jueves, 3 de mayo de 2018

464. ¿Qué quiere Dios de nosotros?


Hebreos 2:10 DHH
10 Todas las cosas existen para Dios y por la acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos.

Cómo nos relacionamos con Dios ha sido un problema histórico del hombre desde que se rebeló. Dios siempre trabajó para reconciliar al hombre consigo mismo, pero normalmente nosotros nunca o casi nunca hemos tenido una idea clara de qué “pretende” Dios. Es decir, dado que somos pecadores y tenemos malos pensamientos, proyectamos hacia Dios alguno de esos pensamientos, sospechando de Sus verdaderas intenciones.

En realidad, eso exactamente es lo que pasó en la rebelión de Satanás: él proyectó toda su maldad  hacia Dios, por lo cual se justificó  perfectamente en la necesidad de rebelarse contra ese Ser que le impedía “crecer y desarrollarse” en todo lo que él quería alcanzar. Esto que digo puede parecer por demás de absurdo, pero si lo pensamos bien es perfectamente lógico.

¿Qué pretende Dios de nosotros? Los que están acostumbrados a adorar ídolos suponen que Dios necesita ser satisfecho con sacrificios y esfuerzo. Nuestra sociedad consumista moderna, no demasiado alejada de la idolatría, puede pensar en un Dios “comercial”, dispuesto a obtener algún tipo de beneficio de nosotros (adoración, servicio, palabras bonitas…) y a cambio nos otorga las bendiciones que necesitamos.

La sociedad tradicional occidental considera que Dios quiere santos, por lo que se esfuerza (se esforzaba, mejor dicho…) en vivir en santidad, a veces cayendo en la religiosidad y la hipocresía. Muchos consideran que en realidad Dios quiere su  máximo esfuerzo para ver si, a lo mejor, les da alguna bendición o recompensa. Acostumbrados a usar a los otros como estamos, es natural que pensemos lo mismo: Dios quiere “usarnos” para Su propia gloria, para Su propio “disfrute”. Hay teologías que recalcan  esa idea.

Hermanos, antes de desechar estas duras palabras que estamos diciendo, pensemos sinceramente si algo de eso no hay en nuestro interior. Cuando nos damos cuenta de nuestro pecado y nuestros errores, vamos a Dios mendigando algún lugarcito en un rincón del Cielo, a lo mejor en el cuarto de servicio, donde se guardan lo baldes y trapos de piso…

Dios no necesita nada de nosotros y no podríamos darle nada por más que quisiéramos, ni siquiera si ofrendáramos nuestra propia vida.

Job 35:5-7 RVC
5 Levanta los ojos, y escudriña el cielo; las nubes que ves están por encima de ti.
6 Si haces lo malo, en nada afectas a Dios; si aumentas tus pecados, tampoco le afectas.
7 Si haces el bien, ¿en qué lo beneficias? ¿Qué provecho saca de tu buen comportamiento?

¿Qué puede querer un Dios que está por encima de todo? Sólo darnos de Su amor, volcarse Él mismo en Sus hijos, tener un recipiente para dar más y más. Eso es lo que dice Hebreos cuando escribe “que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria”, es decir, que puedan disfrutar de todo lo que Él es, eso es Su Gloria. En eso consiste la revelación del Padre, que si bien no era absolutamente nueva hacia los tiempos de Jesús, alcanzó en Él una dimensión desconocida antes.

¿Podemos darle algo a Dios? En realidad sí, y no tiene que ver con servicio, sacrificios o santidad, a pesar de que son todas cosas que debemos alcanzar y que le agradan; tiene que ver con nuestro amor, es decir, la respuesta a Su amor.

Dios no necesita “usarnos” para nada, ni depende de nosotros en nada, pero dado que decidió volcarse en amor, pasó voluntariamente a “necesitar” nuestro amor, es decir, decidió “necesitarnos”. ¡Eso es algo tan maravilloso que va mucho más allá de nuestra comprensión!

Satanás sí nos necesita, no podría seguir en libertad sin nosotros; necesita nuestra legalidad y necesita que nos mantengamos “atados” a él de alguna manera (como humanidad) para seguir actuando. Dios le permite seguir precisamente porque decidió amarnos, y permite que la cizaña siga creciendo hasta la cosecha para no arrancar el trigo conjuntamente. Satanás y todo el reino de las tinieblas dependen del amor de Dios hacia nosotros, ¡ellos también están “basados” en el amor, muy a su pesar!

Esa revelación del amor del Padre es la que se ha “descubierto” de una manera masiva sobre esta generación por el Espíritu, y precisamente por eso ha sido corrompida en un evangelio de “gracia barata”: los hombres tomaron el entendimiento del amor del Padre y lo transformaron en libertinaje, quitándole el valor de la cruz y la respuesta sacrificial por amor. Si hay tal cosa como un “evangelio de la prosperidad”, si tanto enfatizan los falsos maestros en la gracia quitándole toda exigencia, es porque antes el Espíritu Santo trajo esa nueva comprensión sobre las personas.

La enorme corrupción de la gracia de Dios en este tiempo es la “brújula que apunta hacia el sur” respecto de lo que Dios quiere manifestar. Creo que en este tiempo, como nunca en estos dos mil años, el Señor tiene una puerta abierta a la intimidad con Él, a que lo amemos, lo adoremos, pasemos tiempo con él, en algo que a otros cristianos puede parecer un “desperdicio de tiempo y recursos”, pero no es más “desperdicio” que el alabastro roto y derramado sobre los pies de Jesús.

Aquello que en esta generación podemos comprender, porque se nos ha revelado, es que no hay más fuente de poder y de vida que Dios mismo, y es cuando estamos en Su presencia que luego podemos “bajar” a esta Tierra con todo Su poder. Así que, paradójicamente, mientras más tiempo estamos en esa presencia, sin “hacer nada”, como piensan algunos, con más poder y autoridad podemos luego hacer Su obra en un mundo cada vez más oscuro.

Sabemos que la oscuridad reinante no disminuirá en el corto plazo, sino que aumentará hasta llega a su clímax, ningún cristiano que no aprenda a vivir como hijo en la presencia continua del Padre podrá ser efectivo en mantener su fe y testificar en los tiempos que vendrán.

Y esta relación tan estrecha a la que el Espíritu nos está llamando no es más que un pequeño anticipo de las Bodas del Cordero que están por venir. ¿Qué quiere Dios de nosotros, qué “necesita”? Que lo amemos con el mismo tipo de amor con el que nos ama Él.


Danilo Sorti




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