1 Samuel 17:1-3 RVC
1 Los filisteos volvieron a reunir sus tropas
en Soco, un pueblo de Judá, y acamparon en Efesdamín, entre Soco y Azeca.
2 También Saúl reunió a los israelitas y
acamparon en el valle de Elá, y se prepararon para presentar combate.
3 Un valle separaba a los dos ejércitos. Los
filisteos estaban de un lado del monte, y los israelitas estaban del otro lado.
El capítulo 17 de I Samuel es, por así
decirlo, la “introducción pública” de David. ¿Por qué es importante hablar de
él? No solamente porque fue antepasado del Señor, ni porque es la persona de la
que más se habla después de Jesucristo en la Biblia, sino porque es un “tipo”
del Señor (esto se refiere a una “figura literaria” en la cual una persona
representa o se asemeja a otra más importante).
El combate de David con Goliat no solamente
lo lleva de ser un pastorcillo ignorado a un gran personaje en el reino, sino
que ilustra un episodio que ocurriría poco más de mil años después: la lucha de
Jesús contra Satanás en el desierto, que daría origen a Su ministerio público y
a una derrota continuada del reino de las tinieblas, así como los filisteos lo
fueron en el tiempo de David.
El capítulo 17 no es solamente la
“introducción” al servicio y un tipo de la victoria en el desierto, es, en un
sentido muy práctico, un modelo a seguir para cualquier proyecto espiritual.
Veamos…
El inicio de todo, el “marco” en el que
ocurre, es el de la guerra, el conflicto entre dos reino y una lucha en la que
David no participaba directamente. Los filisteos estaban buscando los recursos
y la tierra de Israel y también querían impedir que la nación se fortaleciera o
pensara en conquistarlos. Todo esto es un tipo del conflicto actual entre los
dos reinos.
Entonces tenemos a ambos ejércitos
preparados, frente a frente, y listos para entrar en combate como tantas otras
veces, pero…
1 Samuel 17:4-10 RVC
4 De las filas del ejército filisteo salió un
guerrero llamado Goliat, que era de Gat, el cual medía unos tres metros de
altura.
5 Llevaba puesto un casco de bronce, y una
cota de malla, también de bronce, que pesaba cincuenta y cinco kilos.
6 Unas placas de bronce le protegían las
piernas, y llevaba al hombro una jabalina del mismo metal.
7 El asta de su lanza era gruesa como un
rodillo de telar, y la punta era de hierro y pesaba unos seis kilos. Su
escudero iba delante de él.
8 Con fuertes gritos, el filisteo les dijo a
los soldados israelitas: «¿Para qué se forman en orden de batalla? Yo soy un
guerrero filisteo, y ustedes están al servicio de Saúl. Escojan a uno de sus
guerreros, para que venga y luche contra mí.
9 Si en la pelea él me vence, nosotros nos
pondremos a su servicio; pero si yo lo venzo, entonces ustedes serán nuestros
esclavos.»
10 Todavía añadió el filisteo: «En este día,
yo desafío al ejército israelita. Que venga uno de sus guerreros y pelee contra
mí.»
Ahora bien, con lo impresionante que este
guerrero haya sido, no era la primera vez que Israel luchaba contra gigantes,
¿por qué aceptó el desafío? Es decir, ¿qué “ley” había de que uno solo debía
salir a pelear contra él? Ninguna, solamente la palabra de este pagano. Es
decir, todo el ejército de Israel “aceptó” como válido el desafío de un pagano
y las reglas de juego que les impuso, y por lo tanto no pudieron hacer nada.
