domingo, 3 de abril de 2022

811. Una forma “barata y fácil” de ser una buena persona… aunque terriblemente cara

 

Isaías 65:5 RVC

5 un pueblo que dice: «Quédate donde estás y no te acerques a mí, porque yo soy más santo que tú». Todo esto es para mí como humo en la nariz; ¡es un fuego que arde todo el día!

 

Durante siglos los cristianos no tuvieron demasiados problemas en entender la dimensión religiosa del reinado del futuro anticristo; la fe y la religión eran parte normal de la vida de los pueblos. Hacia fines del siglo XIX y durante el siglo XX, el fallido experimento ateísta pareció poner en entredicho la religiosidad innata del ser humano; pero simplemente “desplazó” el objeto de culto del Dios verdadero (aunque mal comprendido) hacia la ciencia o el humanismo o el dinero.

 

Como sea, el hombre es indefectiblemente religioso e inevitablemente necesita sentirse “bueno”. Por supuesto, solamente el sacrificio perfecto de Cristo nos puede limpiar de pecados y nos hace aceptables al Padre. No somos “buenos” porque realmente hayamos hecho suficientes buenas obras, sino porque Cristo nos cubrió con Su propia bondad, entonces el Padre cuando nos mira, está viendo al Hijo.

 

Pero cuando las personas rechazan la sencilla fe en el Hijo de Dios, se encuentran con el dilema interno de llegar a ser “buenas y aceptables”. Entonces caen en alguna especie de “autojustificación”:

 

Romanos 10:3 RVC

3 Pues al ignorar la justicia de Dios y procurar establecer su propia justicia, no se sujetaron a la justicia de Dios;

 

Para los más creyentes será una mezcla de buenas obras, ritos y aceptación intelectual de cierta doctrina. Pero, ¿qué queda para las personas altamente secularizadas del siglo XXI? Muchos hoy en día han perdido casi por completo toda referencia a la Palabra de Dios y ni siquiera conocen las historias más comunes de la Biblia. Sin embargo, las realidades espirituales están tan presentes en ellos como en cualquiera.

 

Por eso, las sucesivas corrientes ideológicas que hemos visto tratan de hacer que sus seguidores se sientan como “buenas personas” porque están haciendo “lo correcto”, aunque sea lo más aberrante.

 

Algunos pueden luchar por los derechos de las minorías, otros por la naturaleza o el cambio climático, algunos procuran utilizar un lenguaje que “no discrimine”, y un largo etcétera. Algunas causas son nombres, otras son una total estupidez.

 

Bueno, en definitiva, el ser humano necesita sentirse “bueno” por alguna razón, sentir que hace algo noble y que por lo tanto, es valioso.

 

En ese sentido, el discurso plandémico les ha otorgado a muchas personas el motivo perfecto: en un principio debían quedarse encerrados, usar simple, doble, triple, cuádruple o quíntuple bozal (eufemísticamente llamado “barbijo” o “tapaboca”), el ingente uso de alcohol y la sanitización obsesiva… Hasta la llegada del “acto de sacrificio máximo” que consiste en una autopercibida vacuna…

 

Bien, con la vertiginosidad de los medios, el virus ya ha pasado a segundo o tercer plano, y la vacuna se ha convertido en el mensaje repetido hasta el cansancio por periodistas adecuadamente ensobrados.

 

Sabemos que hay un Camino, que es Cristo. Hay quienes han decidido caminar directamente por él, aunque tenga piedras y espinas. Otros lo conocen, pero todavía no están exactamente allí, o quizás están recién entrando de lleno, o entrarán en poco tiempo. Ellos son los despiertos, los que no han sido engañados y están luchando por la verdad, con mayor o menor luz, mayor o menor poder, armas naturales o espirituales, pero están luchando y el Padre lo ve, lo tiene en cuenta y los protege.

 

Pero hay otra gran cantidad de personas que simplemente “no quiere complicarse la vida” y va con la corriente, “como ovejas al matadero”, expresión que en estos últimos meses se ha vuelto por demás de común. No saben realmente lo que pasa porque no están en las redes de información alternativas, por lo que son continuamente bombardeados por los mensajes oficiales y su retroalimentación y repetición social.

 

Mientras que los primeros encuentran su justificación en Cristo y su misión presente en presentar resistencia al avance del globalismo, los segundos necesitan tener una misión noble para vivir y por la cual sentirse “buenas personas”. ¡Y allí aparece la vacuna! Un pequeño sacrificio (es un pinchazo nomás, no duele…) para un gran bien, “te cuidás y cuidás al otro”. ¡Qué buena persona…!

 

Claramente, es una forma más de autojustificación, de “hacerse bueno” uno mismo. No se trata solo de “conjurar al impredecible dios – virus” con el acto bautismal de la vacunación, se trata, además de ¡salvar al mundo! Y es tan “barato” hacerlo… ¡qué gran negocio!

 

Quizás nunca ha sido tan fácil “ser una buena persona”. No hacen falta disciplinas rigurosas, no hace falta estudiar una larga doctrina o ideología, analizar la propia conducta, cuidar las palabras, cumplir ritos complicados ni nada de eso, basta con un simple pinchazo y ya está.

 

Miedo por un lado, seducción por otro, una fórmula poderosa para engañar a muchos.

 

Es claro, no todos habrán tomado la decisión por esta razón que analizo aquí, pero también es claro que en más de uno está presente, explícita o implícitamente. Eso explica una parte de su gran poder seductor y de por qué es tan difícil lograr que algunas personas abran los ojos.

 

¿Cómo se desmonta este argumento? No tengo muchas respuestas. Es claro que muchos “no saldrán de allí”, y serán los que finalmente terminarán chipeados por el Anticristo, o habrán caído antes bajo el juicio del Señor. Es claro también que se trata de una fortaleza espiritual que no se derriba solo con argumentos, y eso nos da una pista: quizás un enfoque de oración hacia la autojustificación pueda resultar importante en una estrategia para traer luz.

 

Pero la realidad es que “lo barato sale caro”, y de sobra tenemos ejemplos todos al haber comprado una maravillosa oferta que resultó ser un tremendo fiasco. Y en este caso, la forma barata de ser una buena persona sale cara, muy cara. Así que, cuando las personas empiezan a ver el verdadero costo de su “justicia barata”, la fortaleza comienza a resquebrajarse.

 

Proverbios 16:18 DHH

18 Tras el orgullo viene el fracaso;

tras la altanería, la caída.

 

Sentirse “buena persona” por haberse vacunado, además de una extrema ignorancia, implica orgullo. Más aún cuando comienzan a actuar el rol que les sugiere el sistema de desoír, menospreciar, hacer a un lado e incluso hostigar a los “no vacunados”.

 

Esta posición es extremadamente común hoy. Periodistas por televisión hacen callar a médicos ancianos y expertos en su tema. Alumnos en un aula contradicen abiertamente a docentes que tienen tres veces más años que ellos y mucho camino recorrido. Compañeros de trabajo, que conocen la trayectoria de uno, sencillamente rechazan todo lo que se les dice. Madres desoyen a médicos que les advierten contra la vacunación infantil… Y un largo etcétera. Son todas manifestaciones de orgullo, a veces velado, pero orgullo al fin.

 

No se trata de aceptar lo que me dice una “persona de autoridad” sin más, se trata de “honrar a las canas”, eso es, prestar atención, escuchar, analizar y luego sacar su propia conclusión, es verdad, pero luego de haber escuchado. Es claro que tenemos unos cuantos “canosos” dando vuelta por ahí que son los más poderosos agentes del Nuevo Orden, pero resulta muy claro hoy reconocer quién es quién y desde qué posición nos habla.

 

El hecho es que, mucho más pronto que tarde, y, cada vez más rápido, esta posición de orgullo acarrea la caída. Para algunos puede ser la muerte, para otros una serie de efectos adversos incapacitantes, para otros ver lo que le pasa al compañero, o encontrarse de repente con las noticias que había querido negar por tanto tiempo… Y es que sabemos de sobra que lo que Satanás ofrece barato mañana sale extremadamente caro. Pero siempre tiene éxito con la misma estrategia, basta solo cambiar el envoltorio, y las masas caen… en masa.

 

Estamos de acuerdo que no es el plan de Dios que las cosas ocurran así, pero incluso ahí tenemos una buena noticia:

 

Jonás 2:10 RVC

10 Y el Señor ordenó al pez que vomitara a Jonás en tierra.

 

El gran pez, esto es, la bestia, puede tragar a muchos, pero no puede digerir a todos, y aquellos que han sido llamados, por más rebeldes que sean, tienen un sello que la bestia no soporta, así que vuelven a la realidad en medio del vómito de un gran pez… ¡qué asco!! Veamos lo positivo, al menos, volvieron.

 

Siendo quebrantados, envueltos en el “vómito de la bestia”, lograr abrir los ojos y volver a ver la luz. Esa noticia es maravillosa. Pero hay un costo, ya sea personal o ya sea en la propia familia y los cercanos, un costo muy alto.

 

Esto es lo que está pasando y pasará en mucha mayor medida en los próximos meses desde el tiempo que se escribe este artículo.

 

Solo aquellos que hayan sido quebrantados, sea por muerte de un cercano, por enfermedad o porque finalmente se dieron cuenta de su error, podrán venir a la luz. El resto seguirá cayendo en una espiral de temor y autojusticia, pagando precios cada vez más caros pero sin darse cuenta. A ellos podemos iluminarlos, a partir de “donde están”, y llevarlos primero a la verdad de lo que está pasando en el mundo, luego a las realidades espirituales que se mueven por detrás y que siempre han estado operando, y finalmente al Camino de provisión y restauración provisto por Dios Padre en Dios Hijo por medio de Dios Espíritu.

 

Aquellos que no han hecho este proceso, están cimentados en una especie de justicia propia, no con la faceta claramente religiosa que podemos leer en la Biblia, pero con sus mismas características. Estos religiosos fueron los que terminaron matando a Jesús y persiguiendo a los discípulos, y no será distinto hoy día. De esos tenemos que cuidarnos y ser muy prudentes. Están cegados y atados por los pactos y demonios que portan las vacunas, y progresivamente serán “animalizados” por la transformación genética que producirán, ahora o en un futuro cercano. Con ellos hay que ser sabios y hablar solo cuando hay una clara indicación del Espíritu.

 

Pero sin dudas que en nuestros países tendremos una gran cosecha de los “vomitados por la Bestia”, a los que deberemos consolar, enseñar y restaurar, y, como José, perdonar también. Y eso no es algo que viene, sino que ya está empezó.

 

 

Danilo Sorti

 

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