Isaías 55:8-9 RVC
8 El Señor ha dicho: «Mis pensamientos no son
los pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos.
9 Así como los cielos son más altos que la
tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos que los caminos y
pensamientos de ustedes.
Hay verdades de la naturaleza de Dios que son
propiamente fundamentales e inmutables, no cambian, no hay situación donde no
se apliquen, siempre se han aplicado y jamás dejarán de hacerlo. Este concepto
discurre a lo largo de toda la Biblia y es aceptado como algo fundamental, en
nuestra civilización occidental, como algo “intuitivo”. De paso, digamos que
este hecho teológico fue el que permitió hace varios siglos el surgimiento de
la ciencia con su pretensión de encontrar las leyes inmutables que rigen el
mundo, tal concepto no podía habérseles ocurrido a los paganos, tampoco al
mundo oriental.
Ahora bien, una cosa es conocer y poder
repetir estos conceptos claves y fundacionales, otra cosa muy distinta es
aplicarlos en cada momento de nuestra vida. ¿En CADA momento? Sí, porque si son
principios eternos, no hay momento de nuestras vidas, tanto en la Tierra como
en el Cielo y por la eternidad en que no se apliquen. Sin embargo, la
“práctica” diaria nos sugiere que tal cosa no suele ocurrir…
Uno de esos principios inmutables es que la
mente de Dios está muy por encima de la nuestra y siempre lo estará. Bien, esa
es la afirmación, pero la sabiduría consiste no en repetir afirmaciones de
memoria sino en obtener consecuencias y aplicaciones de ellas.
Las aplicaciones y conclusiones que podemos
sacar de estos dos versículos, al tiempo presente, nos servirían para escribir
una biblioteca completa, Y NO EXAGERO EN LO MÁS MÍNIMO. Así que veamos una
partecita muy pequeña de ella, pero muy importante para nosotros.
¿Cómo oramos? ¿Qué pedimos cuando oramos y
por qué a veces no obtenemos respuesta? Diría que siempre o casi siempre,
cuando buscamos una respuesta en oración tenemos ya un repertorio de soluciones
posibles, y a veces, “fuertemente posibles”. Cuando se trata de algo que
haremos o no, que esperaremos o no, es casi inevitable que tengamos las
opciones: “A”, “B” y “C”, y la respuesta que esperamos deba encajar
necesariamente en alguna de ellas. Pero sucede que la respuesta no llega y el
cielo permanece “de hierro”.
Por supuesto que puede haber unas cuantas
situaciones que nos “cierren” los cielos, pero si en nuestro interior las
respuestas posibles ya están encasilladas y Dios tiene la opción “D”, que
resulta estar ABSOLUTAMENTE FUERA de nuestra consideración, estamos en un
problema…
Podremos pasar años así, orando sin obtener
una respuesta definitiva, porque en nuestra mente “no entra” la opción “D”. El
problema en ese caso no es teológico, sino más bien se trata de heridas
profundas, escondidas, que nos impiden escuchar una respuesta determinada. Como
sea, cuando estamos “en medio” de la oración no contestada, es difícil que nos
demos cuenta del bloqueo emocional en cuestión, pero podemos asumir que “algo
está pasando”, aunque todavía no entendamos bien que. Y entonces podemos hacer
algunos cambios en nuestras oraciones para que dichos bloqueos nos sean
finalmente revelados.
Y es
que los pensamientos de Dios, Sus planes y diseños, SON MÁS ALTOS y siempre lo
serán. Por ello, no importa cuántos años tengamos de cristianos, si es que
queremos más de Dios inevitablemente nos encontraremos con estos aparentes
“callejones sin salida”, porque inevitablemente habrá planes y diseños más
altos, no imaginados, con los que tendremos que enfrentarnos.
“Más altos” no quiere decir “lo mismo pero
más grande”, quiere decir mucho más, algo distinto, a veces completamente
distinto, no imaginado, un camino por el que nunca habremos transitado hasta
ese momento. Por lo tanto, un excelente aprendizaje consiste en no tener un
menú de opciones fijas como respuestas posibles a nuestras oraciones, sino
mantenernos abiertos a lo nuevo, lo nunca pensado.
Danilo Sorti
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