domingo, 29 de julio de 2018

547. Ezequiel 34: cuando Dios nos pastorea – III


Ezequiel 34:11-15 RVC
11 Sí, así ha dicho Dios el Señor: «Yo mismo voy a ir en busca de mis ovejas, y yo mismo las cuidaré,
12 tal y como las cuida el pastor cuando se halla entre sus ovejas esparcidas. Yo las rescataré de todos los lugares por los que fueron esparcidas aquel día nublado y oscuro.
13 Las sacaré de los pueblos y países donde ahora están, y las traeré a su propia tierra; las apacentaré en los montes y en las riberas de Israel, y en todos los lugares habitados del país.
14 Las apacentaré en los mejores pastos, y pondré su aprisco en los altos montes de Israel; allí dormirán en un buen redil, y serán apacentadas en los pastos suculentos de los montes de Israel.
15 Yo les daré a mis ovejas buenos pastos y apriscos seguros. Palabra de Dios el Señor.

Una de las cosas que más me atraen del capítulo 34 de Ezequiel es que presenta tanto el problema como la solución, en el presente de los oyentes, nuestro pasado, en el “presente continuo” del pueblo de Dios, y en un futuro que aún no llegó.

Luego del juicio sobre los malos pastores Dios mismo toma cartas en el asunto. No quiero decir que toda palabra profética deba ser así, de hecho podemos encontrar muchas que solo anuncian el juicio, pero sí creo que todo mensaje profético de “largo alcance”, no los mensajes más breves y puntuales sino los que pretenden cubrir una extensión de tiempo, deberían estar estructurados así.

En lo personal, cuando escribo algún mensaje de juicio, o de denuncia de la corrupción social o de la iglesia, siempre procuro presentar la provisión que Dios ya ha hecho para tal situación, la restauración que vendrá al final. No quiero decir que se “deba” escribir o hablar así, pero yo sugeriría que procuremos hacerlo. Juicio sin alternativa al final no se corresponde con la forma de obrar de Dios, por más terrible que sea dicho juicio. Misericordia y bendición sin justicia ni juicio es “gracia barata” de un “Dios Papá Noel”, ¡nada que ver con el Dios verdadero!

Pues bien, aquí tenemos al Señor haciéndose cargo de Su ovejas que habían sido maltratadas por los pastores que puso en un primer momento, a quienes comisionó y delegó autoridad, pero que finalmente se desviaron.

En estos versículos, las palabras que Dios dirige a Su pueblo suman, en el texto hebreo, 69, esto es, 3 x 23. “23” es número de muerte, pero también de la vida resucitada que viene después. “3” indica plenitud divina, integridad o perfección. Esta combinación es sugestiva y podría indicarnos la acción de Dios trayendo nueva vida a Su pueblo dado ya por muerto. La imagen nos lleva al capítulo 37 y la famosa visión del valle de los huesos secos.

Pero es interesante también relacionarlo con el Salmo 69, que es un clamor de auxilio y un pedido de justicia sobre los inicuos.

En el texto Dios menciona 12 acciones que realizará a favor de su pueblo disperso:

1.      “Yo mismo voy a ir en busca de mis ovejas”
2.      “yo mismo las cuidaré”
3.      “tal y como las cuida el pastor cuando se halla entre sus ovejas esparcidas”
4.      “Yo las rescataré de todos los lugares por los que fueron esparcidas aquel día nublado y oscuro”
5.      “Las sacaré de los pueblos y países donde ahora están”
6.      “las traeré a su propia tierra”
7.      “las apacentaré en los montes y riberas de Israel y en todos los lugares habitados del país”
8.      “Las apacentaré en los mejores pastos”
9.      “pondré su aprisco en los altos montes de Israel”
10.  “allí dormirán en un buen redil”
11.  “serán apacentadas en los pastos suculentos de los montes de Israel”
12.  “Yo les daré a mis ovejas buenos pastos y apriscos seguros”

El texto comienza diciendo “Sí, así ha dicho Dios el Señor” y concluye “Palabra de Dios el Señor”, con lo que la seguridad de su cumplimiento es total.

En un primer momento esto se refería al retorno de los exiliados. Pero estas palabras nunca se cumplieron a la perfección todavía: sí es cierto que Israel volvió, y que luego fue dispersada durante casi 19 siglos, pero nunca ha obtenido la paz y la seguridad, ni menos aún la presencia patente del Señor entre ellos tal como se indica en el texto. Eso corresponde todavía para el futuro.

¿Podemos aplicar el pasaje a los cristianos hoy? Creo que sí, Jesús mismo se lo aplicó a sí mismo y lo retomó cuando dijo:

Juan 10:9-11 RVC
9 Yo soy la puerta; el que por mí entra, será salvo; y entrará y saldrá, y hallará pastos.
10 El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas.

Con estas breves palabras Jesucristo está asumiendo para sí todo lo que leemos en Ezequiel 34 respecto del pastoreo del Señor.

Pero cuidado, aquí tenemos una verdad muy simple y muy terrible: para ser pastoreados por el Señor, hay que dejarse pastorear y seguir Su voz. ¿Resulta un razonamiento casi infantil? Lo es, pero ¡con cuánta frecuencia se nos pasa por alto! La promesa de este cuidado espiritual y maravilloso del Señor fue dada ya desde los tiempos de Ezequiel, pero ¿cuántos han sido capaces de disfrutarlo?

Cuando nos esforzamos en seguir a hombres, o denominaciones, o doctrinas, o iglesias, no estamos necesariamente siguiendo al Señor. Puede haber cosas muy buenas allí como también cosas muy malas, en todo caso y por más buenas que sean, suelen ser buenas intenciones humanas y no el propósito del Señor. Sí, el Buen Pastor está siempre dispuesto a pastorearnos, ¿lo seguiremos nosotros?

Y si nos toca ser líderes, ¿permitimos que la gente sea pastoreada por El Pastor, o nos adueñamos del Rebaño? Hay una gran diferencia y se ve en los resultados. Nuestra primera función como líderes es ayudar a las personas a escuchar la voz de su Pastor y obedecerlo a Él.


Danilo Sorti




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