lunes, 25 de abril de 2022

828. ¿Deben vivir?

 Este decididamente no es un artículo agradable, y no espero que muchos concuerden conmigo. Hay una serie de temas que no desarrollo aquí y los doy por sobreentendidos. Con todo, es una de las duras reflexiones que nos debemos en estos tiempos.

 

Ezequiel 13:19 RVC

19 ¿Y van a ofenderme entre mi pueblo a cambio de cebada y de mendrugos de pan, matando a quienes no deben morir, dejando con vida a quienes no deben vivir, y mintiéndole a mi pueblo, que cree en sus mentiras?”

 

Vivimos en los tiempos apocalípticos. Estos son los últimos tiempos, no será dentro de muchas décadas, sino que YA MISMO están siendo. Tales tiempos requieren que nos planteemos preguntas difíciles y obtengamos respuestas decisivas. Sencillamente, la vida e incluso nuestra salvación, y la de nuestras naciones, va en ello.

 

En el Antiguo Testamento la figura de los “enemigos” es extremadamente clara. En el Nuevo Testamento parece que no. Solemos pararnos en las palabras de Jesús cuando nos habla de algo tan revolucionario como el amor a nuestros enemigos y a partir de allí construimos una teología desviada. Por supuesto, “un texto fuera de contexto es un pretexto”, y no se puede hacer una doctrina a partir de un solo pasaje, pero eso mismo pasa con dicho texto.

 

Los enemigos, en los “tiempos” del Nuevo Pacto, siguen siendo enemigos, solo que se les ofrece un tiempo de misericordia explícita. El mismo Jesús claramente confrontó a ciertos religiosos de su época con un calificativo que daba a entender su irredimibilidad: “generación de víboras”, ya no pueden salvarse, solo les resta esperar la condenación, “perfectos enemigos” de los que siempre habrá que cuidarse.

 

El texto de Ezequiel 13 es muy rico en significados y muy actual. No voy a exponer todo lo que dice pero sí concentrarme en esta expresión: matar a quien no debe morir y dejar con vida a quien no debe vivir. Y más exactamente, en la última. ¿Cómo es posible que un profeta deje con vida a quien no debe vivir?

 

Primero digamos que, en un sentido, todos los hijos de Dios tienen el poder de vida en sus bocas cuando son guiados por el Espíritu, y, en cierto sentido, todos pueden fungir proféticamente. Esto es claro. En la lengua tenemos el poder de la vida y la muerte:

 

Proverbios 18:21 RVC

21 El que ama la lengua comerá de sus frutos; ella tiene poder sobre la vida y la muerte.

 

Poder de vida y muerte para nosotros y para los otros. Ahora bien, ¿no se supone que el mandato de Cristo es dar vida, y que para eso deberíamos usar nuestra lengua? ¿Cómo es que en determinado momento no deberíamos hacerlo?

 

Pues bien, no nos extrañe esto que estoy diciendo porque Lucas concluye el libro de Hechos con estas palabras:

 

Hechos 28:26-27 RVC

26 »“Ve a este pueblo, y dile: Ustedes oirán, pero no entenderán; Verán, pero no percibirán.

27 Porque su corazón se ha endurecido, Y sus oídos son incapaces de oír. Han cerrado sus ojos, para no ver ni oír, ni entender bien; para que no se conviertan y yo los sane.”

 

Y más aún, porque esta cita de Isaías se menciona en los Evangelios antes que esto:

 

Juan 12:39-40 RVC

39 Por esto no podían creer, pues Isaías también dijo:

40 «Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; Para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, Y se conviertan, y yo los sane.»

 

Pues bien, aquí tenemos un grupo de gente que ya había sido condenada y que no debía vivir, porque su destino se había sellado. Todavía cumplirían una función en la tierra y por eso el Señor los deja, pero ya no había salvación para ellos.

 

Si no queremos ir al extremo del destino eterno de las personas, todos podemos concordar fácilmente en que Dios determina el tiempo de vida de cada uno, y que finalmente eso no está supeditado a cuántos años tenga la persona.

 

Así que, Dios como Juez, puede sellar la condenación o salvación de las personas antes de que mueran y establecer un destino para ellas, y determinar el tiempo de vida de cada uno.

 

El pasaje de Ezequiel no parece referirse al destino eterno de las personas sino al tiempo presente, y en ese sentido, estas falsas profetizas podían “cortar” antes de tiempo la vida de los justos y prolongar indebidamente la vida de los impíos. Está claro que incluso Dios permite eso por un tiempo, por más que no sea Su perfecta voluntad.

 

Hay mucho para decir acerca de cómo los hijos de Dios, por su ignorancia o incluso por ambición, han sostenido y prolongado “vidas” de personas y sistemas que no debían continuar sobre la tierra. Es más, podría decir que en un sentido, todo lo que hoy está “vivo” y siendo utilizado por el Enemigo, ha sido de alguna manera alimentado y vivificado por los hijos de Dios, pero eso será otro tema.

 

Hoy y ahora, nuestras palabras siguen teniendo poder de vida y poder de muerte, no solo en relación con el destino eterno, sino con el tiempo presente y el futuro inmediato. Y vamos al tema del momento: la inoculación (pretendidamente) contra el virus y el engaño asociado.

