domingo, 3 de abril de 2022

808. El Pacto de Dios con Noé y las crisis de los últimos tiempos


Génesis 9:1-7 RVC

1 Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Reprodúzcanse y multiplíquense: ¡llenen la tierra!

2 El temor y el miedo a ustedes estarán en todo animal de la tierra, en toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar. Quedan en las manos de ustedes.

3 Todo lo que se mueve y tiene vida les servirá de alimento, lo mismo las legumbres que las plantas verdes. Yo les he dado todo.

4 Pero la carne con su vida, que es su sangre, no la comerán.

5 Porque ciertamente yo demandaré de la vida de ustedes esa sangre; la demandaré de las manos de todo animal, y de las manos del hombre; demandaré la vida del hombre de manos del hombre, su hermano.

6 La sangre del que derrame sangre humana será derramada por otro hombre, porque el hombre ha sido hecho a imagen de Dios.

7 Pero ustedes, reprodúzcanse y multiplíquense; procreen abundantemente y multiplíquense en la tierra.»

 

 

Dado que Jesús dijo claramente que los últimos días serían como en los tiempos de Noé, muchos hoy están mirando la información que tenemos o buscando revelación específica para entender mejor qué nos espera. Eso está bien y es necesario. Pero hay algo más respecto de Noé y del pacto que Dios hizo con él que “extrañamente” resulta sistemáticamente silenciado en toda enseñanza y predicación.

 

Se nos habla del arcoíris y de las aguas, pero Dios dijo algo más:

 

5 Porque ciertamente yo demandaré de la vida de ustedes esa sangre; la demandaré de las manos de todo animal, y de las manos del hombre; demandaré la vida del hombre de manos del hombre, su hermano.

6 La sangre del que derrame sangre humana será derramada por otro hombre, porque el hombre ha sido hecho a imagen de Dios.

 

Los días antes del diluvio fueron días de extrema violencia, no muy diferente a lo que ya estamos viendo. Dios estaba decidido a no permitir eso más, y así como tuvo que condescender en permitir que las personas comieran carne, aunque no con sangre, también tuvo que permitirle al hombre ejecutar juicio sobre otro hombre. Este pacto nunca fue anulado y rige desde entonces hasta hoy. Notemos que no habla de la salvación eterna ni de las realidades espirituales, como Cristo nos alumbraría siglos después, sino del mundo y de la sociedad.

 

Esta capacidad para hacer justicia es algo establecido en todos los pueblos e “innato” en cada ser humano, por más caído que esté. Con el tiempo, las naciones desarrollaron sistemas judiciales para llevar esto a cabo e impedir que la “justicia por mano propia” acabe en conflictos interminables y mucha sangre derramada. La Ley de Moisés es un claro ejemplo de ello.

 

Ahora bien, hoy (y desde hace rato en realidad) nos encontramos frente a una situación en la que nuestros sistemas judiciales están cooptados, corruptos o inoperantes, o en el mejor de los casos, lo suficientemente lentos como para que la justicia llegue demasiado tarde. Junto con eso, estamos presenciando el mayor genocidio hasta ahora, a través de todo el montaje plandémico. Las sociedades, como era de esperarse, están comenzando a reaccionar.

 

En lo que respecta a la nación de Argentina, tenemos profecías desde hace muchos años que hablan de estos tiempos que vendrán, de los conflictos que veremos y las muertes que ocurrirán. Uno quisiera que nada de eso se cumpliera, pero cuando ve el accionar de los poderosos se da cuenta de que están haciendo “todo su mejor esfuerzo” para que así ocurra, y el humor social está cada vez más alterado.

 

Entonces, vamos a la pregunta que cualquier pastor y maestro bíblico evitaría a toda costa: cuando ocurra lo que ya se ve como prácticamente inevitable, ¿será culpable la gente que vaya en busca de cuanto político, profesional de la (in)salud y funcionario público, así como líder religioso acomodaticio, que encuentre, para ejecutar juicio por mano propia?

 

A riesgo de que me juzguen por “apología del delito”, y aclarando que de ninguna manera estoy de acuerdo con la justicia por mano propia, nunca la he hecho ni pienso hacerla, y sé que tenemos un Juez que es superior a todo juzgado humano; debería responder esa pregunta NO en base a las leyes del Nuevo Pacto que rigen la vida en la comunidad de los creyentes, porque aquí no hablamos de iglesia sino de Nación, y tampoco en base a la Ley de Moisés, porque aunque es un modelo formidable para todo país, fue dado a Israel. Entonces, el único pacto que me queda, “más atrás” de esos dos, y que definitivamente rige para TODAS las naciones de la tierra, es el pacto de Dios con Noé… Y allí Dios no habla ni de sistema judicial ni de juicio formal… A buen entendedor, pocas palabras…

 

La mayor parte de la sociedad aún no es plenamente consciente del genocidio (más bien, exterminio) que está viviendo, incluida la mayor parte de los autopercibidos cristianos; incluso están colaborando gustosamente en su propia aniquilación, y en la de sus familias. Pero cada vez más gente se está dando cuenta, y cuando “caiga la ficha”… yo no quisiera estar en los zapatos de las autoridades políticas que nos han traído hasta acá, ni en los de la también autopercibida oposición, ni en los de todos los funcionarios públicos que fueron partícipes necesarios.

 

¿La Biblia condena lo que va a ocurrir? Yo no creo que sea la mejor solución, pero dado el estado de situación y teniendo en cuenta el Pacto fundamental de Dios con Moisés, que habilita a que otra persona (no necesariamente un sistema judicial, que sería lo ideal) juzgue con la pena máxima el derramamiento de sangre, no podría decir fácilmente que “no”.

 

 

Danilo Sorti

No hay comentarios:

Publicar un comentario