domingo, 29 de julio de 2018

537. El liderazgo de Jesús: aprendan de mí


Mateo 11:29 RVC
29 Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma;

Juan 13:12-15 RVC
12 Después de lavarles los pies, Jesús tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Saben lo que he hecho con ustedes?
13 Ustedes me llaman Maestro, y Señor; y dicen bien, porque lo soy.
14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.
15 Porque les he puesto el ejemplo, para que lo mismo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan.

Siempre han sido necesarios los líderes, y mucho más ahora cuando los tiempos se vuelven tan críticos, y cuando las personas no están dispuestas a asumir ninguna responsabilidad.

Ser líder implica asumir responsabilidades, pero para un líder cristiano la primera responsabilidad no es “hacer que las cosas se hagan”, como podría parecer en el caso de un líder secular, sino “ser como Dios quiere que seamos”. Esto es así porque en realidad, la primera responsabilidad del cristiano TAMPOCO es “hacer cosas”, sino conocer a Dios y ser transformado conforme a Su imagen, y a partir de ahí las cosas “se hacen”, o simplemente Dios mismo se encarga de hacerlas.

Jesús nunca tuvo problemas en ponerse como ejemplo o ejercer la autoridad dada por el Padre, porque claramente Él es el ejemplo perfecto. Por supuesto que nosotros estamos bastante lejos de eso, pero aunque sea “en pequeño” debemos aplicar Sus principios.

Pablo lo entendió bien cuando dijo:

1 Corintios 11:1 RVC
1 Imítenme a mí, así como yo imito a Cristo.

A medida que leemos sus cartas vemos que entendió tanto su autoridad dada por Cristo como su pecaminosidad humana. Por eso, cuando nos insta a imitarlo aclara acto seguido que esa autoridad viene porque él a su vez imita a Cristo, y con eso también nos da a entender que debemos imitarlo en aquellas cosas que corresponden a la imagen de Cristo.

Cuando vemos hacia los líderes seculares nos encontramos con una absoluta falta de calidad moral, ya ninguno de ellos se atreve a ponerse como ejemplo de nada, y hace rato que el discurso “moral” se perdió de sus bocas. Hoy está mal visto hablar de moralidad, pero solo en público, porque en realidad, muchos de ellos piensan que son “morales”, pero en una moral extremadamente reducida a pocos conceptos, siendo el principal la “sinceridad y honestidad”. Es decir, no importa las aberraciones que la persona piense, con tal de que no sea “hipócrita” está todo bien. Y a partir de ese (extremadamente dudoso) pedestal de moralidad juzgan a todos, especialmente a los cristianos. Por supuesto que también son hipócritas.

La sociedad en general “sabe” muy bien que es inmoral, y que realmente no puede hablar del tema ni mucho menos considerarse ejemplo de nada. Así, cuando las personas se convierten este hecho aflora en la conciencia y por honestidad no se van a considerar ejemplo dentro de la iglesia. Esto puede ser humildad en un principio, pero no puede mantenerse así.

La realidad es que somos llamados a ser ejemplos y como tales a ser líderes de nuestros hermanos. Un líder, repitamos, tiene que ser primero y antes que nada, un ejemplo a seguir. Y la “fórmula” para ser ejemplo la tenemos en Pablo.

Por un lado, Pablo reconocía al Señor en todo, y fue muy transparente en cuanto a su vida, su pasado, sus luchas e incluso temores: no vemos ningún “superhumano” allí, lo cual es fundamental para cualquier liderazgo verdadero. Por otro, reconocía claramente que la fuente de su poder y vida estaba en Cristo, con lo que su principal ejemplo como líder consistía en MOSTRAR A CRISTO ACTUANDO EN ÉL.

Y ahí es cuando llegamos a un punto que sí podemos cumplir. No podemos ser  perfectos como Cristo, y aún llegar a la fidelidad de Pablo está más allá de lo que la mayoría de nosotros pudiéramos alcanzar. Pero podemos mostrar a Cristo actuando en nosotros y podemos liderar a las personas HACIA CRISTO, de tal forma que llegue el tiempo en que ellos puedan aprender directamente del Señor.

Efesios 4:15-16 RVC
15 sino para que profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo, que es la cabeza,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Hacia Cristo crecemos, y llega el momento cuando en realidad todos somos “líderes” en un sentido, es decir, todos podemos compartir lo que hemos aprendido de Cristo o lo que hemos recibido de Él y ministrar con autoridad (en ese aspecto) a nuestros hermanos.

Por supuesto, siempre hay líderes con una responsabilidad mayor, y son las personas a las que Dios ha preparado y aprobado para cumplir esa función. Pero hoy Dios está llamando a muchos que no quieren asumir esa responsabilidad, más que nada, la responsabilidad de cambiar, de ser conformados al modelo divino. Allí empieza el liderazgo y NO con un seminario o una buena capacitación de líderes. Es más, recibir una buena capacitación teniendo el espíritu incorrecto es lo peor que le puede pasar a la Iglesia: esos son luego los lobos rapaces, muy efectivos en su función (porque saben cómo “hacer las cosas”) pero tremendamente dañinos.

Nos queda muy poco tiempo en esta Tierra, pero eso no significa que ya no hagan falta más líderes, todo lo contrario. Son tiempos sumamente decisivos, la mayoría de la gente no está preparada ni está adecuadamente liderada (no necesito explicar que los muchos liderazgos masivos y mediáticos actuales no son verdaderos liderazgos) y lo que suceda en los próximos años será crítico. ¿Quién cuidará de las ovejas del Señor? ¿Quién ayudará a los débiles, a los confundidos, a los nuevos? ¿Quién protegerá a los pequeños del embate del Enemigo? Un líder que de verdad ame a las almas y pueda ser él mismo un ejemplo de cómo acercarse al Señor. ¿Lo seremos nosotros?


Danilo Sorti




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