domingo, 29 de julio de 2018

551. Resolviendo problemas en el liderazgo – II


Hechos 6:1-7 RVC
1 En aquellos días el número de los discípulos iba en aumento, pero también comenzaron las murmuraciones de los griegos en contra de los hebreos, pues se quejaban de que en la distribución diaria de ayuda las viudas de los griegos no eran bien atendidas.
2 Entonces los doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No está bien que desatendamos la proclamación de la palabra de Dios por atender a las mesas.
3 Así que, hermanos, busquen entre todos ustedes a siete varones de buen testimonio, que estén llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, para que se encarguen de este trabajo.
4 Así nosotros podremos continuar orando y proclamando la palabra.»
5 Esta propuesta fue del agrado de todos los creyentes, y eligieron a Esteban, que era un varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, un prosélito de Antioquía.
6 Luego los llevaron ante los apóstoles, y oraron por ellos y les impusieron las manos.
7 Conforme crecía el conocimiento de la palabra del Señor, se multiplicaba también el número de los discípulos en Jerusalén, y aun muchos de los sacerdotes llegaron a creer.

Resolver problemas es una forma de alcanzar el liderazgo y es a la vez una de las actividades menos agradables para ellos. Hay muchísimos ejemplos del tema en toda la Biblia, y el Nuevo Testamento no es una excepción.

Ahora bien, cuando terminamos de leer el Viejo Testamento tenemos una estructura vertical, jerárquica, de gobierno. Cuando empezamos el Nuevo, vemos esa misma estructura, solo que ahora más grande y más opresiva, pero vemos al Maestro de Galilea iniciando una comunidad completamente distinta, de hermanos. El liderazgo que él mismo estableció fue plural en un principio, y aunque vemos a Pedro informalmente asumiendo la dirección y “voz cantante” del grupo, no había ningún título que lo distinguiera.

Ellos ya habían tenido que resolver un problema “menor” relacionado con el puesto que Judas dejó vacante, y ya habían enfrentado varios episodios de persecución, pero ahora los vemos con un problema interno, que tenía la potencialidad de convertirse en el primer gran cisma de la Iglesia pero se transformó en un increíble motor de crecimiento. Detengámonos aquí por un momento.

La historia es conocida; dado que muchos judíos iban a Jerusalén para la fiesta de Pentecostés, cuando nace la iglesia había tanto judíos de “pura cepa” como judíos helenistas, muy probablemente venidos desde distintas partes del mundo. Es también muy probable que muchos de ellos se hubieran quedado en Jerusalén para crecer en la nueva fe que habían abrazado y vivir en esa nueva comunidad. No sabemos exactamente cuánto tiempo pasó, pero seguramente transcurrieron algunos años desde la predicación de Pentecostés y el suceso de Hechos 6, los suficientes como para que la iglesia creciera considerablemente y se organizara un sistema de ayuda a las viudas.

Tenemos entonces un grupo grande de judíos helenistas, con costumbres ya distintas a los judíos de Jerusalén, que se habían quedado en la nueva comunidad pero que tuvieron que acomodarse a una nueva vida en esa populosa y conflictiva ciudad. En medio de tantos ajustes y cambios tan rápidos, empiezan a ser desatendidos por los líderes de la naciente iglesia.

Es muy probable que la sociedad tuviera cierto rechazo hacia ellos, que no se habían mantenido “tan puros”, que hablaban otros idiomas y que fueron a buscar mejor suerte en otros países. Ahora, una sombra de ese mismo rechazo asomada dentro de la iglesia. ¿Rechazo, descuido, descuido por un leve rechazo? La palabra griega se traduce por ser ignorado, ser desatendido, pasado por alto.

Este problema se entronca en la división mayor que existía entre los “hebreos” (judíos religiosos de Judea) y los “helenistas”. Los primeros considerarían como “mezclados” o “diluidos” a los otros, cuando no oportunistas y faltos de compromiso por no quedarse en Israel a defender la nación; los otros considerarían como “cabezaduras” o necios, además de “religiosos” a los primeros. Los segundos, que probablemente hubieran nacido en otro país, ya poseían otra cultura, otro idioma, otras costumbres, en una especie de síntesis. Y también cierto sentimiento de “no ser de aquí ni ser de allá”, como le suele pasar a los inmigrantes que han estado ya durante muchos años en un país.

