Isaías 40:3-5 RVC
3 Una voz clama en el desierto: «Preparen el
camino del Señor; enderecen en el páramo una calzada a nuestro Dios.
4 Que todo valle sea enaltecido; que se hunda
todo monte y collado; que se enderece lo torcido y que lo áspero se allane.
5 Se manifestará la gloria del Señor, y la
humanidad entera la verá. La boca del Señor ha hablado.»
Este mensaje fue el inicio de la predicación
de Juan el Bautista, llamando a los hombres al arrepentimiento. Sin embargo,
hay más que eso; se presenta una justicia que trae igualdad entre los hombres,
que suaviza las actitudes ásperas, que corrige lo erróneo, que levanta al
humilde y humilla al orgulloso. ¿Tiene algo que ver con la predicación de
Jesús?
Jesús había comenzado a predicar antes del
mensaje registrado en Mateo 5, sin embargo lo primero que nos dejó el Espíritu
en el primer Evangelio son esas palabras, por lo que “oficialmente”, el inicio
de todo Su mensaje deberíamos considerarlo ahí. Pero no hay nada de
“arrepentimiento” o “conversión”.
a)
Las Bienaventuranzas como fundamento
Mateo 5:3-12 RVC
3 «Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
4 »Bienaventurados los que lloran, porque
ellos recibirán consolación.
5 »Bienaventurados los mansos, porque ellos
heredarán la tierra.
6 »Bienaventurados los que tienen hambre y
sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 »Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos serán tratados con misericordia.
8 »Bienaventurados los de limpio corazón,
porque ellos verán a Dios.
9 »Bienaventurados los pacificadores, porque
ellos serán llamados hijos de Dios.
10 »Bienaventurados los que padecen
persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los
cielos.
11 »Bienaventurados serán ustedes cuando por
mi causa los insulten y persigan, y mientan y digan contra ustedes toda clase
de mal.
12 Gócense y alégrense, porque en los cielos
ya tienen ustedes un gran galardón; pues así persiguieron a los profetas que
vivieron antes que ustedes.
Por empezar “no podría” haberlos, porque ya
el camino había sido preparado por Juan el Bautista, a pesar de que
inevitablemente la predicación de Jesús tenía también un fuerte llamado al
arrepentimiento. Pero si está “al principio”, uno podría pensar que debería
cumplir una función “introductoria” o preparatoria. ¿De qué forma?
b)
¿Quiénes son los bienaventurados?
Evidentemente, de una muy distinta a la de
Juan, todavía plenamente bajo las formas del Antiguo Pacto. Proféticamente
Isaías 40 anuncia la manifestación de la gloria de Dios, que comenzamos a ver a
partir de Mateo, y esa gloria se manifiesta en un pueblo bendecido y lleno del
gozo del Espíritu. Ese pueblo se construye a partir de las Bienaventuranzas, no
de leyes o mandatos. Pero entendamos bien a quiénes habla:
·
A los pobres en espíritu (humildes)
·
A los que lloran
·
A los mansos
·
A los que procuran justicia
·
A los misericordiosos
·
A los de limpio corazón (de intenciones sinceras y puras)
·
A los pacificadores
·
A los perseguidos por la justicia de Dios
Sí, el Nuevo Pueblo se fundamenta en la
bendición comprehensiva de Dios (la bienaventuranza), pero no es para
cualquiera, es para los que han amado y seguido a Dios cuando las cosas no iban
bien. Jesús está hablando a gente que no veía a Dios trayendo ricas bendiciones
o liberaciones, sino más bien lo contrario; a pesar de servirlo, las cosas
sucedían “al revés”. A ellos, los fieles sufrientes, Jesús les anuncia la nueva
época. No es a todos, no es a todos “los pobres”, como algunas teologías
definen, aunque entre ellos hay relativamente muchos que caen bajo esa
descripción (difícilmente un rico lo haga).
Con ellos se funda un nuevo Reino, ellos son
las piedras que lo construyen, y deberemos reconocer que Dios es “exclusivo”,
es decir, no todos están adentro sino aquellos que han demostrado su fe y su
amor con obras, tal como algunas décadas después se encargaría Santiago de
explicar.
