viernes, 8 de febrero de 2019

664. ¡Alto ahí! Miren para atrás, pregunten por el camino


Jeremías 6:16 DHH
16 El Señor dice a su pueblo:
en los caminos y miren,
pregunten por los senderos antiguos,
dónde está el mejor camino;
síganlo y encontrarán descanso.
Pero ellos dicen: no queremos seguirlo.

Isaías 51:1 DHH
1 Óiganme todos los que quieren vivir con rectitud
y me buscan —dice el Señor—.
Miren la roca de donde fueron cortados,
la cantera de donde fueron sacados;


Cuando el pueblo perdía el camino, los profetas lo llamaban a mirar al pasado, a la historia, a los hechos de Dios en sus principios y el camino que una vez les había dado. Esto ya estaba prefigurado en la “madre” de todas las profecías sobre una nación, repetida varias veces en el Pentateuco:

Deuteronomio 30:1-3 DHH
1 “Cuando les sobrevenga a ustedes todo lo que les he anunciado, la bendición y la maldición que les he dado a elegir, y reflexionen sobre ellas en las naciones donde el Señor su Dios los arroje,
2 si se vuelven al Señor y lo obedecen de todo corazón y con toda su alma, ustedes y los hijos de ustedes, como yo se lo ordeno ahora,
3 entonces el Señor su Dios cambiará la suerte de ustedes y les tendrá compasión. Los reunirá otra vez de entre los países donde antes los arrojó,

Teniendo en cuenta la rebeldía de Su pueblo, sabía que vendría el momento en que mirarían al pasado, y entenderían por qué pasó todo lo que pasó.

1 Reyes 19:8 DHH
8 Elías se levantó, y comió y bebió. Y aquella comida le dio fuerzas para caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.

¿Qué sentido tenía ir a Horeb? ¿No estaba en medio de un avivamiento en Israel? ¿No le había hablado Dios en su propia tierra hasta ahora? Elías fue uno de los principales profetas, y no podemos negar el grado de intimidad que tenía con el Señor, pero en este momento en particular tenía que ir al mismo sitio donde Dios había hablado con Moisés y había constituido una nación, porque su propia nación está a punto de desarmarse. Allí recibió tres encargos trascendentes, de los cuales solo uno pudo cumplir en persona, pero que permitirían al menos un alivio a Israel durante un tiempo más.

Tanto en nuestra experiencia personal como en la vida de las naciones, hay un momento en que somos llamados a ir a los orígenes, a volver allí para reconocer la misericordia de Dios y Sus diseños, Sus palabras que se perdieron en el camino.

Volver a los orígenes no significa volver a un pasado idealizado, casi mitológico, significa volver a encontrarnos con la realidad de lo que somos, como personas, como sociedades, como naciones, y reconocer todo lo que Dios hizo en la historia, lo hayamos reconocido o no.

Ezequiel 16:2-6 DHH
2 hombre, hazle ver a Jerusalén las cosas tan detestables que ha hecho.
3 Dile: dice el Señor: Por lo que toca a tu origen, tú, Jerusalén, eres cananea de nacimiento; tu padre fue amorreo y tu madre hitita.
4 El día en que naciste no te cortaron el ombligo, ni te bañaron, ni te frotaron con sal, ni te fajaron.
5 Nadie tuvo compasión de ti ni se preocupó de hacerte esas cosas. El día en que naciste, te dejaron tirada en el campo porque sentían asco de ti.
6 Yo pasé junto a ti, y al verte pataleando en tu sangre, decidí que debías vivir.

Ezequiel está volviendo al pasado de la nación, no para recordarles cuán gloriosos habían sido, sino sus raíces de iniquidad que desde allí venían creciendo, y cómo Dios había tenido misericordia de ellos y los había cuidado hasta conformarlos como nación. Cualquier nación de las que tenemos hoy podría sentirse identificada con esta historia, no somos mejores que ellos, y a todos nuestros pueblos hasta ahora los ha hecho vivir el Señor, a pesar de sus pecados.

Podemos seguir buscando y encontraremos muchísimas referencias a la historia, de hecho, tanto la fe de Israel como la fe cristiana es una fe profundamente histórica, y vez tras vez se nos llama a volver a esa misma historia para reconocer lo que somos y lo que Dios es y hace. Podrá ser nuestra historia, la historia bíblica o la historia de nuestras naciones, Dios no es ajeno a ninguna de ellas.

Si pensamos que solo “hacia adelante” está la respuesta caemos en un serio error y fallamos seriamente a la revelación bíblica. Por supuesto que Dios está continuamente avanzando, nada hay estático en Su Reino y mucho menos en estos tiempos sociales. Por supuesto que necesitamos seguir creciendo y lo haremos por toda la eternidad. Pero en ese afán de avanzar y conquistar y conseguir cosas (tentación por demás de fuerte en el liderazgo hoy día), nos olvidamos de que hay momentos en que debemos hacer un alto y mirar hacia atrás, ¿nos hemos desviado? ¿por qué no hacemos lo mismo que antes? ¿será porque hemos aprendido a hacerlo mejor o porque simplemente nos amoldamos a un sistema o permitimos que entrara el pecado?

El afán por el progresismo, que nace allá en el siglo XIX e impregnó toda nuestra cultura occidental hasta degenerar en la “religión laica” de este siglo, furiosamente anticristiana y sexópata, ha permeado también a los cristianos, por lo que valorar y aceptar “lo nuevo” suele ser una tendencia muy fuerte para los cristianos urbanos y de clase media. También contamina nuestra visión del Evangelio, haciéndonos desestimar esos momentos de “parate” para mirar hacia atrás. Elías sigue siendo un ejemplo: con ayuda sobrenatural, caminó cuarenta días con sus noches hasta llegar a Horeb (después tuvo que volver y no se nos dice que volviera a recibir ayuda angélica, por lo que el camino de regreso pudo demorar varios meses), ¿por qué arriesgarse a un viaje tan peligroso? ¿por qué abandonar su país y dejar su reciente éxito? ¿qué encontraría allí? ¿acaso lo sabía?

Jesús pasó por su experiencia del desierto, con propósitos distintos pero no tanto; fue al lugar donde Dios había conformado a Su pueblo, donde Elías había vuelto para recibir los “planos originales”, y para encontrarse con la Serpiente Antigua. También Pablo tuvo su tiempo en el desierto, en Arabia, de nuevo para encontrarse con los orígenes, el lugar donde Dios habló y donde volvería a hacerlo.

Más aún, el día de reposo, que resultó ser una enseñanza muy olvidada por los evangélicos, tiene en parte el propósito de ser un momento fijo en la semana donde, entre otras cosas, podamos “mirar hacia atrás”; precisamente cuando dice que “Dios reposó” también se nos sugiere que Dios “mira hacia atrás”, hacia toda Su obra, y haciendo un repaso, se siente satisfecho por ella.

Hermanos, no caigamos en la tan común tentación del activismo, menos aún en la del “progresismo cristiano”, que nos hace ver solo hacia adelante y considerar que todo lo pasado fue erróneo y superado. Dios está allí, Dios se manifestó y allí están las raíces de Sus diseños, de lo bueno y lo malo que somos, las raíces que fructifican hoy, y las que tenemos que cortar si es que queremos corregir estos frutos.


Danilo Sorti





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