Hechos 6:2-4 RVC
2 Entonces los doce convocaron a todos los
discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la
palabra de Dios por atender a las mesas.
3 Así que, hermanos, busquen entre todos
ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo
y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo.
4 Así nosotros podremos continuar orando y
proclamando la palabra.»
La definición que hicieron los apóstoles de
su propio trabajo y del trabajo de los que serían seleccionados tiene que ver
con los dones de cada uno. Como dijimos antes, al principio de una obra el
ministerio según dones queda un poco de lado (un poco, no totalmente), pero si
la obra ha de crecer, llega el momento en que necesariamente deben ubicarse las
funciones en relación a los dones y llamados de cada uno.
Son distintas etapas, no se trata de que una
esté mal y la otra bien, son momentos diferentes y hay que saber acomodarse a cada
uno, y moverse cuando sea indicado.
Podemos decir que aquí tenemos la “semilla”
de una doctrina, los dones espirituales, que principalmente Pablo se encargará
de desarrollar después. Ubicar los ministerios según sus dones es el
“ingrediente principal” en todo el proceso que leemos aquí, y el resultado fue
más crecimiento y más manifestación del Señor.
Es fundamental que los líderes puedan
ubicarse y ubicar a los hermanos de acuerdo a sus dones, y no de acuerdo a sus
bonitos planes prediseñados. No he visto que esto ocurra frecuentemente, más
bien se diseña un plan y se busca la gente para cada función, o se la fuerza
allí; o bien se llama a voluntarios sin una claro análisis de sus dones.
Dijimos que este proceder conllevaba un
“riesgo” para los apóstoles; mejor dicho, hubiera implicado un riesgo para
cualquier liderazgo manipulador y exclusivista. Es claro; otros líderes
aparecerían en escena, más aún, iban a ser líderes elegidos en buena medida por
el pueblo, con lo que su “popularidad” y aceptación estaba garantizada. Y
además iban a ocupar roles importantes, que los llevarían a estar en contacto
continuo con mucha gente. La receta ideal para que unos cuantos de nuestros
líderes actuales NO HAGAN lo que hicieron los apóstoles: perder “protagonismo”.
De hecho, lo “perdieron”, porque Lucas le dedica espacio a dos de los diáconos:
Esteban y Felipe.
No seamos tan críticos, hay un riesgo que sí
es razonable: si un grupo de líderes ha sido capacitado y comisionado por el
Señor para liderar una comunidad durante un tiempo determinado, no deberían
ellos “correrse” de su lugar ni permitir que otros intenten “correrlos”. No hay
orgullo allí, se trata de reconocer la capacidad y llamamiento propios, y
actuar en consecuencia.
De nuevo, un adecuado entendimiento sobre
dones trae luz: los apóstoles sabían perfectamente a qué habían sido llamados,
es decir, la función que NO PODÍAN dejar de hacer. Dedicarse a la
administración de ayuda era una función buena e importante, pero no constituía
el centro de su llamamiento, así que cuando apareciera la gente adecuada,
podían correrse de ese rol.
Para los recién comisionados diáconos, el
razonamiento era al revés: ellos no podían correrse de su función de
administración… bueno, no al menos durante un tiempo. En realidad vemos a dos
de ellos testificando y extendiendo el Evangelio.
Esto debería enseñarnos dos cosas: la
importancia de ministrar según dones y la flexibilidad necesaria que hay que
tener.
Sin embargo, aquí los apóstoles no hacen
énfasis en los dones, aunque eso se supone cuando se define la función a
realizar. En cambio, el énfasis está puesto en que sean llenos del Espíritu
Santo y de sabiduría (la Palabra viva, aplicada correctamente en la vida). Es
imprescindible conocer los dones y los dones de nuestra gente si somos líderes,
pero más importante aún es permanecer llenos del Espíritu Santo y de Palabra.
Así también deben elegirse los líderes.
Recordemos: el contexto da por sentado determinados dones, pero enfatiza la
vida espiritual de los llamados. ¡Cuántos dolores de cabeza nos ahorraríamos si
hiciéramos eso! En algunos lugares se suelen mirar los dones antes que la vida
espiritual para levantar ministros, y así se han introducido terribles perros
en nuestras iglesias, mientras que los verdaderamente santos se quedan mirando
desde afuera.
Cuando se definen adecuadamente las tareas no
hay problema con la multiplicación de líderes porque ninguno “pisa” al otro:
cada uno sabe lo que tiene que hacer, que es propio y diferente, y cada uno es
genuinamente líder en su área.
Los apóstoles mantuvieron su rol de liderazgo
delegando una parte del proceso de elección en los hermanos: “busquen” les
dijeron, ¿y quiénes mejores que ellos para determinar quiénes los servirían?
Es interesante notar lo democrático y no democrático
del proceso de elección. “Busquen” fue una palabra verdaderamente sabia y
profundamente democrática. Pero luego los apóstoles oraron por ellos y les
impusieron las manos.
No se trataba de una democracia contemporánea
ni menos aún de una monarquía absolutista; se trata de un sistema en el que
todos pueden participar de acuerdo a su nivel de madurez. Hay una
responsabilidad que es sólo de los líderes, pero hay otros niveles que pueden
ser compartidos.
Sobre esto seguiremos charlando en un próximo
artículo.
Danilo Sorti
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