domingo, 29 de julio de 2018

535. El liderazgo de Jesús: ¿por qué habrían de seguirlo?


Marcos 1:9-20 RVC

9 Por esos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 En cuanto Jesús salió del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma.
11 Y desde los cielos se oyó una voz que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco.»

12 Enseguida, el Espíritu llevó a Jesús al desierto,
13 y allí fue puesto a prueba por Satanás durante cuarenta días. Estaba entre las fieras, y los ángeles lo servían.

14 Después de que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea para proclamar el evangelio del reino de Dios.
15 Decía: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!»

16 Mientras Jesús caminaba junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés. Estaban echando la red al agua, porque eran pescadores.
17 Jesús les dijo: «Síganme, y yo haré de ustedes pescadores de hombres.»
18 Enseguida, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
19 Un poco más adelante, Jesús vio a otros dos hermanos, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, quienes estaban en la barca y remendaban sus redes.
20 Enseguida Jesús los llamó, y ellos dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, y lo siguieron.


Los Evangelios nos muestran distintas facetas de Jesús: como Mesías prometido, como Siervo, como Hombre perfecto, como Hijo de Dios, pero también nos muestran claramente su dimensión como líder. ¿Por qué es importante considerar esto? Sencillamente porque es nuestro modelo. Se ha escrito mucho sobre liderazgo, existen seminarios cristianos destinados al liderazgo, así que no creo que podamos decir mucho más. Pero siempre es bueno poder recordar algo de lo que hemos estudiado y “releerlo” nuevamente en la Palabra, desde otra perspectiva. Con esa expectativa hablaremos en esta serie de artículos sobre distintos aspectos de ese rol de liderazgo, esperando que el Señor nos lleve a Sus fundamentos inconmovibles y complete lo que nos falta.

Sin dudas que el liderazgo es clave para todo lo que haga el ser humano, y la iglesia no es una excepción. De hecho, el comienzo de la historia del hombre en Génesis 1 y 2 no tiene tanto que ver con la creación como con el liderazgo. Por supuesto que se habla de su origen, pero rápidamente el sentido del texto se orienta hacia el liderazgo otorgado por Dios y la crisis posterior: el varón cede su rol de líder, la mujer asume un rol que no le corresponde y lo hace inconsultamente, el Usurpador precisamente usurpa el liderazgo máximo que le correspondía a Dios, y la Creación toda paga las consecuencias de un mal liderazgo. De ahí en más, toda la historia de la humanidad puede “leerse” en función de los diversos líderes. El presente no es más que “la frutilla del postre” de esa crisis, y el siniestro personaje por venir, ya muy próximo, será la máxima expresión de ese liderazgo corrompido.

Tuvimos un tiempo en que el liderazgo fue un tema central dentro de nuestras iglesias, pero luego comenzó a ocupar un segundo lugar, reemplazado por la prosperidad, las “grandezas cristianas” y otros entretenimientos eclesiásticos. Por defecto, el liderazgo terminó rápidamente concentrándose en una persona y unos pocos obsecuentes que lo rodean y todo lo que habíamos aprendido se perdió en la práctica. Sin embargo, para los cristianos más viejos, esas enseñanzas todavía están en la memoria, y pueden ser reactivadas. No debemos permitir que el Usurpador haga lo que siempre hizo, no dentro de la iglesia.

Pero vamos a Jesús.

Marcos nos presenta un Evangelio “resumido”, lo cual nos viene muy bien para ver algunas verdades que se pueden apreciar justamente en “perspectiva”. Estos primeros versículos del capítulo 1 nos introducen en Su ministerio, pero en el versículo 16 ese ministerio asume un rol de liderazgo, que no perderá nunca hasta el presente. Ahora bien, es siempre complicado “confrontarnos” con el liderazgo de Jesús porque inevitablemente “salimos perdiendo”, ¡y siempre será así! Pero es la única forma de aprender y crecer. En otras oportunidades, el liderazgo de Jesús parece “demasiado sencillo” y nos emocionamos con los últimos libros escritos y los descubrimientos realizados. No digo que eso esté mal, puede haber cosas muy útiles allí, pero el modelo básico es uno, y jamás debemos apartarnos de él. Inevitablemente todo libro escrito, todo seminario, todo ejemplo o enseñanza sobre liderazgo, por más que tenga muchas cosas buenas y sea dado por cristianos realmente consagrados, será imperfecto y contendrá, por lo menos, “semillas” de error. ¿Cómo podremos arrancarlas si no es comparando lo que aprendimos y practicamos con el modelo de Jesús? Allí vamos.

Antes de llegar al versículo 16, donde comienza el llamado a Sus discípulos, nos encontramos, precisamente, con 15 versículos. Bueno, eso no ha sido una revelación, ¿verdad? El asunto es qué está pasando en esos versículos.

·         vv. 1-3: El ministerio de Jesucristo fue anunciado proféticamente durante siglos. Dios mismo se encargó de preparar un pueblo y las circunstancias adecuadas para recibirlo.

·         vv. 4-8: El precursor, Juan el Bautista, desarrolló un “liderazgo” fuerte pero más que nada para llamar la atención sobre Jesucristo. Fue su predecesor y le dio una “base” de discípulos y mensaje que Jesús luego retomaría y acrecentaría.

·         vv. 9-11: Jesús reconoció el liderazgo de Juan y se “sometió” a él. Dios mismo lo respaldó de manera milagrosa.

·         vv. 12-13: Antes de hacer nada, tiene una confrontación espiritual del más alto nivel, y vence.

·         vv. 14-15: Comienza a predicar el Evangelio del Reino.

Aquí tenemos unas cuantas condiciones “previas” del líder que debemos considerar.

Primero, hubo una palabra profética para la llegada de Jesús. ¿Eso tiene que ver con nosotros? Pablo pudo decir:

Hechos 13:47 RVC
47 Ésa es la orden que el Señor nos dio, cuando dijo: »“Te he puesto como luz para las naciones, para que lleves salvación hasta los confines de la tierra.”»

Ese pasaje fue primeramente dado a Jesucristo, pero evidentemente también fue una palabra profética para Pablo y su equipo. Pretender ser líder sin una clara directiva del Señor es frustrante y nefasto, porque puede ser la puerta abierta para que los demonios tomen control de un liderazgo fuera de lugar.

A su vez, esa palabra profética es la orientadora: indica hacia dónde debe dirigirse el ministerio, lo cual hoy es en extremo importante, ya que hay tan fuertes tendencias contrarias al propósito divino.

Juan el Bautista no fue un líder como Jesús. En realidad, nos cuesta bastante llamarlo propiamente “líder”; tuvo discípulos y logró conmover a una nación, en un tiempo muy breve, con lo cual expresó la misma capacidad de Elías en hacer que todo un país se vuelva a Dios, y en un lapso de tiempo mucho más breve que el tiempo que ministró Elías. Con todo, Jesús fue un líder mucho más desarrollado.

Sin embargo, ese liderazgo ejemplar no hubiera podido desarrollarse adecuadamente sin el liderazgo más bien “explosivo” y de muy corta duración de Juan el Bautista.

Todo líder construye “sobre las espaldas” de otro, es importante reconocer y es importante buscar esas “espaldas” para poder continuar la construcción. Jesús hizo eso: fue a Juan y lo reconoció como verdadero profeta, y se “sometió” a su liderazgo, o más bien, se sometió a su mensaje.

¿Qué necesidad tenía Jesús de hacer eso? Juan mismo quiso impedírselo, pero Jesús fue muy claro:

Mateo 3:14-15 RVC
14 Pero Juan se le oponía, diciendo: «Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?»
15 Jesús le respondió: «Por ahora, déjalo así, porque conviene que cumplamos toda justicia.» Entonces Juan aceptó.

No existe líder más grande que Jesucristo, sin embargo Él no tuvo problemas en “someterse” al liderazgo de Juan, ¿habremos de tenerlo nosotros, con los líderes que el Señor nos dé? Por supuesto, aclaremos algo muy bien: había muchos “líderes” en aquel entonces, y si uno quería quedar bien con la sociedad probablemente NO HUBIERA ido con Juan el Bautista. Jesús se “sometió” al liderazgo de otro, sí, ¡pero no era cualquier “otro”! Debemos ser muy cuidadosos en quién es nuestro líder que nos habilite para ministrar. Creo firmemente que es mejor esperar o si el Señor así lo manda, comenzar “solos”, antes que colocarse bajo un liderazgo incorrecto.

Porque cuando Jesús se hizo bautizar por Juan, públicamente reconoció que aceptaba ese ministerio, esa predicación y a los discípulos de Juan. El mensaje que Jesús predicaría sería una continuación del mensaje de Juan, y la gente a la que ministraría no serían muy diferentes a esos discípulos: quienquiera que quisiera acercarse, pero principalmente los pobres y necesitados, los pecadores arrepentidos, los excluidos del “modelo”.

Entonces, el liderazgo que el Señor nos ponga para luego enviarnos determinará nuestro punto de partida, y probablemente mucho de lo que después seamos.

Notemos también que Jesús no se sintió obligado en seguir “bajo” Juan el Bautista. Sabía Su tiempo y lo que tenía que hacer. No necesariamente debemos estar bajo un liderazgo por mucho tiempo, pero de todas formas, el tiempo es algo que el Señor mismo debe marcar específicamente.

Jesús tuvo el respaldo del Padre por medio de una voz audible, y nosotros no deberíamos hacer nada si no estamos teniendo ese mismo respaldo. ¡Ojalá se callaran tantos predicadores que siguen con el “piloto automático” porque Dios hace rato que dejó de respaldarlos! ¡Ojalá se fueran un tiempo al secreto, para volver a encauzarse en el diseño divino! ¡Ojalá eso nunca nos pase a nosotros!

Pero todavía estamos en los “prolegómenos”, porque Jesús no aprovechó esa señal espectacular para comenzar su ministerio sino que hizo exactamente lo contrario a lo que cualquier publicista y líder de campaña política hoy recomendaría: se fue al desierto, solo, a enfrentar una dura lucha espiritual. Jesús no estaba desesperado por tener gente, ni por ser reconocido, ni por comenzar su ministerio público, ¿lo estaremos nosotros?

Jesús ganó primero la batalla espiritual y luego comenzó a predicar y hacer milagros.

Sobre toda esa base es que Marcos nos presenta luego el llamamiento de los discípulos. En rigor, antes de este llamado ya había ocurrido otro y Jesús ya tenía seguidores al momento de producirse el episodio narrado en el versículo 16. Sin embargo, el Espíritu Santo nos está mostrando algo a través de este Evangelio, y yo entiendo que es esa “secuencia” de cosas que debemos tener en cuenta “antes” de comenzar un liderazgo.

¿“Antes” en el tiempo? Sí, pero también “antes” en el proceso, es decir, que “antes” de pretender liderar, por más que ya llevemos años haciéndolo, creo que deberíamos tener esos asuntos arreglados, o mejor dicho, “mantenerlos” constantemente arreglados, para que luego nuestro liderazgo sea efectivo y “afectivo”, en vez de coercitivo.

Que el Señor nos ayude a poner en un segundo lugar todos esos libros de liderazgo que nos hablan de métodos y procedimientos, para poner primero estos sencillos y poderosísimos principios.


Danilo Sorti




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