Marcos 8:13-21 RVC
13 Los dejó entonces, y volvió a entrar en la
barca para irse a la otra orilla.
14 Los discípulos se habían olvidado de
llevar comida, así que en la barca sólo tenían un pan.
15 Jesús les mandó: «Abran los ojos y cuídense
de la levadura de los fariseos, y también de la levadura de Herodes.»
16 Ellos se decían entre sí: «Lo dice porque
no trajimos pan.»
17 Pero Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿Por
qué discuten de que no tienen pan? ¿Todavía no entienden ni se dan cuenta?
¿Todavía tienen cerrada la mente?
18 ¿Tienen ojos, pero no ven? ¿Tienen oídos,
pero no oyen? ¿Acaso ya no se acuerdan?
19 Cuando repartí los cinco panes entre los
cinco mil, ¿cuántas cestas llenas del pan que sobró recogieron?» Y ellos
dijeron: «Doce.»
20 «Y cuando repartí los siete panes entre
los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas del pan que sobró recogieron?» Ellos
respondieron: «Siete.»
21 Entonces les dijo: «¿Y cómo es que todavía
no entienden?»
¿Para qué sirven los milagros? Israel salió
de Egipto y vio milagro tras milagro, pero aún así pocos creyeron cuando
tuvieron que dar el “próximo paso de fe” que consistió en entrar en la tierra
prometida. Los discípulos habían visto la multiplicación de la comida, pero
cuando se encontraron en otra situación parecida pero no igual, dudaron; es
más, ni siquiera se acordaron de lo que había pasado hacía muy poco tiempo,
tanto es así que Jesús se enoja con ellos. No lo vemos a Jesús enojado muchas
veces, y cuando lo hace tiene muy buenos motivos, por lo que en este caso los
discípulos, después de haber visto la multiplicación de los panes y los muchos
otros milagros que había hecho, ya NO PODÍAN dudar. Pero lo hicieron, y con
ello, nos dejaron una muestra de nuestro propio corazón.
¿Pero qué había pasado inmediatamente antes
de este episodio?
Marcos 8:11-13 RVC
11 Los fariseos llegaron y comenzaron a
discutir con él, y para ponerlo a prueba le pidieron que hiciera una señal del
cielo.
12 Lanzando un profundo suspiro, Jesús dijo:
«¿Por qué pide esta gente una señal? De cierto les digo que ninguna señal se le
concederá.»
13 Los dejó entonces, y volvió a entrar en la
barca para irse a la otra orilla.
He aquí la “sutileza” del engaño: los
fariseos vivieron y tuvieron una discusión como tantas. Marcos no considera que
vale la pena recordarla, pero la menciona como antecedente del episodio en la
barca, que sí era necesario recordar y remarcar. Claramente los fariseos eran
incrédulos respecto de Jesús y Su obra, y la discusión estuvo impregnada
fuertemente de ese espíritu; no lo afectó a Jesús, obviamente, pero sí a Sus
discípulos. Entonces, cuando estuvieron frente a una situación que requería un
(por cierto, pequeño) nuevo ejercicio de fe, fallaron. ¿Fue por influencia de
ese espíritu de incredulidad, por su propia incredulidad o por ambas razones? Sea
lo que sea, es muy sugestivo que el Espíritu a través de Marcos nos recuerde
ese episodio, y no podríamos negar que por lo menos algo tuvo que ver.
Por supuesto, esto no exime de
responsabilidad a los discípulos en lo más mínimo, porque Jesús fue muy duro
con ellos. Si se hubiera tratado de algo que hubiera estado muy por encima de
sus fuerzas, Jesús habría tenido más compasión en Sus palabras (como lo hizo en
otras oportunidades). Así que cuando decimos un “espíritu de incredulidad”, más
bien deberíamos referirnos a su propia incredulidad que se metió en el debate y
en cierto sentido también dudó de Su Maestro, cuando ya habían pasado alrededor
de 3 años juntos.
¿Qué pasó? Jesús comienza a hablarles en
términos espirituales, aunque no demasiado profundos. Utiliza un lenguaje
simbólico bastante básico, pero ellos estaban preocupados por su necesidad
material, mejor dicho, estaban atemorizados por un evento futuro, pasar hambre,
que ellos veían inminente. Habían fallado en su labor de preparar lo necesario
para el viaje, esa era su responsabilidad, pero “se habían olvidado”,
probablemente porque estuvieron demasiado “metidos” en la discusión con los
fariseos.
