domingo, 29 de julio de 2018

532. La protección en el lugar de refugio: “unos a otros”


1 Timoteo 1:5 DHH
5 El propósito de esa orden es que nos amemos unos a otros con el amor que proviene de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera.


La iglesia es el lugar de refugio que nos dejó el Señor: Él mismo es nuestro Refugio, pero así mismo, Él ha establecido la comunidad de la fe para que unos a otros nos demos refugio, esto es, nos protejamos unos a otros. ¿De qué forma? A través del amor y todo lo que fluye de él: cuidado, protección, oración; es decir, el amor en acción, que es donde se manifiesta el Señor y encontramos la completa protección.

Este principio tan básico se ha visto alterado por muchas “buenas” doctrinas y énfasis que sutilmente han desviado el interés de los cristianos.

Una de ellas es el énfasis en el ministerio y los dones personales, el propio desarrollo en el servicio. Y eso es genuino, pero sutilmente cambia el enfoque hacia “mí” y lo retira de mis hermanos. Siendo comisionados por Él, y recibiendo dones del Espíritu, el objetivo final está en el amor mutuo.

Juan 15:16-17 DHH
16 Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.
 17 Esto, pues, es lo que les mando: Que se amen unos a otros.

Otra de las enseñanzas tiene que ver con el servicio al mundo, con ministrar a las necesidades de los inconversos, orar por la nación y por arrepentimiento. ¿Quién diría que eso está mal? Nadie, pero mientras servimos “hacia afuera” (y es un mandato bíblico), no debemos de olvidarnos de servir “hacia adentro”.

Juan 13:14-15 RVC
14  Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.
15  Porque les he puesto el ejemplo, para que lo mismo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan.

Dado que la iglesia católica tiene una alta presencia del “sacerdote” como mediador de una serie de gracias espirituales, los protestantes hemos hecho un gran énfasis en la relación individual con Dios. ¡Y nadie diría que eso es incorrecto! De hecho muchos católicos hoy tienen casi el mismo énfasis. Pero eso nos ha llevado a menosprecias la ministración que necesitamos de nuestros hermanos.

Santiago 5:16 RVC
16 Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es muy poderosa y efectiva.

También hemos hecho mucho énfasis en la responsabilidad individual, en la necesidad de enfrentar nuestros propios desafíos; y esto en clara contraposición con la mentalidad “progresista” o de “guerrillero de cafetería” de buena parte de nuestra sociedad, que ve en “papá estado” la solución a todos sus males (porque no quieren asumir su propia responsabilidad). Está claro que soy muy crítico de esta corriente de pensamiento, pero eso nos impide entender claramente pasajes como este:

Gálatas 6:2 RVC
2 Sobrelleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo.

Cómo vivimos entre personas que se exasperan por la más mínima intromisión en sus vidas, cada uno “se mete en lo suyo” y listo. Los cristianos espiritualizamos el tema diciendo: “déjelo en las manos del Señor, hermano”. Y es cierto que no debemos ni podemos meternos en los asuntos de otros, pero como hermanos se nos instruye:

Colosenses 3:16 RV1960
16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.

¿A quién le gusta que se le recuerden sus pecados y se le exhorte a caminar rectamente? Bueno, solo a los que aman al Señor de verdad…

Hebreos 3:13 RVC
13 Más bien, anímense unos a otros día tras día, mientras se diga «Hoy», para que el engaño del pecado no endurezca a nadie.

Y dado que es inevitable que nos ofendamos mutuamente, aún sin quererlo…

Efesios 4:32 RVC
32 En vez de eso, sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo.

Es decir, no tenemos que buscar un “terrible enemigo oculto” para darnos cuenta de que esas desviaciones a enseñanzas válidas nos han llevado a un cristianismo individualista (¡chocolate por la noticia!) en el que “unos a otros” difícilmente prospere. Y dado que esas desviaciones están entrelazadas en la mayoría de lo que pensamos y entendemos en relación con el cristianismo y el servicio a Dios, se vuelve algo muy difícil de revertir. Así de simple y así de difícil.


Danilo Sorti





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