Isaías 65:5 RVC
5 un pueblo que dice: «Quédate donde estás y no te
acerques a mí, porque yo soy más santo que tú». Todo esto es para mí como humo
en la nariz; ¡es un fuego que arde todo el día!
Durante siglos los cristianos no tuvieron demasiados
problemas en entender la dimensión religiosa del reinado del futuro anticristo;
la fe y la religión eran parte normal de la vida de los pueblos. Hacia fines
del siglo XIX y durante el siglo XX, el fallido experimento ateísta pareció
poner en entredicho la religiosidad innata del ser humano; pero simplemente
“desplazó” el objeto de culto del Dios verdadero (aunque mal comprendido) hacia
la ciencia o el humanismo o el dinero.
Como sea, el hombre es indefectiblemente religioso e inevitablemente
necesita sentirse “bueno”. Por supuesto, solamente el sacrificio perfecto de
Cristo nos puede limpiar de pecados y nos hace aceptables al Padre. No somos
“buenos” porque realmente hayamos hecho suficientes buenas obras, sino porque
Cristo nos cubrió con Su propia bondad, entonces el Padre cuando nos mira, está
viendo al Hijo.
Pero cuando las personas rechazan la sencilla fe en el Hijo
de Dios, se encuentran con el dilema interno de llegar a ser “buenas y
aceptables”. Entonces caen en alguna especie de “autojustificación”:
Romanos 10:3 RVC
3 Pues al ignorar la justicia de Dios y procurar
establecer su propia justicia, no se sujetaron a la justicia de Dios;
Para los más creyentes será una mezcla de buenas obras,
ritos y aceptación intelectual de cierta doctrina. Pero, ¿qué queda para las
personas altamente secularizadas del siglo XXI? Muchos hoy en día han perdido
casi por completo toda referencia a la Palabra de Dios y ni siquiera conocen
las historias más comunes de la Biblia. Sin embargo, las realidades
espirituales están tan presentes en ellos como en cualquiera.
Por eso, las sucesivas corrientes ideológicas que hemos
visto tratan de hacer que sus seguidores se sientan como “buenas personas”
porque están haciendo “lo correcto”, aunque sea lo más aberrante.
Algunos pueden luchar por los derechos de las minorías,
otros por la naturaleza o el cambio climático, algunos procuran utilizar un
lenguaje que “no discrimine”, y un largo etcétera. Algunas causas son nombres,
otras son una total estupidez.
Bueno, en definitiva, el ser humano necesita sentirse
“bueno” por alguna razón, sentir que hace algo noble y que por lo tanto, es
valioso.
En ese sentido, el discurso plandémico les ha otorgado a
muchas personas el motivo perfecto: en un principio debían quedarse encerrados,
usar simple, doble, triple, cuádruple o quíntuple bozal (eufemísticamente
llamado “barbijo” o “tapaboca”), el ingente uso de alcohol y la sanitización
obsesiva… Hasta la llegada del “acto de sacrificio máximo” que consiste en una
autopercibida vacuna…
Bien, con la vertiginosidad de los medios, el virus ya ha
pasado a segundo o tercer plano, y la vacuna se ha convertido en el mensaje
repetido hasta el cansancio por periodistas adecuadamente ensobrados.
Sabemos que hay un Camino, que es Cristo. Hay quienes han
decidido caminar directamente por él, aunque tenga piedras y espinas. Otros lo
conocen, pero todavía no están exactamente allí, o quizás están recién entrando
de lleno, o entrarán en poco tiempo. Ellos son los despiertos, los que no han
sido engañados y están luchando por la verdad, con mayor o menor luz, mayor o
menor poder, armas naturales o espirituales, pero están luchando y el Padre lo ve,
lo tiene en cuenta y los protege.
Pero hay otra gran cantidad de personas que simplemente “no
quiere complicarse la vida” y va con la corriente, “como ovejas al matadero”,
expresión que en estos últimos meses se ha vuelto por demás de común. No saben realmente
lo que pasa porque no están en las redes de información alternativas, por lo
que son continuamente bombardeados por los mensajes oficiales y su
retroalimentación y repetición social.
Mientras que los primeros encuentran su justificación en
Cristo y su misión presente en presentar resistencia al avance del globalismo,
los segundos necesitan tener una misión noble para vivir y por la cual sentirse
“buenas personas”. ¡Y allí aparece la vacuna! Un pequeño sacrificio (es un
pinchazo nomás, no duele…) para un gran bien, “te cuidás y cuidás al otro”.
¡Qué buena persona…!
Claramente, es una forma más de autojustificación, de
“hacerse bueno” uno mismo. No se trata solo de “conjurar al impredecible dios –
virus” con el acto bautismal de la vacunación, se trata, además de ¡salvar al
mundo! Y es tan “barato” hacerlo… ¡qué gran negocio!
Quizás nunca ha sido tan fácil “ser una buena persona”. No
hacen falta disciplinas rigurosas, no hace falta estudiar una larga doctrina o
ideología, analizar la propia conducta, cuidar las palabras, cumplir ritos
complicados ni nada de eso, basta con un simple pinchazo y ya está.
Miedo por un lado, seducción por otro, una fórmula poderosa
para engañar a muchos.
Es claro, no todos habrán tomado la decisión por esta razón
que analizo aquí, pero también es claro que en más de uno está presente,
explícita o implícitamente. Eso explica una parte de su gran poder seductor y
de por qué es tan difícil lograr que algunas personas abran los ojos.
