Salmos 61:2-3 RVC
2 ¡Clamo a ti desde los confines de la
tierra, pues ya mi corazón desfallece! Llévame a una roca más alta que yo,
3 porque tú eres mi refugio, ¡eres fuerte
torre que me protege del enemigo!
Dios es muchas cosas para Su pueblo, y vemos
Sus distintas facetas conforme nos toca vivir también distintas circunstancias,
o conforme nos planteamos inquietudes y necesidades.
Una de esas formas en que Dios se revela a
Sus Hijos, especialmente en el Antiguo Testamento, pero que está perfectamente
incluida en la revelación del Nuevo, es como “refugio”, como protección en
momentos de dificultad.
Notemos bien, ¿por qué sería necesario un
refugio? Una definición básica es: lugar que sirve para protegerse de un
peligro. Pero esto implica que hay un peligro, que ese peligro no se puede
eliminar por el momento, y que la única alternativa es mantenerse en un lugar
protegido hasta que pase.
Por ello, el concepto mismo de “refugio” va
en contra de un evangelio exitista de “victoria continua” y en contra de un
evangelio negacionista, de “todo está bien”. A lo largo de las páginas
bíblicas, vez tras vez, los fieles tuvieron que buscar refugio porque no había
otra opción: enfrentar al enemigo resultaba necio y negarlo, suicida. Y con eso
aprendemos que hay momentos para la lucha y hay momentos para buscar refugio.
Esta realidad material, que no es solamente
pasada sino también presente, nos lleva a una realidad espiritual: tampoco
podemos estar continuamente combatiendo espiritualmente. Es cierto que estamos
en medio de una guerra continua, pero eso no significa que siempre debamos
salir a pelear. Como en todo conflicto, hay momento para las batallas, hay
momentos para la preparación y hay momentos para refugiarse. Pretender luchar
más allá de nuestras fuerzas o capacidad implica terminar siendo cautivo del
enemigo, y espiritualmente esto se refleja en los “soldados heridos” que son
presas de la amargura, el resentimiento, el odio o el rencor, y cuyas
motivaciones dejan de ser el amor a Dios y el deseo de extender Su Reino y
pasan a ser la venganza sobre sus enemigos. Aunque pueda parecer sutil, hay una
gran diferencia.
El momento del refugio puede parecer una
pérdida de tiempo para un soldado entrenado para pelear y deseoso de guerrear,
por eso hacen falta generales con más sabiduría que sepan llevar a sus
escuadrones al lugar seguro cuando sea necesario. También puede ser un momento
angustiante porque surgen dudas y temores: ¿podremos salir de aquí en algún
momento? ¿el enemigo finalmente nos alcanzará y nos aniquilará? ¿cuánto tiempo
deberemos estar aquí?
Pero sabemos que nuestro refugio es Dios y no
un lugar físico (aunque hay circunstancias en que el Señor nos guiará hacia
ellos), es más bien Alguien que algo, y por ello podemos confiar en que todas
esas inquietudes y temores sean evacuados por ese Alguien que nos espera para
protegernos.
Por qué Dios permite esos momentos de
victoria enemiga es otro tema, pero leyendo las Escrituras sabemos que son
temporales, y que tienen un propósito mayor al final. Quizás Dios los permita,
en buena medida, para “obligarnos” a ir a ese lugar de refugio.
Hasta aquí estoy hablando del “lugar de
refugio” como un momento en el transcurrir temporal en el cual dejamos de estar
expuestos a las luchas espirituales (o incluso materiales) para escondernos con
Dios, fuera del conflicto. Y creo que es así y que no deberíamos ser
descuidados en eso.
Vuelvo a decir: los soldados del Señor somos
llamados a veces a ese lugar de refugio, cuando la guerra a nuestro alrededor
resulta demasiado dura. No debemos desoír ese llamado, no es sabio, no hay
mérito en exponernos a la lucha más allá de nuestras capacidades.
Pero ese “lugar de refugio” es también un
sitio espiritual, en el que podemos habitar continuamente. La paradoja es que a
veces somos expuestos a una lucha que “no termina nunca”, y deseamos con todo
el corazón llegar a un lugar de tranquilidad pero no lo hay. También allí Dios
es nuestro refugio, nuestro lugar de descanso, no físico, pero sí espiritual.
Perdón, en realidad, si es espiritual, no puede dejar de ser físico: por más
que estemos en medio de la guerra, Él no permitirá que nada nos dañe hasta que
hayamos cumplido nuestra misión, y si debemos entregar nuestra vida en medio
del conflicto, es porque ya se habrá terminado nuestro peregrinaje en la
Tierra.
Hay un momento en que debemos aprender a
descansar en Dios, es decir, buscar Su refugio, EN MEDIO DE los problemas y
dificultades, mientras esperamos que en ese lugar de refugio, que es más real
que cualquier sitio material porque pertenece al ámbito de Dios, recibamos la
protección y provisión necesaria.
Salmos 61:1-3 RVC
1 Dios mío, ¡escucha mi clamor! ¡Atiende mi
oración!
2 ¡Clamo a ti desde los confines de la
tierra, pues ya mi corazón desfallece! Llévame a una roca más alta que yo,
3 porque tú eres mi refugio, ¡eres fuerte
torre que me protege del enemigo!
“Perdidos” en tierra extraña, lejos de
nuestro lugar conocido y querido, allí está nuestro Refugio. En medio del
lodazal, rodeado de enemigos, somos llevados al lugar alto, rodeados de Su
protección.
Salmos 62:6 RVC
6 Sólo Dios es mi salvación y mi roca; porque
él es mi refugio, no resbalaré.
En nuestro lugar de refugio los enemigos no
nos alcanzan.
Salmos 71:1-3 RVC
1 Señor, en ti busco refugio; ¡Jamás permitas
que sea yo avergonzado!
2 ¡Ven a socorrerme, y líbrame, pues tú eres
justo! ¡Dígnate escucharme, y ven a salvarme!
3 ¡Sé para mí una roca de refugio, en donde
siempre pueda resguardarme! Sólo tú puedes decretar mi salvación, porque tú
eres mi roca y mi fortaleza.
Nuestro Refugio es nuestro Vindicador, es
nuestro lugar de salvación y protección.
Isaías 14:32 RVC
32 ¿Y qué se dirá a los mensajeros de las
naciones? Pues que el Señor puso los fundamentos de Sión, y que allí
encontrarán refugio los afligidos de su pueblo.»
Salmos 9:9 RVC
9 Tú, Señor, eres el refugio de los pobres;
eres su amparo en momentos de angustia.
Salmos 10:14 RVC
14 Pero tú sí ves los trabajos y la
humillación, y a cada uno le das su recompensa. En ti busca amparo el
desvalido; ¡eres el refugio de los huérfanos.
Es el lugar seguro para todos los afligidos y
necesitados.
Salmos 31:4 RVC
4 Sácame de la red que me han tendido, pues
tú eres mi refugio.
En el Refugio somos librados de las trampas.
Dios es nuestro Refugio, es el lugar seguro al
que acudimos cuando no podemos resistir el combate, pero en realidad, debe ser
el lugar permanente de nuestra morada, todo el tiempo debemos habitar
espiritualmente allí. Y si en algún momento estamos muy “metidos” en el fragor
de la batalla, obteniendo victorias y
derrotas, necesitamos recordarlo.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario