sus lámparas, pero no llevaron aceite;
4 en
cambio, las prudentes llevaron sus lámparas y también vasijas con aceite.
5 Como
el esposo se demoró, todas cabecearon y se durmieron.
6 A la
medianoche se oyó gritar: “¡Aquí viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!”
7
Todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.
8
Entonces las insensatas dijeron a las prudentes: “Dennos un poco de su aceite,
porque nuestras lámparas se están apagando.”
9 Pero
las prudentes les respondieron: “A fin de que no nos falte a nosotras ni a
ustedes, vayan a los que venden, y compren para ustedes mismas.”
10
Pero mientras ellas fueron a comprar, llegó el novio, y las que estaban
preparadas entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta.
11
Después llegaron también las otras vírgenes, y decían: “¡Señor, señor,
ábrenos!”
12
Pero él les respondió: “De cierto les digo, que no las conozco.”
13 Estén
atentos, porque ustedes no saben el día ni la hora en que el Hijo del Hombre
vendrá.
Esta
parábola se ha utilizado muchas veces en relación con la venida de Cristo, es
claramente escatológica porque se encuentra en una sección mayor del Evangelio
de Mateo, formada por los capítulos 24 y 25, en la que el escritor agrupa las
enseñanzas relacionadas con el fin de los tiempos. Nunca ha estado libre de
algunos conflictos en su interpretación, casi todos los textos que hablan del
fin de la era presente han sido una especie de “piedra de tropiezo” para muchos
teólogos y maestros, especialmente cuando no han tenido la humildad suficiente
como para reconocer la dosis de ignorancia o incertidumbre que tenían. Tal como
el ángel le dijo a Daniel, hay cosas “selladas” que solo serán reveladas al
final.
Hay
tres textos que se agruparon en el capítulo 25. Recordemos un poco cómo fue
esta división por capítulos, que, obviamente no existían en el original:
“Esteban
Langton, arzobispo de Canterbury, que había sido gran canciller de la
Universidad de París, hizo la división del Antiguo Testamento y Nuevo
Testamento en capítulos sobre el texto latino de la Vulgata de San Jerónimo,
hacia el año 1226.”
“…finalizando
el siglo XVI, los judíos, los protestantes y los católicos habían aceptado la
división en capítulos introducida por Stephen Langton y la subdivisión en
versículos introducida por Robert Estienne.” (https://es.aleteia.org/2016/03/07/quien-dividio-la-biblia-en-capitulos-y-versiculos/)
Es interesante que el número 25
significa “bendición”, y es el resultado de multiplicar 5 por sí mismo, que es
el número de la gracia. No es casualidad que los tres relatos que contiene
prometen enormes bendiciones para los fieles… así como terribles maldiciones
para los rebeldes.
No es casualidad que sean tres y
aunque todos hablan de Jesucristo, también se refieren a las tres personas de
la Trinidad: en la parábola de las diez vírgenes, el aceite claramente
representa al Espíritu Santo, la parábola de los talentos hace referencia a la
iglesia y los ministerios que el Señor entrega, y el juicio delante del Trono
es claramente una alusión al Padre.
No es casualidad tampoco que las
bendiciones y juicios de cada sección sean progresivamente mayores. En el
primer caso, se trata, nada más y nada menos, que de ser llevados por el Señor
antes de los juicios sobre la Tierra o ser dejados y soportarlos. Con todo,
muchos de los que se queden tendrán una oportunidad de arrepentirse y algunos
lograrán pasar al nuevo reino venidero. En el segundo caso, se trata de la
recompensa o falta de recompensa eternas. En el tercero, de la vida o el
castigo eternos.
Por supuesto, hay mucho más que
podemos decir sobre estos textos, pero valga hasta aquí como introducción, en
función de su interpretación clásica. Lo cierto es que las enseñanzas que
normalmente damos sobre ellos se refieren al futuro y al presente “solo” nos
dejan con la necesidad de vivir vidas santas y atentas. No es poco, ¡para nada!
Pero no es todo.
Si asumimos que, además de
relatar hechos todavía futuros, nos están indicando principios espirituales que
rigen en el presente, se vuelven mucho más actuales. ¿Qué quiere decir la
parábola de las diez vírgenes “en el presente”? ¿Cómo se aplica hoy?
