viernes, 8 de febrero de 2019

673. ¡No entendieron un rábano! ¿Por qué?


Marcos 8:13-21 RVC
13 Los dejó entonces, y volvió a entrar en la barca para irse a la otra orilla.
14 Los discípulos se habían olvidado de llevar comida, así que en la barca sólo tenían un pan.
15 Jesús les mandó: «Abran los ojos y cuídense de la levadura de los fariseos, y también de la levadura de Herodes.»
16 Ellos se decían entre sí: «Lo dice porque no trajimos pan.»
17 Pero Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿Por qué discuten de que no tienen pan? ¿Todavía no entienden ni se dan cuenta? ¿Todavía tienen cerrada la mente?
18 ¿Tienen ojos, pero no ven? ¿Tienen oídos, pero no oyen? ¿Acaso ya no se acuerdan?
19 Cuando repartí los cinco panes entre los cinco mil, ¿cuántas cestas llenas del pan que sobró recogieron?» Y ellos dijeron: «Doce.»
20 «Y cuando repartí los siete panes entre los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas del pan que sobró recogieron?» Ellos respondieron: «Siete.»
21 Entonces les dijo: «¿Y cómo es que todavía no entienden?»

¿Para qué sirven los milagros? Israel salió de Egipto y vio milagro tras milagro, pero aún así pocos creyeron cuando tuvieron que dar el “próximo paso de fe” que consistió en entrar en la tierra prometida. Los discípulos habían visto la multiplicación de la comida, pero cuando se encontraron en otra situación parecida pero no igual, dudaron; es más, ni siquiera se acordaron de lo que había pasado hacía muy poco tiempo, tanto es así que Jesús se enoja con ellos. No lo vemos a Jesús enojado muchas veces, y cuando lo hace tiene muy buenos motivos, por lo que en este caso los discípulos, después de haber visto la multiplicación de los panes y los muchos otros milagros que había hecho, ya NO PODÍAN dudar. Pero lo hicieron, y con ello, nos dejaron una muestra de nuestro propio corazón.

¿Pero qué había pasado inmediatamente antes de este episodio?

Marcos 8:11-13 RVC
11 Los fariseos llegaron y comenzaron a discutir con él, y para ponerlo a prueba le pidieron que hiciera una señal del cielo.
12 Lanzando un profundo suspiro, Jesús dijo: «¿Por qué pide esta gente una señal? De cierto les digo que ninguna señal se le concederá.»
13 Los dejó entonces, y volvió a entrar en la barca para irse a la otra orilla.

He aquí la “sutileza” del engaño: los fariseos vivieron y tuvieron una discusión como tantas. Marcos no considera que vale la pena recordarla, pero la menciona como antecedente del episodio en la barca, que sí era necesario recordar y remarcar. Claramente los fariseos eran incrédulos respecto de Jesús y Su obra, y la discusión estuvo impregnada fuertemente de ese espíritu; no lo afectó a Jesús, obviamente, pero sí a Sus discípulos. Entonces, cuando estuvieron frente a una situación que requería un (por cierto, pequeño) nuevo ejercicio de fe, fallaron. ¿Fue por influencia de ese espíritu de incredulidad, por su propia incredulidad o por ambas razones? Sea lo que sea, es muy sugestivo que el Espíritu a través de Marcos nos recuerde ese episodio, y no podríamos negar que por lo menos algo tuvo que ver.

Por supuesto, esto no exime de responsabilidad a los discípulos en lo más mínimo, porque Jesús fue muy duro con ellos. Si se hubiera tratado de algo que hubiera estado muy por encima de sus fuerzas, Jesús habría tenido más compasión en Sus palabras (como lo hizo en otras oportunidades). Así que cuando decimos un “espíritu de incredulidad”, más bien deberíamos referirnos a su propia incredulidad que se metió en el debate y en cierto sentido también dudó de Su Maestro, cuando ya habían pasado alrededor de 3 años juntos.

¿Qué pasó? Jesús comienza a hablarles en términos espirituales, aunque no demasiado profundos. Utiliza un lenguaje simbólico bastante básico, pero ellos estaban preocupados por su necesidad material, mejor dicho, estaban atemorizados por un evento futuro, pasar hambre, que ellos veían inminente. Habían fallado en su labor de preparar lo necesario para el viaje, esa era su responsabilidad, pero “se habían olvidado”, probablemente porque estuvieron demasiado “metidos” en la discusión con los fariseos.

