Jeremías 6:16 DHH
16 El Señor dice a su pueblo:
en los caminos y miren,
pregunten por los senderos antiguos,
dónde está el mejor camino;
síganlo y encontrarán descanso.
Pero ellos dicen: no queremos seguirlo.
Isaías 51:1 DHH
1 Óiganme todos los que quieren vivir con
rectitud
y me buscan —dice el Señor—.
Miren la roca de donde fueron cortados,
la cantera de donde fueron sacados;
Cuando el pueblo perdía el camino, los
profetas lo llamaban a mirar al pasado, a la historia, a los hechos de Dios en
sus principios y el camino que una vez les había dado. Esto ya estaba
prefigurado en la “madre” de todas las profecías sobre una nación, repetida
varias veces en el Pentateuco:
Deuteronomio 30:1-3 DHH
1 “Cuando les sobrevenga a ustedes todo lo
que les he anunciado, la bendición y la maldición que les he dado a elegir, y
reflexionen sobre ellas en las naciones donde el Señor su Dios los arroje,
2 si se vuelven al Señor y lo obedecen de
todo corazón y con toda su alma, ustedes y los hijos de ustedes, como yo se lo
ordeno ahora,
3 entonces el Señor su Dios cambiará la
suerte de ustedes y les tendrá compasión. Los reunirá otra vez de entre los
países donde antes los arrojó,
Teniendo en cuenta la rebeldía de Su pueblo,
sabía que vendría el momento en que mirarían al pasado, y entenderían por qué
pasó todo lo que pasó.
1 Reyes 19:8 DHH
8 Elías se levantó, y comió y bebió. Y aquella
comida le dio fuerzas para caminar cuarenta días y cuarenta noches hasta llegar
a Horeb, el monte de Dios.
¿Qué sentido tenía ir a Horeb? ¿No estaba en
medio de un avivamiento en Israel? ¿No le había hablado Dios en su propia
tierra hasta ahora? Elías fue uno de los principales profetas, y no podemos
negar el grado de intimidad que tenía con el Señor, pero en este momento en
particular tenía que ir al mismo sitio donde Dios había hablado con Moisés y
había constituido una nación, porque su propia nación está a punto de
desarmarse. Allí recibió tres encargos trascendentes, de los cuales solo uno
pudo cumplir en persona, pero que permitirían al menos un alivio a Israel
durante un tiempo más.
Tanto en nuestra experiencia personal como en
la vida de las naciones, hay un momento en que somos llamados a ir a los
orígenes, a volver allí para reconocer la misericordia de Dios y Sus diseños,
Sus palabras que se perdieron en el camino.
Volver a los orígenes no significa volver a
un pasado idealizado, casi mitológico, significa volver a encontrarnos con la
realidad de lo que somos, como personas, como sociedades, como naciones, y
reconocer todo lo que Dios hizo en la historia, lo hayamos reconocido o no.
Ezequiel 16:2-6 DHH
2 hombre, hazle ver a Jerusalén las cosas tan
detestables que ha hecho.
3 Dile: dice el Señor: Por lo que toca a tu
origen, tú, Jerusalén, eres cananea de nacimiento; tu padre fue amorreo y tu
madre hitita.
4 El día en que naciste no te cortaron el
ombligo, ni te bañaron, ni te frotaron con sal, ni te fajaron.
5 Nadie tuvo compasión de ti ni se preocupó
de hacerte esas cosas. El día en que naciste, te dejaron tirada en el campo
porque sentían asco de ti.
6 Yo pasé junto a ti, y al verte pataleando
en tu sangre, decidí que debías vivir.
Ezequiel está volviendo al pasado de la
nación, no para recordarles cuán gloriosos habían sido, sino sus raíces de
iniquidad que desde allí venían creciendo, y cómo Dios había tenido
misericordia de ellos y los había cuidado hasta conformarlos como nación. Cualquier
nación de las que tenemos hoy podría sentirse identificada con esta historia,
no somos mejores que ellos, y a todos nuestros pueblos hasta ahora los ha hecho
vivir el Señor, a pesar de sus pecados.
Podemos seguir buscando y encontraremos
muchísimas referencias a la historia, de hecho, tanto la fe de Israel como la
fe cristiana es una fe profundamente histórica, y vez tras vez se nos llama a
volver a esa misma historia para reconocer lo que somos y lo que Dios es y
hace. Podrá ser nuestra historia, la historia bíblica o la historia de nuestras
naciones, Dios no es ajeno a ninguna de ellas.
Si pensamos que solo “hacia adelante” está la
respuesta caemos en un serio error y fallamos seriamente a la revelación
bíblica. Por supuesto que Dios está continuamente avanzando, nada hay estático
en Su Reino y mucho menos en estos tiempos sociales. Por supuesto que
necesitamos seguir creciendo y lo haremos por toda la eternidad. Pero en ese
afán de avanzar y conquistar y conseguir cosas (tentación por demás de fuerte
en el liderazgo hoy día), nos olvidamos de que hay momentos en que debemos
hacer un alto y mirar hacia atrás, ¿nos hemos desviado? ¿por qué no hacemos lo
mismo que antes? ¿será porque hemos aprendido a hacerlo mejor o porque
simplemente nos amoldamos a un sistema o permitimos que entrara el pecado?
El afán por el progresismo, que nace allá en
el siglo XIX e impregnó toda nuestra cultura occidental hasta degenerar en la
“religión laica” de este siglo, furiosamente anticristiana y sexópata, ha
permeado también a los cristianos, por lo que valorar y aceptar “lo nuevo”
suele ser una tendencia muy fuerte para los cristianos urbanos y de clase
media. También contamina nuestra visión del Evangelio, haciéndonos desestimar
esos momentos de “parate” para mirar hacia atrás. Elías sigue siendo un
ejemplo: con ayuda sobrenatural, caminó cuarenta días con sus noches hasta
llegar a Horeb (después tuvo que volver y no se nos dice que volviera a recibir
ayuda angélica, por lo que el camino de regreso pudo demorar varios meses),
¿por qué arriesgarse a un viaje tan peligroso? ¿por qué abandonar su país y
dejar su reciente éxito? ¿qué encontraría allí? ¿acaso lo sabía?
Jesús pasó por su experiencia del desierto,
con propósitos distintos pero no tanto; fue al lugar donde Dios había
conformado a Su pueblo, donde Elías había vuelto para recibir los “planos
originales”, y para encontrarse con la Serpiente Antigua. También Pablo tuvo su
tiempo en el desierto, en Arabia, de nuevo para encontrarse con los orígenes,
el lugar donde Dios habló y donde volvería a hacerlo.
Más aún, el día de reposo, que resultó ser
una enseñanza muy olvidada por los evangélicos, tiene en parte el propósito de
ser un momento fijo en la semana donde, entre otras cosas, podamos “mirar hacia
atrás”; precisamente cuando dice que “Dios reposó” también se nos sugiere que
Dios “mira hacia atrás”, hacia toda Su obra, y haciendo un repaso, se siente
satisfecho por ella.
Hermanos, no caigamos en la tan común
tentación del activismo, menos aún en la del “progresismo cristiano”, que nos
hace ver solo hacia adelante y considerar que todo lo pasado fue erróneo y
superado. Dios está allí, Dios se manifestó y allí están las raíces de Sus
diseños, de lo bueno y lo malo que somos, las raíces que fructifican hoy, y las
que tenemos que cortar si es que queremos corregir estos frutos.
Danilo Sorti
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