Situemos el relato, Jesús habla
del “Reino de los cielos”, esto no se refiere a los incrédulos sino a los hijos
de Dios. La imagen es la de una boda en la que el novio visita los distintos
poblados y un grupo de doncellas salen a recibirlo, pero no hay una hora fija
estipulada, así que no saben cuándo vendrá, por lo que tienen que esperar un
tiempo indeterminado.
Ese grupo, en apariencia
homogéneo, está formado por una mitad de “prudentes” y otra de “insensatas”.
La palabra “prudente” traduce a:
φρόνιμος, frónimos; sensato, sagaz, discreto, cuerdo, juicioso, sabio. La
palabra “insensata” traduce a: μωρός, morós; fatuo, ignorante, tonto, necio,
idiota, cabezadura.
Por lo pronto hay una
advertencia muy seria: no podemos ser cristianos cabales “solamente teniendo
fe”. Reducir el Mensaje del Evangelio a la fe y nada más que la fe es un
grandísimo error. Sin duda que ella es la puerta de entrada, pero habiendo
cruzado el umbral, queda un largo camino por delante…
El texto es una parábola tomada
de sucesos que ocurrían en su tiempo, todas sabían que la hora de llegada del
novio era desconocida; él hacía un recorrido y no podía saberse con exactitud
cuánto demoraría en cada lugar, a lo sumo podía estimarse. Quiero decir que la
demora no podía tomar por sorpresa a nadie porque era esperable.
“¡Aquí
viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!” es el grito del fin de los tiempos, pero
también es el momento cuando Él “viene”, es decir, cuando se manifiesta sobre
la Tierra, cuando el Señor mueve Su mano y hace cosas sorprendentes, que son
“inesperadas” para la gran mayoría porque, al igual que las vírgenes, se
“durmieron”. Esta es la conexión con el tiempo presente en la aplicación
parcial de esta profecía.
Marcos
13:35-37 RVC
35 Así
que ustedes deben mantenerse despiertos, porque no saben cuándo vendrá el señor
de la casa, si al caer la tarde, o a la medianoche, o cuando cante el gallo, o
al amanecer;
36 no
sea que venga cuando menos lo esperen, y los encuentre dormidos.
37
Esto que les digo a ustedes, se lo digo a todos: ¡Manténganse despiertos!»
No
debemos dejar este versículo solo para el futuro, para el momento de Su venida,
porque es también para el presente: en un sentido simbólico pero no tanto, el
Señor “viene” cuando actúa de manera disruptiva, cuando cambia el curso de la
historia, cuando altera el curso normal de los acontecimientos. “Viene” porque
está haciendo algo nuevo y llevando a Su pueblo a nuevos desafíos, por lo que
espera una respuesta adecuada, es decir, que “se metan junto con Él” en eso
nuevo, en esos nuevos planes y propósitos, que exigen una nueva intimidad
espiritual, que requieren estar más cerca, escucharlo más atentamente, todo lo
cual es una imagen de “entrar con él a las bodas”.
El que
está dormido no sabe lo que ocurre a su alrededor, no está mirando los tiempos,
no está escuchando lo que el Espíritu habla, ya que nunca nos va a dejar desprevenidos
sobre lo que pasará, y es imposible que no alerte a Su pueblo sobre lo que
viene, desde mucho tiempo antes.
Ahora
bien, “todas cabecearon y se durmieron”, es un hecho. No son muchos los que
están perfectamente despiertos en sus puestos de atalayas. Casi es inevitable
que, al menos en algún aspecto, seamos tomados por sorpresa. Ninguna persona puede
saber todo. Aunque estemos alertas sobre lo que el Espíritu está diciendo,
generalmente no tenemos todos los detalles. Nadie, por más espiritual que sea,
está libre de no ser sorprendido en algún sentido.
Pero
notemos que en la parábola el Señor no está criticando a las vírgenes por
“dormirse”, hay que asumir nuestra debilidad humana y no caer en la soberbia de
pensar que seremos “superespirituales” despiertos “24/7”.