 

Dios no solamente nos ha dado muchas advertencias, sino que también ha mostrado a los médicos despiertos distintas herramientas de sanidad para solucionar o al menos paliar los efectos presentes y futuros de la pre marca. Es probable que esas herramientas permitan prolongar la vida a los inoculados. Ahora bien, ¿por qué?

 

Dentro de los muchos que se han inyectado, cristianos entre ellos (cuyo “Dios” no es capaz de cuidarlos de un virus…), sin dudas tenemos a unos cuantos que se están dando cuenta del engaño, y esperemos que muchos más lo hagan ahora que todavía hay tiempo, porque no tendrán mucho. Sin dudas, las puertas de la gracia siguen abiertas; se están cerrando, pero todavía siguen abiertas, así que Dios provee los instrumentos de sanidad, sin mencionar que la principal sanidad es la que fluye directamente de Él a través del poder de Vida de Su Santo Espíritu.

 

Pero dentro de los que pueden entender algo de los peligros del inóculo también están los que decididamente NO CAMBIARÁN ni se arrepentirán de haber creído y obedecido el engaño del sistema, que ya claramente no es otro más que el sistema del mismo Anticristo, esperando el momento preciso de aparecer. Ellos, que habrán recibido una “prolongación de vida”, serán los agentes del sistema del Anticristo, los que nos perseguirán a nosotros si es que estamos aquí o a nuestros hermanos que queden o se conviertan en ese tiempo.

 

No voy a detallar cómo es que llegarán a convertirse en tales; sea por convicción o, lo más probable, por engaño y control a través de lo que les están inyectando. Para ese momento ya no podremos hablar de “su” voluntad, porque la habrán cedido por completo a su amo terrenal y el sistema de control (chip + 5G + grafeno + modificación genética, y quizás algo más) se encargarán de manipularlos a voluntad.

 

Inevitablemente habrá de los tales y en el propósito de Dios está usarlos durante un tiempo para Sus fines, en definitiva para salvación de Sus escogidos. Bien, ¡pero solamente esos y no más!

 

¿Debemos dar las herramientas de sanidad a los que no deben seguir en esta tierra, para no llegar a transformarse en siervos del Anticristo y así sellar y aumentar grandemente su condenación? No, no debemos.

 

De acuerdo, ¿y quiénes son esos…?

 

La respuesta a esta pregunta no puede ser ningún protocolo de identificación; solo Dios conoce los corazones en profundidad y las decisiones últimas de todos los hombres. El hecho de que muchísimos hayan tomado el camino que los conducirá hacia las mismas garras del Anticristo no significa que sigan transitando por él. Pero cuidado, ya están en el camino, y sabemos que la tendencia es seguir.

 

Jesús nos da una primera respuesta muy conocida:

 

Mateo 7:6 RVC

6 »No den ustedes lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan contra ustedes y los despedacen.

 

Luego de haber hecho tantas veces exactamente lo que este pasaje dice que NO DEBEMOS hacer, ahora aprendí (¡era hora!) a ser más prudente. Aunque por dentro la compasión del Espíritu me pueda conmover, sé que no puedo entregar “perlas” a cualquiera en cualquier momento. Aprendí a confiar en que Dios no perderá a ninguno de los Suyos, y aunque tenga que permitir que pasen por muchos sufrimientos, en definitiva ése será el único camino posible para llevarlos a Su Reino. Así que entendí que yo no soy ninguna especie de “redentor”, solo un siervo por amor del Único Salvador, y debo obedecer Sus instrucciones precisas.

 

Así que, si hay “cerdos” del otro lado, que no están dispuestos a escuchar con atención, o solo quieren burlarse, prefiero callar. Como siempre, el Espíritu puede moverme a hablar a pesar de eso, pero en todo caso, deberá ser una instrucción muy específica de Él.

 

Pero en otros casos no es tan evidente y sólo dependeremos del susurro suave del Santo Espíritu. Cómo sea, el resumen de lo que quiero decir es que no debemos dar por sentado que tan abiertamente deberemos transmitir lo que sabemos para sanidad de los inoculados. Me gustaría decir que sí, querría publicarlo continuamente a pesar de la enorme censura de los medios, pero no es así. No voy a decir “cuándo sí y cuándo no”, eso solo le corresponde a Dios, pero sí quiero dejar en claro que “no siempre será sí”.

 

Los que han empezado el camino covidiano tienen muchas probabilidades de seguirlo. Hoy muchos de ellos ya son nuestros “enemigos”, manifiestos o no, y lamento decirlo porque allí hay muchas personas que aprecio. No nos extrañemos, es parte de la separación y gran división de los últimos tiempos. El Enemigo los está transformando a su propia imagen y semejanza, es decir, en enemigos, ¡nuestros enemigos!, adversarios de los que nos esforzamos en seguir al Señor. Confío en que llegado el tiempo preciso, podremos rescatar a muchos, tal como ha sido profetizado para la Última Cosecha, la mayor de todas las edades. Pero no debemos ser imprudentes ni alimentar aquello que redundará en estorbo y perjuicio para la obra de Dios.

 

Que el Señor nos de sabiduría para entender esto con claridad. Todavía las puertas de la gracia están abiertas y todavía hay tiempo para escapar del engaño, ¡nada es imposible para Dios! Y el mismo que creó al ser humano también puede repararlo, sin la más mínima duda.

 

 

Danilo Sorti

 

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