domingo, 29 de julio de 2018

553. Resolviendo problemas en el liderazgo: cada don en su lugar – IV


Hechos 6:2-4 RVC
2 Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas.
3 Así que, hermanos, busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo.
4 Así nosotros podremos continuar orando y proclamando la palabra.»


La definición que hicieron los apóstoles de su propio trabajo y del trabajo de los que serían seleccionados tiene que ver con los dones de cada uno. Como dijimos antes, al principio de una obra el ministerio según dones queda un poco de lado (un poco, no totalmente), pero si la obra ha de crecer, llega el momento en que necesariamente deben ubicarse las funciones en relación a los dones y llamados de cada uno.

Son distintas etapas, no se trata de que una esté mal y la otra bien, son momentos diferentes y hay que saber acomodarse a cada uno, y moverse cuando sea indicado.

Podemos decir que aquí tenemos la “semilla” de una doctrina, los dones espirituales, que principalmente Pablo se encargará de desarrollar después. Ubicar los ministerios según sus dones es el “ingrediente principal” en todo el proceso que leemos aquí, y el resultado fue más crecimiento y más manifestación del Señor.

Es fundamental que los líderes puedan ubicarse y ubicar a los hermanos de acuerdo a sus dones, y no de acuerdo a sus bonitos planes prediseñados. No he visto que esto ocurra frecuentemente, más bien se diseña un plan y se busca la gente para cada función, o se la fuerza allí; o bien se llama a voluntarios sin una claro análisis de sus dones.

Dijimos que este proceder conllevaba un “riesgo” para los apóstoles; mejor dicho, hubiera implicado un riesgo para cualquier liderazgo manipulador y exclusivista. Es claro; otros líderes aparecerían en escena, más aún, iban a ser líderes elegidos en buena medida por el pueblo, con lo que su “popularidad” y aceptación estaba garantizada. Y además iban a ocupar roles importantes, que los llevarían a estar en contacto continuo con mucha gente. La receta ideal para que unos cuantos de nuestros líderes actuales NO HAGAN lo que hicieron los apóstoles: perder “protagonismo”. De hecho, lo “perdieron”, porque Lucas le dedica espacio a dos de los diáconos: Esteban y Felipe.

No seamos tan críticos, hay un riesgo que sí es razonable: si un grupo de líderes ha sido capacitado y comisionado por el Señor para liderar una comunidad durante un tiempo determinado, no deberían ellos “correrse” de su lugar ni permitir que otros intenten “correrlos”. No hay orgullo allí, se trata de reconocer la capacidad y llamamiento propios, y actuar en consecuencia.

De nuevo, un adecuado entendimiento sobre dones trae luz: los apóstoles sabían perfectamente a qué habían sido llamados, es decir, la función que NO PODÍAN dejar de hacer. Dedicarse a la administración de ayuda era una función buena e importante, pero no constituía el centro de su llamamiento, así que cuando apareciera la gente adecuada, podían correrse de ese rol.

Para los recién comisionados diáconos, el razonamiento era al revés: ellos no podían correrse de su función de administración… bueno, no al menos durante un tiempo. En realidad vemos a dos de ellos testificando y extendiendo el Evangelio.

Esto debería enseñarnos dos cosas: la importancia de ministrar según dones y la flexibilidad necesaria que hay que tener.

Sin embargo, aquí los apóstoles no hacen énfasis en los dones, aunque eso se supone cuando se define la función a realizar. En cambio, el énfasis está puesto en que sean llenos del Espíritu Santo y de sabiduría (la Palabra viva, aplicada correctamente en la vida). Es imprescindible conocer los dones y los dones de nuestra gente si somos líderes, pero más importante aún es permanecer llenos del Espíritu Santo y de Palabra.

Así también deben elegirse los líderes. Recordemos: el contexto da por sentado determinados dones, pero enfatiza la vida espiritual de los llamados. ¡Cuántos dolores de cabeza nos ahorraríamos si hiciéramos eso! En algunos lugares se suelen mirar los dones antes que la vida espiritual para levantar ministros, y así se han introducido terribles perros en nuestras iglesias, mientras que los verdaderamente santos se quedan mirando desde afuera.

Cuando se definen adecuadamente las tareas no hay problema con la multiplicación de líderes porque ninguno “pisa” al otro: cada uno sabe lo que tiene que hacer, que es propio y diferente, y cada uno es genuinamente líder en su área.

Los apóstoles mantuvieron su rol de liderazgo delegando una parte del proceso de elección en los hermanos: “busquen” les dijeron, ¿y quiénes mejores que ellos para determinar quiénes los servirían?

Es interesante notar lo democrático y no democrático del proceso de elección. “Busquen” fue una palabra verdaderamente sabia y profundamente democrática. Pero luego los apóstoles oraron por ellos y les impusieron las manos.

No se trataba de una democracia contemporánea ni menos aún de una monarquía absolutista; se trata de un sistema en el que todos pueden participar de acuerdo a su nivel de madurez. Hay una responsabilidad que es sólo de los líderes, pero hay otros niveles que pueden ser compartidos.

Sobre esto seguiremos charlando en un próximo artículo.


Danilo Sorti




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