domingo, 3 de abril de 2022

819. La falsa pandemia, los cristianos y el pensamiento mágico

 

Eclesiastés 7:19 RVC

19 La sabiduría da al sabio más fuerza que diez hombres fuertes a una ciudad.

 

Ya sea la palabra “sabiduría” o el concepto que entraña, ocurre cientos de veces en la Biblia. La palabra sola en la clásica Reina Valera 1960 aparece en unos 240 versículos, pero si tratáramos de buscar todos los textos que nos enseñan sabiduría, es decir, la correcta manera de aplicar los conocimientos, de entender el mundo, de sacar conclusiones y,  en definitiva, de vivir, creo que estaríamos de acuerdo en que deberíamos marcar casi toda la Biblia, por no decir toda.

 

La Biblia tiene un tema central, que es la solución de la rebelión humana a través de Cristo; y luego, hay una serie de temas “secundarios” que atraviesan toda la Palabra, de principio a fin. Además de su obvio objetivo principal, los otros temas a los que deberíamos prestarle atención son, obviamente, esos. De más está decir que desde hace tiempo la predicación cristiana ha terminado desviándose en muchos temas que suelen estar bastante lejos de esas líneas fundamentales.

 

Bueno, es evidente que la sabiduría para vivir, la forma de evitar el engaño del pecado que ha tomado control de este mundo, es un tema básico, algo a lo que deberíamos prestar especial atención. Y es evidente que la necedad imperante en el mundo desde hace décadas ha entrado en la iglesia también, sobresimplificando el mensaje y, por tanto, perdiendo sabiduría.

 

Hace unos días compartía un texto en donde se explicaba el descenso del coeficiente intelectual promedio de toda la humanidad, especialmente occidente. Aunque esos test constituyen una simplificación, dan una buena pista de lo que sucede realmente. Y si el coeficiente intelectual desciende, necesariamente desciende también la sabiduría, es decir, la capacidad para usar correctamente los (ya pocos) conocimientos que se tienen.

 

No voy a intentar profundizar en lo que ese descenso significa sino en las consecuencias de tener menos sabiduría, concretamente, en la incapacidad para desarrollar el pensamiento crítico. Si no hay elementos suficientes como para razonar bien, el intelecto da lugar al emocionalismo, entonces, los relativamente pocos elementos que tiene la persona se tiñen profundamente de emociones y por lo tanto de irracionalidad, transformándose en seres fácilmente conducibles mediante la manipulación emocional. Con el tiempo, la capacidad de razonar y analizar es reemplazara por “sentir las emociones correctas”, y la gente se retroalimenta con ese concepto.

 

Pero, finalmente, todos tenemos que tomar decisiones frente a situaciones complejas. Que las personas hayan perdido los elementos como para poder entenderlas y analizarlas correctamente no significa que no les resulten problemáticas o amenazantes, solo que ahora deberán tener otra forma de encararla. Pero si el pensamiento se ha vuelto simple, las soluciones también deberán serlo.

 

Así se cae en una especie de pensamiento mágico, que lleva ya muchos años convenientemente instalado entre los cristianos y “avalado” por algunos versículos bíblicos descontextualizados y malinterpretados. Sencillamente, “si usted obedece, Dios lo va a bendecir por su obediencia”.

 

Esta doctrina surgió en Estados Unidos (¡cuándo no!) hace varias décadas y se extendió rápidamente por razones obvias: resultaba extremadamente conveniente para el liderazgo de las congregaciones, ya que nadie podría cuestionarlos, y resultaba extremadamente cómodo para una membresía que se estaba volviendo mentalmente perezosa e ignorante.

 

Así se cayó en una doctrina que, pese a todo, sigue muy viva: “si usted obedece, Dios lo bendice”.

 

Intencionalmente hay un juego de significados oculto aquí: mientras la Biblia habla una y otra vez de la obediencia A DIOS, el uso que se hace de esta expresión suele borrar “a Dios” o dejarlo relegado. Así, la “obediencia” se ha vuelto en un valor fundamental, buena por sí misma para muchísimos cristianos. Esto, evidentemente, es un absurdo con solo un minúsculo análisis: ¡la obediencia a Satanás y sus siervos no tiene nada de bueno en sí misma! Pero la mayoría de los cristianos no pueden hacer ese trayecto tan corto…

 

Entonces, obedecer al pastor o a las autoridades políticas, que inevitablemente habrán sido “puestas por Dios” (¿o por “dios”…?) se vuelve equivalente. Así, los hombres investidos de autoridad ya dejan de ser hombres falibles y por el solo hecho de sus títulos se han vuelto infalibles. La varita mágica del título los ha transformado en “superhombres”, o, en todo caso, en perversos con licencia para matar, pero sea como sea, “Dios siempre va a premiar la obediencia”.

 

El principado de dominación y control es tan obvio y obsceno que no merece mayor análisis. Los que se someten voluntariamente bajo este concepto se han vuelto cómplices necesarios en todos los males de autoridades perversas y corrompidas, “puestas por Dios”, sí, claro, para traer juicio sobre una nación extremadamente necia y pecadora.

 

¿Por qué hasta 2019 las iglesias estaban predicando sobre la marca de la Bestia y en 2021 la mayoría corrió a ponerse su precursor? Porque ya estaban preparados para “obedecer”, pero no a Dios, sino al Suplantador, al Engañador. Peor aún, estaban, y siguen estando, preparados para defender su pensamiento a muerte y para proteger a los impíos contra todo despierto que ose cuestionarlos.

 

La estructura de pensamiento simplista y, por consiguiente, mágico, que Satanás se encargó muy bien de preparar desde hace muchas décadas, ha dado sus amargos frutos. Todavía es tiempo de escapar, pero no queda mucho y no habrá muchas advertencias más para los que voluntariamente siguen en el error.

 

El tiempo del juicio ya comenzó. También el tiempo de la liberación y la redención. Por ahora es posible escapar.

 

 

Danilo Sorti

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