Salmos 27:4a
4 Solo una cosa he pedido al Señor,
solo una cosa deseo:
Desde hace tiempo ya vivimos un momento
histórico en el que cada nuevo día nos sorprende con una noticia o situación
que captura toda nuestra atención. No debemos desconocer que en parte esto es
una construcción mediática, a fin de mantenernos distraídos, pero también tiene
mucho de cierto: de verdad ocurren todos los días eventos demasiado importantes
como para pasarlos por alto. Vivimos la situación descrita por Jeremías, solo
que mucho más acelerada:
Jeremías 51:46 DHH
46 No se asusten, no tengan miedo
por los rumores que corren en el país.
Cada año correrán rumores diferentes,
rumores de violencia en el país
y de luchas entre gobernantes.
El peligro de todo esto es que perdamos
nuestro enfoque. Pero no me estoy refiriendo a los que tienen una fe vacilante
o que pueden fácilmente apartarse del Señor, me refiero a los fieles que aman
al Señor y a Su obra. ¿Cómo es posible esto? La clave está en el Salmo 27:
Salmos 27:2,3
2 Los malvados, mis enemigos,
se juntan para atacarme y destruirme;
pero ellos son los que tropiezan y caen.
3 Aunque un ejército me rodee,
mi corazón no tendrá miedo;
aunque se preparen para atacarme,
yo permaneceré tranquilo.
La realidad es que perdemos nuestro enfoque
cuando el temor gana nuestro corazón, esto es, cuando el enemigo aparece MÁS
GRANDE que la gracia del Señor a nuestro favor. Pensemos un poco: si estamos
absolutamente confiados en que Dios nos ama y nos cuida, y que Él tiene todo bajo
control, que no sucederá nada que Él no permita, que nos avisará a tiempo si es
que tenemos que escapar de algo, o finalmente nos llevará a Su morada si
tenemos que partir de esta Tierra, ¿por qué habríamos de preocuparnos? Podremos
estar dolidos por la gente que se pierde, enojados por el daño que causa el
Adversario, cansados por la lucha, pero nunca abatidos interiormente: Dios nos
cuida y tiene todo bajo control, a su debido tiempo tomará las acciones
necesaria y finalmente restaurará todo.
PERO si no tenemos esa confianza nos
empezamos a preocupar: ¿será verdad que Dios tiene todo bajo control? ¿Actuará
al final, o va a dejar que todo se venga abajo? ¿Nos va a cuidar? ¿Nos va a
proveer? Allí entra el temor, que es fe en Satanás, y se produce una dura lucha
entre el temor y la confianza en Dios.
Cuando la duda se cuela por alguna fisura,
empezamos a preocuparnos y a buscar soluciones que no sean aquellas que Dios
nos ha mostrado. Cuando empezamos a buscar esas soluciones, nos desenfocamos de
Dios y empezamos a poner parte de nuestra confianza en lo que podamos hacer o
no hacer nosotros, en vez de lo que Dios dijo que va a hacer.
Ahora bien, no siempre Dios nos dirá que nos
mantengamos tranquilos y sin hacer nada, probablemente nos dé instrucciones precisas
de cosas para hacer o no hacer, y en qué medida hacerlas. El punto central es
que hay una diferencia entre hacer lo que expresamente nos dijo y hacer lo que
pensamos que nos dará la solución.
Y a veces simplemente deberemos “no hacer”,
esperar que las cosas sigan su curso y confiar en que Dios actuará al final.
Digamos que unas cuantas veces no podemos hacer nada por más que queramos…
La preocupación y la actividad fuera de la
voluntad del Señor son aquellas cosas que a Sus hijos les hacen perder el
enfoque del Señor, casi sin darse cuenta, y a partir de allí, le resulta fácil
al Adversario seguir desviándolos lentamente del amor y la confianza en Dios.
No hay nada que nos pueda asustar más y
desenfocar más rápidamente que el feroz rugido del enemigo. Cuando el temor es
inyectado, la fe se desvanece, y se abren las puertas de un tobogán
descendente. Eso experimentaba el salmista, pero en medio de eso expresaba su
confianza en Dios.
Salmos 27:1-9 DHH
El Señor es mi luz y mi salvación
(1a) De David.
(1b) El Señor es mi luz y mi salvación,
¿de quién podré tener miedo?
El Señor defiende mi vida,
¿a quién habré de temer?
2 Los malvados, mis enemigos,
se juntan para atacarme y destruirme;
pero ellos son los que tropiezan y caen.
3 Aunque un ejército me rodee,
mi corazón no tendrá miedo;
aunque se preparen para atacarme,
yo permaneceré tranquilo.
4 Solo una cosa he pedido al Señor,
solo una cosa deseo:
estar en el templo del Señor
todos los días de mi vida,
para adorarlo en su templo
y contemplar su hermosura.
5 Cuando lleguen los días malos,
el Señor me dará abrigo en su templo;
bajo su sombra me protegerá.
¡Me pondrá a salvo sobre una roca!
6 Entonces podré levantar la cabeza
por encima de mis enemigos;
entonces podré ofrecer sacrificios en el templo,
y gritar de alegría, y cantar himnos al
Señor.
7 A ti clamo, Señor: escúchame.
Ten compasión de mí, ¡respóndeme!
8 El corazón me dice:
Busca la presencia del Señor.
Y yo, Señor, busco tu presencia.
9 ¡No te escondas de mí!
¡No me rechaces con ira!
¡Mi única ayuda eres tú!
No me dejes solo y sin amparo,
pues tú eres mi Dios y salvador.
Esto es una expresión de “enfoque” en medio
de las luchas. Y el “enfoque” no es más que fe en Dios.
¿Qué nos está desenfocando hoy? Vemos
rápidamente leyes que se discuten que erosionan los principios cristianos que
fundaron nuestras naciones, poderes internacionales avanzan sobre los países
avasallando su soberanía, escándalos políticos aparecen todos los días, guerras
y terrorismo aumentan, terremotos, vulcanismo y catástrofes climáticas aumentan
su frecuencia, la sociedad se degrada hacia formas impensadas hasta hace pocos
años… y todo esto se traduce en conflictos interpersonales cada vez más
frecuentes y virulentos ¿De verdad que NO HAY motivos como para estar desenfocado?
¡HAY CIENTOS DE ELLOS!
Pero si vemos bien “a través de”,
encontraremos la acción del Adversario procurando traer destrucción y caos: los
enemigos de los que habla el salmista. También, si vemos mejor aún,
discerniremos el justo juicio de Dios llamando a las naciones al
arrepentimiento, ¿por qué preocuparnos si nuestro Padre está al control?
El temor y la falta de fe crecerán como
causas de desenfoque en los próximos años, y harán que muchos, sin quererlo, se
deslicen de la fe. Necesitamos fortalecer la confianza en Dios y llamar a todos
esos eventos por “su nombre”: nada fuera de control, todo bajo la justa mano de
Dios. Sí, Dios lo está permitiendo.
Ahora bien, en medio de esta realidad cada
vez más compleja es probable que seamos llamados a tomar acciones concretas, a
veces urgentes. Sería muy imprudente no hacerlo. Pero notemos bien: hay una
gran diferencia entre hacer lo que Dios nos manda y hacer lo que el miedo nos
manda. Mientras que lo primero genera paz y nos acerca más al Señor, lo segundo
genera inquietud y termina por alejarnos.
¿En qué nos mantenemos enfocados? El tiempo
de Su venida y nuestra partida está cercano, por lo tanto, debemos mantenernos
enfocados en santificarnos y en testificar. También cada uno, según sus dones y
llamados particulares, deberá mantenerse enfocado en lo que el Señor
específicamente le indique, y no en otras cosas por más buenas que sean.
Filipenses 3:13-14 RVC
13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo
alcanzado ya; pero una cosa sí hago: me olvido ciertamente de lo que ha quedado
atrás, y me extiendo hacia lo que está adelante;
14 ¡prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús!
“¡Prosigo a la meta!” resultó el canto de
triunfo de Pablo. No dijo: “ya llegué”, dijo “prosigo”, y dijo también “meta”,
una meta, un enfoque. Hacia allá vamos también.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario