Mateo 4:18-19 RVC
18 Mientras Jesús caminaba junto al lago de
Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés, que estaban
echando la red al agua, pues eran pescadores.
19 Jesús les dijo: «Síganme, y yo haré de
ustedes pescadores de hombres.»
Simón y Andrés eran pequeños empresarios, y
de hecho, buena parte del liderazgo de la primitiva iglesia que leemos en el
Nuevo Testamento tenía más que ver con el mundo de los negocios, empresarial,
profesional o artesanal, que con el mundo religioso. Deberíamos tenerlo siempre
en cuenta a la hora de elegir líderes.
Alguien tan proactivo como Pedro necesitaba
un llamado especial, y en esas primeras palabras, Jesús le está indicando el
final del proceso que haría con él. ¿Está mal que el futuro líder desee tener
autoridad (para bien)? No, Jesús mismo convalidó ese sentimiento en Pedro.
¡Mucho cuidado con pretender aplastarlo en nuestros líderes en formación! ¡Y
más cuidado aún con elegir líderes que realmente no quieran tener autoridad!
Estos últimos llegarán a ocupar puestos porque fueron promovidos debido a su
obsecuencia disfrazada de “fidelidad”, pero son un terrible estorbo para la
obra de Dios.
Ahora bien, ¿podía Pedro ejercer autoridad?
Bueno, todavía no.
Cuando seguimos leyendo nos encontramos a los
discípulos acompañando a Jesús, escuchándolo enseñar, viéndolo obrar milagros,
orar, sanar enfermos, liberar endemoniados, dialogar con ellos, reprenderlos
más de una vez, dedicarles tiempo. Mientras tanto, empezaban a colaborar en diversas
tareas menores.
Así hasta que nos encontramos con Mateo 10
donde ocurren dos eventos cruciales. Primero, Jesús llama a doce de esos
discípulos para que cumplan una función especial y les da un nombramiento.
Segundo (aunque entremedio de ambos sucesos hay un tiempo), los envía a una
misión especial, solos.
Tenemos entonces un proceso sencillo pero
fundamental: primero el líder, Jesús, los convoca a estar con Él. Segundo,
dedica mucho tiempo a moldearlos, y buena parte de ese tiempo consiste en que
lo vean a Él ministrar. Tercero, son reconocidos con una misión y llamado
especial. Cuarto, son enviados solos.
Podría detallar todas las desviaciones que
hacemos a este simple modelo, pero sería excesivamente largo. Supongo que todos
hemos pasado por varias de ellas, y habremos cometido otras tantas… Necesitamos
volver a retomar estas enseñanzas y ponerlas por obra. Pero… ¿cómo?
Los líderes verdaderos, que amen al Señor y no
pretendan construir su propio “imperio religioso” son valiosísimos y
escasísimos. Si podemos contar con alguno de ellos, debemos aprovecharlo. Pero
por encima de eso, tenemos al Líder por excelencia que prometió estar siempre
con nosotros, así que contamos con una ventaja: no seremos los líderes
perfectos, pero podemos esforzarnos en llevar a la gente a la comunión con El
que sí lo es, de tal forma que Él mismo se encargue de moldearlos (y
moldearnos).
Mateo 10:5a RVC
5 Jesús envió a estos doce, con las siguientes
instrucciones …
Y tenemos a continuación una lista extensa de
indicaciones. Esta primera misión estuvo fuertemente estructurada, los doce
obedecieron y hubo un gran resultado. Luego hizo lo mismo pero con setenta y
dos, seguramente los apóstoles estaban entre ellos, quizás con alguna función
de liderazgo.
El ministerio de Jesús se aproximaba al final
y los apóstoles ahora volvieron al sitio de la “intimidad” con el Señor, a
medida que sus confrontaciones eran cada vez mayores, y que ellos veían más
manifestaciones de poder.
Finalmente ocurre la crucifixión y posterior
resurrección, pasa un tiempo de cuarenta días, y ahora sí, Jesús se retira
definitivamente y los deja a ellos para comiencen la labor para la que habían
sido preparados.
Todo esto debería darnos un ejemplo de cómo
se delega progresivamente autoridad. Jesús lo hizo de manera parcial y
temporal, hasta que llegó el momento en que sería definitiva, y a partir de
allí no hubo marcha atrás. Este modelo de delegación progresiva de autoridad es
el mismo que recomienda Pablo cuando dice:
1 Timoteo 3:10 RVC
10 Además, éstos primero deben ser puestos a
prueba y, si son irreprensibles, entonces podrán ejercer el diaconado.
Del grupo de los doce uno no pasó la prueba y
fue desechado del ministerio.
Jesús no estuvo mucho más que tres años con
ellos, se concentró en su entrenamiento por encima de otra actividad y luego
los dejó. Progresivamente les permitió ejercer autoridad, hasta que estuvieron
preparados para tener la máxima autoridad en la Iglesia (por supuesto, siempre
por debajo de la autoridad de Jesús). Ese es el modelo que debemos seguir, y
debe ser una actividad proactiva de nosotros.
De esta forma podremos aumentar la cantidad
de líderes y éstos se formarán adecuadamente. Si queremos recoger la última
cosecha de esta Tierra, necesitaremos también de muchos líderes que, llegada la
hora, puedan poner las manos en el arado.
Danilo Sorti
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