Eclesiastés 7:19 RVC
19 La sabiduría da al sabio más fuerza que diez
hombres fuertes a una ciudad.
Ya sea la palabra “sabiduría” o el concepto que entraña,
ocurre cientos de veces en la Biblia. La palabra sola en la clásica Reina
Valera 1960 aparece en unos 240 versículos, pero si tratáramos de buscar todos
los textos que nos enseñan sabiduría, es decir, la correcta manera de aplicar
los conocimientos, de entender el mundo, de sacar conclusiones y, en definitiva, de vivir, creo que estaríamos
de acuerdo en que deberíamos marcar casi toda la Biblia, por no decir toda.
La Biblia tiene un tema central, que es la solución de la
rebelión humana a través de Cristo; y luego, hay una serie de temas
“secundarios” que atraviesan toda la Palabra, de principio a fin. Además de su
obvio objetivo principal, los otros temas a los que deberíamos prestarle
atención son, obviamente, esos. De más está decir que desde hace tiempo la
predicación cristiana ha terminado desviándose en muchos temas que suelen estar
bastante lejos de esas líneas fundamentales.
Bueno, es evidente que la sabiduría para vivir, la forma de
evitar el engaño del pecado que ha tomado control de este mundo, es un tema
básico, algo a lo que deberíamos prestar especial atención. Y es evidente que
la necedad imperante en el mundo desde hace décadas ha entrado en la iglesia también,
sobresimplificando el mensaje y, por tanto, perdiendo sabiduría.
Hace unos días compartía un texto en donde se explicaba el
descenso del coeficiente intelectual promedio de toda la humanidad,
especialmente occidente. Aunque esos test constituyen una simplificación, dan
una buena pista de lo que sucede realmente. Y si el coeficiente intelectual
desciende, necesariamente desciende también la sabiduría, es decir, la
capacidad para usar correctamente los (ya pocos) conocimientos que se tienen.
No voy a intentar profundizar en lo que ese descenso
significa sino en las consecuencias de tener menos sabiduría, concretamente, en
la incapacidad para desarrollar el pensamiento crítico. Si no hay elementos
suficientes como para razonar bien, el intelecto da lugar al emocionalismo,
entonces, los relativamente pocos elementos que tiene la persona se tiñen
profundamente de emociones y por lo tanto de irracionalidad, transformándose en
seres fácilmente conducibles mediante la manipulación emocional. Con el tiempo,
la capacidad de razonar y analizar es reemplazara por “sentir las emociones
correctas”, y la gente se retroalimenta con ese concepto.
Pero, finalmente, todos tenemos que tomar decisiones frente
a situaciones complejas. Que las personas hayan perdido los elementos como para
poder entenderlas y analizarlas correctamente no significa que no les resulten
problemáticas o amenazantes, solo que ahora deberán tener otra forma de
encararla. Pero si el pensamiento se ha vuelto simple, las soluciones también
deberán serlo.
Así se cae en una especie de pensamiento mágico, que lleva
ya muchos años convenientemente instalado entre los cristianos y “avalado” por
algunos versículos bíblicos descontextualizados y malinterpretados.
Sencillamente, “si usted obedece, Dios lo va a bendecir por su obediencia”.
Esta doctrina surgió en Estados Unidos (¡cuándo no!) hace
varias décadas y se extendió rápidamente por razones obvias: resultaba
extremadamente conveniente para el liderazgo de las congregaciones, ya que
nadie podría cuestionarlos, y resultaba extremadamente cómodo para una
membresía que se estaba volviendo mentalmente perezosa e ignorante.
Así se cayó en una doctrina que, pese a todo, sigue muy
viva: “si usted obedece, Dios lo bendice”.
Intencionalmente hay un juego de significados oculto aquí:
mientras la Biblia habla una y otra vez de la obediencia A DIOS, el uso que se
hace de esta expresión suele borrar “a Dios” o dejarlo relegado. Así, la
“obediencia” se ha vuelto en un valor fundamental, buena por sí misma para muchísimos
cristianos. Esto, evidentemente, es un absurdo con solo un minúsculo análisis:
¡la obediencia a Satanás y sus siervos no tiene nada de bueno en sí misma! Pero
la mayoría de los cristianos no pueden hacer ese trayecto tan corto…
Entonces, obedecer al pastor o a las autoridades políticas,
que inevitablemente habrán sido “puestas por Dios” (¿o por “dios”…?) se vuelve
equivalente. Así, los hombres investidos de autoridad ya dejan de ser hombres
falibles y por el solo hecho de sus títulos se han vuelto infalibles. La varita
mágica del título los ha transformado en “superhombres”, o, en todo caso, en
perversos con licencia para matar, pero sea como sea, “Dios siempre va a
premiar la obediencia”.
El principado de dominación y control es tan obvio y obsceno
que no merece mayor análisis. Los que se someten voluntariamente bajo este
concepto se han vuelto cómplices necesarios en todos los males de autoridades
perversas y corrompidas, “puestas por Dios”, sí, claro, para traer juicio sobre
una nación extremadamente necia y pecadora.
¿Por qué hasta 2019 las iglesias estaban predicando sobre la
marca de la Bestia y en 2021 la mayoría corrió a ponerse su precursor? Porque
ya estaban preparados para “obedecer”, pero no a Dios, sino al Suplantador, al
Engañador. Peor aún, estaban, y siguen estando, preparados para defender su
pensamiento a muerte y para proteger a los impíos contra todo despierto que ose
cuestionarlos.
La estructura de pensamiento simplista y, por consiguiente,
mágico, que Satanás se encargó muy bien de preparar desde hace muchas décadas,
ha dado sus amargos frutos. Todavía es tiempo de escapar, pero no queda mucho y
no habrá muchas advertencias más para los que voluntariamente siguen en el
error.
El tiempo del juicio ya comenzó. También el tiempo de la
liberación y la redención. Por ahora es posible escapar.
Danilo Sorti
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