Bueno, la exhortación de Jesús nos sugiere
que en efecto estuvieron demasiado metidos en dicha confrontación: “Abran los
ojos y cuídense de la levadura de los fariseos, y también de la levadura de
Herodes.” Evidentemente se trataba de algo sutil (en otro pasaje paralelo
podemos ver que Jesús habla de la hipocresía) y la demostración fue que había
“capturado” sus mentes al punto de hacerles olvidar los milagros de
multiplicación.
¿En qué se basa la fe? Una y otra vez, a lo
largo de toda la Biblia, no encontramos tal cosa como una “fe ciega” sino todo
lo contrario. Por supuesto que “fe” implica creer en algo que no se ha visto
antes y donde nunca se estuvo, pero siempre Dios ofrece evidencias de que Él es
quien dice ser y de que tiene el poder que dice tener. Cuando nos pide creer,
lo hace a partir de esas evidencias. Claro que “creer” es siempre “creer”, es
decir, confiar en Dios para una situación nueva, nunca antes vivida… aunque lo
cierto es que todas las situaciones que vivimos son nuevas, no importa cuántas
veces en nuestra vida y en la historia se haya repetido “exactamente lo mismo”,
nunca será “exactamente lo mismo”.
No tenemos aquí una palabra profética dicha
por Jesús en algún momento se Su ministerio que fuera más o menos así: “cuando
les falte comida, no se preocupen, porque yo la voy a multiplicar”. No hubo
ninguna palabra específica para esa situación en particular. Sin embargo, hubo
dos hechos muy parecidos, los milagros que Jesús menciona, y se esperaba que EN
BASE A ELLOS los discípulos pudieran aplicar el mismo principio en esa
situación nueva: si Jesús está con nosotros, Él puede multiplicar la comida.
Les faltó sabiduría, esto es, la capacidad para relacionar las cosas, para
encontrar lo que tienen en común eventos y situaciones aparentemente
diferentes.
Aquí probablemente tenemos culpabilidad de
parte de los discípulos: ¡se habían olvidado de lo que era su responsabilidad!
La “culpa” oscureció la fe. Bueno, no se trató de ningún crimen ni de ningún
hecho aberrante, fue un olvido, una cosa extremadamente común para algunos de
nosotros… ¿Puedo creer en que Dios suplirá a pesar de mi negligencia? Sí, de
hecho, cuando multiplicó los panes y los peces lo hizo a pesar de que las
multitudes no habían estado “suficientemente preparadas” para seguir a Jesús…
¿y quién lo está? ¿quién puede decir que tiene todo controlado y que ha
cumplido siquiera con todo lo que razonablemente podía hacer para prepararse?
Un hecho básico es que la fe implica mirar
los “limites” del Señor y no los límites de las circunstancias. En lo natural,
tenían un solo pan, es decir, recursos muy limitados. En lo espiritual, tenían
al Dador de todo, recursos ilimitados. Por supuesto, Jesucristo no actuará en
“cualquier” circunstancia, lo hará conforme a Sus propósitos, Él no hará nada
malo ni nada que nos dañe, no va a multiplicar recursos que no sepamos manejar.
Es muy interesante notar que la exhortación
de Jesús consiste en que ellos no habían usado SU CAPACIDAD RACIONAL para
ejercer fe:
·
¿Por qué discuten? à no se trata de debatir entre ellos, para
encontrar una verdad “dialógica”, discursiva, se trata de ir a los hechos;
discutir para ver “qué opina cada uno” es una pérdida de tiempo.
·
¿Todavía no entienden…? à “νοέω, noéo; ejercer la mente, (observar),
i.e. (figurativamente) comprender, captar, prestar atención: entender,
considerar.” Primer paso para el análisis mental, implica percibir los datos de
la realidad, captar la información.
·
¿… ni se dan cuenta? à “συνίημι, suníemi, poner juntos, i.e.
comprender (mentalmente); por implicación actuar devotamente: entender,
entendido, juicioso, comprender.” Segundo paso, “poner juntos”, relacionar las
cosas.
·
¿Todavía tienen cerrada la mente? à la palabra que se usa aquí
es propiamente “corazón”, y tiene que ver tanto con pensamientos como con
sentimientos, por lo que Jesús está relacionando no solamente la captación y
comprensión de la información, sino también la voluntad puesta en aceptar o rechazar
esa información.
·
¿Tienen ojos pero no ven? à es decir, no están
percibiendo lo que pasa, diríamos que sus marcos conceptuales o paradigmáticos
les impiden “ver”, aunque los hechos estén ahí, no los “vieron”, solo
percibieron cosas que no pueden entender o entienden mal. No ven lo evidente,
sus estructuras mentales son más poderosas que la realidad.