Las diferencias entre ellos eran grandes y en realidad lo asombroso no es que haya surgido un problema, sino que no haya surgido antes. Ahora bien, ¿por qué pasó eso? Podríamos hacer varias y largas especulaciones acerca de las motivaciones más sutiles de los apóstoles, pero en el texto leemos “descuido” y quedémonos con eso. Por supuesto que siempre hay razones para el descuido, pero tampoco me parece que debiéramos exagerar las motivaciones psicológicas, primero porque es poco útil (¿para qué nos serviría? Difícilmente podríamos llegar a librarnos de todas y cada una de esas cuestiones) y segundo porque el énfasis es, precisamente, práctico: el servicio no se estaba realizando correctamente.

Habiendo empezado la murmuración, y con la conocida historia de las murmuraciones del pueblo de Dios en sus jornadas por el desierto, el fin de todo el proceso era absolutamente predecible: la joven iglesia se dividiría, demasiado temprano se formarían dos denominaciones y el testimonio hacia el mundo se vería seriamente afectado.

¿Qué NO HICIERON los apóstoles?

·         No intentaron “tapar” el problema.
·         No “sobornaron” a nadie para que se calle.
·         No se pusieron a buscar “culpables” ni mucho menos a criticarlos.
·         No se pusieron a perseguir a los “murmuradores sediciosos”.
·         No se pusieron a lamentarse ni a culparse unos a otros por la situación.
·         No le echaron la culpa a un subalterno.
·         No se quejaron por la falta de ofrendas “suficientes”.
·         No desviaron el foco de atención.
·         No rechazaron su responsabilidad.
·         No demoraron la solución del problema.
·         ¡No dejaron de hacerse cargo!

Evidentemente, ellos no eran “nosotros”…

La sucesión de los acontecimientos es tan simple y efectiva que hoy nos sorprende. No hicieron nada de lo que solemos hacer pero en cambio hicieron lo que tenían que hacer. El listado anterior bien podría constituir parte de un “manual de liderazgo” en el tiempo presente: exactamente todo lo necesario como para NO asumir la responsabilidad ni meterse en decisiones complicadas.

No voy a detallar todas estas acciones porque me llevaría varios artículos cada una, además, están tan adecuada y profusamente ilustradas en el ámbito eclesiástico y secular actual que no es necesario…

La enseñanza es bien clara: rapidez y directamente al grano, nada más.

¡Pero cuidado! Una vez que detectaron el problema y se dispusieron a solucionarlo, lo que NO HICIERON fue:

·         Dar una larga explicación para que después las cosas quedaran igual.
·         Sobrecargarse ellos con el trabajo.
·         Disculparse en público y decir que “tuvieran paciencia, ya se va a solucionar”.
·         Designar “a dedo” a quiénes se encargarían del trabajo.
·         Poner la responsabilidad sobre toda la comunidad.
·         Pedirles a las viudas afectadas que participaran en la solución.
·         Dejar una solución “indefinida”.
·         Iniciar un largo proceso para hallar la solución.
·         ¡No hicieron ninguna “apariencia” de solución!

De nuevo, otra lista muy apropiada para el liderazgo del siglo XXI acerca de cómo aparentar solucionar un problema sin hacerlo realmente.

Creo que hace falta que nos detengamos tanto en estas pocas frases debido a la carga de corrupción que tiene mucho del liderazgo en la actualidad. ¿Por qué no, mejor, reconocer el error y solucionarlo? El orgullo en el líder puede transformarse en una carga pesadísima.

Ni Pedro ni Juan, que eran los principales líderes en ese momento asumieron la solución, sino que fue algo grupal, conforme el principio que el Señor se esforzó por establecer. Tampoco la asumieron los doce solos, sino que hicieron partícipes a todo el pueblo porque el problema había llegado a ser de toda la comunidad.

En el versículo 2 nos encontramos con la raíz del problema, pero eso lo charlaremos en un artículo posterior.


Danilo Sorti




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