miércoles, 16 de mayo de 2018

490. El Sermón del Monte – II Preparen el camino del Señor


Isaías 40:3-5 RVC
3 Una voz clama en el desierto: «Preparen el camino del Señor; enderecen en el páramo una calzada a nuestro Dios.
4 Que todo valle sea enaltecido; que se hunda todo monte y collado; que se enderece lo torcido y que lo áspero se allane.
5 Se manifestará la gloria del Señor, y la humanidad entera la verá. La boca del Señor ha hablado.»

Este mensaje fue el inicio de la predicación de Juan el Bautista, llamando a los hombres al arrepentimiento. Sin embargo, hay más que eso; se presenta una justicia que trae igualdad entre los hombres, que suaviza las actitudes ásperas, que corrige lo erróneo, que levanta al humilde y humilla al orgulloso. ¿Tiene algo que ver con la predicación de Jesús?

Jesús había comenzado a predicar antes del mensaje registrado en Mateo 5, sin embargo lo primero que nos dejó el Espíritu en el primer Evangelio son esas palabras, por lo que “oficialmente”, el inicio de todo Su mensaje deberíamos considerarlo ahí. Pero no hay nada de “arrepentimiento” o “conversión”.

a)     Las Bienaventuranzas como fundamento

Mateo 5:3-12 RVC
3 «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 »Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 »Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
6 »Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 »Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos serán tratados con misericordia.
8 »Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 »Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 »Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
11 »Bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa los insulten y persigan, y mientan y digan contra ustedes toda clase de mal.
12 Gócense y alégrense, porque en los cielos ya tienen ustedes un gran galardón; pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.

Por empezar “no podría” haberlos, porque ya el camino había sido preparado por Juan el Bautista, a pesar de que inevitablemente la predicación de Jesús tenía también un fuerte llamado al arrepentimiento. Pero si está “al principio”, uno podría pensar que debería cumplir una función “introductoria” o preparatoria. ¿De qué forma?

b)    ¿Quiénes son los bienaventurados?

Evidentemente, de una muy distinta a la de Juan, todavía plenamente bajo las formas del Antiguo Pacto. Proféticamente Isaías 40 anuncia la manifestación de la gloria de Dios, que comenzamos a ver a partir de Mateo, y esa gloria se manifiesta en un pueblo bendecido y lleno del gozo del Espíritu. Ese pueblo se construye a partir de las Bienaventuranzas, no de leyes o mandatos. Pero entendamos bien a quiénes habla:

·         A los pobres en espíritu (humildes)
·         A los que lloran
·         A los mansos
·         A los que procuran justicia
·         A los misericordiosos
·         A los de limpio corazón (de intenciones sinceras y puras)
·         A los pacificadores
·         A los perseguidos por la justicia de Dios

Sí, el Nuevo Pueblo se fundamenta en la bendición comprehensiva de Dios (la bienaventuranza), pero no es para cualquiera, es para los que han amado y seguido a Dios cuando las cosas no iban bien. Jesús está hablando a gente que no veía a Dios trayendo ricas bendiciones o liberaciones, sino más bien lo contrario; a pesar de servirlo, las cosas sucedían “al revés”. A ellos, los fieles sufrientes, Jesús les anuncia la nueva época. No es a todos, no es a todos “los pobres”, como algunas teologías definen, aunque entre ellos hay relativamente muchos que caen bajo esa descripción (difícilmente un rico lo haga).

Con ellos se funda un nuevo Reino, ellos son las piedras que lo construyen, y deberemos reconocer que Dios es “exclusivo”, es decir, no todos están adentro sino aquellos que han demostrado su fe y su amor con obras, tal como algunas décadas después se encargaría Santiago de explicar.

La Ley les decía qué tenían que hacer, pero la Gracia les aseguraba que había recompensa por su esfuerzo, aunque estrictamente hablando no fuera merecida, ya que hacer el bien es lo que nos corresponde por deber. ¿Cómo era posible esto?

c)     La obra del Espíritu

Aunque la revelación más plena del Espíritu no vendría sino hasta un tiempo después, eso no significa que no estuviera obrando desde el principio, y estos que podían vivir así eran también los que habían escuchado Su voz.

Hay algo más, el número “nueve” en las nueve Bienaventuranzas, en un paralelo con los frutos del Espíritu, aunque la relación “uno a uno” puede no ser tan evidente a primera vista. En ambos tenemos algo que “surge” de la persona, aunque aquí el enfoque tiene un poco más que ver con la actitud hacia lo que le ocurre.

Una relación posible es la que muestro a continuación, aunque algunas pueden parecer medio forzadas. Como sea, si consideramos que en realidad “los” frutos no son más que diferentes manifestaciones de “un” fruto por excelencia que es el amor, puede no ser tan necesario que nos preocupemos demasiado por compararlos.

·         Bienaventurados los pobres en espíritu – la raíz de todo lo que dice, el amor, que no es amor a sí mismo u orgullo – porque de ellos es el reino de los cielos.
·         Bienaventurados los que lloran – el fruto del gozo, los que lloran “en Dios” porque no pierden la fe – porque ellos recibirán consolación.
·         Bienaventurados los mansos – el fruto de la mansedumbre – tiene la promesa de heredar la tierra
·         Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia – el fruto de la bondad – tiene la promesa de que se cumplirán sus propósitos, serán saciados.
·         Bienaventurados los misericordiosos – el fruto de la benignidad – tiene como promesa recibir lo mismo, serán tratados con misericordia.
·         Bienaventurados los de limpio corazón – el fruto del dominio propio, que los mantiene siempre apartados del pecado – porque ellos verán a Dios.
·         Bienaventurados los pacificadores – el fruto de la paz – tiene la promesa de ser llamados hijos de Dios.
·         Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia – el fruto de la paciencia, porque se mantienen pacientemente en medio de la persecución – porque de ellos es el reino de los cielos.
·         Bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa los insulten y persigan, y mientan y digan contra ustedes toda clase de mal – el fruto de la fe, que les permite ver más allá de los sufrimientos presentes – Gócense y alégrense, porque en los cielos ya tienen ustedes un gran galardón; pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.


Como sea, las Buenas Nuevas comienzan con el Espíritu, comienzan con palabras de consuelo y con promesas de bendición; y no tenemos los “mandamientos” propiamente dichos sino luego de esta sección, que nos da la seguridad y la fortaleza para esforzarnos en el camino de la fe.

Esto es una enseñanza, es decir, no me refiero a las Bienaventuranzas de manera individual, sino al hecho de comenzar con ellas; no es posible ningún cambio sin antes haber recibido el amor y las promesas de Dios. Otro camino es religión, es intentar hacer las cosas con la fuerza propia.

Los “pobres de espíritu” son los que, entre otras cosas, reconocen que no tienen la fortaleza por sí mismos si no la reciben de Dios, y eso está disponible, por lo que somos invitados a ir allí, a reconocer lo que Él ya ha dicho de nosotros, ya ha puesto a nuestra disposición y ya ha preparado para nuestro futuro si permanecemos fieles. Sólo allí empieza el verdadero cambio, ese es el fundamento de lo que enseñemos, y es una clave para determinar cuáles son los hijos de Satanás infiltrados: ellos no pueden recibir ninguna de estas promesas porque ya han sido condenados. ¡Pero nosotros somos hijos de la Luz!

Danilo Sorti




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