Bueno, se suponía que había determinadas
reglas de honor en la guerra, pero no hubiera sido la primera vez que Israel
usara la táctica del engaño en una batalla, cosa que hizo muy bien en otras
oportunidades. Lo que me interesa ver aquí es que todo el ejército “aceptó” las
palabras de Goliat, y por lo tanto no pudieron pelear, y eso es muy
esclarecedor para nuestras propias luchas espirituales: Satanás nos presenta
combate pero también no dice “cuáles son las reglas”, que, por supuesto, no
“podemos” cumplir, pero aceptamos, y al hacerlo o bien nos rendimos o bien
peleamos con esas reglas, que son las suyas, e inevitablemente terminamos
siendo derrotados: ningún soldado solo hubiera podido pelear contra Goliat en
un estilo de lucha “normal”, al menos ninguno de ESE ejército. Notemos que sus
palabras también tenían una “promesa”: “Si en la pelea él me vence, nosotros
nos pondremos a su servicio”, pero seamos sinceros, ¿alguien podía creer que
eso realmente ocurriría, en el caso de ser vencido? Una falsa promesa, como
todas las que hace Satanás, pero muy convincente.
Goliat era realmente impresionante, no solo
por la altura sino por las armas y protección que tenía, además de las palabras
que transmitían una absoluta seguridad en su “indestructibilidad”. ¿No hace así
Satanás con nosotros?
1 Samuel 17:11 RVC
11 Cuando Saúl y el ejército de Israel oyeron
el reto del filisteo, se quedaron atónitos y se llenaron de miedo.
Miraron al filisteo, se miraron a ellos
mismos, escucharon las palabras, y llegaron a la conclusión más lógica:
¡estamos fritos! Y era perfectamente lógica, porque se habían llenado de temor
lo cual indica que no tenían la suficiente confianza en Dios ni menos aún la
capacidad para escuchar Su voz en medio de la dificultad y por lo tanto no
DEBÍAN salir a pelear porque iban a ser derrotados. Bueno, no seamos demasiado
duros con ellos, ¡era comprensible que así fuera! El desafío resultaba formidable,
algo “nunca antes” visto. Pero esto nos indica la verdadera naturaleza del
asunto: era un conflicto espiritual, y el hecho de que se hayan “llenado” de
temor da la pista de un ataque espiritual.
El miedo es la principal arma de Satanás,
cuyo reino, por lo demás, es tan resistente como el papel de baño frente a la
presencia del Todopoderoso. Sin embargo, cuando logra meternos miedo se nos
vuelve invencible.
Hoy estamos escuchando en detalle las
profecías de lo que ocurrirá durante el reinado del Anticristo, y es realmente
espantoso. Pero toda esa persecución y manifestación demoníaca en realidad no
podría suceder hoy porque está presente y activo el Espíritu Santo a través de
Sus mensajeros. El Anticristo no puede manifestarse porque sería rápidamente
anulado por las oraciones de los fieles, y Dios permite que siga escondido
porque “debe” cumplir su función. Cuando nos libramos de todas nuestras
fortalezas mentales el reino de las tinieblas se nos presenta tal como es, muy
frágil; pero se hace muy poderoso gracias a los muchos que mantiene engañados,
que es su verdadera fortaleza.
Cuando el miedo nos invade es que estamos
bajo un ataque espiritual antes que nada. Claro que puede haber razones
“materiales” muy valederas, pero Dios sigue estando aún por encima de todo lo
material; el miedo, como sentimiento, es indefectiblemente un síntoma de lo
espiritual así que debemos reconocerlo como tal y pelear, antes que en lo
material, en lo espiritual.
Deuteronomio 20:8 RVC
8 Además de esto, los oficiales dirán al
pueblo: “¿Quién de ustedes tiene miedo y se acobarda? Vaya de regreso a su
casa, para que no contagie a sus hermanos con su cobardía.”
La lucha no debían emprenderla los temerosos
ni debemos hacerlo hoy, eso significa que cuando tememos, lo cual es muy normal
y Dios lo sabe, necesitamos primero ir al Señor para resolver el asunto, no
tanto el “temor” en sí mismo, sino más bien la causa más profunda de ese temor.
Tampoco es sabio “empujar” a nadie a la lucha espiritual si está lleno de temor,
deberíamos tratar con eso primero.
No solo librarse del temor, la lucha “física”
también debía ocurrir…
1 Samuel 17:12-16 RVC
12 David era hijo del efrateo Yesé, el de
Belén de Judá. Tenía ocho hijos, y cuando Saúl era rey, él ya era de los más
ancianos del pueblo.
