1 Samuel 17:17-18 RVC
17 Uno de esos días, Yesé le dijo a David, su
hijo: «Ve al campamento y llévales a tus hermanos veinte litros de trigo
tostado y estos diez panes.
18 Lleva también diez quesos de leche, y
entrégaselos al comandante del batallón; pero asegúrate de que ellos estén
bien, y tráeme algo que pruebe que están bien.»
En un artículo anterior pudimos ver el
“escenario” para el famoso episodio entre David y Goliat, pero aunque “todo
estuviera preparado” hacía falta algo más, y aquí viene bien la observación
práctica de Eclesiastés:
Eclesiastés 9:11 RVC
11 Volví la mirada, y vi bajo el sol que no
son los más veloces los que ganan la carrera, ni son los más fuertes los que
ganan la guerra; también vi que los sabios no tienen qué comer, que quien es
inteligente no es necesariamente rico, y que quien tiene conocimientos no
siempre es favorecido. Todos ellos tienen su momento y su ocasión.
“Ocasión” es una oportunidad justa en la que
se conjugan varios factores de tal forma que permiten que ocurra algo que de
otra manera no ocurriría. A pesar de estar todo preparado en potencia, hacía
falta una “ocasión”, una situación bien práctica, uno de esos “encuentro
divinos”, esos momentos especialmente preparados por el Señor. Todo el capítulo
17 es profundamente espiritual y profundamente práctico, es decir, cada suceso
que analizamos es ambas cosas a la vez, y los próximos versículos no son una
excepción. Aunque David iba y venía del campamento, aparentemente no había
coincidido nunca en su encuentro con el gigante, pero ese día el padre le pidió
que llevara provisiones: Dios estuvo por detrás de eso.
1 Samuel 17:19-24 RVC
19 Mientras tanto, Saúl y su ejército
luchaban contra los filisteos en el valle de Elá.
20 Y David se levantó muy temprano, dejó las
ovejas al cuidado de otro, y fue a cumplir con el encargo de su padre Yesé.
Llegó al campamento cuando el ejército salía en orden de batalla, lanzando
gritos de combate,
21 y pudo ver cómo ambos ejércitos se
formaban, uno frente al otro, para entrar en batalla.
22 Entonces David dejó el encargo en manos
del que cuidaba las provisiones, y corrió a donde estaba el ejército para saber
si sus hermanos estaban bien.
23 Pero mientras hablaba con ellos, oyó que
Goliat, el guerrero filisteo, se puso en medio de los dos campamentos y lanzó
el mismo desafío de los días anteriores.
24 También vio cómo, al ver al guerrero
filisteo, los soldados israelitas se echaban a correr llenos de miedo,
Luego de cuarenta días, esa fue la
oportunidad justa cuando David pudo ver y oír por sí mismo lo que seguramente
ya le habían contado; ¿no era lo mismo, acaso? Seguramente sí, pero era
necesario que lo “experimentara” él. Vio el preparativo para la batalla, oyó
las amenazas y burlas del filisteo, y fundamentalmente, vio la cobardía de sus
conciudadanos. Ese día fue la oportunidad, y Dios mismo lo dispuso así.
Aquí tenemos varias reflexiones.
Evidentemente David ya había sido preparado para esa lucha, no tanto en el
sentido físico, que sí lo estaba, sino en el estratégico y más que nada en el
espiritual. ¿Estuvo preparado al principio de los 40 días o lo estuvo
completamente recién en ese día? No sabría decirlo, pero algo sí es claro y lo
veremos más adelante: Saúl debía estar preparado para aceptar el ofrecimiento
de David, y eso requería tiempo y humillación.
No debemos menospreciar la noción de
“oportunidad justa” porque puede hacer la diferencia entre la victoria y el
fracaso, y no depende únicamente de la preparación o capacidad personal, sino
de que las circunstancias estén “preparadas”. Podemos hacernos la imagen de un
camino por el que discurrimos nosotros en preparación, y otro camino por el que
transitan las “circunstancias”: cuando ambos se encuentran ocurre la
“oportunidad justa”. Por lo tanto, hace falta paciencia. Este concepto es muy
práctico y Eclesiastés lo expone enfáticamente al inicio del capítulo 3; pero
también es muy espiritual porque implica una preparación espiritual de la que
muchas veces no somos conscientes, y también
requiere que Dios acomode un conjunto de factores. El concepto es tan importante
que la historia de la salvación no es ajena a él:
Gálatas 4:4 RVC
4 Pero cuando se cumplió el tiempo señalado,
Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley,
Probablemente David ni pensaba en hacer lo
que hizo, que para él resulto algo común y “natural”, no estaba esperando el
cumplimiento de ningún tiempo, al menos no de esa forma. Sin embargo Dios lo
había preparado todo, y cuando se dio el “encuentro” de preparación –
oportunidad, se desató lo que estaba escondido, aún para David.
David no se movilizó hasta que pudo comprobar
por sí mismo la situación, y esto nos recuerda a Nehemías:
Nehemías 2:11-17 RVC
11 »Tres días después de haber llegado a
Jerusalén,
12 me levanté por la noche y salí, acompañado
de varios hombres y sin que nadie supiera lo que Dios me había inspirado hacer
en Jerusalén. No llevaba yo más caballo que el que iba montando.
13 Salí de noche y recorrí la puerta del
Valle que va a la fuente del Dragón y a la puerta del Basurero, y pude ver que
las murallas de Jerusalén habían sido derribadas y que las puertas habían sido
consumidas por el fuego.
14 Luego me dirigí a la puerta de la Fuente y
al estanque del Rey, pero como mi caballo no podía pasar
15 subí al torrente y observé la muralla.
Aprovechando que era de noche, la rodeé y luego entré por la puerta del Valle.
Después de eso, regresé.
16 Los oficiales no supieron a dónde había
ido, ni qué había hecho, porque a nadie le había dicho nada; ni al pueblo ni a
los sacerdotes, y menos aún a gente importante. Ninguno de los que estaban
reconstruyendo la ciudad supo lo que hice.
17 »Cuando regresé, les dije: “¿Ya vieron lo
mal que estamos? Jerusalén está desierta, y todas sus puertas han sido
quemadas. ¡Anímense y vayamos todos a levantar las murallas de Jerusalén. ¡Basta
ya de esta vergüenza!”
Para David fue algo espontáneo, Nehemías
decidió hacer una investigación detallada primero, pero como sea, en ambos
casos hubo un análisis de situación que motivó una reacción interna hacia la
solución.
1 Samuel 17:25-27 RVC
25 mientras unos a otros se decían: «¿Ya
vieron a ese soldado? Siempre viene y nos desafía a pelear contra él. A quien
lo venza, el rey Saúl lo colmará de riquezas y, además, le dará a su hija en
matrimonio, y su familia quedará libre de pagar tributos.»
26 Entonces David les preguntó a los que
estaban allí cerca: «¿Qué recompensa se le dará a quien venza a este filisteo y
libre a Israel de semejante afrenta? ¿Quién es este filisteo incircunciso, para
provocar al ejército del Dios vivo?»
27 Los del ejército le dijeron lo mismo que
ya le habían dicho, en cuanto a quien venciera al filisteo.
¿Está bien servir a Dios por recompensa? Esta
pregunta es medular en relación a cómo se interpreta el cristianismo e incluso
los sistemas políticos. Por supuesto que hacer algo por altruismo y
desinteresadamente tiene mucho más mérito que hacerlo por recompensa, pero el
ser humano funciona por “recompensas” y no de otra forma. El asunto no es
buscar una “recompensa” porque estamos programados para hacerlo, sino en qué consiste
dicha recompensa. Cuando nos llena el amor de Dios, “nuestra” recompensa,
aquello que buscamos por encima de cualquier cosa, es la felicidad de nuestro
Señor, y luego el bien de nuestro prójimo. Nuestra recompensa deja de ser cosas
materiales en el tiempo presente para pasar a ser lo verdaderamente valioso,
aquello que perdura por la eternidad, aquello que el oro no puede comprar. Es
decir que, cuando más crecemos espiritualmente, ¡buscamos recompensas mucho más
costosas y valiosas! Pero solo podemos buscarlas cuando hemos llegado a
entender su valor.
El hombre naturalmente busca recompensas y
por eso el comunismo propiamente dicho no funcionó. Claro, no estoy diciendo
que no haya personas que realmente quieran hacer el esfuerzo por el prójimo y
estén dispuestas a ceder de sus derechos y recursos por el bien del otro, lo
que digo es son pocas. Tampoco quiero hacer una exaltación del capitalismo con
su búsqueda egoísta y desenfrenada de dinero que, “como por arte de magia”,
termina luego volcándose en el resto de la sociedad. Pero ningún sistema
político que no permita la búsqueda de recompensa y el crecimiento personal ha
funcionado.
De todas formas, lo más trascendente para
David no era la recompensa, aunque preguntó por ella, sino lograr que se “libre
a Israel de semejante afrenta”. Está claro que aunque David obtuvo muchas
riquezas, su principal recompensa nunca fueron ellas sino el bienestar de su
nación y su comunión con el Señor. David fue impactado por las palabras del
filisteo porque tenía un corazón conforme al corazón de Dios, y por ello se
llenó de la ira santa, que es “santa” porque lleva a una reacción conforme la
voluntad de Dios y permite que Él obre trayendo solución.
Nehemías tuvo otro tanto cuando oyó de la
situación de Jerusalén:
Nehemías 1:3-4 RVC
3 me dijeron: “Los cautivos que quedaron con
vida están muy mal y pasando por muchas vergüenzas; la muralla de Jerusalén
está en ruinas, y las puertas de la ciudad fueron quemadas.”
4 »Cuando escuché esto, me senté a llorar y
durante varios días me puse en duelo; y ayuné y oré al Dios de los cielos.
Y Jesucristo, otro tanto:
Juan 2:15-17 RVC
15 Entonces hizo un azote de cuerdas y
expulsó del templo a todos, y a las ovejas y bueyes; esparció las monedas de
los cambistas y volcó las mesas,
16 y dijo a los que vendían palomas: «Saquen
esto de aquí, y no conviertan la casa de mi Padre en un mercado.»
17 Entonces sus discípulos se acordaron de
que está escrito: «El celo de tu casa me consume.»
Es esta motivación interna, incontenible, que
sentimos cuando nos encontramos con una situación determinada, la que indica
que “algo está pasando allí”, más concretamente, que estamos siendo llamados a
solucionarla, que hemos sido preparados para eso. De nuevo, esto tiene que ver
con los dones espirituales.
Si estamos en comunión con el Señor, aquello
que nos mueve fuertemente a la acción es porque el Espíritu nos está llamando,
y porque tenemos los recursos para solucionarlo. Sin embargo, entremedio se
presentan unos cuantos obstáculos, que veremos en un próximo artículo.
Danilo Sorti
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