domingo, 29 de julio de 2018

552. Resolviendo problemas en el liderazgo – III


Hechos 6:2 RVC
2 Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas.


En un artículo anterior nos detuvimos con los versículos 1 y 2 bastante tiempo para ver precisamente lo que NO HICIERON los apóstoles. La verdad es que ver lo que SÍ HICIERON hubiera sido mucho más rápido, pero, lamentablemente, no tan adecuado para estos tiempos...

Quiero rescatar algo a modo de resumen hasta aquí: no se entretuvieron en cuestiones personales, no anduvieron a la caza de culpables y no se desviaron del tema central, simplemente “fueron al grano”.

Con esto no quiero decir que no haya habido algún proceso; el texto bíblico es breve pero entendemos que en realidad resume algo más largo. No sabemos qué pasó “entremedio”, pero lo que está relatado nos sugiere que no hubo dilaciones ni desvíos innecesarios.

Lo más importante aquí es que el Espíritu pudo guiar a los apóstoles hacia la causa fundamental del problema: una falla en la organización, un mal reparto de tareas. “Atender a las mesas” es traducido en otra versión por “administración”, y la idea es que la ayuda que la iglesia destinaba para las viudas no llegaba adecuadamente a este grupo.

¿Había sido una decisión incorrecta de los apóstoles asumir esta función? Me da la impresión que no, porque en un primer momento el liderazgo de la iglesia estaba constituido solamente por los 12. La función no consistía en simplemente servir la comida como haría un mozo en un restaurante, implicaba administrar dinero o bienes, y dado que es un asunto delicado, no hubiera sido prudente dejarlo en manos de recién convertidos, o de personas no reconocidas adecuadamente por la comunidad.

Es sabido que cuando un pastor se hace cargo de una iglesia pequeña, o comienza una nueva, debe cumplir muchas funciones, y no está adecuadamente preparado para todas. Con todo, así debe ser en los primeros tiempos. Llega el momento en que, si las cosas se hicieron bien, habrá líderes maduros preparados para asumir distintas responsabilidades, y allí será el momento de comenzar a delegar conforme el Espíritu lo guíe. Me parece que eso fue lo que pasó allí: el momento había llegado pero ellos no lo vieron a tiempo.

No haber visto la necesidad de un cambio a tiempo puso a toda la comunidad cerca de una división. De mi experiencia, y de todo lo que he leído, puedo decir que si hay algo que los seres humanos, y especialmente los líderes, MUY DIFÍCILMENTE logramos hacer es generar los cambios necesarios ANTES de que ocurran los problemas. Lo segundo más difícil es generar esos cambios luego de que los problemas hayan ocurrido…

Este afecto a dejar las cosas como están, no ver la necesidad de realizar modificaciones y temer a las situaciones que se generarían si lo hiciéramos, resulta algo muy humano, pero es también la raíz del Espíritu de la Religión, el principado que la iglesia cristiana no ha podido vencer adecuadamente hasta ahora en dos milenios. De hecho, la iglesia de Jerusalén siempre fue muy apegada a las formas judías, y con el correr del tiempo la volvemos a ver hacia el final del libro de los Hechos, pobre (¿qué pasó con todos los recursos que se repartieron generosamente al principio?) y religiosa, más preocupada por cuidar las apariencias que por recibir la enorme gracia que Dios había soltado por intermedio de Pablo entre las naciones. Como resultado de eso, no solo Pablo fue encarcelado, sino que en realidad les fue quitado y se les privó de recibir el vino nuevo que el Espíritu había derramado sobre él. La maravillosa iglesia de Jerusalén sucumbió ante el Espíritu de Religión.

Nada de eso había pasado al momento de ocurrir los sucesos de Hechos 6, pero no me extrañaría que en el trasfondo estuviéramos viendo los inicios del proceso, muy sutiles.

Como sea, la resistencia al cambio es algo muy humano, y a pesar de tener una comunión tan fluida con el Espíritu y moverse en lo sobrenatural, no fueron capaces de escuchar Su voz a tiempo como para realizar los cambios necesarios.

