Marcos 1:9-20 RVC
9 Por esos días llegó Jesús desde Nazaret de
Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán.
10 En cuanto Jesús salió del agua, vio que
los cielos se abrían y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma.
11 Y desde los cielos se oyó una voz que
decía: «Tú eres mi Hijo amado, en quien me complazco.»
12 Enseguida, el Espíritu llevó a Jesús al
desierto,
13 y allí fue puesto a prueba por Satanás
durante cuarenta días. Estaba entre las fieras, y los ángeles lo servían.
14 Después de que Juan fue encarcelado, Jesús
fue a Galilea para proclamar el evangelio del reino de Dios.
15 Decía: «El tiempo se ha cumplido, y el
reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!»
16 Mientras Jesús caminaba junto al lago de
Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés. Estaban echando la red al agua,
porque eran pescadores.
17 Jesús les dijo: «Síganme, y yo haré de
ustedes pescadores de hombres.»
18 Enseguida, ellos dejaron sus redes y lo
siguieron.
19 Un poco más adelante, Jesús vio a otros
dos hermanos, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, quienes estaban en la barca y
remendaban sus redes.
20 Enseguida Jesús los llamó, y ellos dejaron
a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, y lo siguieron.
Los Evangelios nos muestran distintas facetas
de Jesús: como Mesías prometido, como Siervo, como Hombre perfecto, como Hijo
de Dios, pero también nos muestran claramente su dimensión como líder. ¿Por qué
es importante considerar esto? Sencillamente porque es nuestro modelo. Se ha
escrito mucho sobre liderazgo, existen seminarios cristianos destinados al
liderazgo, así que no creo que podamos decir mucho más. Pero siempre es bueno
poder recordar algo de lo que hemos estudiado y “releerlo” nuevamente en la
Palabra, desde otra perspectiva. Con esa expectativa hablaremos en esta serie
de artículos sobre distintos aspectos de ese rol de liderazgo, esperando que el
Señor nos lleve a Sus fundamentos inconmovibles y complete lo que nos falta.
Sin dudas que el liderazgo es clave para todo
lo que haga el ser humano, y la iglesia no es una excepción. De hecho, el
comienzo de la historia del hombre en Génesis 1 y 2 no tiene tanto que ver con
la creación como con el liderazgo. Por supuesto que se habla de su origen, pero
rápidamente el sentido del texto se orienta hacia el liderazgo otorgado por
Dios y la crisis posterior: el varón cede su rol de líder, la mujer asume un
rol que no le corresponde y lo hace inconsultamente, el Usurpador precisamente
usurpa el liderazgo máximo que le correspondía a Dios, y la Creación toda paga
las consecuencias de un mal liderazgo. De ahí en más, toda la historia de la
humanidad puede “leerse” en función de los diversos líderes. El presente no es
más que “la frutilla del postre” de esa crisis, y el siniestro personaje por
venir, ya muy próximo, será la máxima expresión de ese liderazgo corrompido.
Tuvimos un tiempo en que el liderazgo fue un
tema central dentro de nuestras iglesias, pero luego comenzó a ocupar un
segundo lugar, reemplazado por la prosperidad, las “grandezas cristianas” y
otros entretenimientos eclesiásticos. Por defecto, el liderazgo terminó
rápidamente concentrándose en una persona y unos pocos obsecuentes que lo
rodean y todo lo que habíamos aprendido se perdió en la práctica. Sin embargo,
para los cristianos más viejos, esas enseñanzas todavía están en la memoria, y pueden
ser reactivadas. No debemos permitir que el Usurpador haga lo que siempre hizo,
no dentro de la iglesia.
Pero vamos a Jesús.