Precisamente
cuando reconocemos nuestra debilidad humana, nuestra tendencia a “dormirnos” es
que nos volvemos prudentes, sensatos, cuerdos, sagaces. Dado que
inevitablemente algo nos va a tomar por sorpresa, ¿qué es lo más sabio? Pues
guardar “aceite”.
Claramente
el aceite es símbolo del Espíritu Santo y de lo que él hace. Tener aceite “de
reserva” no significa tener “más Espíritu” porque eso es imposible; dice el
Señor que Él no da el Espíritu por medida. Lo tenemos o no lo tenemos, y punto.
Pero lo que sí podemos poseer “por medida” es Su revelación, Sus palabras, la
práctica de estar en comunión y escuchar (y obedecer) Su voz, por decirlo de
algún modo, las “disciplinas espirituales”.
Hasta
ese momento no había gran diferencia entre las muchachas que habían hecho
reserva de aceite y las que no. Hasta es probable que las que no compraron
aceite de más hubieran tenido más plata para adornar sus vestidos y se hubieran
visto incluso más lindas. La diferencia entre unos y otros no se ven claramente
hasta los tiempos de crisis. Cuando esto ocurre, los primeros “salen corriendo”
a buscar y rebuscar las palabras escritas de hace tiempo para tratan de
entender qué está ocurriendo y por qué.
Este
proceso no es fácil, comprender todas las dimensiones de una crisis y del
“mundo que viene” implica incorporar muchos conceptos nuevos, pero más que nada,
cambiar la forma de ver y entender muchas cosas, propiamente, nuestros marcos
conceptuales más generales, darse cuenta de que uno ha estado engañado y
confundido, que ha creído en mentiras durante toda su vida, discernir cuáles de
los mensajes que se están dando en el momento de la crisis es verdadero, porque
inevitablemente surgen muchos aprovechadores con falsos mensajes, y “ubicarse”
en el nuevo mundo.
Implica
cambiar profundamente marcos conceptuales en relación con las naciones, los
poderes que mueven el mundo, la economía, las “cosas como son”, anhelos y
proyectos personales, expectativas de vida, la familia, los amigos y uno mismo.
Implica arrepentirse se haber rechazado el mensaje de los “locos alarmistas”
que durante mucho tiempos nos alertaron. Por sobre todo, implica cambiar
nuestra concepción sobre Dios. Son cambios muy grandes porque son profundos,
van a los cimientos mismos de la personalidad y, más que nada, constituyen un
duro golpe al orgullo de los que vivían “despreocupados”, es decir, sin estar
alerta a lo que se anunciaba que vendría. La persona tiene que reconocer que ha
estado errada, que ha dicho muchas cosas incorrectas, que ha ofendido y
rechazado injustificadamente a muchas personas, y, más que nada, que ha
rechazado las advertencias que Dios mismo le hizo de muchas formas diferentes.
Más que el “cambio de paradigmas” las personas tienen que hacer un profundo
duelo de una forma de pensar y de ser errada. Inevitablemente pasará por todas
la etapas del duelo, excepto que entre en un círculo vicioso de negación y no
salga de allí.
Para
peor, una vez que se “cae en cuenta” de la realidad, ¿cómo juntar los pedazos?
Es decir, ¿a quién escuchar? Porque es obvio que en momentos de crisis aparecen
muchos charlatanes (nosotros diríamos “chantas”) y hace falta tener bases
sólidas para descubrirlos. En la práctica, el que comienza a transitar este
camino de cambio inevitablemente caerá en alguno u otro error, deberá
reconocerlo y salir de él. Esto agrega una dificultad extra.
Entendamos
que lo que dijimos hasta aquí no es un proceso meramente “intelectual”,
requiere un arrepentimiento profundo, implica grandes cambios personales, hay
cuestiones espirituales y morales implicadas, no simple “conocimiento”.
¡Todo
esto junto es demasiado! Las jóvenes que fueron a buscar aceite precisamente
tuvieron que hacer todo este recorrido, por lo que no estuvieron preparadas
para el momento en que el Novio vino. La “oportunidad” les pasó de largo,
pudieron verla, pero no aprovecharla.
En
cambio, las jóvenes que estuvieron preparadas representan a los que hicieron
todo el proceso que mencionamos más arriba a lo largo del tiempo, es decir,
cuando las “cosas iban bien”, cuando uno simplemente podía “disfrutar de la
vida” y no angustiarse por lo que vendría. Ellos, que llenaron sus lámparas de
aceite, estaban preparados; no tuvieron que hacer ningún cambio de paradigma
porque ya tenían los correctos, no tuvieron que arrepentirse porque ya lo
habían hecho, no tuvieron que aprender de profecías y escatología porque ya las
estudiaron durante años, y, por sobre todo eso, el Espíritu Santo tenía pleno
acceso a ellos por lo que podían escuchar Su voz, Su fortaleza, consuelo y
dirección. Más allá de cuánto supieran o no de lo que vendrían, conocían
perfectamente a Su Señor y a Su Voz, por lo que “son los que siguen al Cordero
por dondequiera que va” (Apocalipsis 14:3-5), saben que el Novio, Él mismo, es
mucho más grande que cualquier circunstancia, por lo que ninguna los puede
tomar por sorpresa.
¿Qué
quiere decir, en la actualización de la parábola, el hecho de que “entraron con
él a las bodas, y se cerró la puerta”? Entraron en Sus planes, recibieron la
comisión para Sus propósitos para el nuevo tiempo que comienza y fueron
establecidos como los líderes de ese tiempo. Junto con eso, como añadidura,
recibieron las bendiciones y la provisión para esos nuevos tiempos. Entraron en
la “intimidad del Señor”, en el Consejo Divino en los Cielos, desde donde se
saben y deciden los destinos divinos sobre la humanidad. El resto no pudo
entrar, y no entrará hasta que no haga todo el proceso. Entendamos, la realidad
no es tan simple como “ir a comprar aceite”, que, de hecho, en ese entonces, no
resultaba tan barato y accesible como hasta ahora ha sido para nosotros, ¡es un
proceso largo, difícil y complejo!
¿Tan
egoístas son las jóvenes prudentes que no quieren “darles aceite” a las
insensatas? Bueno, ha sido el trabajo de ellas, implicó mucho esfuerzo (el
aceite no era barato…), esperaron mucho por ese momento, el Novio las está esperando,
para que la ceremonia de bodas se completara, ellas debían estar allí. Tanto
por ellas mismas como por el resto, no podían darles aceite. Por otro lado,
sólo tenían para sí, “nuestro aceite espiritual” es nuestro e intransferible:
no podemos “dar” nuestra vida espiritual, no podemos “dar” como por ósmosis
nuestro conocimiento, no podemos “dar” nuestro caminar en santidad. Podemos
enseñarlo, pero eso toma tiempo, y no hay ninguna “transferencia mágica” allí,
simplemente una ayuda para acelerar su desarrollo individual, nada más. Es
decir, resulta imposible “transferir” este “aceite espiritual”.
Hay
una buena noticia: todavía no ha llegado el cumplimiento pleno de esta
profecía. Hoy hay muchos que están desconcertados como las cinco jóvenes
insensatas: metafóricamente “corren de aquí para allá”, desesperados, buscando
una palabra, una revelación, el último video sobre los propósitos del NOM y del
Dragón Rojo, el último mensaje profético. Enhorabuena que lo están haciendo,
todavía hay muchos que simplemente niegan el cambio tan drástico que estamos
viviendo, o peor aún, se refuerzan en sus viejos esquemas. La diferencia entre
“las vírgenes” y el resto es que ellas, al menos, conocen al Novio. Las
insensatas no lograrán entrar en el nuevo diseño que viene, pero reconocerán
que el Novio vino. Hoy todavía hay tiempo para ellas. Mañana no, pero hoy sí.
Si son fieles, un poco más adelante podremos juntarnos todos en el Nuevo Odre
que dramáticamente ha comenzado a formarse.
Este
“cumplimiento parcial” de la profecía es una advertencia para su cumplimiento
definitivo, todavía futuro. Los “insensatos” que aprovechen este tiempo, no
sufrirán pérdida luego. Los que no, tampoco tendrán excusa más tarde.
Danilo
Sorti
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