Bueno, la exhortación de Jesús nos sugiere que en efecto estuvieron demasiado metidos en dicha confrontación: “Abran los ojos y cuídense de la levadura de los fariseos, y también de la levadura de Herodes.” Evidentemente se trataba de algo sutil (en otro pasaje paralelo podemos ver que Jesús habla de la hipocresía) y la demostración fue que había “capturado” sus mentes al punto de hacerles olvidar los milagros de multiplicación.

¿En qué se basa la fe? Una y otra vez, a lo largo de toda la Biblia, no encontramos tal cosa como una “fe ciega” sino todo lo contrario. Por supuesto que “fe” implica creer en algo que no se ha visto antes y donde nunca se estuvo, pero siempre Dios ofrece evidencias de que Él es quien dice ser y de que tiene el poder que dice tener. Cuando nos pide creer, lo hace a partir de esas evidencias. Claro que “creer” es siempre “creer”, es decir, confiar en Dios para una situación nueva, nunca antes vivida… aunque lo cierto es que todas las situaciones que vivimos son nuevas, no importa cuántas veces en nuestra vida y en la historia se haya repetido “exactamente lo mismo”, nunca será “exactamente lo mismo”.

No tenemos aquí una palabra profética dicha por Jesús en algún momento se Su ministerio que fuera más o menos así: “cuando les falte comida, no se preocupen, porque yo la voy a multiplicar”. No hubo ninguna palabra específica para esa situación en particular. Sin embargo, hubo dos hechos muy parecidos, los milagros que Jesús menciona, y se esperaba que EN BASE A ELLOS los discípulos pudieran aplicar el mismo principio en esa situación nueva: si Jesús está con nosotros, Él puede multiplicar la comida. Les faltó sabiduría, esto es, la capacidad para relacionar las cosas, para encontrar lo que tienen en común eventos y situaciones aparentemente diferentes.

Aquí probablemente tenemos culpabilidad de parte de los discípulos: ¡se habían olvidado de lo que era su responsabilidad! La “culpa” oscureció la fe. Bueno, no se trató de ningún crimen ni de ningún hecho aberrante, fue un olvido, una cosa extremadamente común para algunos de nosotros… ¿Puedo creer en que Dios suplirá a pesar de mi negligencia? Sí, de hecho, cuando multiplicó los panes y los peces lo hizo a pesar de que las multitudes no habían estado “suficientemente preparadas” para seguir a Jesús… ¿y quién lo está? ¿quién puede decir que tiene todo controlado y que ha cumplido siquiera con todo lo que razonablemente podía hacer para prepararse?

Un hecho básico es que la fe implica mirar los “limites” del Señor y no los límites de las circunstancias. En lo natural, tenían un solo pan, es decir, recursos muy limitados. En lo espiritual, tenían al Dador de todo, recursos ilimitados. Por supuesto, Jesucristo no actuará en “cualquier” circunstancia, lo hará conforme a Sus propósitos, Él no hará nada malo ni nada que nos dañe, no va a multiplicar recursos que no sepamos manejar.

Es muy interesante notar que la exhortación de Jesús consiste en que ellos no habían usado SU CAPACIDAD RACIONAL para ejercer fe:

·         ¿Por qué discuten? à no se trata de debatir entre ellos, para encontrar una verdad “dialógica”, discursiva, se trata de ir a los hechos; discutir para ver “qué opina cada uno” es una pérdida de tiempo.
·         ¿Todavía no entienden…? à “νοέω, noéo; ejercer la mente, (observar), i.e. (figurativamente) comprender, captar, prestar atención: entender, considerar.” Primer paso para el análisis mental, implica percibir los datos de la realidad, captar la información.
·         ¿… ni se dan cuenta? à “συνίημι, suníemi, poner juntos, i.e. comprender (mentalmente); por implicación actuar devotamente: entender, entendido, juicioso, comprender.” Segundo paso, “poner juntos”, relacionar las cosas.
·         ¿Todavía tienen cerrada la mente?  à la palabra que se usa aquí es propiamente “corazón”, y tiene que ver tanto con pensamientos como con sentimientos, por lo que Jesús está relacionando no solamente la captación y comprensión de la información, sino también la voluntad puesta en aceptar o rechazar esa información.
·         ¿Tienen ojos pero no ven?  à es decir, no están percibiendo lo que pasa, diríamos que sus marcos conceptuales o paradigmáticos les impiden “ver”, aunque los hechos estén ahí, no los “vieron”, solo percibieron cosas que no pueden entender o entienden mal. No ven lo evidente, sus estructuras mentales son más poderosas que la realidad.
·         ¿Tienen oídos, pero no oyen? à similar a lo anterior, no solamente no “ven” los hechos, tampoco pueden “escuchar” lo que se dice; diríamos que oyen lo que quieren oír.
·         ¿Acaso ya no se acuerdan? à como corolario, esa información que no “vieron” y esas palabras que no “oyeron” tampoco son retenidas en la mente. Sabemos que el cerebro retiene (al menos en la memoria más cercana) los hechos que considera relevantes, conforme a sus propios esquemas de relevancia; de ahí que la multiplicación de los panes y todo lo que eso implicó no fue considerado importante en un primer  momento, no al menos más importante que otras cosas que estaban pasando al mismo tiempo, por lo que no ocupaba el lugar que debía dentro de la información mental que debía estar alimentando su fe actual.

Jesús no responde con un interminable discurso se exhortación y crítica, una vez que los confrontó y expuso las raíces de su incredulidad, los involucra en un proceso de recuerdo, haciendo que ellos mismos saquen de sus memorias lo que estaba medio perdido y escondido en algún repliegue de la corteza cerebral. La fe no se basa en filosofías, se basa en hechos debidamente recordados e interpretados.

Repasemos entonces los principios de fe que aprendemos aquí:

·         Los mensajes “religiosos”, las discusiones en donde se sueltan espíritus de mentira, incredulidad e hipocresía; el hecho de inmiscuirnos demasiado en esas confrontaciones inútiles, por más que lo hagamos con buena intención, terminan afectando nuestra capacidad para creer en Dios.
·         Por lo tanto, aunque no sepamos cuándo y para qué necesitaremos aplicar fe, debemos evitar esas situaciones que pueden sembrar innecesariamente incredulidad en nosotros.
·         La fe se basa en hechos históricos: porque Dios hizo en el pasado es que confiamos en que hará ahora.
·         Se nos pide tener fe aunque no se nos haya dado una palabra exacta sobre la situación que enfrentamos porque podemos encontrar eventos pasados en los cuales Dios se manifestó en situaciones parecidas, por lo tanto, necesitamos sabiduría para poder relacionar lo uno con lo otro.
·         Dios está dispuesto a actuar aún a pesar de nuestros descuidos y olvidos, ¡Él sabe que somos humanos!
·         La fe implica mirar las capacidades de Dios y no las limitaciones materiales, pero siempre dentro de Sus propósitos.
·         La fe tiene fuertes bases racionales y emocionales: implica captar y almacenar información “histórica” correcta que nos está mostrando los principios de Dios, para usarla cuando sea necesario.
·         La fe se “recupera” y crece en base a recordar lo que Dios hizo, a recordar activamente, y el Señor mismo se encarga de eso.

Bueno, ¿y para qué sirven los milagros? Para mostrarnos cómo es Dios, qué está dispuesto a hacer. Él “no puede” hacer más de lo que “hace”, porque a nosotros nos ha dado la autoridad para creer o no, recordar u olvidar. La buena noticia es que no tenemos que ir a buscar ninguna lejana y costosísima “pócima de fe”, ni recorrer iglesia tras iglesia o viajar a la otra punta del mundo para recibir la “unción del avivamiento” ni nada por el estilo; simplemente debemos prestar atención a lo que Él ya ha hecho y sigue haciendo, utilizar toda nuestra capacidad racional que hemos recibido, disponer nuestro corazón a aceptar las evidencias (la incredulidad tiene bases emocionales, no racionales) y aplicar sabiduría para relacionar esa información con nuestra realidad.

Para terminar: si Jesús multiplicaba un pan para dar de comer a los 13 que estaban en esa barca, no iba a ocurrir nada demasiado espectacular; no tendríamos miles de panes como en los dos eventos anteriores, no tendríamos cestas repletas de sobrantes; solo tendríamos unas migajas en el suelo y algunos pedazos de sobra, nada más. ¡Pero habría ocurrido un milagro de todas formas! En realidad, no sabemos si ocurrió o no, el hecho es que los eventos “asombrosos” de los días anteriores iban a multiplicarse en un evento “poco asombroso”, pero que igual requería fe. Y aquí está el otro engaño: “solamente podemos tener fe para cosas asombrosas y grandes”, pero Jesús muestra que no, aún para lo más cotidiano “está la fe”.

¿Tenemos fe? Probablemente diríamos que no, o que muy poca. Bueno, no es problema, también el Señor nos enseñó cómo hacerla crecer.



Danilo Sorti




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