viernes, 8 de febrero de 2019

657. Juan 9 – Fe para salvación en proceso


El capítulo 9 del Evangelio de Juan es una historia especial. Bueno, realmente es muy difícil decir que algo en una parte de la Biblia es “especial” en relación con otra parte porque toda ella lo es; pero hay secciones que tienen un encanto particular, al menos para las personas de una época. Juan 9 nos enseña muchas cosas, pero una de las que discurre a lo largo de todo el capítulo es la fe del hombre que fue sanado, ¿creyó él en un momento o hubo un proceso? La respuesta es obvia para todo el que conoce la historia: fue un proceso; y por ello, somos animados a entender los procesos de Dios en relación con la fe, en este caso, para la salvación de las personas.

Juan 9:1, 6, 7 RVC
1 Al pasar, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento.
6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva, y untó el lodo en los ojos del ciego;
7 entonces le dijo: «Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que significa “Enviado”).» El ciego fue, se lavó, y al volver ya veía.

El ciego no estaba esperando nada, no fue en busca de Jesús como Bartimeo, probablemente no supiera de Él porque el capítulo nos sugiere que vivía en el contexto de judíos muy religiosos y contrarios a Jesús. Así que tenemos la imagen de una persona completamente “perdida” sin esperar que nada milagroso ocurra en su vida. Sin embargo:

Juan 9:2-3 RVC
2 Sus discípulos le preguntaron: «Rabí, ¿quién pecó, para que éste haya nacido ciego? ¿Él, o sus padres?»
3 Jesús respondió: «No pecó él, ni tampoco sus padres. Más bien, fue para que las obras de Dios se manifiesten en él.

Dios ya había dispuesto determinadas circunstancias que harían nacer la fe para salvación en este hombre, y Jesús tenía preparado un encuentro “al pasar”. ¿Hubiera creído él si no hubiera recibido ese milagro? No lo sabemos pero quizás no. Lo cierto es que para todos los hombres hay una oportunidad de creer, una necesidad que Dios está dispuesto a responder por pura gracia, y que es la oportunidad de salvación.

A medida que los problemas aumentan en el mundo  y que somos empujados de un lado hacia otro, estos encuentros divinos se multiplican. Simplemente, debemos aprovecharlos, y mucho de nuestro ministerio podrá ser desarrollado por ellos.

Ocurrió el encuentro, Jesús vio la necesidad y aplicó el poder que tenía para resolverlo. Recordemos, el ciego no había pedido nada. Lo mismo para nosotros: vemos las necesidades, aplicamos el mismo poder de Cristo que nos ha sido dado para resolverlas y no esperamos necesariamente que nos pidan ayuda. Hasta aquí no hay ni fe ni interés en este hombre. Es más, quizás si no hubiera usado barro tampoco habría obedecido en ir a lavarse.

Pero fue, él “completó el milagro”, es decir, hubo una muy pequeña medida de fe que aplicó. ¿Tuvo fe en recibir sanidad cuando fue a lavarse? No lo sabemos, quizás solamente le resultaba molesto en barro en los ojos, lo cierto es que obedeció una orden muy simple, muy “cotidiana” (era un lugar conocido y al que recurrían continuamente), algo que podía hacer perfectamente, pero que requería una pequeña semilla de fe. ¡Y se encontró con algo inesperado, que no había pedido ni había ocurrido nunca!

La pequeñísima fe de este hombre resultó recompensada superabundantemente y por consiguiente, esa pequeña semilla creció.

Juan 9:8-12 RVC
8 Entonces los vecinos, y los que antes habían visto que era ciego, decían: «¿No es éste el que se sentaba a mendigar?»
9 Unos decían: «Sí, es él»; otros decían: «Se le parece»; pero él decía: «Yo soy».
10 Y le dijeron: «¿Y cómo es que se te han abierto los ojos?»
11 Él les respondió: «Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos, y me dijo: “Ve a Siloé, y lávate.” Y yo fui, me lavé, y recibí la vista.»
12 Ellos le dijeron: «¿Y dónde está él?» Él dijo: «No lo sé.»

¿Era verdad lo que había pasado o se trataba de una ilusión? La confrontación con sus vecinos, por demás de religiosos, lo hace afirmar en los hechos, ¡sí, era verdad! Es obligado a dar testimonio de los hechos, no de su fe, no de su creencia, solo de los hechos, solamente testificar. Y con el testimonio repetido, esa fe aumenta, ¡ahora estaba dándose cuenta realmente de cuán grande era el milagro que había recibido! La semilla crece, todavía no es salvo, pero la fe está creciendo.

