viernes, 8 de febrero de 2019

656. Viene el Amado por Su Novia


Juan 14:1-4 RVC
1 «No se turbe su corazón. Ustedes creen en Dios; crean también en mí.
2 En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes.
3 Y si me voy y les preparo lugar, vendré otra vez, y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, también ustedes estén.
4 Y ustedes saben a dónde voy, y saben el camino.»


Esos discípulos no contaban con el Nuevo Testamento ni toda la historia que hoy conocemos; ellos tenían solamente a su Maestro y no todavía una revelación completa; no estaban preparados para lo que vendría, por eso debían atravesarlo en fe.

La fe es clave en el Reino de Dios, digamos que “solo superada” por el amor, aunque en realidad la fe, la esperanza y el amor no son más que tres facetas de lo mismo. Algún tiempo atrás las iglesias enfatizaron mucho en la fe, pero se trató de una fe para conseguir cosas aquí y ahora. No está mal esa clase de fe, pero aquí somos llamados a algo mayor.

La esperanza de los primeros cristianos era el pronto regreso de Cristo. Por ejemplo, las palabras de Pablo en II Tesalonicenses, una carta de las primeras en escribirse, dicen:

2 Tesalonicenses 2:1-3 RVC
1 Hermanos, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, les rogamos
2 que no cambien fácilmente de manera de pensar. No se dejen asustar por nadie, ni siquiera por un espíritu, una palabra, o una carta que pretenda aparecer como nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.
3 De ninguna manera se dejen engañar. Porque ese día no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, es decir, el hijo de perdición,

Era tan inminente la expectativa que se había vuelto un tema sensible por el cual podían fácilmente ser engañados, pero la idea que quiero enfocar aquí es que todos ellos, la primerísima iglesia, tenía una expectativa muy ardiente acerca de la venida de Cristo.

Cuando leemos la carta a la iglesia de Éfeso que el mismo Señor le envía al principio de Apocalipsis vemos que ese amor se enfrió; se perfeccionó el conocimiento y la práctica de la iglesia; nos encontramos con algo mucho más “armado” y eficaz desde  el punto de vista institucional, incluso fiel a la Palabra recibida, pero sin el mismo fuego del amor. Ese amor era el que, entre otras cosas, los hacía estar expectantes por el regreso del Amado.

Es lógico: si uno ama a alguien desea estar con ese alguien; no necesitamos ningún versículo para fundamentar eso (aunque los hay) porque es algo propio de la naturaleza humana y aún animal; es algo muy profundo grabado en todos los seres vivos.

Apocalipsis 22:20 RVC
20 El que da testimonio de estas cosas dice: «Ciertamente, vengo pronto.» Amén. ¡Ven, Señor Jesús!

Esta última expresión era el saludo y el deseo de todos esos cristianos, y señal de su amor.

Ahora bien, teológicamente hablando, esa primitiva iglesia podía tener más diferencias entre congregación y congregación que las que podríamos encontrar entre las distintas ramas del cristianismo hoy, y en cuanto a la práctica de la piedad, también. Sin embargo, el amor en que vivía rápidamente los transformaba y les permitía ser aceptados delante de Dios. Y eso se expresaba en el ardiente deseo de encontrarse con su Señor, con el Amado.

Por eso también Cantar de los Cantares era un libro de predicación frecuente en esas congregaciones, ninguno mejor que él para expresar el amor que fluía libremente.

Cuando nosotros nos volvemos indiferentes a la venida de Cristo, cuando termina siendo una doctrina más, algo que ocurrirá en algún momento, o peor, un hecho acompañado de tantos eventos catastróficos que más vale se demore, ¿cómo podemos estar viviendo en ese amor?

Algunos suelen criticar esa expectativa diciendo despectivamente que se trata de “escapismo cristiano”, y así, muy en consonancia con el espíritu de esta época, buscan generar culpa para apoyar su propia postura que tiene muy poco fundamento bíblico.

Pero lo cierto es que el Amado viene, y nadie más que Él desea reencontrarse con Su Novia.

¿A qué somos llamados cuando nos convertimos, y en realidad, en toda nuestra vida cristiana? ¡A estar con Él! No todos pueden ver tan claramente esta realidad porque no todos tienen un corazón tan sensible como Juan, por ejemplo. Pero todos necesitamos comprender y vivir esta verdad. Cualquier cosa que deseemos lograr aquí, cualquier cambio que procuremos estableces, si deseamos traer la justicia de Dios sobre esta Tierra, solamente al estar en estrecha comunión recibiremos el poder necesario para hacerlo.

Estas tribulaciones que estamos pasando, y las que vendrán antes del arrebatamiento, son necesarias para despertar a la Novia que aún está dormida, como cuando sacudimos a alguien. Pero el llamado es a alistarse y mantenernos en ardiente expectativa. Es más, a medida que más difícil se pone la situación aquí, más ardiente se vuelve nuestro deseo por estar con Él, y eso es permitido por el Señor, ¡nada se escapa de Su control! El problema somos nosotros que no entendemos.

¡Ven Señor Jesús! Eso esperaba la primera iglesia, todavía inmadura, pero la “última” iglesia es aquella en la que el amor ya se perfeccionó y alcanzó su madurez. Y la expectativa del reencuentro con el Amado no puede ser menor, al contrario, porque en realidad nosotros somos los “recipientes espirituales” de las expectativas de todos nuestros hermanos que nos precedieron y esperaron el retorno de Cristo por Su Iglesia. ¡Señor, aviva el fuego de Tu amor en nosotros!


Danilo Sorti




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