La Ley les decía qué tenían que hacer, pero
la Gracia les aseguraba que había recompensa por su esfuerzo, aunque
estrictamente hablando no fuera merecida, ya que hacer el bien es lo que nos
corresponde por deber. ¿Cómo era posible esto?
c)
La obra del Espíritu
Aunque la revelación más plena del Espíritu
no vendría sino hasta un tiempo después, eso no significa que no estuviera obrando
desde el principio, y estos que podían vivir así eran también los que habían
escuchado Su voz.
Hay algo más, el número “nueve” en las nueve
Bienaventuranzas, en un paralelo con los frutos del Espíritu, aunque la
relación “uno a uno” puede no ser tan evidente a primera vista. En ambos
tenemos algo que “surge” de la persona, aunque aquí el enfoque tiene un poco
más que ver con la actitud hacia lo que le ocurre.
Una relación posible es la que muestro a
continuación, aunque algunas pueden parecer medio forzadas. Como sea, si
consideramos que en realidad “los” frutos no son más que diferentes
manifestaciones de “un” fruto por excelencia que es el amor, puede no ser tan
necesario que nos preocupemos demasiado por compararlos.
·
Bienaventurados los pobres en espíritu – la raíz de todo lo que dice, el
amor, que no es amor a sí mismo u orgullo – porque de ellos es el reino de los
cielos.
·
Bienaventurados los que lloran – el fruto del gozo, los que lloran “en
Dios” porque no pierden la fe – porque ellos recibirán consolación.
·
Bienaventurados los mansos – el fruto de la mansedumbre – tiene la promesa
de heredar la tierra
·
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia – el fruto de la
bondad – tiene la promesa de que se cumplirán sus propósitos, serán saciados.
·
Bienaventurados los misericordiosos – el fruto de la benignidad – tiene
como promesa recibir lo mismo, serán tratados con misericordia.
·
Bienaventurados los de limpio corazón – el fruto del dominio propio, que
los mantiene siempre apartados del pecado – porque ellos verán a Dios.
·
Bienaventurados los pacificadores – el fruto de la paz – tiene la promesa
de ser llamados hijos de Dios.
·
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia – el
fruto de la paciencia, porque se mantienen pacientemente en medio de la
persecución – porque de ellos es el reino de los cielos.
·
Bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa los insulten y persigan,
y mientan y digan contra ustedes toda clase de mal – el fruto de la fe, que les
permite ver más allá de los sufrimientos presentes – Gócense y alégrense,
porque en los cielos ya tienen ustedes un gran galardón; pues así persiguieron
a los profetas que vivieron antes que ustedes.
Como sea, las Buenas Nuevas comienzan con el
Espíritu, comienzan con palabras de consuelo y con promesas de bendición; y no
tenemos los “mandamientos” propiamente dichos sino luego de esta sección, que
nos da la seguridad y la fortaleza para esforzarnos en el camino de la fe.
Esto es una enseñanza, es decir, no me
refiero a las Bienaventuranzas de manera individual, sino al hecho de comenzar
con ellas; no es posible ningún cambio sin antes haber recibido el amor y las
promesas de Dios. Otro camino es religión, es intentar hacer las cosas con la
fuerza propia.
Los “pobres de espíritu” son los que, entre
otras cosas, reconocen que no tienen la fortaleza por sí mismos si no la
reciben de Dios, y eso está disponible, por lo que somos invitados a ir allí, a
reconocer lo que Él ya ha dicho de nosotros, ya ha puesto a nuestra disposición
y ya ha preparado para nuestro futuro si permanecemos fieles. Sólo allí empieza
el verdadero cambio, ese es el fundamento de lo que enseñemos, y es una clave
para determinar cuáles son los hijos de Satanás infiltrados: ellos no pueden
recibir ninguna de estas promesas porque ya han sido condenados. ¡Pero nosotros
somos hijos de la Luz!
Danilo Sorti
No hay comentarios:
Publicar un comentario