13 Sus tres hijos mayores eran parte del
ejército de Saúl y habían salido a luchar contra los filisteos. Se llamaban
Eliab, el primogénito, Abinadab y Samá,
14 y siguieron a Saúl, pero como David era el
menor,
15 iba y volvía del campamento de Saúl a
Belén, porque tenía que cuidar las ovejas de su padre.
16 Durante cuarenta días seguidos, y a mañana
y tarde, el filisteo Goliat estuvo desafiando a los israelitas.
David no era “el primero en la lista” para la
guerra, ni el segundo, ni el tercero… directamente su nombre no aparecía en
ningún lado, nadie lo hubiera tomado seriamente en cuenta, era uno de los
últimos en la escala social, sólo mejor que un esclavo. Incluso su propio padre
casi ni lo tenía en cuenta.
El conflicto que estaba ocurriendo
propiamente no le era ajeno, él “iba y volvía”, es decir, estuvo más de una vez
en medio del campamento, probablemente escuchando lo que pasaba, sin ser movido
a nada. Cumplía el encargo y nada más, no participaba pero estaba. Nadie lo
tomaba en serio, pero él sabía bien lo que ocurría.
Notemos que la situación duró por cuarenta
días, un tiempo muy largo para un preparativo de guerra: los nervios del
ejército israelita estaban destrozados, mientras que los filisteos estaban
fresquitos como una lechuga, muy confiados en su paladín.
Y aquí tenemos al candidato a una gran obra,
ignorado completamente por el “stablishment” y Dios así lo había dispuesto,
creo yo, para evitar que se contaminara con los pecados de ellos y pudiera
tener todo el tiempo libre posible para permanecer en comunión con Él. Estos
son los ignorados que Dios prepara y que líderes entorpecidos como Saúl no
pueden ver, y no van “a ver” nunca, y hasta perseguirán, así que no debemos
sorprendernos cuando exactamente lo mismo se repite vez tras vez.
Hasta aquí tenemos los “preparativos” nada más,
pero eso dice mucho; David pudo aparecer cuando había una necesidad que ningún
otro podía cubrir, además de que Dios mismo lo respaldaba en eso. No importó
que fuera un “ignorado” socialmente, es más, hasta resultó mejor, porque si
hubiera estado en el ejército probablemente habría sido lleno del mismo temor,
pero al estar en la “soledad” donde “sólo” tenía comunión con el Señor, pudo
ser lleno de Su presencia, Sus palabras y por lo tanto, de fe; además de que,
como veremos, fue perfectamente entrenado para el tipo de lucha que
enfrentaría, por Dios mismo. Si hubiera sido entrenado en la “lucha
convencional” habría sucumbido al temor como el resto.
Ustedes me dirán “bueno, eso se aplica a
David, era una persona especial, ¡nosotros no somos David!” Es cierto, pero
contamos con el mismo Espíritu que él tuvo, y:
1 Corintios 12:4-7 RVC
4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero
el Espíritu es el mismo.
5 Hay diversidad de ministerios, pero el
Señor es el mismo.
6 Hay diversidad de actividades, pero Dios,
que hace todo en todos, es el mismo.
7 Pero la manifestación del Espíritu le es
dada a cada uno para provecho.
Estos dones, ministerios y actividades no son
más que la capacitación especial que nos da el Trino Dios para un tipo de lucha
particular, para “nuestro Goliat” y que probablemente ningún otro de los que
nos rodea pueda vencer. Hablamos de los dones, ministerios y actividades como
un servicio al Señor, y es cierto, pero son propiamente y con todas las letras,
facetas de la lucha espiritual, y a veces muy dura.
Para cada necesidad que nuestros dones,
ministerios y actividades pueden suplir, hay un “pueblo atónito y temeroso” que
no sabe qué hacer con ella, ¡pero nosotros sí! Y por supuesto, hay un tiempo
adecuado para intervenir; David fue y vino durante cuarenta días y no pasó
nada, pero en el último día… sobre eso hablaremos en un próximo artículo.
Danilo Sorti
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