¿Cómo se desmonta este argumento? No tengo muchas
respuestas. Es claro que muchos “no saldrán de allí”, y serán los que
finalmente terminarán chipeados por el Anticristo, o habrán caído antes bajo el
juicio del Señor. Es claro también que se trata de una fortaleza espiritual que
no se derriba solo con argumentos, y eso nos da una pista: quizás un enfoque de
oración hacia la autojustificación pueda resultar importante en una estrategia
para traer luz.
Pero la realidad es que “lo barato sale caro”, y de sobra
tenemos ejemplos todos al haber comprado una maravillosa oferta que resultó ser
un tremendo fiasco. Y en este caso, la forma barata de ser una buena persona
sale cara, muy cara. Así que, cuando las personas empiezan a ver el verdadero
costo de su “justicia barata”, la fortaleza comienza a resquebrajarse.
Proverbios 16:18 DHH
18 Tras el orgullo viene el fracaso;
tras la altanería, la caída.
Sentirse “buena persona” por haberse vacunado, además de una
extrema ignorancia, implica orgullo. Más aún cuando comienzan a actuar el rol
que les sugiere el sistema de desoír, menospreciar, hacer a un lado e incluso
hostigar a los “no vacunados”.
Esta posición es extremadamente común hoy. Periodistas por
televisión hacen callar a médicos ancianos y expertos en su tema. Alumnos en un
aula contradicen abiertamente a docentes que tienen tres veces más años que
ellos y mucho camino recorrido. Compañeros de trabajo, que conocen la
trayectoria de uno, sencillamente rechazan todo lo que se les dice. Madres
desoyen a médicos que les advierten contra la vacunación infantil… Y un largo
etcétera. Son todas manifestaciones de orgullo, a veces velado, pero orgullo al
fin.
No se trata de aceptar lo que me dice una “persona de
autoridad” sin más, se trata de “honrar a las canas”, eso es, prestar atención,
escuchar, analizar y luego sacar su propia conclusión, es verdad, pero luego de
haber escuchado. Es claro que tenemos unos cuantos “canosos” dando vuelta por
ahí que son los más poderosos agentes del Nuevo Orden, pero resulta muy claro
hoy reconocer quién es quién y desde qué posición nos habla.
El hecho es que, mucho más pronto que tarde, y, cada vez más
rápido, esta posición de orgullo acarrea la caída. Para algunos puede ser la
muerte, para otros una serie de efectos adversos incapacitantes, para otros ver
lo que le pasa al compañero, o encontrarse de repente con las noticias que
había querido negar por tanto tiempo… Y es que sabemos de sobra que lo que
Satanás ofrece barato mañana sale extremadamente caro. Pero siempre tiene éxito
con la misma estrategia, basta solo cambiar el envoltorio, y las masas caen… en
masa.
Estamos de acuerdo que no es el plan de Dios que las cosas
ocurran así, pero incluso ahí tenemos una buena noticia:
Jonás 2:10 RVC
10 Y el Señor ordenó al pez que vomitara a Jonás
en tierra.
El gran pez, esto es, la bestia, puede tragar a muchos, pero
no puede digerir a todos, y aquellos que han sido llamados, por más rebeldes
que sean, tienen un sello que la bestia no soporta, así que vuelven a la
realidad en medio del vómito de un gran pez… ¡qué asco!! Veamos lo positivo, al
menos, volvieron.
Siendo quebrantados, envueltos en el “vómito de la bestia”,
lograr abrir los ojos y volver a ver la luz. Esa noticia es maravillosa. Pero
hay un costo, ya sea personal o ya sea en la propia familia y los cercanos, un
costo muy alto.
Esto es lo que está pasando y pasará en mucha mayor medida
en los próximos meses desde el tiempo que se escribe este artículo.
Solo aquellos que hayan sido quebrantados, sea por muerte de
un cercano, por enfermedad o porque finalmente se dieron cuenta de su error,
podrán venir a la luz. El resto seguirá cayendo en una espiral de temor y
autojusticia, pagando precios cada vez más caros pero sin darse cuenta. A ellos
podemos iluminarlos, a partir de “donde están”, y llevarlos primero a la verdad
de lo que está pasando en el mundo, luego a las realidades espirituales que se
mueven por detrás y que siempre han estado operando, y finalmente al Camino de
provisión y restauración provisto por Dios Padre en Dios Hijo por medio de Dios
Espíritu.
Aquellos que no han hecho este proceso, están cimentados en
una especie de justicia propia, no con la faceta claramente religiosa que
podemos leer en la Biblia, pero con sus mismas características. Estos
religiosos fueron los que terminaron matando a Jesús y persiguiendo a los
discípulos, y no será distinto hoy día. De esos tenemos que cuidarnos y ser muy
prudentes. Están cegados y atados por los pactos y demonios que portan las
vacunas, y progresivamente serán “animalizados” por la transformación genética
que producirán, ahora o en un futuro cercano. Con ellos hay que ser sabios y
hablar solo cuando hay una clara indicación del Espíritu.
Pero sin dudas que en nuestros países tendremos una gran
cosecha de los “vomitados por la Bestia”, a los que deberemos consolar, enseñar
y restaurar, y, como José, perdonar también. Y eso no es algo que viene, sino
que ya está empezó.
Danilo Sorti
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