Juan 9:13-17 RVC
13 El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos.
14 Cuando Jesús hizo lodo y le abrió los ojos al ciego era día de reposo.
15 También los fariseos volvieron a preguntarle cómo había recibido la vista. Y él les dijo: «Me puso lodo en los ojos, y yo me lavé, y ahora veo.»
16 Algunos de los fariseos decían: «Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo.» Y otros decían: «¿Cómo puede un pecador hacer estas señales?» Y había disensión entre ellos.
17 Entonces volvieron a preguntarle al ciego: «¿Tú qué opinas del que te abrió los ojos?» Y él respondió: «Creo que es un profeta.»

Pasamos a un nuevo nivel de dificultad, ahora las autoridades lo confrontan y debe dar el mismo testimonio, todavía se trata de los hechos, nada más, pero ya el mismo testimonio de ellos implicaba un problema; sabía que los fariseos no iban a estar contentos con lo que había ocurrido. ¿Tendría valor para no negar la realidad? Sí lo tuvo.

Mientras escucha las elucubraciones acerca de ese Jesús que él no conocía resulta presionado a dar una definición: ¿quién es ese tal Jesús?

La pregunta en boca de los fariseos hacia un ciego que ni siquiera lo había podido ver resulta absurda y claramente malintencionada, ¿cómo podía dar testimonio de alguien que sólo había realizado un hecho y al que apenas había escuchado? Pero esa presión lo obliga a pensar, y allí empieza a crecer su fe pero ahora en relación con Cristo: es un profeta, no es un sacerdote, no es un buen hombre, es más que eso. Su fe crece y se acerca a la salvación.

Juan 9:18-23 RVC
18 Pero los judíos no creían que aquel hombre había sido ciego y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista
19 y les preguntaron: «¿Es éste el hijo de ustedes, de quien ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?»
20 Sus padres les respondieron: «Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego;
21 lo que no sabemos es cómo es que ahora ve, y tampoco sabemos quién le abrió los ojos. Pero pregúntenle a él, que ya es mayor de edad y puede hablar por sí mismo.»
22 Sus padres dijeron esto porque tenían miedo de los judíos, pues éstos ya habían acordado expulsar de la sinagoga a quien confesara que Jesús era el Mesías.
23 Por eso dijeron sus padres: «Ya es mayor de edad; pregúntenle a él.»

¿Estaría dispuesto a sostener su testimonio solo? Su familia lo había “abandonado”. ¿Hasta donde llegaba su fe?

Juan 9:24-25 RVC
24 Entonces volvieron a llamar al que había sido ciego, y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador.»
25 Pero él respondió: «Si es pecador, no lo sé; lo que sí sé, es que yo era ciego y ahora veo.»

Palabras vs hechos. El mundo dominado por el Maligno vive en una ilusión de realidad, a lo largo del tiempo la idea que los hombres tienen del mundo ha sido más fuerte que la realidad de ese mundo, y los fariseos no eran una excepción. Lo más seguro es acomodarse a las ideas populares en cada época, porque los hechos son inevitablemente disruptivos, revolucionarios. Pero este hombre tuvo una actitud estrictamente científica: se acomodó a los hechos y se negó rotundamente a someterse ante “ilusiones” o interpretaciones humanas. Eso requería más fe, porque ahora la fe empezaba a tener un costo.

Juan 9:26-27 RVC
26 Volvieron a decirle: «¿Pero qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?»
27 Él les respondió: «Ya se lo he dicho, y ustedes no escuchan. ¿Por qué quieren oírlo otra vez? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?»

Esta discusión es el modelo de las discusiones con los progres que uno puede tener en Facebook: sencillamente hablamos idiomas distintos, no pueden entender “hechos”, no caben en sus mentes. Ahora la fe sigue aumentando, porque si no lo hiciera sucumbiría ante la presión creciente, y esa fe identifica claramente la hipocresía y mala intención de los interlocutores, por lo que no va a entrar en el mismo jueguito: la fe pasa a nivel de confrontación y para ello debió seguir creciendo.

Notemos una cosa: ¡cuánto le debe esta fe creciente a la confrontación de los adversarios! La presión y la persecución sirven para purificar y perfeccionar nuestra fe, que nos traerá recompensas eternas.

Juan 9:28-33 RVC
28 Ellos lo insultaron, y le dijeron: «¡Discípulo suyo lo serás tú! ¡Nosotros somos discípulos de Moisés!
29 Nosotros sabemos que Dios le habló a Moisés; pero de ése, no sabemos ni de dónde es.»
30 El hombre les dijo: «Pues esto es lo asombroso, que ustedes no sepan de dónde es, pero a mí me abrió los ojos.
31 Y sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero que si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ése sí lo escucha.
32 Nunca se ha oído decir que alguien le abriera los ojos a un ciego de nacimiento.
33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.»

