Hechos 6:2 RVC
2 Entonces los doce convocaron a todos los
discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la
palabra de Dios por atender a las mesas.
En un artículo anterior nos detuvimos con los
versículos 1 y 2 bastante tiempo para ver precisamente lo que NO HICIERON los
apóstoles. La verdad es que ver lo que SÍ HICIERON hubiera sido mucho más
rápido, pero, lamentablemente, no tan adecuado para estos tiempos...
Quiero rescatar algo a modo de resumen hasta
aquí: no se entretuvieron en cuestiones personales, no anduvieron a la caza de
culpables y no se desviaron del tema central, simplemente “fueron al grano”.
Con esto no quiero decir que no haya habido
algún proceso; el texto bíblico es breve pero entendemos que en realidad resume
algo más largo. No sabemos qué pasó “entremedio”, pero lo que está relatado nos
sugiere que no hubo dilaciones ni desvíos innecesarios.
Lo más importante aquí es que el Espíritu
pudo guiar a los apóstoles hacia la causa fundamental del problema: una falla
en la organización, un mal reparto de tareas. “Atender a las mesas” es
traducido en otra versión por “administración”, y la idea es que la ayuda que
la iglesia destinaba para las viudas no llegaba adecuadamente a este grupo.
¿Había sido una decisión incorrecta de los
apóstoles asumir esta función? Me da la impresión que no, porque en un primer
momento el liderazgo de la iglesia estaba constituido solamente por los 12. La
función no consistía en simplemente servir la comida como haría un mozo en un
restaurante, implicaba administrar dinero o bienes, y dado que es un asunto
delicado, no hubiera sido prudente dejarlo en manos de recién convertidos, o de
personas no reconocidas adecuadamente por la comunidad.
Es sabido que cuando un pastor se hace cargo
de una iglesia pequeña, o comienza una nueva, debe cumplir muchas funciones, y
no está adecuadamente preparado para todas. Con todo, así debe ser en los
primeros tiempos. Llega el momento en que, si las cosas se hicieron bien, habrá
líderes maduros preparados para asumir distintas responsabilidades, y allí será
el momento de comenzar a delegar conforme el Espíritu lo guíe. Me parece que
eso fue lo que pasó allí: el momento había llegado pero ellos no lo vieron a
tiempo.
No haber visto la necesidad de un cambio a
tiempo puso a toda la comunidad cerca de una división. De mi experiencia, y de
todo lo que he leído, puedo decir que si hay algo que los seres humanos, y
especialmente los líderes, MUY DIFÍCILMENTE logramos hacer es generar los
cambios necesarios ANTES de que ocurran los problemas. Lo segundo más difícil
es generar esos cambios luego de que los problemas hayan ocurrido…
Este afecto a dejar las cosas como están, no
ver la necesidad de realizar modificaciones y temer a las situaciones que se
generarían si lo hiciéramos, resulta algo muy humano, pero es también la raíz
del Espíritu de la Religión, el principado que la iglesia cristiana no ha
podido vencer adecuadamente hasta ahora en dos milenios. De hecho, la iglesia
de Jerusalén siempre fue muy apegada a las formas judías, y con el correr del
tiempo la volvemos a ver hacia el final del libro de los Hechos, pobre (¿qué
pasó con todos los recursos que se repartieron generosamente al principio?) y religiosa,
más preocupada por cuidar las apariencias que por recibir la enorme gracia que
Dios había soltado por intermedio de Pablo entre las naciones. Como resultado
de eso, no solo Pablo fue encarcelado, sino que en realidad les fue quitado y
se les privó de recibir el vino nuevo que el Espíritu había derramado sobre él.
La maravillosa iglesia de Jerusalén sucumbió ante el Espíritu de Religión.
Nada de eso había pasado al momento de
ocurrir los sucesos de Hechos 6, pero no me extrañaría que en el trasfondo
estuviéramos viendo los inicios del proceso, muy sutiles.
Como sea, la resistencia al cambio es algo
muy humano, y a pesar de tener una comunión tan fluida con el Espíritu y
moverse en lo sobrenatural, no fueron capaces de escuchar Su voz a tiempo como
para realizar los cambios necesarios.
Pero una vez que el problema se presentó, lo
pudieron resolver adecuadamente. Como dije antes, y es necesario repetir, no se
entretuvieron buscando culpables ni sintiéndose ofendidos, fueron a la base del
problema. Nosotros debemos hacer lo mismo. Es cierto que normalmente aparecen
unas cuantas lenguas bien afiladas que nos despellejarán alegremente, pero
debemos resistir la tentación de caer en ese jueguito.
