Éxodo 3:2-8 RVC
2 Allí, el ángel del Señor se le apareció en
medio de una zarza envuelta en fuego. Moisés miró, y vio que la zarza ardía en
el fuego, pero no se consumía.
3 Entonces dijo: «Voy a ir y ver esta grande
visión, por qué es que la zarza no se quema.»
4 El Señor vio que Moisés iba a ver la zarza,
así que desde la zarza lo llamó y le dijo: «¡Moisés, Moisés!» Y él respondió:
«Aquí estoy.»
5 El Señor le dijo: «No te acerques. Quítate
el calzado de tus pies, porque el lugar donde ahora estás es tierra santa.»
6 Y también dijo: «Yo soy el Dios de tu
padre. Soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» Entonces
Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
7 Luego el Señor dijo: «He visto muy bien la
aflicción de mi pueblo que está en Egipto. He oído su clamor por causa de sus
explotadores. He sabido de sus angustias,
8 y he descendido para librarlos de manos de
los egipcios y sacarlos de esa tierra, hacia una tierra buena y amplia, una
tierra que fluye leche y miel, donde habitan los cananeos, los hititas, los
amorreos, los ferezeos, los jivitas y los jebuseos.
La religión de Egipto, como todas las
religiones de los “imperios”, pero también las cosmovisiones de muchos pueblos
originarios, era más bien cíclica, que dicho sencillamente significa que “todo
se repite”. Hoy tenemos un resurgir de las visiones “originarias”, con la
revalorización de esta “ciclicidad”, sin darse cuenta que una historia
repetitiva implica que el oprimido nunca dejará de serlo y que Dios no hará
nada nuevo en el futuro. Pero nuestro Dios no es así, y por eso los teólogos
acostumbran llamarlo el “Dios de la historia”, precisamente porque se revela en
la historia (no es una mera especulación filosófica), interviene en esa misma
historia y la cambia.
A lo largo de la Biblia Dios se da a conocer
como el “Dios de la historia”, y para que las personas crean en Él les refiere
los hechos históricos que lo avalan ante los ojos humanos. El llamado de Moisés
es un ejemplo magnífico de la “historicidad” divina.
«Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de
Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.» Casi lo primero que hace es
presentarse, lo cual es lógico cuando uno se encuentra con alguien
“desconocido”, pero no se presenta refiriéndose a Su omnipotencia, o Su
sabiduría, o tantísimos otros atributos que hubiera podido mencionar, sino de
una manera mucho más “simple y humilde”, si se quiere, pero en realidad mucho
más poderosa para una persona acostumbrada a los falsos e inútiles dioses
paganos, se presenta como el Dios en el que creían sus padres, por lo que
arriesgaron sus vidas para salvarlo, en medio de la corriente abortista que
inundaba Egipto; como el Dios de Abraham, el padre de su pueblo, el que tuvo
que ejercer una fe única para creer en ese Dios prácticamente desconocido para
todos; el Dios de Isaac, la promesa cumplida contra toda expectativa, y el Dios
de Jacob, el engañador y mentiroso que fue transformado por el poder Divino. Al
hacer esta cuádruple referencia Dios le está diciendo a Moisés que Él:
·
Es el que lo protegió desde su nacimiento, es el Protector, al que ninguna
furia humana o satánica puede burlar
·
Es el que forma lo nuevo y da vida a lo muerto
·
Es el que cumple Sus promesas
·
Es el que transforma vidas y las santifica
Pero nada de eso dicho en forma de
“declaraciones abstractas”, sino por medio de hechos históricos, tanto lejanos
en el tiempo como cercanos.
Más aún, comienza a revelarse a Moisés a
través de un hecho, “historia presente”, historia en proceso, escribiéndose: la
zarza ardiente, una señal que sería recordada. Inmediatamente alude a la
situación de Su pueblo, de nuevo, el presente, muy doloroso; y paso seguido, se
refiere al futuro inmediato: la liberación y entrada en la tierra prometida.
Durante 400 años Dios había estado “en
silencio”, mientras Israel crecía y era oprimida cada vez más. ¿Casualidad o
señal profética? Fueron también 400 los años transcurridos entre el último
libro del Antiguo Testamento y la venida de Cristo, quien vendría a traer la
liberación más profunda, no de una estructura política, sino del poder mismo de
Satanás.
Hay tanto para hablar de este solo pasaje, y
de tantísimos otros en los cuales Dios actuó. No en vano la Biblia puede ser
considerada un libro histórico, está repleta de ella. Era la historia la base
de la fe de Israel, y las promesas del futuro se anclaban en esa misma
historia: Dios actuó en el pasado, y por eso podemos creer que actuará también
en el futuro.
