lunes, 11 de abril de 2022

824. Un censo impío – I

2 Samuel 24:10-13 RVC

10 Pero después de haber censado al pueblo, David se sintió muy apesadumbrado y fue a decirle al Señor: «He cometido un grave pecado. Te ruego, Señor, que perdones a este siervo tuyo por haber sido tan necio.»

11 Al día siguiente, cuando David se levantó, la palabra del Señor vino a Gad, el vidente de David, y le dijo:

12 «Ve y dile de mi parte a David: “Yo, el Señor, te doy a elegir una de tres cosas. Haré lo que tú elijas.”»

13 Gad fue a ver a David y le dio el mensaje del Señor. Le dijo: «¿Quieres que haya siete años de hambre en tu tierra? ¿O prefieres huir de tus enemigos durante tres meses? ¿O prefieres que haya en tu pueblo tres días de peste? Piénsalo bien, pues debo llevar una respuesta a quien me envía.»

 

Un censo puede parecer algo muy normal y común en nuestra época, pero, evidentemente, Dios no piensa lo mismo, ¿por qué? ¿Qué hay detrás de una acción con un “simple y aparente” propósito administrativo y de adecuación de la gestión pública? ¿Han cambiado las cosas desde los tiempos bíblicos al presente? Veremos…

 

Éxodo 30:11-16 RVC

11 El Señor habló también con Moisés, y le dijo:

12 «Cuando hagas un recuento del número de los hijos de Israel, una vez que los hayas contado cada uno de ellos deberá darme a mí, el Señor, el rescate de su persona. Así no habrá mortandad entre ellos.

13 Todo aquel que sea contado deberá pagar cinco gramos de plata, que es la mitad del peso oficial del santuario. La ofrenda al Señor será de cinco gramos de plata.

14 Todo el que sea contado y que tenga más de veinte años de edad, deberá dar esta ofrenda al Señor.

15 Al dar la ofrenda al Señor para la expiación de personas, ni el rico dará más de cinco gramos de plata, ni el pobre dará menos.

16 Recibirás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo entregarás para el servicio del tabernáculo de reunión. Esto será para los hijos de Israel un memorial delante del Señor, para que se haga la expiación por ellos.»

 

Unos cuatrocientos años antes, Dios ya había dejado bien en claro que un censo exponía a la población a la muerte. Esto era muy serio, extraño para nuestra mentalidad moderna, pero evidentemente no para esa época. Se supone que David debía saberlo, pero no es la primera vez en donde lo encontramos “metiendo la pata” pero “bien metida”.

 

No vemos que se requiera de la gente ningún sacrificio de animales o algo oneroso. Aunque el valor de los metales cambia, 5 gramos de plata, al día de hoy, no resulta nada imposible de pagar para prácticamente nadie, excepto los que se encuentren en una situación de verdadera miseria. Equivalía más o menos a la mitad o un tercio de lo que sería el ciclo romano, que nos resulta tan familiar en las páginas del Nuevo Testamento, por ejemplo, y que era el salario básico de un día de trabajo.

 

Sin embargo, no tenemos que pensar en esta plata en un sentido “monetario”, es decir, dinero que se usaría para pagar sueldos o insumos. El versículo 16 indica que se debía entregar al servicio del Tabernáculo y constituiría un “memorial”. Evidentemente, se debía hacer algún tipo de artefacto en metal o usar en algo que fuera necesario, quizás algunos utensilios. De hecho, el Tabernáculo debía ser hecho con ofrendas específicas así que probablemente no podría usarse para la construcción de los muebles o estructuras, que ya estarían hechas, sino de los utensilios que se usarían siempre y terminarían desgastándose con el tiempo. Entonces, quedaría una “memoria” del censo delante de Dios y oficiando en el Tabernáculo que servía para acercar a los israelitas al Eterno.

 

¿Cuál era el objetivo de un censo? Claramente, saber con cuánto poderío contaba el reino, cuan fuertes eran y cuánta capacidad tenían, o viceversa: cuán débiles eran y cuánta capacidad no tenían. De esa manera, podían compararse con otros reinos vecinos y hacer estimaciones en caso de guerras, invasiones, economía, etc. Bueno, todo perfectamente lógico… si no fuera que esas cuestiones ellos debían dejarlas en manos de Dios y solamente obedecer Su voz y avanzar (o no) por fe.

 

Claramente, David en un momento de necedad, quiso saber con cuánta fuerza humana contaba, ¡justamente él que había visto el poder milagroso del Señor librándolo una y otra vez de situaciones totalmente imposibles! Bueno, la consecuencia, que seguimos leyendo en II Samuel 24, fue que Dios redujo la población de guerreros en Israel a través de una plaga.

 

Un censo es también un instrumento de opresión, servía, y sirve, para establecer impuestos y controles. Cuando el Faraón “contó” que los israelitas se habían multiplicado tanto, estableció una política infanticida.

 

Isaías nos muestra la relación entre los “censos” y la opresión, en este caso, babilónica (del Imperio):

 

Isaías 33:18-19 RVC

18 En tu corazón te imaginarás el espanto, y dirás: «¿Qué pasó con el escriba? ¿Y qué fue del que pesaba el tributo? ¿Y dónde quedó el que censaba las grandes torres?»

19 Ya no verás a ese pueblo arrogante, de lenguaje difícil y entrecortado, que te era tan difícil comprender.

 

El Censo no es solamente una herramienta de orgullo nacional, sino también de opresión. Y en todo caso, algo muy lejos de la fe en Dios.

 

Es claro que cumple funciones importantes, y el Señor mismo no lo prohíbe, pero debía ser hecho por indicación expresa de Él y de tal forma que toda la nación supiera de qué se trataba, cuál era el peligro que implicaba y que de ninguna manera debían confiar en sus propias fuerzas (o falta de ellas) sino en su Hacedor. Un censo fuera de tiempo o sin la forma correcta, resultaba mortal.

 

Aunque los tiempos han cambiado mucho desde hace 3.400 años a esta parte, el corazón humano y sus motivaciones no. En todo caso se han vuelto más “sofisticadas”, pero no son en esencia diferentes. Y por eso mismo, un censo no es algo que Dios simplemente “deje pasar”, porque no se trata solamente de las cuestiones y motivaciones humanas que siguen tan vigentes hoy como en ese entonces, sino que literalmente se abren portales del reino de las tinieblas sobre las naciones cuando se realizan censos fuera de la voluntad del Señor y con eso se da paso a espíritus de muerte. Es lógico: cuando las naciones piensan “enorgullecerse” en cuántos habitantes tienen, las tinieblas toman oportunidad para “recortar” ese motivo de orgullo. Un censo fuera de la voluntad de Dios trae muerte, y aunque no debemos esperar necesariamente que ocurra una plaga de proporciones como las que sufrió David, la muerte tiene más puertas abiertas para manifestarse.

 

Al momento de escribir este artículo Argentina se encamina a un censo en pocas semanas. Qué se va a hacer con dicha información es algo muy cuestionado desde distintos ámbitos sociales. Tenemos malos ejemplos de censos hechos por gobiernos socialistas que han dado oportunidad a expropiaciones o avances sobre los bienes de las personas. Además, el “censo digital” solicita datos que legalmente no pueden ser solicitados. Bueno, no me voy a explayar porque el tema está siendo suficientemente explicado por los profesionales, solo recordar que la autoridad última de una nación no corresponde al gobierno sino a los ciudadanos.

 

Si desde el punto de vista humano este censo tiene tantas dudas y tantas sospechas legítimas, ¿qué nos queda desde el punto de vista espiritual? Digamos que si hasta ahora los censos han estado fuera de la voluntad divina, o al menos, fuera del procedimiento correcto, este en particular se encuentra extremadamente lejos. Pero ahora tenemos conocimiento claro y luz suficiente como para saberlo.

 

Si en todos los anteriores se abrieron puertas a la muerte en sus diversas formas, cuanto más será en este. No quiero hacer una afirmación apresurada ni irme a un extremo, pero tengo mis serias dudas de que debamos participar en él. Bueno, y aclaremos que las famosas multas que anuncian son todas ilegales o no correspondientes.

 

Sabemos que el sacrificio perfecto por todos los pecados ya ha sido realizado, y es Cristo. Por lo tanto, no me parece descabellado que en esta oportunidad podamos realizar un acto de ofrenda a modo de simbolismo de expiación (efectiva por Cristo, claro) para que los portales de muerte que se abran durante el censo no nos afecten a nosotros ni a nuestras familias, es decir, que no haya ningún derecho legal que las tinieblas puedan esgrimir a la hora de querer molestarnos.

 

Recordemos que en el último censo murió un ex presidente, y fue notorio a todos. Más allá de la verdadera causa, fue obvio que el Señor dio una advertencia a la nación, y no se trata de un relato bíblico de hace varios milenios, sino de nuestra historia todavía fresca en las mentes de los ciudadanos. No fue casualidad.

 

 

Danilo Sorti

 

1 comentario:

  1. Precisamente este censo en particular, me recordó mucho al rey David, de modo que desde el principio he decidido NO participar. Gracias!

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