Pero una vez que el problema se presentó, lo pudieron resolver adecuadamente. Como dije antes, y es necesario repetir, no se entretuvieron buscando culpables ni sintiéndose ofendidos, fueron a la base del problema. Nosotros debemos hacer lo mismo. Es cierto que normalmente aparecen unas cuantas lenguas bien afiladas que nos despellejarán alegremente, pero debemos resistir la tentación de caer en ese jueguito.

Entonces, si ellos debían ocuparse de ese asunto (como de tantos otros) mientras la congregación era joven y relativamente pequeña, ese tiempo había pasado. De paso, entendemos por qué era importante restaurar el equipo original de 12: la iglesia tenía ya miles de miembros, por lo que las viudas debieron ser, por lo menos, varios cientos. Separar una parte del dinero recibido, definir cuánto se le daría a cada una, ir casa por casa llevándoles el dinero necesario para una o dos semanas (supongamos) debió ser un trabajo bastante arduo.

En un sentido, ellos debían hacerlo porque implicaba manejo de dinero y exigía responsabilidad; además de que cuidar a las viudas era parte de la responsabilidad común de todos. Definir, es decir, “poner límites” a su función (qué hacer y qué no hacer) probablemente no haya sido tan fácil. Pero llegó el momento en que tuvieron que enfrentarse con la pregunta de si debían seguir haciendo lo que hacían.

A medida que la comunidad crece es necesario que los ministerios se especialicen, dejar de hacer algo no necesariamente significa que eso nuca hubiera debido hacerse, probablemente quiera decir que ya sea tiempo de cambiar.

Este pasaje nos lleva inevitablemente al tema de los dones y la necesidad de que cada uno ministre conforme a lo que haya recibido. Cuando eso no se hace, surgen problemas. Las viudas de los judíos helenistas eran desatendidas, probablemente, porque no eran bien conocidas por los apóstoles, probablemente no fueran de su círculo de amigos y seguramente habían llegado hacía poco a Jerusalén. Como fuera, cualquier ministerio que se dedicara exclusivamente al tema no tendría esos problemas, pero en el fondo del corazón apostólico no se encontraba la administración sino la proclamación del mensaje, así que no lo iban a hacer bien, y como resultado algún problema aparecería.

Una vez definida su función la mantuvieron delante de la comunidad. Aquí hay otro problema, porque la gente puede tener una expectativa del líder, pero cuando hay un cambio no siempre es bien recibido.  Ellos explicaron las causas: tenían una función principal y ya no podían descuidarla.

Así que la raíz del problema radicaba en una falla organizativa, y eso se solucionó, sin buscar culpables ni con “sed de castigo”.

Hechos 6:2-5a RVC
2 Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas.
3 Así que, hermanos, busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo.
4 Así nosotros podremos continuar orando y proclamando la palabra.»
5 Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes …

Entendamos aquí que el análisis del problema y la solución planteada fueron perfectamente entendibles y lógicos para los hermanos. Por más que esto significara un cambio importante en la comunidad (por varias razones), todos pudieron aceptarla.

Brindar este tipo de soluciones es maravilloso, es una cualidad inapreciable en cualquier líder. Resolver rápidamente un problema sin “sobrecargar” a los hermanos con problemas y culpas es una gran y escasa virtud.

Ellos presentaron el problema y la solución; esa parte del análisis (en realidad, de recibir la revelación divina de qué hacer) les correspondía a ellos, no al pueblo. Pero el pueblo podía y debía elegir a las personas que se harían cargo de la solución. Cada uno asumía su responsabilidad y participaba en la resolución del problema, de manera que tampoco los apóstoles terminaran siendo sobrecargados con ella.

¿Quién mejor que la misma comunidad para elegir a las personas que la representaran? Pero cuidado; esta es una comunidad santa, llena del Espíritu. Inmadura todavía, eso sí, pero con una innegable fidelidad al Señor. Esa comunidad eligió. Dudo mucho de que sea prudente hacer el mismo proceso en unas cuantas de nuestras iglesias actuales…

Ahora bien, aquí tenemos un cambio significativo en la Iglesia, no simplemente una “mejora administrativa”, ¿por qué? ¿Y por qué tantos líderes no son capaces de hacer el mismo cambio en sus iglesias?

Para adelantar digamos que tiene que ver con los celos y el miedo, pero eso lo charlaremos en un próximo artículo.


Danilo Sorti





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