Santiago 3:1 RVC
1 Hermanos míos, no se convierta la mayoría
de ustedes en maestros. Bien saben que el juicio que recibiremos será mayor.
Santiago puede leerse de muchas formas, en
esta serie de artículos decidí enfocar principalmente en el tema de la riqueza
y la pobreza, tanto a nivel espiritual como material. A primera vista puede
parecer que la carta hace una exaltación a la pobreza, pero eso no es cierto.
Santiago está preocupado por una espiritualidad práctica y por la justicia
social, “uniendo” así uno de los énfasis principales del Antiguo Testamento con
el Nuevo (que al momento de redactarse la carta recién se empezaba a escribir).
Pero al trabajar el tema de la justicia social y las relaciones entre sectores
socioeconómicos (en una época donde había una fuerte separación entre ricos y
pobres, y el abuso de los primeros era muy notorio) también nos está dando las
claves de la riqueza espiritual, nos enseña cómo mantener genuinamente las
materiales y cómo traer transformación social para que los pobres dejen de
serlo.
Este versículo parece un poco “fuera de
lugar” si es que tomamos ese hilo conductor para todo el libro, pero en
realidad no: de nuestra boca depende mucho de lo que nos pasa en la vida, no
solo en relación con los hombres sino también con Dios. Es más, aquí se trata
principalmente la relación con Dios y no con los hombres.
Todo Santiago tiene muchas reminiscencias
directas de las palabras de Jesús:
Mateo 5:19 RVC
19 De manera que, cualquiera que quebrante
uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los demás, será
considerado muy pequeño en el reino de los cielos; pero cualquiera que los
practique y los enseñe, será considerado grande en el reino de los cielos.
Y estos mandamientos a enseñar están en
relación directa con la Ley y sus énfasis:
Mateo 5:17-18 RVC
17 »No piensen ustedes que he venido para
abolir la ley o los profetas; no he venido para abolir, sino para cumplir.
18 Porque de cierto les digo que, mientras
existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la ley,
hasta que todo se haya cumplido.
Esto nos lleva a otro tema que es la relación
entre las palabras del Antiguo Pacto y la revelación del Nuevo, que debe ser de
desarrollo y perfeccionamiento, no de “sepultamiento” y olvido, como suele
pasar.
Estos mandamientos “más pequeños” son,
obviamente, los menos llamativos, los menos famosos, y se me ocurre que cada
época histórica y cada lugar tiene sus propios “mandamientos pequeños”. Los
énfasis suelen cambiar, entre tiempos y entre iglesias, y eso implica que se
sobrevaloran algunos y se “olvidan” otros.
Santiago nos llama a ser cuidadosos en lo que
enseñamos, pero más que nada, a no “hacernos maestros”. Si esto lo relacionamos
con la enseñanza sobre dones espirituales, que Pablo escribirá algunos años
después, nos queda claro que nadie que no tenga el don espiritual de maestro
debería pretender serlo, porque inevitablemente va a cometer muchos más errores
que el que lo tiene.
Ahora bien, el que tiene el don no
necesariamente será perfecto, aún más, también puede desviarse de la verdad,
pero en principio tendrá una enseñanza más ordenada y completa.
Ser maestro implica una mayor
responsabilidad. En un sentido general podríamos entender la palabra “maestro”
aquí no únicamente en relación con el don de enseñanza sino en relación con
cualquier función que implique exposición pública y transmisión de la verdad
bíblica. Vale lo mismo: no debería ser hecha sin el don y sin el llamado
específico. Y cualquiera que esté allí debe saber que se le va a pedir más que
al que simplemente escucha.
De ahí que grandes problemas puedan venir
sobre los siervos de Dios: el Señor tiene que corregir cualquier pequeño desvío
porque ese se multiplicará. Mientras más grande sea la capacidad de influir,
mayor es la responsabilidad. Dios estará mucho más atento a lo que decimos y
hacemos.
Esto puede servir para explicar por qué, si
hemos sido llamados al ministerio, tenemos que pasar por pruebas más duras y
parece que “no se nos perdona una”: hay una responsabilidad mucho mayor. No
debemos desanimarnos por esa dificultad extra que tenemos, sino aprovecharla
para crecer.
Cuando Santiago escribía esto, tenía bien en
mente las palabras del profeta:
Daniel 12:3 RVC
3 Los entendidos resplandecerán como el
resplandor del firmamento; y los que instruyen a muchos en la justicia serán
como las estrellas por toda la eternidad.
La recompensa de los que han pasado por las
pruebas extras que le corresponden a cualquiera que lidere o enseñe es mayor, y
por toda la eternidad. Por eso, aquí se nos exige más.
Danilo Sorti
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