De nuevo seguimos con el protocolo del “Manual del pequeño progre ilustrado”: cuando el adversario no reconoce las “ideas progres”, insúltelo. Cualquiera que haya intentado tener un intercambio con un progre en Facebook habrá recibido una muy amplia y polifacética variedad de insultos, pero no hay nada nuevo allí.

De nuevo, la fe sigue creciendo en medio de la oposición, ahora, y gracias a esa misma confrontación, el ex ciego se da cuenta de que está ante un hombre realmente santo y temeroso de Dios, alguien que sí o sí debió venir directamente del Padre.

Juan 9:34 RVC
34 Ellos le dijeron: «Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos vas a enseñar?» Y lo expulsaron de allí.

Claro que esto tiene un precio alto: ser expulsado de la sinagoga significaba perder mucho. Ya con el hecho de haber sido sanado se encontraba ante un mundo nuevo y amenazante: ahora debía buscar trabajo, si antes podía mal-vivir de las limosnas recibidas, ahora debía empezar a trabajar en cosas que probablemente nunca había hecho antes, ¡todo un desafío! Y para peor, la única red de contención que tenía (y que, dicho sea de paso, tampoco le había ayudado mucho porque era un mendigo) la perdió.

Ahora la fe debe crecer más.

Juan 9:35-38 RVC
35 Jesús supo que lo habían expulsado, así que cuando lo halló le dijo: «¿Crees tú en el Hijo de Dios?»
36 Él le respondió: «Señor, ¿y quién es, para que crea en él?»
37 Jesús le dijo: «Pues ya lo has visto, y es el que habla contigo.»
38 Y él dijo: «Creo, Señor.» Y lo adoró.

Y ahora hay un nuevo encuentro, nuevamente es Jesús quien va en busca de la persona, que ya está preparada para creer con una fe inquebrantable. Y esa fe ya es para salvación. Jesús lo “confronta” de una manera amorosa, porque está preparado para esa confrontación, no antes.

Sin duda que este ex ciego era una persona muy especial, porque en muy poco tiempo (seguramente algunos días, o incluso menos) vivió este proceso y pudo enfrentarse sin dudas ante las temidas autoridades religiosas de su tiempo. Pero el proceso nos da unas pistas que podemos aplicar (generalmente en lapsos más dilatados) en muchos otros casos; podemos entender los tiempos del obrar de Dios y acomodarnos a ellos para no estorbar Sus procesos, sino acompañarlos debidamente.

De paso, el hecho de postrarse y adorar significa que este judío, alguien que jamás haría eso ante ninguna persona, reconoce que este Jesús es más que un profeta; no sabemos si lo pudo discernir todavía como el Hijo de Dios, pero que no era un humano como otros, ni aún como los profetas, es seguro. Su fe, y por consiguiente, su revelación, siguen creciendo.

Pero las cosas nunca “se quedan así”:

Juan 9:39-41 RVC
39 Jesús dijo: «Yo he venido a este mundo para juicio; para que vean los que no ven, y para que los que ven se queden ciegos.»
40 Al oír esto, algunos de los fariseos que estaban con él le preguntaron: «¿Acaso también nosotros somos ciegos?»
41 Jesús les respondió: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado; pero ahora, como dicen que ven, su pecado permanece.»

Cuando Jesús dice que al que tiene se le daría más y al que no tiene, aun lo que pensaba tener se le quitaría, se está refiriendo a esto: el hombre sanado tenía fe y visión espiritual, por lo tanto, recibe la revelación plena de Jesucristo, y se le promete más: “ver”. A los fariseos, que tuvieron la oportunidad de reconocer a Jesús a través de esta señal sorprendente sin tener que vivir ellos en carne propia el proceso de haber sido ciegos durante años para luego ser sanados, y que lo rechazaron llenos de soberbia y viviendo en su propio mundo de fantasías, lejos de los hechos, se les anuncia ceguera espiritual y condenación eterna. Las cosas nunca quedan como están cuando viene Jesús: hay salvación pero también hay condenación para los que no creen, por eso llevar el testimonio del Señor es algo muy serio.

Aquí un proceso magníficamente ilustrado. Que el Señor nos ayude a aprender de este mismo proceso para ayudar a las personas a encontrarse con Cristo.


Danilo Sorti




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