Lamentaciones 3:19-26 RVC
19 Tan amargo como la hiel es pensar en mi
aflicción y mi tristeza,
20 y lo traigo a la memoria porque mi alma
está del todo abatida;
21 pero en mi corazón recapacito, y eso me
devuelve la esperanza.
22 Por la misericordia del Señor no hemos
sido consumidos; ¡nunca su misericordia se ha agotado!
23 ¡Grande es su fidelidad, y cada mañana se
renueva!
24 Por eso digo con toda el alma: «¡El Señor
es mi herencia, y en él confío!»
25 Es bueno el Señor con quienes le buscan,
con quienes en él esperan.
26 Es bueno esperar en silencio que el Señor
venga a salvarnos.
A Jeremías le tocó atravesar el más duro
juicio de Dios sobre una nación en esa época; no lo voy a detallar aquí pero
todo el libro de Lamentaciones lo explica muy bien. No es algo meramente
histórico, cada día se hace más actual. ¿Cómo enfrentar una aflicción tan
grande?
Lamentaciones no se refiere a una catástrofe
personal, sino nacional. Ahora bien, podemos pasar como individuos situaciones
realmente devastadoras, pero al menos nos queda el consuelo de que hay otros a
nuestro alrededor que nos pueden ayudar, que no estamos “solos”, que existe una
sociedad en la que podemos buscar algún tipo de refugio. Sin embargo, cuando
toda una nación es destruida eso ya no es posible, ¡no hay adónde ir!
“Tan amargo como la hiel es pensar en mi
aflicción y mi tristeza”, así de terrible fue lo que se desató sobre la nación,
tanto que el profeta, quien tenía una íntima comunión con Dios, confesó: “mi
alma está del todo abatida”. El panorama es de extrema desesperanza, la máxima
desesperanza que alguien pudiera llegar a ver, ni siquiera imaginar.
“pero en mi corazón recapacito, y eso me
devuelve la esperanza” Si leemos esta línea con los ojos del Nuevo Pacto nos
damos cuenta de que aquí está la acción del Espíritu Santo, es decir, cuando
estamos “recapacitando” no solamente estamos haciendo un proceso mental humano,
también estamos permitiendo que el Espíritu nos hable. Pero más que nada,
cuando leemos “esperanza” nos damos realmente cuenta de que allí está Dios
obrando.
¿Cómo podría haber esperanza en la situación
que estaba viviendo, de juicio divino? Una cosa es que Satanás nos ataque,
aunque eso también es permitido por Dios, hemos recibido la autoridad para
hacerle frente. Pero otra muy diferente es que Dios mismo se ponga en contra de
una nación o una sociedad entera, ¿a quién iremos a pedir ayuda…?
Pero hay una gran diferencia entre los juicios
de destrucción y los juicios de corrección, por más que en la práctica sean lo
mismo. Cuando Dios ha decidido destruir una nación ya no habla más, ya no
hay más nada que decir y no hay
esperanza posible porque la última fuente de toda esperanza es Dios (incluso
para los hombres que no lo reconocen). Sin embargo, cuando Dios envía un juicio
de corrección hay una esperanza en medio del desastre, pero no es humana, no
viene del empuje o la garra de las personas que están atravesando la
dificultad, sino que viene de Dios mismo.
Es un poco difícil explicar esto de la manera
correcta, en realidad, solo lo entienden adecuadamente aquellos que lo viven.
Se trata de una paz interior de que “al final las cosas se van a arreglar”, y
que puede no ser para nada “lógica” o razonable. Y esto fue posible en Jeremías
porque él sabía perfectamente por qué venía ese desastre, y sentía en sí mismo
el terrible enojo de Dios, pero precisamente porque conocía a Dios y podía
escuchar Su voz, también conocía Su misericordia y podía escuchar Su consuelo.
La esperanza es lo opuesto al temor, y tiene
que ver principalmente con Dios Padre; está relacionada con el “funcionamiento
del mundo” y significa que “las cosas” se van a acomodar de tal forma que en un
futuro relativamente próximo podremos estar mejor. Los juicios más terribles
que pueda soportar el ser humano también tienen que ver con Dios Padre, y
suceden cuando Su paciencia se ha agotado y las personas han rechazado
decididamente la revelación de Dios Espíritu y el testimonio de Dios Hijo.
“Por la misericordia del Señor no hemos sido
consumidos”, y eso hubiera podido pasar perfectamente. ¿Cuántos pueblos en la
antigüedad eran arrasados por los imperios, destruidos completamente, y más una
nación relativamente pequeña como Judá. Grandes imperios dejaron de existir y
se convirtieron en recuerdo, ¿Qué no podía pasar con el pequeño territorio de
Judá y Jerusalén? Sin embargo, en medio de un desastre que desde todo punto de
vista parecía estar completamente fuera de control, Dios cuidó al remanente.
“¡nunca su misericordia se ha agotado! ¡Grande
es su fidelidad, y cada mañana se renueva!” Entendamos bien que estas frases no
fueron dichas en medio de algún problema cotidiano, sino en medio del mayor
caos nacional que había pasado Israel. Pero acto seguido Jeremías dijo:
24 Por eso digo con toda el alma: «¡El Señor
es mi herencia, y en él confío!»
25 Es bueno el Señor con quienes le buscan,
con quienes en él esperan.
26 Es bueno esperar en silencio que el Señor
venga a salvarnos.
El mismo profeta que anunció un desastre
inminente es el que podía tener confianza y esperanza en medio de ese desastre.
Sus conciudadanos, que nunca atinaron a aceptar el juicio que se les venía
encima, tampoco pudieron (los sobrevivientes) mantener esa fe y esa esperanza.
Parece paradójico pero es perfectamente
entendible, porque en el fondo se trata de conocer al Dios que hace tanto lo
uno como lo otro.
“¡Nunca Su misericordia se ha agotado!”, y
por eso el Señor siempre deja un remanente de aquellos que en medio de los
juicios se vuelven a Él. Los juicios de purificación del Señor siempre vienen
con una “carga” de esperanza, que aquellos que se vuelven a Él pueden recibir.
Esa esperanza es la que nos mantiene firmes
en medio de las tormentas más grandes. Es un error negar Sus juicios y
desconocer lo que viene anunciando (y que ya estaba escrito), pero es
igualmente un error caer en la desesperanza.
Y algo maravilloso es que esta revelación no
la tenemos en los Evangelios, sino en uno de los profetas del Antiguo
Testamento, la tenemos en el contexto de “mayor dureza” de Dios, como solemos
pensar. La misericordia de Dios no es algo que “se inventó” en el Nuevo Pacto,
siempre estuvo, solo se “perfeccionó” a través de Cristo.
Hermanos, seamos preparados en la
misericordia divina, no en la ignorancia de lo por venir, sino en la protección
y el poder para atravesar las dificultades que Dios nos da.
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario