Génesis 9:1-7 RVC
1 Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les
dijo: «Reprodúzcanse y multiplíquense: ¡llenen la tierra!
2 El temor y el miedo a ustedes estarán en
todo animal de la tierra, en toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva
sobre la tierra, y en todos los peces del mar. Quedan en las manos de ustedes.
3 Todo lo que se mueve y tiene vida les
servirá de alimento, lo mismo las legumbres que las plantas verdes. Yo les he
dado todo.
4 Pero la carne con su vida, que es su
sangre, no la comerán.
5 Porque ciertamente yo demandaré de la vida
de ustedes esa sangre; la demandaré de las manos de todo animal, y de las manos
del hombre; demandaré la vida del hombre de manos del hombre, su hermano.
6 La sangre del que derrame sangre humana
será derramada por otro hombre, porque el hombre ha sido hecho a imagen de
Dios.
7 Pero ustedes, reprodúzcanse y
multiplíquense; procreen abundantemente y multiplíquense en la tierra.»
Dado que Jesús dijo claramente que los
últimos días serían como en los tiempos de Noé, muchos hoy están mirando la
información que tenemos o buscando revelación específica para entender mejor
qué nos espera. Eso está bien y es necesario. Pero hay algo más respecto de Noé
y del pacto que Dios hizo con él que “extrañamente” resulta sistemáticamente
silenciado en toda enseñanza y predicación.
Se nos habla del arcoíris y de las aguas,
pero Dios dijo algo más:
5 Porque ciertamente yo demandaré de la vida
de ustedes esa sangre; la demandaré de las manos de todo animal, y de las manos
del hombre; demandaré la vida del hombre de manos del hombre, su hermano.
6 La sangre del que derrame sangre humana
será derramada por otro hombre, porque el hombre ha sido hecho a imagen de
Dios.
Los días antes del diluvio fueron días de
extrema violencia, no muy diferente a lo que ya estamos viendo. Dios estaba
decidido a no permitir eso más, y así como tuvo que condescender en permitir
que las personas comieran carne, aunque no con sangre, también tuvo que
permitirle al hombre ejecutar juicio sobre otro hombre. Este pacto nunca fue
anulado y rige desde entonces hasta hoy. Notemos que no habla de la salvación
eterna ni de las realidades espirituales, como Cristo nos alumbraría siglos
después, sino del mundo y de la sociedad.
Esta capacidad para hacer justicia es algo
establecido en todos los pueblos e “innato” en cada ser humano, por más caído
que esté. Con el tiempo, las naciones desarrollaron sistemas judiciales para
llevar esto a cabo e impedir que la “justicia por mano propia” acabe en
conflictos interminables y mucha sangre derramada. La Ley de Moisés es un claro
ejemplo de ello.
Ahora bien, hoy (y desde hace rato en
realidad) nos encontramos frente a una situación en la que nuestros sistemas
judiciales están cooptados, corruptos o inoperantes, o en el mejor de los
casos, lo suficientemente lentos como para que la justicia llegue demasiado
tarde. Junto con eso, estamos presenciando el mayor genocidio hasta ahora, a
través de todo el montaje plandémico. Las sociedades, como era de esperarse,
están comenzando a reaccionar.
En lo que respecta a la nación de Argentina,
tenemos profecías desde hace muchos años que hablan de estos tiempos que
vendrán, de los conflictos que veremos y las muertes que ocurrirán. Uno
quisiera que nada de eso se cumpliera, pero cuando ve el accionar de los
poderosos se da cuenta de que están haciendo “todo su mejor esfuerzo” para que
así ocurra, y el humor social está cada vez más alterado.
Entonces, vamos a la pregunta que cualquier
pastor y maestro bíblico evitaría a toda costa: cuando ocurra lo que ya se ve
como prácticamente inevitable, ¿será culpable la gente que vaya en busca de
cuanto político, profesional de la (in)salud y funcionario público, así como
líder religioso acomodaticio, que encuentre, para ejecutar juicio por mano
propia?
A riesgo de que me juzguen por “apología del
delito”, y aclarando que de ninguna manera estoy de acuerdo con la justicia por
mano propia, nunca la he hecho ni pienso hacerla, y sé que tenemos un Juez que
es superior a todo juzgado humano; debería responder esa pregunta NO en base a
las leyes del Nuevo Pacto que rigen la vida en la comunidad de los creyentes,
porque aquí no hablamos de iglesia sino de Nación, y tampoco en base a la Ley
de Moisés, porque aunque es un modelo formidable para todo país, fue dado a
Israel. Entonces, el único pacto que me queda, “más atrás” de esos dos, y que
definitivamente rige para TODAS las naciones de la tierra, es el pacto de Dios
con Noé… Y allí Dios no habla ni de sistema judicial ni de juicio formal… A
buen entendedor, pocas palabras…
La mayor parte de la sociedad aún no es
plenamente consciente del genocidio (más bien, exterminio) que está viviendo,
incluida la mayor parte de los autopercibidos cristianos; incluso están
colaborando gustosamente en su propia aniquilación, y en la de sus familias.
Pero cada vez más gente se está dando cuenta, y cuando “caiga la ficha”… yo no
quisiera estar en los zapatos de las autoridades políticas que nos han traído
hasta acá, ni en los de la también autopercibida oposición, ni en los de todos
los funcionarios públicos que fueron partícipes necesarios.
¿La Biblia condena lo que va a ocurrir? Yo no
creo que sea la mejor solución, pero dado el estado de situación y teniendo en
cuenta el Pacto fundamental de Dios con Moisés, que habilita a que otra persona
(no necesariamente un sistema judicial, que sería lo ideal) juzgue con la pena
máxima el derramamiento de sangre, no podría decir fácilmente que “no”.
Danilo Sorti
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