Entonces, si ellos debían ocuparse de ese
asunto (como de tantos otros) mientras la congregación era joven y
relativamente pequeña, ese tiempo había pasado. De paso, entendemos por qué era
importante restaurar el equipo original de 12: la iglesia tenía ya miles de miembros,
por lo que las viudas debieron ser, por lo menos, varios cientos. Separar una
parte del dinero recibido, definir cuánto se le daría a cada una, ir casa por
casa llevándoles el dinero necesario para una o dos semanas (supongamos) debió
ser un trabajo bastante arduo.
En un sentido, ellos debían hacerlo porque
implicaba manejo de dinero y exigía responsabilidad; además de que cuidar a las
viudas era parte de la responsabilidad común de todos. Definir, es decir,
“poner límites” a su función (qué hacer y qué no hacer) probablemente no haya
sido tan fácil. Pero llegó el momento en que tuvieron que enfrentarse con la
pregunta de si debían seguir haciendo lo que hacían.
A medida que la comunidad crece es necesario
que los ministerios se especialicen, dejar de hacer algo no necesariamente
significa que eso nuca hubiera debido hacerse, probablemente quiera decir que ya
sea tiempo de cambiar.
Este pasaje nos lleva inevitablemente al tema
de los dones y la necesidad de que cada uno ministre conforme a lo que haya
recibido. Cuando eso no se hace, surgen problemas. Las viudas de los judíos
helenistas eran desatendidas, probablemente, porque no eran bien conocidas por
los apóstoles, probablemente no fueran de su círculo de amigos y seguramente
habían llegado hacía poco a Jerusalén. Como fuera, cualquier ministerio que se
dedicara exclusivamente al tema no tendría esos problemas, pero en el fondo del
corazón apostólico no se encontraba la administración sino la proclamación del
mensaje, así que no lo iban a hacer bien, y como resultado algún problema
aparecería.
Una vez definida su función la mantuvieron
delante de la comunidad. Aquí hay otro problema, porque la gente puede tener
una expectativa del líder, pero cuando hay un cambio no siempre es bien
recibido. Ellos explicaron las causas:
tenían una función principal y ya no podían descuidarla.
Así que la raíz del problema radicaba en una
falla organizativa, y eso se solucionó, sin buscar culpables ni con “sed de
castigo”.
Hechos 6:2-5a RVC
2 Entonces los doce convocaron a todos los
discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la
palabra de Dios por atender a las mesas.
3 Así que, hermanos, busquen entre todos
ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo
y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo.
4 Así nosotros podremos continuar orando y
proclamando la palabra.»
5 Esta propuesta fue del agrado de todos los
creyentes …
Entendamos aquí que el análisis del problema
y la solución planteada fueron perfectamente entendibles y lógicos para los
hermanos. Por más que esto significara un cambio importante en la comunidad
(por varias razones), todos pudieron aceptarla.
Brindar este tipo de soluciones es
maravilloso, es una cualidad inapreciable en cualquier líder. Resolver
rápidamente un problema sin “sobrecargar” a los hermanos con problemas y culpas
es una gran y escasa virtud.
Ellos presentaron el problema y la solución;
esa parte del análisis (en realidad, de recibir la revelación divina de qué
hacer) les correspondía a ellos, no al pueblo. Pero el pueblo podía y debía
elegir a las personas que se harían cargo de la solución. Cada uno asumía su
responsabilidad y participaba en la resolución del problema, de manera que
tampoco los apóstoles terminaran siendo sobrecargados con ella.
¿Quién mejor que la misma comunidad para
elegir a las personas que la representaran? Pero cuidado; esta es una comunidad
santa, llena del Espíritu. Inmadura todavía, eso sí, pero con una innegable
fidelidad al Señor. Esa comunidad eligió. Dudo mucho de que sea prudente hacer
el mismo proceso en unas cuantas de nuestras iglesias actuales…
Ahora bien, aquí tenemos un cambio
significativo en la Iglesia, no simplemente una “mejora administrativa”, ¿por
qué? ¿Y por qué tantos líderes no son capaces de hacer el mismo cambio en sus
iglesias?
Para adelantar digamos que tiene que ver con
los celos y el miedo, pero eso lo charlaremos en un próximo artículo.
Danilo Sorti
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