Éxodo 30:11-12 RVC
11 El Señor habló también con Moisés, y le dijo:
12 «Cuando hagas un recuento del número de los
hijos de Israel, una vez que los hayas contado cada uno de ellos deberá darme a
mí, el Señor, el rescate de su persona. Así no habrá mortandad entre ellos.
La ubicación de esta sección en el libro de Éxodo es
bastante extraña. En todo el contexto Dios le da las instrucciones a Moisés
sobre cómo construir la Tienda de Reunión y el culto de la misma, es decir, el
procedimiento que ellos tendrían que seguir para acercarse a ese Dios que
recién estaban conociendo. ¿Qué tiene que ver un censo con todo eso?
Podemos asumir que la plata recolectada en ese primer censo
que realizaron sirvió para hacer algunas cosas de todo el Tabernáculo, pero
sigue siendo una ubicación un poco extraña, si es que no lo vemos desde un
punto de vista espiritual.
Aunque no podemos asumir exactamente que la secuencia en que
Dios se lo dijo a Moisés fuera esa, resulta claro que así fue inspirado por el
Espíritu para que sea escrito, y por lo tanto, un mensaje nos transmite con
todo eso. Pero allí necesitamos recurrir al simbolismo, en este caso, de los
distintos muebles del Tabernáculo.
Antes de las instrucciones sobre el censo (dentro del mismo
capítulo) nos encontramos con las indicaciones sobre el altar del incienso, y
luego, la fuente de bronce, el aceite de la santa unción y el incienso. La
secuencia de los muebles del Tabernáculo era:
1. Altar de los sacrificios
2. Lavacro de bronce
3. Mesa de los panes
4. Candelabro
5. Altar de incienso
6. Arca
7. Propiciatorio
En orden, cada uno de ellos se refiere a cada uno de los
siete dones redentores del Padre:
1. Profeta
2. Siervo
3. Maestro
4. Exhortador
5. Dador
6. Gobierno
7. Misericordia
Así que el censo se “encuentra” entre el altar de incienso =
dador, y la fuente de bronce = siervo. Un poco más allá tenemos el aceite de la
santa unción, que significaba claramente la capacitación para el ministerio, y el
incienso, que es la ofrenda a Dios, las oraciones puras y sinceras que llegan a
Su presencia, tal como vemos en Apocalipsis.
Las oraciones se elevan a Dios, como Fuente de toda dádiva, Él
es quien concede a una nación aumentar en número. Más adelante Salomón diría:
Salmos 127:3 RVC
3 Los hijos son un regalo del Señor; los frutos
del vientre son nuestra recompensa.
Mientras que en los otros ejemplos de censos que vimos en
artículos anteriores, cada persona era solamente una fuente de recursos para la
“nación”, expresión eufemística que solo esconde la ambición personal de sus
gobernantes; aquí son vistos como un regalo, como propiedad exclusiva del
Creador que son dados a una nación para su bendición, para que sean de bendición
a las otras naciones y para que en todo el proceso dé la gloria a su Hacedor.
Por lo tanto, un censo sería motivo de agradecimiento y a su
vez de consagración (el aceite de la santa unción que aparece un poco más
adelante en el texto), la oportunidad para que el pueblo y sus líderes organizaran
el servicio de sus habitantes, la oportunidad para elevar las oraciones de
gratitud… o no…
Isaías 1:9 RVC
9 Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera
dejado un remanente, un poco más y seríamos como Sodoma, ¡semejantes a Gomorra!
En varias ocasiones Israel fue diezmado por sus enemigos,
Dios los entregó a la muerte por el pecado hediondo que había en ellos. Un
censo puede ser el motivo de gran tristeza y arrepentimiento para un pueblo
pequeño, al menos debería serlo.
En medio de las naciones, Argentina es una nación con poca
población, nunca ha crecido demasiado y en estos últimos tiempos, debido al espíritu
de Moloc soltado por la aprobación del genocidio intrauterino, más los muchos
pecados del pueblo y sus gobernantes, la tasa de natalidad está siendo la más
baja de su historia, y la muerte que ya ha comenzado debido a la inoculación
venenosa, que la mayoría de la sociedad (cristianos inclusive) recibieron
alegremente, hará estragos sobre la población.
Así que, aquí y ahora, este censo no será motivo de alegría
y agradecimiento, sino de profundo arrepentimiento y tristeza. Claro, para los
que tienen ojos para ver, ya que buena parte de las personas han sido cegadas
por las mentiras del globalismo respecto de la sobrepoblación y las “ventajas”
de no tener hijos.
Creo que eso es algo que tendremos que hacer cuando estén
los resultados de este censo.
El otro mueble es el lavacro de bronce, una especie de piletón
de donde se obtenía el agua para lavar los sacrificios y demás. Corresponde al
don de siervo, también asociado con el segundo día de la creación: la atmósfera
y el aire. Es el que limpia, el que suaviza, el que trae sanidad. Luego del
profeta, tan “sangriento” como el altar de los sacrificios, es necesario traer
esa sanidad para que las personas puedan ser instruidas por el maestro y
continuar con el proceso simbolizado por los siete muebles.
Viene luego del relato del censo, y creo que resulta obvio
por qué, luego de lo que dijimos. El censo daría a conocer no solo “los que están”
sino también “los que faltan”, los que murieron pero también los que no
nacieron, los que emigraron, los que nunca llegaron. Eso mismo es lo que
ocurrirá en nuestro caso, y allí está el Espíritu, el agua de vida, que limpia,
que trae nueva vida. Y también está el bronce, el mismo que vemos en los pies del
Hijo del Hombre, en Apocalipsis 1, el que soportó las pruebas y venció, y por lo
tanto, nos hace también a nosotros vencedores.
En este nuevo tiempo de gracia, Dios nos ha hecho reyes y
sacerdotes por medio de Su Hijo. Por más que algunas iglesias hayan establecido
la figura del “sacerdote” y otras hayan elevado a los ministros o pastores por
encima del resto de la gente, nada de eso se corresponde con el modelo bíblico.
El que escucha y el que cree con todo el corazón y le entrega su vida a Él,
recibe también la autoridad del sacerdote, es decir, del que puede interponerse
entre el resto del pueblo y Dios. Si entendemos estas enseñanzas básicas que el
Espíritu nos trae respecto del censo, podremos oficiar como tales para que Su
justicia y Su misericordia sean traídas a esta nación.
Apocalipsis 1:12-16 RVC
12 Yo volví la mirada para ver de quién era la voz
que hablaba conmigo, y al volverme vi siete candeleros de oro;
13 en medio de los siete candeleros vi a alguien,
semejante al Hijo del Hombre, que vestía un ropaje que le llegaba hasta los
pies, y que llevaba un cinto de oro a la altura del pecho.
14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como
lana. Parecían de nieve. Sus ojos chispeaban como una llama de fuego.
15 Sus pies eran semejantes al bronce pulido, y
brillaban como en un horno; su voz resonaba como el estruendo de un poderoso
caudal de agua;
16 en su mano derecha llevaba siete estrellas, y
de su boca salía una aguda espada de doble filo; su rostro era radiante, como
el sol en todo su esplendor.
Él venció, Él atravesó por las llamas y no pudieron
derrotarlo. Al momento de escribir este texto, cuando recordamos la Pascua, Su
victoria es la señal de un tiempo nuevo, la que apunta hacia Pentecostés,
cuando el poder bajaría sobre Sus discípulos para comenzar su misión. Y antes
de eso hubo que arreglar un “pequeño censo”, pero de eso hablaremos luego.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario