viernes, 8 de febrero de 2019

660. Éfeso: el modelo de Iglesia – XV: los gentiles entramos


Efesios 2:11 RVC
11 Por lo tanto ustedes, que por nacimiento no son judíos, y que son llamados «incircuncisos» por los que desde su nacimiento han sido físicamente circuncidados, deben recordar esto:


La relación entre la Iglesia e Israel ha pasado por distintas etapas, pero digamos que en estos 2.000 años de historia conjunta muy pocas veces ha sido buena. No voy a hacer un repaso histórico aquí, sería útil pero ya no nos queda mucho más tiempo como para ponernos a hacer un largo revisionismo histórico, los acontecimientos de los últimos tiempos apremian y es más necesario mirar hacia adelante que hacia atrás.

Pablo, el apóstol a los gentiles, el que siempre honró su ministerio y fue el más fiel de los santos en cumplirlo, el “pequeño” de la tribu de Benjamín que redimió la trágica historia del “grande”, Saúl, cuyo propósito él mismo frustró. Pero con todo, y a pesar de que a su auditorio gentil podía no resultarle muy agradable escuchar esto, deja en claro que la salvación viene de Israel y que los gentiles, fuera del Pacto y las promesas, fueron integrados al nuevo Israel.

Yendo a las realidades cotidianas, los judíos despreciaban a los gentiles, y los nuevos creyentes, integrados a las “sinagogas cristianas” que eran las tempranas iglesias, podían sentir especialmente ese rechazo y reaccionar en contra. O bien, ellos mismos podían ejercer ese “desprecio” hacia un pueblo que, habiendo recibido las promesas y al mismo Salvador, lo había rechazado.

Para dejar las cosas en claro, luego de la visión celestial de la Iglesia que nos muestra Pablo en los versículos anteriores, hace la traducción a la realidad particular.

Efesios 2:11-16 RVC
11 Por lo tanto ustedes, que por nacimiento no son judíos, y que son llamados «incircuncisos» por los que desde su nacimiento han sido físicamente circuncidados, deben recordar esto:
12 En aquel tiempo ustedes estaban sin Cristo, vivían alejados de la ciudadanía de Israel y eran ajenos a los pactos de la promesa; vivían en este mundo sin Dios y sin esperanza.
13 Pero ahora, en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.
14 Porque él es nuestra paz. De dos pueblos hizo uno solo, al derribar la pared intermedia de separación
15 y al abolir en su propio cuerpo las enemistades. Él puso fin a la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo, de los dos pueblos, una nueva humanidad, haciendo la paz,
16 y para reconciliar con Dios a los dos en un solo cuerpo mediante la cruz, sobre la cual puso fin a las enemistades.

¿A quién habla aquí? Hoy diríamos que a individuos, y es cierto, pero en el entendimiento de esa época, y de acuerdo al contexto, sería más adecuado leer las palabras en el sentido de “naciones”; y ellos constituirían una nueva, espiritual. Toda esta sección habla de naciones, el problema es que nos cuesta entender eso porque no vemos todavía “naciones salvas”; ha habido en el pasado naciones que podían llamarse cristianas, al menos nominalmente; no pasa eso hoy y desde el momento en que la iglesia comienza a separarse efectivamente del estado este concepto pierde este énfasis. En un sentido, tenemos una profecía velada aquí al Reino Milenial. En otro sentido, se refiere a la “gentilidad” completa, “los gentiles” incluyendo a todos los no judíos; a ellos también se les abrió el acceso al Reino Celestial.

Pablo nos muestra una realidad cultural, no solamente individual; nos habla de culturas completamente separadas de Dios:

·         Sin Cristo
·         Sin ciudadanía
·         Sin pactos de promesas
·         Sin Dios
·         Sin esperanza
·         Lejos

No es casualidad que tengamos 6 características aquí, es la condición humana toda. Por supuesto, se trata tanto de características culturales como individuales y se refieren a las tres personas de la Trinidad.

Sin Cristo: sin la persona de Cristo, prefigurada por los sacrificios rituales en el Antiguo Pacto. Sin ciudadanía al estar fuera del pueblo que Él compró y formó; esto es, tampoco es posible encontrar a Cristo en la cultura, en la sociedad, en el vecino o el líder.