Marcos nos presenta un Evangelio “resumido”,
lo cual nos viene muy bien para ver algunas verdades que se pueden apreciar
justamente en “perspectiva”. Estos primeros versículos del capítulo 1 nos
introducen en Su ministerio, pero en el versículo 16 ese ministerio asume un
rol de liderazgo, que no perderá nunca hasta el presente. Ahora bien, es
siempre complicado “confrontarnos” con el liderazgo de Jesús porque
inevitablemente “salimos perdiendo”, ¡y siempre será así! Pero es la única
forma de aprender y crecer. En otras oportunidades, el liderazgo de Jesús
parece “demasiado sencillo” y nos emocionamos con los últimos libros escritos y
los descubrimientos realizados. No digo que eso esté mal, puede haber cosas muy
útiles allí, pero el modelo básico es uno, y jamás debemos apartarnos de él.
Inevitablemente todo libro escrito, todo seminario, todo ejemplo o enseñanza
sobre liderazgo, por más que tenga muchas cosas buenas y sea dado por
cristianos realmente consagrados, será imperfecto y contendrá, por lo menos,
“semillas” de error. ¿Cómo podremos arrancarlas si no es comparando lo que
aprendimos y practicamos con el modelo de Jesús? Allí vamos.
Antes de llegar al versículo 16, donde
comienza el llamado a Sus discípulos, nos encontramos, precisamente, con 15
versículos. Bueno, eso no ha sido una revelación, ¿verdad? El asunto es qué
está pasando en esos versículos.
·
vv. 1-3: El ministerio de Jesucristo fue anunciado proféticamente durante
siglos. Dios mismo se encargó de preparar un pueblo y las circunstancias
adecuadas para recibirlo.
·
vv. 4-8: El precursor, Juan el Bautista, desarrolló un “liderazgo” fuerte
pero más que nada para llamar la atención sobre Jesucristo. Fue su predecesor y
le dio una “base” de discípulos y mensaje que Jesús luego retomaría y
acrecentaría.
·
vv. 9-11: Jesús reconoció el liderazgo de Juan y se “sometió” a él. Dios
mismo lo respaldó de manera milagrosa.
·
vv. 12-13: Antes de hacer nada, tiene una confrontación espiritual del más
alto nivel, y vence.
·
vv. 14-15: Comienza a predicar el Evangelio del Reino.
Aquí tenemos unas cuantas condiciones
“previas” del líder que debemos considerar.
Primero, hubo una palabra profética para la
llegada de Jesús. ¿Eso tiene que ver con nosotros? Pablo pudo decir:
Hechos 13:47 RVC
47 Ésa es la orden que el Señor nos dio,
cuando dijo: »“Te he puesto como luz para las naciones, para que lleves
salvación hasta los confines de la tierra.”»
Ese pasaje fue primeramente dado a
Jesucristo, pero evidentemente también fue una palabra profética para Pablo y
su equipo. Pretender ser líder sin una clara directiva del Señor es frustrante
y nefasto, porque puede ser la puerta abierta para que los demonios tomen
control de un liderazgo fuera de lugar.
A su vez, esa palabra profética es la
orientadora: indica hacia dónde debe dirigirse el ministerio, lo cual hoy es en
extremo importante, ya que hay tan fuertes tendencias contrarias al propósito
divino.
Juan el Bautista no fue un líder como Jesús.
En realidad, nos cuesta bastante llamarlo propiamente “líder”; tuvo discípulos
y logró conmover a una nación, en un tiempo muy breve, con lo cual expresó la
misma capacidad de Elías en hacer que todo un país se vuelva a Dios, y en un
lapso de tiempo mucho más breve que el tiempo que ministró Elías. Con todo,
Jesús fue un líder mucho más desarrollado.
Sin embargo, ese liderazgo ejemplar no hubiera
podido desarrollarse adecuadamente sin el liderazgo más bien “explosivo” y de
muy corta duración de Juan el Bautista.
Todo líder construye “sobre las espaldas” de
otro, es importante reconocer y es importante buscar esas “espaldas” para poder
continuar la construcción. Jesús hizo eso: fue a Juan y lo reconoció como
verdadero profeta, y se “sometió” a su liderazgo, o más bien, se sometió a su
mensaje.
¿Qué necesidad tenía Jesús de hacer eso? Juan
mismo quiso impedírselo, pero Jesús fue muy claro:
Mateo 3:14-15 RVC
14 Pero Juan se le oponía, diciendo: «Yo
necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?»
15 Jesús le respondió: «Por ahora, déjalo
así, porque conviene que cumplamos toda justicia.» Entonces Juan aceptó.
No existe líder más grande que Jesucristo,
sin embargo Él no tuvo problemas en “someterse” al liderazgo de Juan, ¿habremos
de tenerlo nosotros, con los líderes que el Señor nos dé? Por supuesto,
aclaremos algo muy bien: había muchos “líderes” en aquel entonces, y si uno
quería quedar bien con la sociedad probablemente NO HUBIERA ido con Juan el
Bautista. Jesús se “sometió” al liderazgo de otro, sí, ¡pero no era cualquier
“otro”! Debemos ser muy cuidadosos en quién es nuestro líder que nos habilite
para ministrar. Creo firmemente que es mejor esperar o si el Señor así lo
manda, comenzar “solos”, antes que colocarse bajo un liderazgo incorrecto.
Porque cuando Jesús se hizo bautizar por
Juan, públicamente reconoció que aceptaba ese ministerio, esa predicación y a
los discípulos de Juan. El mensaje que Jesús predicaría sería una continuación
del mensaje de Juan, y la gente a la que ministraría no serían muy diferentes a
esos discípulos: quienquiera que quisiera acercarse, pero principalmente los
pobres y necesitados, los pecadores arrepentidos, los excluidos del “modelo”.
Entonces, el liderazgo que el Señor nos ponga
para luego enviarnos determinará nuestro punto de partida, y probablemente
mucho de lo que después seamos.
Notemos también que Jesús no se sintió
obligado en seguir “bajo” Juan el Bautista. Sabía Su tiempo y lo que tenía que
hacer. No necesariamente debemos estar bajo un liderazgo por mucho tiempo, pero
de todas formas, el tiempo es algo que el Señor mismo debe marcar
específicamente.
Jesús tuvo el respaldo del Padre por medio de
una voz audible, y nosotros no deberíamos hacer nada si no estamos teniendo ese
mismo respaldo. ¡Ojalá se callaran tantos predicadores que siguen con el
“piloto automático” porque Dios hace rato que dejó de respaldarlos! ¡Ojalá se
fueran un tiempo al secreto, para volver a encauzarse en el diseño divino!
¡Ojalá eso nunca nos pase a nosotros!
Pero todavía estamos en los “prolegómenos”,
porque Jesús no aprovechó esa señal espectacular para comenzar su ministerio
sino que hizo exactamente lo contrario a lo que cualquier publicista y líder de
campaña política hoy recomendaría: se fue al desierto, solo, a enfrentar una
dura lucha espiritual. Jesús no estaba desesperado por tener gente, ni por ser
reconocido, ni por comenzar su ministerio público, ¿lo estaremos nosotros?
Jesús ganó primero la batalla espiritual y
luego comenzó a predicar y hacer milagros.
Sobre toda esa base es que Marcos nos
presenta luego el llamamiento de los discípulos. En rigor, antes de este
llamado ya había ocurrido otro y Jesús ya tenía seguidores al momento de
producirse el episodio narrado en el versículo 16. Sin embargo, el Espíritu
Santo nos está mostrando algo a través de este Evangelio, y yo entiendo que es
esa “secuencia” de cosas que debemos tener en cuenta “antes” de comenzar un
liderazgo.
¿“Antes” en el tiempo? Sí, pero también
“antes” en el proceso, es decir, que “antes” de pretender liderar, por más que
ya llevemos años haciéndolo, creo que deberíamos tener esos asuntos arreglados,
o mejor dicho, “mantenerlos” constantemente arreglados, para que luego nuestro
liderazgo sea efectivo y “afectivo”, en vez de coercitivo.
Que el Señor nos ayude a poner en un segundo
lugar todos esos libros de liderazgo que nos hablan de métodos y
procedimientos, para poner primero estos sencillos y poderosísimos principios.
Danilo Sorti
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