martes, 19 de febrero de 2019

677. Santiago: la pobreza y la riqueza – XVIII, la lengua: fuente de verdadera riqueza o de verdadera pobreza


Santiago 3:1 RVC
1 Hermanos míos, no se convierta la mayoría de ustedes en maestros. Bien saben que el juicio que recibiremos será mayor.

Santiago puede leerse de muchas formas, en esta serie de artículos decidí enfocar principalmente en el tema de la riqueza y la pobreza, tanto a nivel espiritual como material. A primera vista puede parecer que la carta hace una exaltación a la pobreza, pero eso no es cierto. Santiago está preocupado por una espiritualidad práctica y por la justicia social, “uniendo” así uno de los énfasis principales del Antiguo Testamento con el Nuevo (que al momento de redactarse la carta recién se empezaba a escribir). Pero al trabajar el tema de la justicia social y las relaciones entre sectores socioeconómicos (en una época donde había una fuerte separación entre ricos y pobres, y el abuso de los primeros era muy notorio) también nos está dando las claves de la riqueza espiritual, nos enseña cómo mantener genuinamente las materiales y cómo traer transformación social para que los pobres dejen de serlo.

Este versículo parece un poco “fuera de lugar” si es que tomamos ese hilo conductor para todo el libro, pero en realidad no: de nuestra boca depende mucho de lo que nos pasa en la vida, no solo en relación con los hombres sino también con Dios. Es más, aquí se trata principalmente la relación con Dios y no con los hombres.

Todo Santiago tiene muchas reminiscencias directas de las palabras de Jesús:

Mateo 5:19 RVC
19 De manera que, cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los demás, será considerado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los practique y los enseñe, será considerado grande en el reino de los cielos.

Y estos mandamientos a enseñar están en relación directa con la Ley y sus énfasis:

Mateo 5:17-18 RVC
17 »No piensen ustedes que he venido para abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir.
18 Porque de cierto les digo que, mientras existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

Esto nos lleva a otro tema que es la relación entre las palabras del Antiguo Pacto y la revelación del Nuevo, que debe ser de desarrollo y perfeccionamiento, no de “sepultamiento” y olvido, como suele pasar.

Estos mandamientos “más pequeños” son, obviamente, los menos llamativos, los menos famosos, y se me ocurre que cada época histórica y cada lugar tiene sus propios “mandamientos pequeños”. Los énfasis suelen cambiar, entre tiempos y entre iglesias, y eso implica que se sobrevaloran algunos y se “olvidan” otros.

Santiago nos llama a ser cuidadosos en lo que enseñamos, pero más que nada, a no “hacernos maestros”. Si esto lo relacionamos con la enseñanza sobre dones espirituales, que Pablo escribirá algunos años después, nos queda claro que nadie que no tenga el don espiritual de maestro debería pretender serlo, porque inevitablemente va a cometer muchos más errores que el que lo tiene.

Ahora bien, el que tiene el don no necesariamente será perfecto, aún más, también puede desviarse de la verdad, pero en principio tendrá una enseñanza más ordenada y completa.

Ser maestro implica una mayor responsabilidad. En un sentido general podríamos entender la palabra “maestro” aquí no únicamente en relación con el don de enseñanza sino en relación con cualquier función que implique exposición pública y transmisión de la verdad bíblica. Vale lo mismo: no debería ser hecha sin el don y sin el llamado específico. Y cualquiera que esté allí debe saber que se le va a pedir más que al que simplemente escucha.

De ahí que grandes problemas puedan venir sobre los siervos de Dios: el Señor tiene que corregir cualquier pequeño desvío porque ese se multiplicará. Mientras más grande sea la capacidad de influir, mayor es la responsabilidad. Dios estará mucho más atento a lo que decimos y hacemos.

Esto puede servir para explicar por qué, si hemos sido llamados al ministerio, tenemos que pasar por pruebas más duras y parece que “no se nos perdona una”: hay una responsabilidad mucho mayor. No debemos desanimarnos por esa dificultad extra que tenemos, sino aprovecharla para crecer.

Cuando Santiago escribía esto, tenía bien en mente las palabras del profeta:

Daniel 12:3 RVC
3 Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que instruyen a muchos en la justicia serán como las estrellas por toda la eternidad.

La recompensa de los que han pasado por las pruebas extras que le corresponden a cualquiera que lidere o enseñe es mayor, y por toda la eternidad. Por eso, aquí se nos exige más.


Danilo Sorti




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