·
¿Tienen oídos, pero no oyen? à similar a lo anterior, no solamente no “ven”
los hechos, tampoco pueden “escuchar” lo que se dice; diríamos que oyen lo que
quieren oír.
·
¿Acaso ya no se acuerdan? à como corolario, esa información que no
“vieron” y esas palabras que no “oyeron” tampoco son retenidas en la mente.
Sabemos que el cerebro retiene (al menos en la memoria más cercana) los hechos
que considera relevantes, conforme a sus propios esquemas de relevancia; de ahí
que la multiplicación de los panes y todo lo que eso implicó no fue considerado
importante en un primer momento, no al
menos más importante que otras cosas que estaban pasando al mismo tiempo, por
lo que no ocupaba el lugar que debía dentro de la información mental que debía
estar alimentando su fe actual.
Jesús no responde con un interminable
discurso se exhortación y crítica, una vez que los confrontó y expuso las
raíces de su incredulidad, los involucra en un proceso de recuerdo, haciendo
que ellos mismos saquen de sus memorias lo que estaba medio perdido y escondido
en algún repliegue de la corteza cerebral. La fe no se basa en filosofías, se
basa en hechos debidamente recordados e interpretados.
Repasemos entonces los principios de fe que
aprendemos aquí:
·
Los mensajes “religiosos”, las discusiones en donde se sueltan espíritus de
mentira, incredulidad e hipocresía; el hecho de inmiscuirnos demasiado en esas
confrontaciones inútiles, por más que lo hagamos con buena intención, terminan
afectando nuestra capacidad para creer en Dios.
·
Por lo tanto, aunque no sepamos cuándo y para qué necesitaremos aplicar fe,
debemos evitar esas situaciones que pueden sembrar innecesariamente
incredulidad en nosotros.
·
La fe se basa en hechos históricos: porque Dios hizo en el pasado es que
confiamos en que hará ahora.
·
Se nos pide tener fe aunque no se nos haya dado una palabra exacta sobre la
situación que enfrentamos porque podemos encontrar eventos pasados en los
cuales Dios se manifestó en situaciones parecidas, por lo tanto, necesitamos
sabiduría para poder relacionar lo uno con lo otro.
·
Dios está dispuesto a actuar aún a pesar de nuestros descuidos y olvidos,
¡Él sabe que somos humanos!
·
La fe implica mirar las capacidades de Dios y no las limitaciones
materiales, pero siempre dentro de Sus propósitos.
·
La fe tiene fuertes bases racionales y emocionales: implica captar y
almacenar información “histórica” correcta que nos está mostrando los
principios de Dios, para usarla cuando sea necesario.
·
La fe se “recupera” y crece en base a recordar lo que Dios hizo, a recordar
activamente, y el Señor mismo se encarga de eso.
Bueno, ¿y para qué sirven los milagros? Para
mostrarnos cómo es Dios, qué está dispuesto a hacer. Él “no puede” hacer más de
lo que “hace”, porque a nosotros nos ha dado la autoridad para creer o no,
recordar u olvidar. La buena noticia es que no tenemos que ir a buscar ninguna
lejana y costosísima “pócima de fe”, ni recorrer iglesia tras iglesia o viajar
a la otra punta del mundo para recibir la “unción del avivamiento” ni nada por
el estilo; simplemente debemos prestar atención a lo que Él ya ha hecho y sigue
haciendo, utilizar toda nuestra capacidad racional que hemos recibido, disponer
nuestro corazón a aceptar las evidencias (la incredulidad tiene bases
emocionales, no racionales) y aplicar sabiduría para relacionar esa información
con nuestra realidad.
Para terminar: si Jesús multiplicaba un pan
para dar de comer a los 13 que estaban en esa barca, no iba a ocurrir nada
demasiado espectacular; no tendríamos miles de panes como en los dos eventos
anteriores, no tendríamos cestas repletas de sobrantes; solo tendríamos unas
migajas en el suelo y algunos pedazos de sobra, nada más. ¡Pero habría ocurrido
un milagro de todas formas! En realidad, no sabemos si ocurrió o no, el hecho
es que los eventos “asombrosos” de los días anteriores iban a multiplicarse en
un evento “poco asombroso”, pero que igual requería fe. Y aquí está el otro
engaño: “solamente podemos tener fe para cosas asombrosas y grandes”, pero
Jesús muestra que no, aún para lo más cotidiano “está la fe”.
¿Tenemos fe? Probablemente diríamos que no, o
que muy poca. Bueno, no es problema, también el Señor nos enseñó cómo hacerla
crecer.
Danilo Sorti
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