Hebreos 2:10 DHH
10 Todas las cosas existen para Dios y por la
acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por
eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el
Salvador de ellos.
Cómo nos relacionamos con Dios ha sido un
problema histórico del hombre desde que se rebeló. Dios siempre trabajó para
reconciliar al hombre consigo mismo, pero normalmente nosotros nunca o casi
nunca hemos tenido una idea clara de qué “pretende” Dios. Es decir, dado que
somos pecadores y tenemos malos pensamientos, proyectamos hacia Dios alguno de
esos pensamientos, sospechando de Sus verdaderas intenciones.
En realidad, eso exactamente es lo que pasó
en la rebelión de Satanás: él proyectó toda su maldad hacia Dios, por lo cual se justificó perfectamente en la necesidad de rebelarse
contra ese Ser que le impedía “crecer y desarrollarse” en todo lo que él quería
alcanzar. Esto que digo puede parecer por demás de absurdo, pero si lo pensamos
bien es perfectamente lógico.
¿Qué pretende Dios de nosotros? Los que están
acostumbrados a adorar ídolos suponen que Dios necesita ser satisfecho con
sacrificios y esfuerzo. Nuestra sociedad consumista moderna, no demasiado
alejada de la idolatría, puede pensar en un Dios “comercial”, dispuesto a
obtener algún tipo de beneficio de nosotros (adoración, servicio, palabras
bonitas…) y a cambio nos otorga las bendiciones que necesitamos.
La sociedad tradicional occidental considera
que Dios quiere santos, por lo que se esfuerza (se esforzaba, mejor dicho…) en
vivir en santidad, a veces cayendo en la religiosidad y la hipocresía. Muchos
consideran que en realidad Dios quiere su
máximo esfuerzo para ver si, a lo mejor, les da alguna bendición o
recompensa. Acostumbrados a usar a los otros como estamos, es natural que
pensemos lo mismo: Dios quiere “usarnos” para Su propia gloria, para Su propio
“disfrute”. Hay teologías que recalcan
esa idea.
Hermanos, antes de desechar estas duras
palabras que estamos diciendo, pensemos sinceramente si algo de eso no hay en
nuestro interior. Cuando nos damos cuenta de nuestro pecado y nuestros errores,
vamos a Dios mendigando algún lugarcito en un rincón del Cielo, a lo mejor en
el cuarto de servicio, donde se guardan lo baldes y trapos de piso…
Dios no necesita nada de nosotros y no
podríamos darle nada por más que quisiéramos, ni siquiera si ofrendáramos
nuestra propia vida.
Job 35:5-7 RVC
5 Levanta los ojos, y escudriña el cielo; las
nubes que ves están por encima de ti.
6 Si haces lo malo, en nada afectas a Dios;
si aumentas tus pecados, tampoco le afectas.
7 Si haces el bien, ¿en qué lo beneficias?
¿Qué provecho saca de tu buen comportamiento?
¿Qué puede querer un Dios que está por encima
de todo? Sólo darnos de Su amor, volcarse Él mismo en Sus hijos, tener un
recipiente para dar más y más. Eso es lo que dice Hebreos cuando escribe “que
quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria”, es decir, que puedan
disfrutar de todo lo que Él es, eso es Su Gloria. En eso consiste la revelación
del Padre, que si bien no era absolutamente nueva hacia los tiempos de Jesús,
alcanzó en Él una dimensión desconocida antes.
¿Podemos darle algo a Dios? En realidad sí, y
no tiene que ver con servicio, sacrificios o santidad, a pesar de que son todas
cosas que debemos alcanzar y que le agradan; tiene que ver con nuestro amor, es
decir, la respuesta a Su amor.
Dios no necesita “usarnos” para nada, ni
depende de nosotros en nada, pero dado que decidió volcarse en amor, pasó
voluntariamente a “necesitar” nuestro amor, es decir, decidió “necesitarnos”.
¡Eso es algo tan maravilloso que va mucho más allá de nuestra comprensión!
Satanás sí nos necesita, no podría seguir en
libertad sin nosotros; necesita nuestra legalidad y necesita que nos
mantengamos “atados” a él de alguna manera (como humanidad) para seguir
actuando. Dios le permite seguir precisamente porque decidió amarnos, y permite
que la cizaña siga creciendo hasta la cosecha para no arrancar el trigo
conjuntamente. Satanás y todo el reino de las tinieblas dependen del amor de
Dios hacia nosotros, ¡ellos también están “basados” en el amor, muy a su pesar!
Esa revelación del amor del Padre es la que
se ha “descubierto” de una manera masiva sobre esta generación por el Espíritu,
y precisamente por eso ha sido corrompida en un evangelio de “gracia barata”:
los hombres tomaron el entendimiento del amor del Padre y lo transformaron en
libertinaje, quitándole el valor de la cruz y la respuesta sacrificial por
amor. Si hay tal cosa como un “evangelio de la prosperidad”, si tanto enfatizan
los falsos maestros en la gracia quitándole toda exigencia, es porque antes el
Espíritu Santo trajo esa nueva comprensión sobre las personas.
La enorme corrupción de la gracia de Dios en
este tiempo es la “brújula que apunta hacia el sur” respecto de lo que Dios
quiere manifestar. Creo que en este tiempo, como nunca en estos dos mil años,
el Señor tiene una puerta abierta a la intimidad con Él, a que lo amemos, lo
adoremos, pasemos tiempo con él, en algo que a otros cristianos puede parecer
un “desperdicio de tiempo y recursos”, pero no es más “desperdicio” que el
alabastro roto y derramado sobre los pies de Jesús.
Aquello que en esta generación podemos
comprender, porque se nos ha revelado, es que no hay más fuente de poder y de
vida que Dios mismo, y es cuando estamos en Su presencia que luego podemos
“bajar” a esta Tierra con todo Su poder. Así que, paradójicamente, mientras más
tiempo estamos en esa presencia, sin “hacer nada”, como piensan algunos, con
más poder y autoridad podemos luego hacer Su obra en un mundo cada vez más
oscuro.
Sabemos que la oscuridad reinante no
disminuirá en el corto plazo, sino que aumentará hasta llega a su clímax,
ningún cristiano que no aprenda a vivir como hijo en la presencia continua del
Padre podrá ser efectivo en mantener su fe y testificar en los tiempos que
vendrán.
Y esta relación tan estrecha a la que el
Espíritu nos está llamando no es más que un pequeño anticipo de las Bodas del
Cordero que están por venir. ¿Qué quiere Dios de nosotros, qué “necesita”? Que
lo amemos con el mismo tipo de amor con el que nos ama Él.
Danilo Sorti
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