Sin Dios: sin el Padre, y por lo tanto, sin Sus bendiciones a través de la Creación, y por ello, sin pactos y sin promesas. ¿Hacia dónde va la nación y las personas? ¿Qué seguridad tiene frente a las adversidades ¿Qué puede esperar para el futuro? Nada. Tampoco en el presente.

Sin esperanza: sin el Espíritu, el que infunde la expectativa de algo mejor. Y si no está el Espíritu, inevitablemente uno está “lejos”, viva donde viva, aunque sea en el atrio de la iglesia más santa y piadosa de sobre la tierra.

Así Pablo describe la realidad de las personas y los pueblos sin Cristo: no tienen nada que valga la pena, la imagen es de total desamparo. Sin Dios estamos desamparados, las naciones sin Dios, a pesar de su excesivo orgullo que las hace creerse poderosas y autosuficientes, están en absoluto desamparo, solo sostenidas por una misericordia inmerecida, pendiendo de un delgado hilo.

Desamparados y lejos, fuimos acercados a Cristo, pero eso significó también a la ciudadanía de Israel, no la Israel de esa época, a la que tanto criticó Jesús, sino a una nueva nación, que esos conversos del paganismo podían entrever en los mejores testimonios de los judíos creyentes de su época.

Este pasaje de Efesios contiene los hechos y a la vez las promesas de un nuevo mundo, y se han constituido en el trasfondo de todos los sistemas políticos occidentales, aún de los más acérrimos ateos:

·         Unidos a Dios, esto es, en un estado de bendición, prosperidad y tranquilidad.
·         Cerca unos de otros, y con Dios.
·         Paz entre los pueblos.
·         Unidad entre las naciones, sin barreras que impidan la comunicación y el entendimiento.
·         Sin enemistades, peleas ni guerras entre naciones.
·         Sin leyes imposibles de cumplir, más bien, con la voluntad interna de hacer lo bueno.
·         Una humanidad unida, nueva, distinta a todo lo anterior.
·         Sin discrepancias y por lo tanto, sin ningún tipo de injusticia social, en perfecta reconciliación.

¡Al mejor estilo ONU! Sólo que con una “pequeña” diferencia: mientras ellos pretenden lograrlo sin Dios y así se constituirán en la plataforma del Anticristo, Jesús ya lo logró en la cruz.

De nuevo, tenemos aquí una profecía velada de la realidad del Milenio, en parte, pero más bien está mirando más allá de la última rebelión de Satanás, hacia el mundo post Milenio, en donde esto se cumplirá perfecta y eternamente. Durante siglos los hombres intentaron traer esto al mundo, a veces de mano de la Iglesia, y más modernamente en los sistemas occidentales, a través de gobiernos secularizados. Siempre fracasaron estrepitosamente. Esto es la obra de Cristo, ya lo hizo en los cielos y la Iglesia aquí tiene la misión de vivirlo proféticamente, por así decirlo, de “sembrarlo” espiritualmente en la Tierra para que en el momento adecuado pueda germinar materialmente. Este tiempo de espera hasta el arrebatamiento es el tiempo en que este grano termina de madurar y entonces es “sembrado”; el Milenio representa el crecimiento de ese cultivo.

No seamos tan duros: se supone que todos los líderes cristianos han debido y deben procurar establecer estos principios en sus naciones, ¡Dios espera que lo hagan! Pero por ahora sólo será de manera imperfecta, y únicamente si tales líderes siguen fielmente al Señor. Lo mismo podemos decir de la Iglesia, transformada en la actualidad, muchas veces, en una pequeña o gran empresa familiar, nada más.

En la cruz puso fin a las enemistades, y con eso Pablo está retomando el hilo del fratricidio que empezara con Caín y Abel, y que continuara con todas las formas de odio, rechazo y opresión entre hombres a lo largo del tiempo.

Por ahora, estas realidades deben verse en nuestras comunidades de fe, ¿existen divisiones entre nosotros? No me refiero a que estemos todos juntos todo el tiempo, es imposible, sino a las divisiones voluntarias pudiendo haber unidad y ayuda mutua. Santiago hablará sobre eso en su carta.

Somos llamados a vivir esta realidad en nuestras congregaciones, siempre hay grupos enemistados, injusticias y barreras sociales, siempre hay posibilidades de romper esas barreras y hacer la paz, ¿las aprovechamos o más bien las ignoramos?


Danilo Sorti




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