Josué 4:7 RVC
7 ellos les responderán: “Cuando el pueblo
cruzó el Jordán, las aguas del río se partieron en dos delante del arca del
pacto del Señor. Así que estas piedras son para que los hijos de Israel
recuerden siempre lo que aquí pasó.”»
1 Samuel 12:24 RVC
24 con tal de que ustedes teman al Señor y en
verdad le sirvan de todo corazón. Recuerden todo lo que él ha hecho en favor de
ustedes.
1 Crónicas 16:11-12 RVC
11 ¡Busquen el poder del Señor! ¡Busquen
siempre a Dios!
12 ¡Recuerden sus grandes maravillas, sus
hechos prodigiosos y sus sabias sentencias!
Nehemías 4:14 RVC
14 Luego, me reuní con los hombres
importantes del pueblo y con los oficiales del templo, y con el pueblo en
general, y les dije: “No tengan miedo de esa gente. Recuerden que el Señor es
grande y temible. Luchemos por defender a nuestros hermanos, nuestros hijos,
nuestras hijas y nuestras esposas; ¡luchemos por nuestros hogares!”
Isaías 46:9 RVC
9 Recuerden los primeros sucesos de antaño,
porque yo soy Dios, y no hay otro. ¡Nada hay semejante a mí!
Muchas veces Israel es llamada a “recordar”
los hechos de Dios, y ese llamado generalmente tiene que ver con algo para
hacer en el presente: es decir, la historia no servía para sentarse a cantar un
tango triste y melancólico, como haríamos en la zona del Río de la Plata, ¡la
historia servía para tener dirección y fuerzas para luchar en el presente en
pos de un futuro!
El Mesías vino en la historia, y de hecho
unas cuantas herejías pretendieron (y siguen pretendiendo) negar Su
historicidad. La predicación de la Iglesia primitiva tenía que ver con
“testificar” lo que habían visto y oído, y no con formular exquisitas
elucubraciones filosóficas.
Hechos 2:22-24 RVC
22 »Varones israelitas, escuchen mis
palabras: Jesús nazareno, que fue el varón que Dios aprobó entre ustedes por
las maravillas, prodigios y señales que hizo por medio de él, como ustedes
mismos lo saben,
23 fue entregado conforme al plan determinado
y el conocimiento anticipado de Dios, y ustedes lo aprehendieron y lo mataron
por medio de hombres inicuos, crucificándolo.
24 Pero Dios lo levantó, liberándolo de los
lazos de la muerte, porque era imposible que la muerte lo venciera.
Hechos 4:20 RVC
20 Porque nosotros no podemos dejar de hablar
acerca de lo que hemos visto y oído.»
Hechos 13:30-31 RVC
30 Pero Dios lo resucitó de los muertos,
31 y durante muchos días Jesús se apareció a
los que lo habían acompañado desde Galilea hasta Jerusalén. Y ellos son ahora
sus testigos ante el pueblo.
Ahora bien, está claro que la manifestación
de Dios en la historia de Israel y de la primera Iglesia, aquello que tenemos
registrado en la Biblia, es LA HISTORIA que el Señor ha dejado a todas las
gentes de todas las naciones para que lo encuentren y para que sepan cómo vivir
y cómo estar preparados para lo que vendrá. Dios se manifestó en la historia
del pueblo que eligió para que fungiera como “reyes y sacerdotes”, a fin de dar
a conocer Su nombre al resto de las naciones. Esa es nuestra regla de fe, es la
medida que tenemos para medir todo, es el mapa y la guía, es la palabra que
proclamamos para traer salvación y abrir caminos en medio de ejércitos
enemigos.
Pero Dios NUNCA pensó solamente en Israel o
la Iglesia como un fin en sí mismo, es decir, como lo único sobre la Tierra, y
aquí tenemos un problema teológico serio con algunas posturas extremas, tanto
de los cristianos mesiánicos que solo ven a Israel como remanente para el Reino
Venidero (tema del que hablamos en artículos anteriores) o de cristianos más
fundamentalistas, que sólo ven a la Iglesia rescatada y salvada en el Cielo
como lo único que quedará mientras lo demás se destruye. Es decir, en uno u
otro caso, sólo queda el Pueblo de Dios y el resto desaparece irremisiblemente.
Sin embargo, desde el principio leemos que Dios amó y se preocupó por TODAS LAS
NACIONES, y eso no ha cambiado, y precisamente estudiando la historia nos damos
cuenta de que Su juicio vino contra Su pueblo cuando guardó el mensaje para sí
y no lo proclamó al resto de los pueblos.
Este último punto está desarrollado en un
extenso y ya clásico artículo de Ralph D. Winter, “El Reino contraataca: diez
épocas de la historia redentora”, que puede leerse en el también clásico libro
“Misión Mundial”, tomo I, compilado por Jonathan Lewis. Recomiendo que se lea
tanto el artículo como el libro, pero principalmente el artículo en relación al
tema que venimos hablando. Es posible encontrarlo hoy en la web, aquí hay un
enlace: http://recursosmisioneros.com/docs/inicio/mm-1.pdf
Dios se manifestó en la historia, dejó
enseñanzas claves y testimonios de Su poder, y no sólo en la historia de Su
Pueblo. Tenemos un ejemplo esclarecedor en Hechos:
Hechos 17:22-23 RVC
22 Pablo se puso entonces en medio del
Areópago, y dijo: «Varones atenienses, he observado que ustedes son muy
religiosos.
23 Porque al pasar y observar sus santuarios,
hallé un altar con esta inscripción: «Al Dios no conocido». Pues al Dios que
ustedes adoran sin conocerlo, es el Dios que yo les anuncio.
Veamos la historia según aparece narrada en
Wikipedia bajo el título “Dios desconocido”:
“De acuerdo con una historia contada por
Diógenes Laercio, Atenas cayó una vez en las garras de una plaga y estaban
desesperados por apaciguar a los dioses con los sacrificios apropiados. Así,
Epiménides reunió a un rebaño de ovejas en el Areópago y posteriormente las
liberaron. Las ovejas comenzaron a deambular por Atenas y las colinas circundantes.
Por sugerencia de Epiménides siempre que una oveja se detenía, se establecerá
un sacrificio al dios local de ese lugar. Muchos de los jardines y los
edificios de Atenas se asociaron de hecho, con un dios o una diosa específica
por lo que el altar fue construido y adecuado el sacrificio. Sin embargo, al
menos una, sino varias ovejas, llevaron a los atenienses a un lugar que ningún
dios había asociado con él. Así, un altar fue construido allí sin el nombre de
un dios inscrito en él.”
Esto pasó alrededor de seis siglos antes de
que Pablo predicara. Existen muchas historias como estas, en misiones se las
llama “analogías redentoras”, porque apuntan hacia algunas facetas de la
historia de la redención, y obviamente, fueron “puestas por Dios” allí para que
en un momento sirvieran para dar testimonio de Él.
Sin embargo, creo que la participación de
Dios en la historia de todos los pueblos es mucho mayor que simplemente eso, y
en especial en las naciones cristianas (que recibieron alguna forma de cristianismo,
por más que estuviera contaminado). Es más, Dios se ha dado a conocer de muchas
formas en nuestras historias, e incluso ha dejado escrito en ella muchos de Sus
propósitos y planes, esperando que ojos atentos puedan leerla.
Al momento de escribir este artículo estamos
comenzando el mes de mayo, que tiene una importancia histórica fundamental para
mi nación, Argentina, y que además viene seguido de otros meses en los cuales
también ocurrieron hechos trascendentes. A lo largo de estos últimos años el
Señor me ha mostrado cómo esos diversos sucesos están mostrando algo del
espíritu nacional, tanto de sus raíces de iniquidad e injusticia (que las tiene
y muchas) como de los propósitos específicos que Él ha grabado en esta tierra y
que espera que sean cumplidos.
Exactamente lo mismo podemos decir de la
historia de los otros países, solo que por razones obvias (¡conozco bien
solamente la historia argentina!) en los próximos artículos voy a tratar de
relacionar esos hechos históricos con propósitos específicos que, creo, podemos activar o
acrecentar, para traer bendición al resto de las naciones.
Sudamérica tiene un rol espiritual y material
fundamental en este tiempo y en el tiempo de los juicios y después. Sería muy
bueno que este análisis histórico espiritual vamos a hacer aquí se pueda hacer
en relación a todos nuestros países, para así poder llegar a las raíces de
iniquidad y de propósito de nuestras naciones, para preparar el terreno de la
última y gran cosecha.
Mientras tanto, espero que lo que digamos más
adelante sirva de guía o estímulo para los hermanos que quieran escribir en
relación a sus propios países.
Para el que no lo haya leído, hace un tiempo
atrás escribí una serie de artículos sobre raíces de iniquidad en Argentina,
que no son muy diferentes a las del resto de los países, que se pueden leer
aquí: https://cristianoseiglesias.blogspot.com.ar/2017/09/198-las-raices-de-iniquidad-nacional.html, y los artículos que le siguen hasta el
número 209.
Danilo Sorti
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