jueves, 30 de abril de 2020

776. El 15 y un nuevo camino – IV, Salmo 121


Si el Salmo 120 es el primer paso y enfoca en la función del profeta – iniciador, el siguiente debe necesariamente enfocar en la función del siervo, el que crea ambientes, limpia, cuida. A su vez, se trata de la segunda etapa del peregrino que emprende este viaje de 15 estaciones.

Salmos 121:1-8 RVC
1 Elevo mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro?
2 Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra.
3 El Señor no dejará que resbales; el que te cuida jamás duerme.
4 Toma en cuenta que nunca duerme el protector de Israel.
5 El Señor es tu protector; el Señor es como tu sombra: ¡siempre está a tu mano derecha!
6 Ni el sol te fatigará de día, ni la luna te agobiará en la noche.
7 El Señor te librará de todo mal; el Señor protegerá tu vida.
8 El Señor te estará vigilando cuando salgas y cuando regreses, desde ahora y hasta siempre.

La escena es, propiamente, la del peregrino que al momento de emprender su viaje, o más precisamente, habiendo salido recién de la ciudad de maldad, levanta la vista hacia el camino montañoso y peligroso que tenía por delante. ¡Nadie más necesario de protección y cuidado! Se enfrentaría a entornos desconocidos y peligrosos, haciendo en extremo necesaria la función divina de “creación de espacios seguros”.

Este Salmo ha tenido varias cuestiones de interpretación. A veces se ha considerado en un sentido “positivo” y más “moderno”: alzar los ojos a los montes en señal de elevarse a los espacios “altos” para encontrarse con Dios. La realidad es que si nos ubicamos en ese tiempo, los montes más bien eran (y siguen siendo) los lugares de los altares paganos, por lo que algunos consideran que la primera parte del versículo 1 debería ser una pregunta: “¿elevaré mis ojos a los montes?”, es decir, “¿buscaré mi ayuda en los ídolos?”.

De todas formas, si ubicamos el Salmo en el contexto de los 15, quizás la interpretación que planteo en el otro párrafo sea la más correcta: el viajero emprende un camino peligroso, y en ese camino que cruza por los montes, se encontrará inevitablemente con los más fuertes altares a los ídolos paganos y con sus sangrientos adoradores, además de ladrones y fugitivos de los caminos peligrosos.

En todo caso, este camino el salmista lo emprende “solo”, no es un camino seguido por muchos, no es fácil encontrar compañía y aún si la hubiera, hay mucho “trato personal” allí. Es un proceso que realizamos de la mano del Señor. Por eso reconoce que su socorro solo puede venir de Él.

Los dos primeros versículos plantean el tema que desarrollarán los siguientes: en qué consiste esa protección divina. En el artículo anterior vimos que el simple hecho de reconocer que uno está mal y pedir ayuda al Señor no es tan fácil ni tan común como parece. En estos tiempos de extrema rebeldía, muchos no lo harán nunca, ni aún en medio de juicios que la humanidad no ha conocido hasta ahora. Es un duro golpe al orgullo, incluso para los cristianos. Pero ahora es necesario reconocer esta ayuda, es decir, tener esperanza, confiar a cada paso del camino. Una cosa es creer que el Señor nos protege en un ámbito conocido, aunque estemos rodeados de malvados (como dice el dicho, “mejor malo conocido que bueno por conocer…”), otra cosa es confiar en que seremos protegidos al enfrentar peligros y desafíos totalmente desconocidos.

No tenemos idea del “tamaño” de nuestro Dios hasta que no nos enfrentamos a enormes problemas. Mientras más grande sea el problema que el Señor solucione, más conocemos de Su grandeza. Por supuesto, no terminaremos de crecer en el conocimiento del “tamaño” de Dios durante toda la eternidad, realmente no hay un “limite”, nunca “nos graduamos” de eso, simplemente crecemos. Y cada nuevo desafío viene con su cuota de temor e incertidumbre… y la necesaria fe.

Entonces, el segundo paso implica una dosis de humildad para reconocer que no conocemos al Señor tan bien como pensábamos, y que tampoco nos conocemos a nosotros, porque descubrimos que somos más miedosos e inseguros de lo que suponíamos. ¡Otra vez la vieja y (a veces no tan) querida humildad!

¿Qué “Dios” nos socorre? Nada menos que el Creador del cielo y la tierra. A medida que avanza nuestro conocimiento geológico y astronómico, más grande es la dimensión del Creador… teniendo en cuenta que esta Creación es solo una pequeña parte de lo que Él puede hacer…

¿En qué consiste el cuidado del Señor? Hay doce expresiones, precisamente número de gobierno, es decir, Dios tiene el perfecto gobierno sobre cualquier circunstancia:

1) No dará tu pie al resbaladero
2) ni se dormirá el que te guarda
3) Por cierto, no se adormecerá ni dormirá
4) el que guarda a Israel
5) Jehová es tu guardador
6) Jehová es tu sombra a tu mano derecha
7) El sol no te fatigará de día
8) ni la luna de noche
9) Jehová te guardará de todo mal
10) él guardará tu alma
11) Jehová guardará tu salida y tu entrada
12) desde ahora y para siempre

El peregrino tiene que reconocer, y va a conocer de hecho, la protección del Señor en este camino que emprende, que es más que un camino “material” sino espiritual.

1) No dará tu pie al resbaladero à propiamente “resbaladero” implica oscilación, caída. ¡Qué cosa más fácil es tropezarse en un pedregoso camino de montaña y resbalar pendiente abajo unos cuantos metros atrás en el camino para levantarse sucio y lastimado! O bien, resbalarse en el camino de descenso, hasta llegar unos metros más abajo, habiendo adelantado camino, sí, pero tan sucio y magullado como en el caso anterior. Pero hay otra imagen peor, la del camino angosto por el desfiladero, cuya caída es mucho más grave. Estos caminos difíciles se hacen con ayuda de un cayado o vara resistente, un soldado podía usar su espada para clavarla en el piso, o más bien, varios peregrinos podían ayudarse uno a otro. Así que la imagen nos remite tan lejos en la historia como Enoc, de quien se dice que “camino con Dios”, es decir, que lo tuvo a Dios como compañero de viaje en su vida. Es la forma en que Él nos cuida en esos caminos difíciles. Y, ¿andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?

2) ni se dormirá el que te guarda à podemos asimilar la imagen aquí al vigía que se duerme en su puesto, lo que podía ser frecuente. En todo caso, Dios no se va a “cansar” de cuidarnos. A veces creemos en la protección divina durante un tiempo, pero luego “parece” que Dios se durmió, que se olvidó o que perdió la paciencia con nosotros, pero no es el caso. Nos recuerda también “la noche” en que el Señor veló para sacar a Su pueblo de Egipto.

3) Por cierto, no se adormecerá ni dormirá à la repetición enfatiza el concepto, y agrega algo más; no solamente no se va a “dormir”, sino tampoco “adormecer”, es decir, no va a disminuir su “atención” de cuidado sobre nosotros.

4) el que guarda a Israel à otra repetición que parece redundante pero agrega una nota importante: no se trata solamente de que Dios guarda al peregrino, sino que guarda al pueblo de ese peregrino, y eso nos lleva a las promesas dadas a Abraham y los patriarcas, a los propósitos con Israel hacia las naciones, a cosas mucho mayores que la propia vida del peregrino, aún con todo el cuidado personal del Señor. No solamente lo cuida porque es uno de Sus fieles, sino porque hay diseños sobre la nación que representa.

5) Jehová es tu guardador à este es el propio nombre de Dios, el Dios personal de Israel no el “creador abstracto” que todos los panteones de dioses de la antigüedad tenían, y que luego de haber hecho el mundo se había “retirado” de él, sino el Creador que sigue ocupándose con mucho cuidado de Su pueblo, el Dios que se manifestó a Moisés con ese nombre, dando origen a la historia de la libertad de Israel. El Dios de la historia es el protector del peregrino.

6) Jehová es tu sombra a tu mano derecha à la idea de “sombra” tiene que ver con amparo, protección contra el sol abrasador del desierto, el que protege de las condiciones duras del entorno, porque tiene autoridad sobre la creación, Su creación. Pero “a tu mano derecha” trae el recuerdo de la nube del desierto, que continuamente estaba con el pueblo.

7) El sol no te fatigará de día à aún en condiciones normales, la jornada bajo el sol llega a fatigar. La promesa de protección es también sobre ese desgaste diario, lento, constante y muy peligroso a la larga.

8) ni la luna de noche à de noche es necesario descansar, y el Señor promete ser ese descanso. De nuevo, podemos pensar en la protección nocturna en el desierto, cuando el frío golpea.

9) Jehová te guardará de todo mal à en definitiva, sea lo que sea, se llame como se llame, conocido o desconocido, el Dios personal, que se da a conocer por Su Nombre, promete ser el protector. “Venga lo que venga”, allí estará Él, y esa debe ser la confianza del peregrino.

10) él guardará tu alma à no solamente se encargaría de cuidar las condiciones externas de la vida sino lo más íntimo, el interior del peregrino. Este concepto es muy familiar para los cristianos, pero no lo era tanto para ellos en ese tiempo, el interior del ser humano seguía siendo un territorio bastante desconocido, pero aún allí, en lo “desconocido” de la persona, el Señor estaría.

11) Jehová guardará tu salida y tu entrada à esto implica durante todo el viaje, “desde” que saliera “hasta” que llegara, sin importar cuánto durara. De una punta a otra. El mismo que a sí mismo se llama “el Primero y el Último”, el que lo llena todo, y también el camino del peregrino. Él estaba en todo lugar, un concepto que en aquel entonces no resultaba tan común, teniendo en cuenta los muchos dioses territoriales que existían. Le costó tiempo a Israel reconocer que su Dios es el Dios de todo el mundo. Dios sigue siendo Dios aún en los “territorios desconocidos” donde no tenemos muy en claro que Él esté.

12) desde ahora y para siempre à en todo momento, no solo en todo lugar, y sin límite en el futuro, propiamente para un peregrino que empieza un camino que probablemente sea indefinido, es decir, con un “fin” que no se conoce o no se vislumbra con claridad. El peregrino sabe el “ahora”, pero no el mañana. El Señor diría siglos después: “¡Ya bastante tiene cada día con su propio mal!”, por lo que Sus seguidores no debían preocuparse innecesariamente por lo que de todas formas no podrían resolver en ese momento.

En definitiva, las doce expresiones son una sola: Él estará siempre allí para cualquier necesidad. Puede estar la disposición a iniciar el camino, pero si no está la confianza en Su protección, solo nos quedaremos con las valijas preparadas al costado de la ruta mirando hacia la distancia, nada más.


Danilo Sorti




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