Levítico 6:12-13 RVC
12 El fuego del altar no deberá apagarse nunca,
sino que todos los días el sacerdote le echará leña, acomodará el holocausto
sobre el fuego, y quemará sobre el altar la grasa de los sacrificios de paz.
13 El fuego del altar deberá mantenerse siempre
encendido; nunca deberá apagarse.
Tal como fue profetizado hace unos pocos años, la mentira
plandémica trajo mucha frialdad dentro de buena parte del pueblo de Dios. Peor
aún, muchos de ellos se sumergieron tanto que corrieron a inocularse con la pre
marca, convenciéndose a sí mismos con un montón de versículos bíblicos
descontextualizados, pero olvidando convenientemente que Jesús le dijo a
Satanás, cuando intentó seducirlo con pasajes de la Escritura, “no tentarás al
Señor tu Dios”.
Lo cierto es que si muchos fuegos casi se han apagado ha
sido porque nunca estuvieron verdaderamente ardiendo con intensidad. En todo
caso, había “apariencia de” fuego disfrazada de activismo eclesiástico.
Pero no ha pasado así con todos, otros han tenido por fin la
libertad de una opresión religiosa y sus fuegos han podido comenzar a
desarrollarse con su propia identidad. Con todo, aún estos han sufrido el
aislamiento y ahora más, la desazón de ver una iglesia que, habiendo pasado
este leve juicio, se encuentra desesperada tratando de encontrar nuevamente el
camino a Egipto…
La Palabra, sin embargo, es Eterna y no cambia. El altar del
Tabernáculo, y luego del Templo, debía permanecer siempre encendido, simbolismo
de lo que Pablo más tarde resumiría diciendo:
1 Tesalonicenses 5:19 RVC
19 No apaguen el Espíritu.
Sí, el Espíritu puede llegar a retirarse de una persona, y
eso ya es muy grave, no conozco lo suficiente como para afirmar que sea irreversible,
pero probablemente. Con todo, aunque no lo haga, puede ser apagado, acallado.
Esto ocurre cuando vez tras vez se lo ignora o desobedece. Llega el tiempo en
que ya dejará de hablar a esa persona, sencillamente porque si lo hiciera lo único
que lograría sería que acarreara más condenación por su desobediencia y más
puertas abiertas al Enemigo. Por eso, por misericordia, se “apaga” a sí mismo. El
fuego se apaga, o, en todo caso, solo queda una llamita muy pequeña, que en la
práctica no cumple ninguna función. Solo el “piloto automático”.
¿Cómo se mantenía encendido el fuego? Echándole leña, esto
es, un “combustible”, algo que viene “de afuera”. Las personas no podían “hacer
fuego” con sus propias fuerzas, el fuego “estaba” y se mantenía con recursos
externos y bien sencillos, si los comparamos con la hermosura de los otros
muebles del Tabernáculo y más aún, del Templo. La puerta de entrada a la
adoración, el altar del sacrificio, clara imagen del Sacrificio de Cristo, se
alimentaba con algo muy simple, barato y para nada ostentoso: madera, más aún,
leña.
La primera enseñanza es clara: el fuego no debe apagarse
nunca, no lo podemos “crear” nosotros pero sí podemos alimentarlo, y no
requiere nada demasiado costoso. No se trata de onerosos viajes a congresos
internacionales, ni costos seminarios, ni grandes shows evangélicos. Se trata
de acciones simples pero persistentes. Periódicamente debían recoger leña y
todos los días debían revisar cuánta había, retirar las cenizas y poner troncos
nuevos. Eso, aún en medio de las circunstancias del tiempo presente, y mucho más
en el que vendrá. Sencillamente, si no hacemos eso, no sobreviviremos; caeremos
presa de los próximos y más letales y sofisticados engaños, y hasta podemos perder
nuestras almas por la eternidad, pero por lo menos, tendremos pérdida en este
tiempo para el Reino y en nuestras recompensas eternas.
¿Qué “leña” nos aconseja Pablo?
1 Tesalonicenses 5:16-22 RVC
16 Estén siempre gozosos.
17 Oren sin cesar.
18 Den gracias a Dios en todo, porque ésta es su
voluntad para ustedes en Cristo Jesús.
19 No apaguen el Espíritu.
20 No menosprecien las profecías.
21 Examínenlo todo; retengan lo bueno.
22 Absténganse de toda especie de mal.
Hemos sido hechos para vivir gozosos, y es uno de los Frutos
principales del Espíritu. Él “siembra” Su gozo en nosotros cuando nos recuerda
Su protección, Su presencia, Su amor, las recompensas que tendremos, etc.,
nosotros aceptamos esas palabras y naturalmente el gozo surge en nosotros, o
las rechazamos y ocurre lo contrario.
No necesitamos arrodillarnos en un hermoso Templo para orar,
es más, si se supone que debemos orar sin cesar resulta imposible de hacer si
no hacemos de la comunión con Dios algo cotidiano, en todo momento, en todo
lugar, ¡sin necesidad de cerrar los ojos, levantar las manos y ponernos a gritar
en medio de la calle, claro!
Dar gracias en todo es un ejercicio no siempre fácil, eso es
cierto, pero tampoco imposible. A medida que conocemos los intrincados pero
maravillosos caminos de Dios, se nos hace cada vez más fácil.
No apagar el Espíritu es el “centro” de la recomendación, y
tiene que ver con lo que dijimos al principio: escucharlo, aceptar lo que dice
y obrar en consecuencia.
No menospreciar las profecías está en relación directa con
la frase anterior. Su sentido es claro y sólo voy a decir al respecto que nunca
ha habido otro momento de la historia en el que el Señor estuviera hablando por
boca de tantas personas (normalmente sencillas y sin demasiados títulos eclesiásticos),
y creo que tampoco nunca ha habido otro momento en que tantos cristianos hagan
oídos sordos a esas palabras.
Examinar todo y retener lo bueno implica no meter un “fuego
extraño” en el altar de nuestro espíritu, no alimentarlo con combustible
contaminado. Simplemente nos dice que no debemos ser simplones. De nuevo, creo
que la mayoría de los cristianos ha caído por eso: creyeron lo que les dijeron
a través de los medios masivos de comunicación olvidando que la misma Biblia
nos aclara una y otra vez que el sistema mundo se encuentra bajo el control del
Maligno. Fueron “simples” y recibieron un daño del que todavía no se dan plena
cuenta.
Abstenerse de toda especie de mal se relaciona con lo
anterior. Hay pecados que son evidentes, y no significa que estemos
completamente libres de ellos, pero podemos verlos y llamarlos como tales,
arrepentirnos y pedirle al Señor que nos limpie. Hay otros que son más sutiles;
si no avanzamos en el conocimiento de ellos, para crecer en nuestra santidad,
estamos dejando un montón de pequeñas zorras en nuestra viña que terminarán por
arruinar por completo el fruto para el Señor. De nuevo, ¡cuántos cristianos se
han quedado con las definiciones básicas de pecados y se han cerrado por
completo para entender los engaños más sutiles!
Pero cuidado, estas son las instrucciones individuales que
da Pablo, en el texto anterior nos dice:
1 Tesalonicenses 5:12-15 RVC
12 Hermanos, les rogamos que sean considerados con
los que trabajan entre ustedes, y que los instruyen y dirigen en el Señor.
13 Ténganlos en alta estima y ámenlos por causa de
su obra. Y ustedes, vivan en paz.
14 También les rogamos, hermanos, que les llamen
la atención a los ociosos, que animen a los de poco ánimo, que apoyen a los
débiles, y que sean pacientes con todos.
15 Tengan cuidado de que nadie pague a otro mal
por mal; más bien, procuren siempre hacer el bien, tanto entre ustedes como con
los demás.
No voy a desarrollar esto ahora, solo diré que aquí vemos
toda la dimensión comunitaria de “no apagar” el Espíritu. Sin dudas esta ha
sido la parte que más ha sufrido en estos años y en los por venir, y en buena
medida será inevitable para muchos; por eso, procuremos que en los tiempos de
comunión e interacción que tengamos (aunque sea virtual, mientras sea posible)
cumplamos todos los mandatos que descuidamos cuando teníamos plena libertad.
El fuego debe arder siempre. Si por alguna razón se ha casi
apagado, todavía es tiempo de volver a encenderlo. Aún la puerta permanece
abierta, pero ya no por mucho más. No dejemos escapar esta oportunidad.
Danilo Sorti
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